25 años de grunge: La revolución sin futuro
23 septiembre, 2016 12:45 pm Deja tus comentariosEl 24 de septiembre de 1991 unos hasta entonces desconocidos Nirvana lanzaban ‘Nevermind’, obra seminal que se convertiría en emblema de desarrapadas generaciones venideras y supondría el pistoletazo de salida oficial del movimiento grunge, que marcó indefectiblemente el resto de la década de los noventa y cuya influencia puede sentirse hasta nuestros días, ya sea a nivel musical o de estética. Alfredo Villaescusa rememora aquella época pretérita en la que no existían ni Facebook ni Instagram y las camisas de cuadros florecían por doquier.
Hay una escena en la película ‘El Luchador’ en la que un aguerrido Mickey Rourke le cuenta a una pilingui Marisa Tomei lo mucho que molaba la música de los ochenta, aquellos años en los que la laca y los cardados eran religión y atronaban Poison, Ratt o Mötley Crüe. “Y luego llegó el maricón de Cobain y lo jodió todo. ¿Qué hay de malo en pasarlo bien?”, sentenciaba el protagonista en esta conmovedora historia de decadencia y resurrección.
Tal vez haya que hacerse mirar entre el público metalero esa natural aversión hacia el grunge o rock alternativo que ejemplifica como nadie el forzudo Mickey Rourke. Los más clásicos no supieron entender ese soplo de aire fresco desde Seattle a principios de los noventa y culparon a ese movimiento de la liquidación de la escena glam o hard rock del mismo modo que otros centran su ira en los funcionarios o en los extranjeros que cobran ayudas sociales. Hay que buscar un chivo expiatorio siempre, así ha sido desde los albores de la civilización.
¿Pero realmente existió ese cajón de sastre en el que cabía desde el rock americano deudor de Neil Young de Pearl Jam hasta los ritmos pesados casi metaleros de Alice In Chains o la melancolía infinita de Smashing Pumpkins, fuertemente influenciados por The Cure o New Order? Como todo en la vida, no surgió de la noche a la mañana; si nos molestamos en bucear un poco, no tardaremos en descubrir el hilo del ovillo del que tirarían aquellos muchachos sin demasiada perspectiva de futuro.
LOS ANTECEDENTES: LA GENERACIÓN X
Douglas Coupland en su novela de 1991 ‘Generación X’ definió a un tipo concreto de jóvenes de sobrada preparación intelectual pero con empleos basura que se enfrascaban en largas conversaciones acerca de un lugar imaginario llamado Texlahoma, “un lugar triste donde a los ciudadanos siempre les están despidiendo de sus trabajos en el 7-Eleven…”. Hubiera sido un milagro que tal apatía existencial, falta de compromiso político o coqueteos con las drogas no tuvieran un reflejo en una música, que como todos los movimientos, nació como reacción a lo inmediatamente anterior, esto es, el glam metal de poses sobreactuadas y letras machistas.
Con Seattle como epicentro cultural, la escena punk local evolucionó hasta lo que conocemos por grunge gracias a combos del estilo de The Accüsed o The Fastbacks, al tiempo que las composiciones pesarosas de The Melvins añadieron cierta espesura al conjunto. Otras bandas procedentes de la órbita alternativa como Dinosaur Jr., Sonic Youth o The Pixies también pusieron su granito de arena, en especial los últimos, cuyas estructuras melódicas de estribillos vigorosos fueron una influencia fundamental en el ‘Nevermind’ de Nirvana.
El heavy rock de principios de los 70 que encarnaban Led Zeppelin o Black Sabbath tuvo un indisimulado eco en el caso de Soundgarden, que también reivindicaron el legado de bandas británicas de post punk del calibre de Gang of Four o Bauhaus, que gozaron de una sorprendente popularidad en el Seattle de comienzos de los 80. Y desde que Pearl Jam grabaran el disco ‘Mirror Ball’ junto a Neil Young, muchos empezaron a catalogar al canadiense como “padrino del grunge”, aunque no les faltaba un punto de razón al escuchar los riffs distorsionados y sucios de álbumes como ‘Rust Never Sleeps’.
