BILBAO LIVE: EL SENTIMIENTO TRÁGICO DE LA VIDA
17 julio, 2012 4:21 pm 4 Comentarios
Una de las cosas peores que le puede pasar al ser humano es crearse falsas expectativas y decepcionarse. ¿De qué se trata eso que llaman envejecer o hacerse mayor sino de ilusionarse con ímpetu una ocasión más antes de hundirse en el fango por enésima vez? Ya lo dejó escrito en su día el genial articulista Mariano José de Larra: Aquí yace la esperanza. Un epitafio que cobró pleno sentido el 12 de febrero de 1837 cuando decidió que ya había tenido su buena ración de desengaños en su corta existencia.
Valga este sincero homenaje a uno de los mayores talentos de las letras hispanas para resumir el espíritu dominante en la presente edición del BBK Live. Tres cabezas de cartel: The Cure, Radiohead y Garbage, pocos puntos en común en el aspecto musical, pero un nexo de unión sin igual en sus letras de temática tortuosa o atormentada, una actitud que dista bastante del indigno hecho de ir dando pena por ahí. Son todas aquellas cosas que nadie quiere oír, verdades constatadas por el paso de los años y que no queda otra que aceptar, leyes básicas para sobrevivir en la jungla.
Con esa atmósfera melancólica en lontananza inició la primera jornada del festival bilbaíno dando alegrías a los organizadores en cuanto a la asistencia: casi 37.000 personas, una cifra que consolida el evento en el panorama internacional e incluso ya se empieza a hablar de que en un futuro próximo podría tomar el relevo al FIB. Vista la proliferación de guiris por el lugar no extrañaría lo más mínimo, aunque desde el punto de vista ético sea reprobable el comportamiento incivilizado de algunos de ellos,
Dado el carácter comercial del cartel, supuestamente para todos los públicos, nos centraremos únicamente en las propuestas de cierto interés. De esta forma, lo primero medianamente potable que catamos fueron los británicos Tribes, unos chavalines que congregaron a buena cantidad de peña a temprana hora con su rock alternativo a lo Hüsker Dü o Soul Asylum. Después de comprobar su potencial en directo, no sorprende que Frank Black de los Pixies les invitara personalmente a ser sus teloneros en Londres.
Los también ingleses Band of Skulls prometían lo suyo y gozaron de una considerable afluencia de personal, pese a que en esta edición con la novedad de los cuatro escenarios había posibilidad de contemplar otras opciones. Como el repertorio se tornaba un tanto relajado, nos acercamos hasta la carpa Vodafone para darnos de bruces con Elbis Rever, un par de chonis polígoneras que movían el culete a un ritmo enlatado y curiosamente cantaban a las bondades de la maternidad desaforada. Casi nada.
Los siguientes en liza, los indies oscurillos The Maccabees, remitieron a Joy Division, y en un plano más contemporáneo a Interpol o Editors. Contaban con temas de cierto gancho, un cantante afectado pero competente y un guitarrista cuyos punteos seguían la tradición minimalista y evocadora de The Edge (U2) o John McGeoch (Siouxsie and the Banshees). Aceptables.
En otro rollo, Young Guns, con su hard rock edulcorado a lo Nickelback, montaron una buena fiesta entre los guiris que abarrotaban el recinto que no dudaron en sacar banderas y todo, igual que si hubieran colonizado un territorio. Su pegada guitarrera se convirtió en una alternativa muy considerable frente al pop empalagoso de Snow Patrol.
Y lo mismo sucedió con el rock n’ roll macarra de actitud incendiaria de The Jon Spencer Blues Explosion. Conocedores de la habilidad de este tipo para levantar cualquier garito, era evidente que no dejaría títere con cabeza, primero con rock garajero acelerado y luego relajando con poso soul, sin olvidar la vena fantasmagórica Nick Cave e incluso punteos a lo Hendrix. Una garantía que nunca falla.
LUMINARIAS INTERGENERACIONALES
Para hablar de The Cure hace falta quitarse el sombrero, realizar reverencias o cualquier otro gesto digno que a uno se le antoje porque nos estamos refiriendo a una de las bandas más influyentes de las últimas décadas y que hace ya tiempo han traspasado las férreas fronteras de los géneros. Desde Depeche Mode a My Chemical Romance, un inabarcable elenco de artistas a cada cual más dispar han reconocido haber sucumbido al influjo de estas luminarias intergeneracionales.
