Invulnerables
16 julio, 2010 4:33 pm Deja tus comentariosTiempos duros. Tiempos para valientes. Los americanos de lengua común, que tanto saben de vivir permanentemente en crisis, dicen que estos son los mejores momentos para encarrilar las vidas y hacerse rico. Lo que está claro es que la necesidad espolea, obliga a pensar y desprenderse de un montón de tonterías con las que jalonamos unas vidas a veces demasiado acomodadas y protegidas.
La cuestión es que el "al mal tiempo, buena cara" se hace más patente que nunca y la gente del rock, los músico sobre todo, que son los grandes protagonistas para bien o para mal, lo están demostrando con creces. Nunca se produjo tanta buena música desde todos los frentes y estilos como en estos últimos años. Aquí recibimos cada semana desde todos los rincones del Estado una media de cincuenta producciones independientes entre maquetas y CDs. Añádase las que nos llegan de fuera, que son también una avalancha imparable en este mundo cada vez más aldeano gracias a Internet.
Y hacen bien los emprendedores. Los que desde los locales siguen encarando esto como una batalla por la cultura y los buenos sonidos contra toda la mediocridad que nos sirve el poder establecido, que sigue sin fiarse de la gente del rock más allá de los "oficialistas" que lo único que defienden son sus carteras. Hoy aquí, mañana allí. Son esos que asumen riesgos los que le están cambiando la cara a este rollo a base de huevos, empeñándose hasta las cejas, sacrificando familia y ocio por el momento mágico de subir a un escenario y vivir esa sensación tan difícil de explicar si no se ha estado allí arriba con la peña coreando tus canciones.
Pero nunca las cosas fueron tan favorables para los creadores. Con lo que cuesta hoy grabar, fabricar y promocionar, antes no llegaba ni para una maqueta que recorría los despachos de las discográficas sin a veces ser siquiera escuchada. Y no hablemos de los grandes medios, que las despreciaban -esto ha cambiado poco- como si llegaran desde los mismísimos infiernos. Hoy el negocio está en manos de los músicos, sobre todo el control de su talento -aunque todavía algunos pardillos caigan en manos desaprensivas-, siendo dueños de por vida de los masters con sus canciones y de los derechos editoriales, que es lo que antaño tenían que ceder por firmar con sellos que muchas veces no hacían nada. Es el precio de la independencia y también la recompensa, porque lo que se genera se queda en casa para beneficio de hijos y nietos.
Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe; pero jamás el que abandona el combate. THOMAS CARLYLE