LA ECLOSIÓN
A veces determinados hechos coinciden en el espacio y en el tiempo y su influencia se antoja decisiva. Quién iba a pensar que aquel álbum llamado ‘Nevermind’ de un ignoto trío de Aberdeen se convertiría en piedra angular de toda una generación y su éxito arrastraría a otras bandas en una onda similar. Eso ni siquiera se lo esperaban desde la discográfica Geffen, encargados de editar el disco, que confiaban en una recepción bastante modesta, inferior incluso al ‘Goo’ de Sonic Youth, lanzado por el mismo sello un año antes. Pero los astros se alinearon y gracias al bombardeo constante de la MTV con el vídeo del primer single “Smells Like Teen Spirit” vendieron en una sola semana 400.000 copias y reemplazaron al todopoderoso ‘Dangerous’ de Michael Jackson en el número uno de la lista de álbumes de Billboard.
La mecha ya se había prendido y sería complicado que se apagara. Al abrigo de esta descomunal aceptación, el debut de Pearl Jam ‘Ten’ aceleró sus ventas y no tardó en erigirse en otra obra fundamental del movimiento al conseguir el disco de oro en EE UU y el segundo puesto en la ya mentada lista de Billboard. El virus grunge siguió propagándose hasta alcanzar al ‘Dirt’ de Alice In Chains o al ‘Badmotorfinger’ de Soundgarden, que también cosecharon ventas más que considerables, pese a que la trayectoria de los últimos se iniciara bastante antes, en concreto, en 1984. Tan propicias circunstancias beneficiaron de rebote a Temple of the Dog, una suerte de proyecto colaborativo entre Pearl Jam y Soundgarden, cuyo álbum homónimo un año atrás tampoco había suscitado mucho entusiasmo y las ventas pasaron de unas escasas 70.000 copias a la respetabilísima cifra del millón.
Otro factor que contribuyó a la popularidad del grunge a nivel mundial fue la película de Cameron Crowe ‘Singles’, rodada en 1991, que encontró en el nuevo movimiento la horma de su zapato, pues pivotaba alrededor de la escena musical de Seattle con cameos de diversos protagonistas de la misma como Eddie Vedder, Chris Cornell, Stone Gossard o Tad Doyle, entre muchos otros. De hecho, gran parte del guardarropa utilizado por el actor Matt Dillon pertenecía en realidad al bajista de Pearl Jam Jeff Ament.
Y eso por no hablar de la BSO, copada obviamente en su mayoría por grupos de Seattle, con canciones compuestas por Chris Cornell y numerosos guiños y juegos de palabras, por ejemplo, el nombre de la banda ficticia protagonista Citizen Dick alude al combo real Citizen Sane. Hubo asimismo aportaciones desde otros lugares como Chicago con Smashing Pumpkins, que colaboraron con el tema “Down”, o Paul Westerberg de The Replacements, que aparte de cooperar con un par de canciones, compuso la sintonía principal de la película.
MÁS ALLÁ DE SEATTLE
A pesar de que el grunge contó con un centro geográfico bien definido, eso no quiere decir que únicamente surgieran allí bandas en esa onda. Casi en la otra punta, en Chicago, estaban Smashing Pumpkins, a los que también les llegó la ola benefactora del grunge a principios de los noventa con sus trabajos ‘Gish’ y en especial con ‘Siamese Dream’, que alcanzó los cuatro millones de copias en su país natal y los seis millones en todo al mundo, al punto de convertirse en otra obra seminal a la altura del ‘Nevermind’ de Nirvana.
Las amplias miras musicales de su líder Billy Corgan le llevaron a rechazar de plano la etiqueta grunge y a mofarse de los intentos por categorizarlos con declaraciones como la siguiente: “Nos hemos graduado de ser los próximos Jane’s Addiction a ser los próximos Nirvana, ahora somos los próximos Pearl Jam”.
Muy influenciados por The Cure y New Order, lo cierto es que su descomunal paleta estilística trascendía el rock alternativo al incorporar elementos de shoegaze, dream pop, gothic rock, rock progresivo o incluso electrónica en posteriores lanzamientos. Pero por mucho que se empeñe Corgan, basta escuchar las guitarras distorsionadas de “Cherub Rock” o “Today” y ese tono de apatía desesperado para asociarlos de inmediato con el sonido de la costa oeste norteamericana.
Un poco más arriba de Chicago, en el Estado de Minnesota, la huella de pioneros del rock alternativo del calibre de The Replacements o Hüsker Dü seguía presente en combos tipo Soul Asylum, que vivieron su época de mayor gloria a remolque del grunge con sus álbumes ‘Grave Dancers Union’ y ‘Let Your Dim Light Shine’, de este último procedía precisamente su himno “Misery”, cuyo videoclip fue radiado hasta la saciedad y en el que se hacía inevitable no acordarse de Kurt Cobain por el extraordinario parecido con su cantante David Pirner.