Y no es para menos, pues los de Sussex inicialmente ayudaron a cimentar el sonido post punk junto a Joy Division, se subieron al carro de la new wave y no tardaron en coquetear con la electrónica, el pop alegre y hasta el swing. Cualquiera que esté al tanto de su trayectoria sabrá que nunca se les ha podido englobar en un estilo en concreto sino que más bien constituyen un género en sí mismo. Ya lo ha dejado suficientemente claro Smith en alguna que otra entrevista: “Yo toco música de The Cure, sea lo que sea que esto signifique”.
Se cumplía el veinte aniversario de la publicación de ‘Wish’, piedra angular en su trayectoria y uno de sus discos más rockeros, por lo que al anunciado monumental recital de tres horas habría que sumar una nutrida representación de piezas de tal plástico.
Y nos las prometíamos muy felices cuando un problema con el teclado demoró la actuación casi una hora. Ni corto ni perezoso, el gran Robert Smith salió a dar la cara ante los asistentes y a entretener la espera tocando en formato acústico tres joyazas: “Three Imaginary Boys”, “Fire In Cairo” y el himno “Boys Don’t Cry”. Todo un detalle el de este genio que resaltó su lado humano cuando admitió risueño que no solía hacer esas cosas a menudo.
El ansiado inicio llegó con el envolvente “Open”, un corte atmosférico ideal para levitar e ir metiéndose en su mundo poco a poco. Conscientes de que el grueso del personal pedía a gritos esos éxitos comerciales aptos para todos los públicos enseguida cayó “Lovesong”, pese a que este tema lo podríamos clasificar como rock gótico.
Nos mostraron su lado guitarrero en “Sleep When I’m Dead”, donde los wah-wah a cargo del maestro Reeves Gabrels (David Bowie) añadían empaque y certificaban que a nivel instrumental cumplen de sobra. Y lo de Robert Smith es caso aparte, mantuvo el tipo cantando tres horas sin perder en ningún momento ni un ápice de voz. Pero aparte de entonar de esa forma tan inconfundible e inimitable, no se limitó solo a eso, pues un vocalista debe además interpretar y transmitir pasión en cada estrofa, y eso lo consiguió al ponernos los pelos de punta en “From The Edge of The Deep Green Sea” con esa memorable parte en la que dice “never never never let me go she says”.
Se nota que el tipo se lo cree y vive cada una de esas líneas atormentadas de desamor, angustia vital e inestabilidad emocional. Pocos artistas he visto en un estado vocal tan impresionante y que a la vez transmitan tanto sin demasiados alardes escénicos.
El repertorio tuvo de todo, los temas del gusto del populacho tipo “Just Like Heaven” o “Lullaby”, esas piezas como “Pictures of You”, donde bordean la psicodelia y alcanzan un punto etéreo que te levanta los pies del suelo, e incluso arrebatos discotequeros en “The Walk”, muy habitual en garitos góticos, por cierto.
Lamentablemente, algunos asistentes no tenían muy claro lo que iban a ver, por eso cuando les dio por los cortes siniestros de la primera época, en plan “Play For Today” o “Primary” los más ignorantes hicieron mutis por el foro. Una lástima porque se perdieron la desoladora “A Forest”, en la que clavaron cada nota y Smith hasta puso voz de ultratumba para añadir mayor dramatismo. Recuperaron la grandilocuencia del rock de estadio con “Shake Dog Shake” antes de volver a las tinieblas absolutas de “One Hundred Years” y a ese estremecedor sonido del ‘Pornography’ que en su época calificaron como procedente del infierno. El in crescendo ensimismante de “End” puso el broche a un recital impecable fiel a su prolífico legado discográfico.
Pero tres horas dan para mucho y lo curioso es que en ningún momento se hicieron largas. En el primer bis recurrieron a “The Same Deep Water As You”, quizás demasiado espesa para tan privilegiada ubicación, aunque a los auténticos fans nos pareciera una delicia. Lo arreglaron en breve con el swing bailongo de “Lovecats” y regalaron a los entendidos el desgarrado “Just One Kiss”, con su peculiar percusión y sentimiento de pérdida.
La locura general se desató en el famoso “Friday I’m In Love” y siguió con el pop facilón de “Close To Me”. Otro tema que invita al buen rollo es sin duda “Why Can’t I Be You”, aunque echamos en falta una mayor presencia de los vientos respecto a la versión de estudio, y ya finiquitaron definitivamente con una ralentizada “Boys Don’t Cry”. Es la grandeza que tienen The Cure, con algunas canciones te cortarías las venas y con otras te embriaga un estallido de felicidad impresionante. De sentar cátedra.
Después de semejante subidón, el indie medio electrónico de Bloc Party se antojaba muy adecuado para despertar a los somnolientos. Con una estética de láseres de luz similar a la de una discoteca, facturaron un electro rock no exento de cierta chicha en “Fight” o en el trallazo “Flux”, que sonó menos sintética que en disco. Montaron fiestón.
EXPERIMENTOS EN VENA
La segunda jornada en Kobetamendi a punto estuvo de superar el récord de asistencia al congregar a unas 39.476 almas, esto es, 200 menos que con Metallica en el 2007, si bien, quizás debido a los cuatro escenarios, la sensación de agobio de aquella edición no se repitió. El tirón mediático de Radiohead posibilitó que se concentraran de golpe y porrazo las propuestas más experimentales para ir abriendo boca a un show estelar que poco tuvo de convencional.
En calidad de entrantes, los mexicanos Zoé desgranaron su peculiar space rock de desconcertantes letras ante un nutrido respetable con destacada presencia de latinoamericanos. “Vía Láctea” puso de relieve en su línea de bajo su querencia por Joy Division y no tardaron en sacar del armario su gusto por la electrónica a lo Depeche Mode. Los movimientos del vocalista León Larregui indignaron a más de un talibán que no dudó en gritarle ‘marica’, pero bueno, otros descerebrados también dicen lo mismo del gran Robert Smith. Lo cierto es que exprimieron al máximo su escaso tiempo mediante esas atmosferas siderales que solo ellos saben crear.
Uno pensaba que a las chicas desgarbadas de Warpaint lo que les ponía era el rollo hippy setentero por su vestimenta descuidada que parecía inspirada en ‘Mujercitas’. Cual fue la sorpresa al encontrarse con una música realmente hipnótica casi imposible de categorizar, a no ser que aproximándola ligeramente a “Land”, es decir, la vertiente más espesa y delirante de Patti Smith. Un tripi descomunal que embriagaba por momentos y que desconcertaba más si cabe por la actitud y puesta en escena de las féminas, una de ellas incluso se quitó el saco de patatas que la cubría para quedarse en un sobrio vestido.
No nos sedujo el country folk de Mumford & Sons, pese a que hicieran las delicias de los guiris borrachos que se conocían al dedillo las canciones y los aclamaron como a dioses. En otro escenario, Here We Go Magic ofrecían una propuesta de darle demasiado al bolo. Han definido su sonido como ‘confusas texturas electrónicas sin fin en una espiral interminable de bucles líricos, incursiones ocasionales en secciones extendidas de ambiente y ruido’. Vamos, que los tienes que pillar con ganas.
Menos mal que nos despertaron los neoyorquinos We Are Agustines con un rock americano 100% Springsteen. El cantante se recorría el reducido escenario igual que si fuera el Madison Square Garden, levantaba la guitarra en alto y hasta ponía las mismas caras de flipado del Boss, lo único que le faltaba era decir ‘1,2,3’ antes de arrancar los temas. Hay que reconocer que se lo curraron de verdad y cuajaron uno de los mejores bolos del festival por su cancionero épico que tocaba la fibra sensible, su conexión con el público, que les aclamó en repetidas ocasiones, y su sobrada actitud a las tablas convirtiendo sencillos acordes en memorables. Jo, fue una pena que se marcharan.
Dejando de lado la brasa inmisericorde del DJ conocido como Four Tet, el concierto de Radiohead por norma general cosechó un par de opiniones encontradas entre la multitud. O te parecía una exquisitez destinada a paladares selectos que vulgares oídos eran incapaces de apreciar o por el contrario se antojaba algo tan complicado de digerir como un atracón de porros para el que era necesario una cierta predisposición del espíritu, pijama y orinal.
Thom Yorke y compañía no pusieron las cosas fáciles al apostar en su repertorio por las piezas más experimentales bordeando la electrónica en vez de ceñirse a los clásicos que esperaba la multitud. El comienzo con “Bloom”, perteneciente a su álbum vendido digitalmente ‘King of the Limbs’ ya nos avisó de la que venía encima, pues no sería hasta “Pyramid Song”, bien entrado el recital, cuando el respetable se desperezaría tras un ejercicio de deconstrucción musical capaz de descolocar al más pintado.
En sus primeras palabras a la multitud, Yorke aludió a los recortes que estábamos sufriendo. “Seguramente alguien os robó el dinero, ya sabéis quien: los bancos” y aconsejó llevar la lucha a las calles. No pudo elegir un álbum más apropiado que ‘Hail To The Thief’ para resumir el sentir general de la población tras el expolio consumado por parte de las entidades financieras.
Los de Abingdon siguieron a su rollo, sin concesiones al vulgo, pero dando el callo a nivel instrumental, eso sí, nada que reprochar. Volvieron al mundo de los vivos con “There There” y “Karma Police”, ambas muy coreadas, en una estampa que fue complicado reproducir a lo largo del recital. Quizás en un alarde de ironía o de simple cachondeo, antes de arremeter con los bises, el bueno de Yorke nos suelta: ‘Buenas noches. Somos Radiohead.’ Ah, menos mal, siempre se agradece recordar ese tipo de cosas.
Se atrevió incluso a intercalar un fragmento del “After The Gold Rush” de Neil Young antes de la depresión existencial y las voces distorsionadas de “Everything In Its Right Place”. Insistieron en esa melancolía que encontramos más interesante que su faceta electrónica experimental en la final “Paranoid Android”, y aunque parezca increíble, ni se dignaron en rescatar su viejo éxito “Creep”.
Algunos seguidores interpretaron como un toque de elegancia no tener que recurrir a su tema bandera, pese a que habría sido muy agradecido un guiño de esas proporciones después del plato de innovación y nouvelle cuisine que nos cascaron. Para un servidor, se les fue demasiado la olla en el repertorio, pero también entendería que fuera un recital de órdago para los amantes de las rarezas y caras b de esta banda imprescindible en el panorama musical de las últimas décadas.
No había ganas de dormir y casualmente nos tropezamos en la carpa Vodafone con Triángulo de Amor Bizarro, un combo que la mayoría asociará a los conciertos de Radio 3 y otros ámbitos gafapastosos. Pero no hay que dejarse llevar por las apariencias, pues nos conquistaron con sus guitarras abrasivas a lo Jesus & Mary Chain, distorsión shoegazer y una actitud que los emparenta con el post punk de Parálisis Permanente.
Supo a gloria por fin escuchar algo movidito que no te hiciera cabecear y que contagiara energía por los cuatro costados. Tuvieron además el merecido detalle de cagarse en el PP mientras descargaban píldorazos que atronaban a tope de revoluciones tipo “El Himno de la Bala” o “El Crimen”. Acabaron machacando instrumentos, con la bajista tirada por el suelo y con acoples chirriantes como manda la tradición. Brutal noise rock.
COUNTRY CREPUSCULAR Y MARAÑA HARDCORE
El sábado, al no contar con un cabeza de cartel de entidad semejante al de los días precedentes, se esperaba un notable bajón en la afluencia de visitantes, aunque al final la cosa no fuera para tanto. Teniendo en cuenta la falta de un nombre de evidente tirón, las 32.860 personas que se acercaron a Kobetas no son ni mucho menos una cifra vergonzosa. En total, unas 109.178 almas se echaron al monte durante las tres jornadas, superando la mejor marca conseguida el año pasado, y consolidando el evento a nivel internacional que muchos ya vislumbran como alternativa a Benicassim.
Empezamos de manera inmejorable con Corizonas, fusión de los surferos madrileños Los Coronas con el trío vallisoletano Arizona Baby para rendir homenaje al country crepuscular, macarra y empapado de Bourbon. Su experiencia de forajidos curtidos en mil batallas, como su genial batería Loza o el guitarrista Fernando Pardo, que ejerció con desparpajo de comunicador y agitador de masas, les capacita para quedarse con la peña desde temprana hora sin demasiada dificultad.
Y si a ello le sumamos una evocadora música fronteriza y canalla deudora de Tarantino, en la estela de Dogs D’ Amour o de los locales Clarisse, pero con mayor nervio rockero, no resulta descabellado imaginar que la recepción del personal fuera tan espectacular. Temazos no faltaban, ahí teníamos el sabor sureño de “Run To The Woods” o esa peculiar adaptación en clave country acelerado del “Wish You Were Here” de Pink Floyd. Dejaron el pabellón por las nubes celebrando que estábamos vivos en “I’m Alive”. Magistrales.
Contemplar en directo el inmenso chorro vocal de Eli ‘Paperboy’ Reed ya constituye un espectáculo por sí mismo. Da igual que vista como un jubilado o que su propuesta en determinados momentos destile olor a naftalina, pocos podrían cantar con tanta pasión y entrega el soul vía Motown de “Shock To The System” o conseguir que todo dios se sentase y luego saltase con ímpetu. Es un auténtico derroche de energía en su género, por lo que ofreció una actuación al nivelazo que nos tiene acostumbrados. Definitivamente, una de las voces más privilegiadas de la actualidad.
Parecía entretenido el rock alternativo guitarrero de The View, pero nos comía la curiosidad por catar Pure Love, el nuevo proyecto de Frank Carter, ex cantante de la banda de hardcore punk inglesa Gallows. Y acertamos de pleno, pues facturaron un recital increíble con un repertorio lejos de la tralla de su antigua banda y más cercano a lo que podrían hacer AFI en ‘Sing The Sorrow’. Con un par, el tatuado Carter pilló el pie de micro y se lo llevó hasta el mismo centro del respetable para confraternizar con la gente según la costumbre hardcore. Allí permaneció un buen rato, dejándose querer por los fieles, dedicó un ‘I love you baby’ a una chica de por ahí y no se pudo marchar por aclamación popular. Una vez en el escenario, mandó hacer el consabido circle pit montando una buena y certificó que para ganarse el favor de la concurrencia a veces no es necesario ni siquiera haber publicado un disco. Tremendos.
El palo de los escoceses Glasvegas se nos antojaba de primeras un tanto moña, pero nos acabamos rindiendo ante el buen hacer de su excelente vocalista James Allan, con una estética similar a la de Ian McCulloch de Echo & The Bunnymen y una prodigiosa voz de esas bonitas que da gusto oírla, muy similar a la de Bono de U2, a veces hasta uno parecía estar escuchando a los mismísimos irlandeses y todo. Eran tíos sensibles y acusaron recibo de Jesus & Mary Chain, tanto en “It’s My Own Cheating Heart That Makes Me Cry” como en la forma de tocar de pie del batería. Muy elegantes.
Pasando por encima del pop orquestal de Keane, la maraña de hardcore extremo y sintetizadores de Enter Shikari sedujo en un primer momento por las ganas con que salieron sus componentes al ruedo, estremeciéndose como locos y con un cantante con virtudes de acróbata de circo, ya que se subió a los bafles, colocó los monitores en fila india y saltó sobre ellos, y por supuesto, se tiró al público, aunque esto ya no sorprenda tanto. En lo musical, es evidente que su propuesta no puede dejar indiferente, especialmente cuando una nutrida multitud corea a pleno pulmón “Destabilise”, pero la novedad va cediendo paso a la repetición con la consiguiente pérdida de interés. La respuesta del personal fue impresionante, eso sí.
ALTERNATIVOS OSCUROS
Pocos podrían imaginar que ese proyecto informal llamado Garbage de los productores Steve Marker, Duke Erikson y Butch Vig, responsable del multimillonario ‘Nevermind’ de Nirvana, hallaría su perfecto acomodo en la personalidad arrolladora de Shirley Manson. Un nombre básico que ayudó a definir el sonido del rock alternativo de los 90 y que junto a Smashing Pumpkins se convirtió en la cara más depresiva y oscura del movimiento grunge. Una simple estrofa de su tema ‘Tell Me Where It Hurts’ sirve para hacernos una idea de su concepción del mundo: “Si buscas decepciones las puedes encontrar en cualquier esquina.”
Tras unos años en el dique seco, volvían a Bilbao para presentar su reciente ‘Not Your Kind of People’. Precisamente, eligieron para iniciar la descarga el trallazo electrónico “Automatic Systematic Habit”, que tranquilamente podría sonar en cualquier garito gótico. Enseguida echaron la vista hacia atrás con “I Think I’m Paranoid” y esos éxitos a priori de treintañeros pero que también gozaban del favor de los más jóvenes.
La escocesa Shirley Manson, a sus 45 tacos, sigue siendo una macarra en esencia. Se paseó como una diosa por el escenario con su camiseta de Patti Smith y un curioso pantalón de talle alto. Nos pidió perdón por los problemas que andaban teniendo con un monitor y en un alarde de solidaridad se acordó de la situación económica del país y nos consoló diciendo que por lo menos estábamos vivos. Aunque se agradecen estas condolencias más que los exabruptos de cierta malnacida hija de papá, uno no puede evitar sentir cierta vergüenza en estos casos y acordarse de esos macro conciertos solidarios en plan Live Aid en los que los artistas donaban sus ganancias al tercer mundo. ¿Estaremos a las puertas de que suceda algo similar en la península?
El repertorio fue trepidante, en una mezcla perfecta de electro rock, desde el aire a lo Depeche Mode de “Push It”, donde lamentablemente sufrieron la falta de sonido durante un par de minutos, a su faceta rockera en el impepinable himno sobre las mentiras en las relaciones personales titulado “Why Do You Love Me”. No faltaron “Stupid Girl”, “Queer”, “Cherry Lips (Go Baby Go)”, en memoria de una chica que le regaló un vestido en el hotel, ni alguna que otra pieza de su último lanzamiento, caso de “Big Bright World”, dedicada a los españoles, los pobrecitos muertos de hambre.
En los bises se disculpó de nuevo por los problemas técnicos antes de arrancarse con “Vow” y con su tema bandera “Only Happy When It Rains”. A pesar de las dificultades, fraguaron un conciertazo a un ritmo endiablado y sin tiempos muertos. Así debe ser un directo.
Los punkis para adolescentes Sum 41 seguramente superan ya la treintena, pero no desfallecen en su intento de montar un fiestón para jóvenes en la flor de la vida. Y a buena fe que lo consiguieron a base de cortes con gancho tipo “Motivation” o “In Too Deep” y el carisma y capacidad innata para mover a las masas de su líder Deryck Whibley. Conscientes de que eran casi las dos de la mañana, no dejaron que nadie se durmiera con su acertada versión punk del “We Will Rock You” de Queen. Excelente descarga hormonal.
Y hasta aquí dio de sí esta prometedora edición del BBK Live en la que mandó el eclecticismo musical y un nivel por encima de lo esperado en la mayoría de los grupos.
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
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4 comentarios
¡Qué pedazos de bandas son The Cure y Radiohead!. Hacen su propia música y al que no le guste... que se joda. Eso se llama actitud y es lo que debe tener un artista para no acabar haciendo conciertos de grandes éxitos para un público selecto y guapo en Marbella o donde sea; actitud o cojones, lo que prefieran.
No sé el BBK pero el FIB parece una disneylandia guiri diseñada para que un tío de Manchester pueda venir a ver a Oasis a España (lo de ver es relativo) y a ponerse tibio. No son tontos los organizadores gafapastas, no. ¡Manda cojones "pa lo que vamos a quedar"!. Eso es como si nosotros tuviéramos que ir a Glastonbury a ver a Medina Azahara. ¡Un lío, pero es lo más!. De paso metemos en el cartel un puñadillo de grupos de aquí, así, como por pena. Los ponemos a las cuatro de la tarde o así, no le vaya a entrar un esguince repentino a algún cabeza de cartel y se caiga después de haber cobrado parte del caché.
¡Un saludo a todos!.
Joder, que coñazo de crítica, parece que estaba leyendo el Ruta 66.
El festival este es mi polla.Casi nunca van bandas de categoria y si va alguna son siempre bandas de bluues como en el festival de CAZORLA (JAEN).MENUDO coñazo, por cierto el resto de bandas comerciales no pienso en gastar un segundo de mi saliva en hablar de ellas.
aki javimetal el kobetasonic si que era un festival juan diego i va i se lo pasan por el culo ala compañero hell bent for leather