LA RESPUESTA BRITÁNICA
Al otro lado del Atlántico también se desencadenaron réplicas al terremoto musical de Seattle, una influencia que podía sentirse por ejemplo en los primeros álbumes de la polifacética artista PJ Harvey ‘Dry’ y ‘Rid of Me’. Y aunque muchos los encuadren dentro del estilo shoegaze, lo mismo podría aplicarse a los discos ‘Ferment’ y ‘Chrome’ de los británicos Catherine Wheel, banda capitaneada por Rob Dickinson, primo del cantante de Iron Maiden Bruce Dickinson.
Con un nombre que hacía referencia a un instrumento de tortura medieval, su uso del feedback y melodías melancólicas recordaban sobremanera a la escena de Seattle, algo a lo que contribuía cierta vocación comercial con más énfasis en las canciones que en las atmósferas que les distanciaba de My Bloody Valentine y coetáneos similares.
EL MIEDO ESCÉNICO
Como hemos dicho anteriormente, el impacto del grunge alcanzó cotas insospechadas. La revista Rolling Stone hablaba de Seattle como “el nuevo Liverpool”, la MTV bombardeaba cada dos por tres con vídeos del palo y las grandes discográficas se apresuraban a contratar a las bandas huérfanas que todavía pululaban por la ciudad, al tiempo que otras se animaban a emigrar hasta allí en busca de una oportunidad.
Y ante tal panorama, a los grupos clásicos de toda la vida les entró el miedo escénico y muchos trataron de apuntarse a la nueva onda para no quedarse desfasados. Es el caso de Kiss, que en su álbum ‘Carnival of Souls’ se acercaron sin ningún reparo al grunge y demostraron una vez más su camaleónica capacidad para adaptarse a las modas del momento, del mismo modo que hicieron en el pasado con la música disco o con el glam metal.
Lamentablemente, sus seguidores no lo entendieron así y ‘Carnival of Souls’ estuvo a punto de no ser editado ante semejante falta de interés, no hubo gira ni presentación alguna, por lo que dichos temas jamás se tocaron en directo. A día de hoy, podría considerarse un breve momento de desorientación antes de la reunificación de la formación original y ya por fin saborear las mieles y los grandes estadios de antaño.
En España, por ejemplo, a unos veteranos como Barricada también les entró el canguelo y eso se reflejó en el disco ‘La Araña’, que muchos consideraron poco menos que una traición. Al igual que en el advenimiento del grunge, coincidieron además en el tiempo diversos factores, como la ruptura con su mánager de toda la vida, Cristóbal Cintas, y el deseo de los miembros del grupo de experimentar con su sonido, acercarse a las tendencias que pegaban por aquel entonces a principios de los noventa y grabar para ello en tierras británicas, como los grandes de verdad.
Un movimiento muy arriesgado por su parte que no se comprendió adecuadamente y sirvió a muchos de excusa para abominar para siempre de los navarros tras el estrepitoso fracaso de ‘Insolencia’. Al contrario que Kiss con su ‘Carnival of Souls’, El Drogas y compañía sí que se atrevieron a tocar esos temas en directo, hasta el punto de que basaron en tal trabajo la mayoría de su repertorio en el festival ‘Monstruos del Rock de Akí’, celebrado en la madrileña plaza de toros de Las Ventas. No hace falta ser un lince para adivinar la reacción del respetable.
EL DECLIVE
Es ley de vida aquello de que todo lo que sube baja y en el caso del grunge la pérdida de popularidad fue casi tan repentina como su auge. El declive también obedeció a varias causas, la más importante, por supuesto, afectaba a sus propios protagonistas, que renegaban de la etiqueta grunge por considerarlo un movimiento “prefabricado”, a la par que censuraban el exceso de cinismo de los medios de comunicación al respecto. La fama y tanta atención puesta sobre ellos tampoco fueron bien recibidas, Kurt Cobain incluso llegó a afirmar que “ser famoso es la última cosa que quise ser”.
Sumemos a este alarde de autenticidad problemas en el seno de las bandas, volviendo otra vez a Nirvana y a la adicción a las drogas de su líder Kurt Cobain, que ingresó en una clínica de rehabilitación a principios de 1994, desapareció durante más de dos semanas y finalmente fue encontrado muerto en su casa el 8 de abril. Poco después, en 1996, Alice In Chains daban sus últimas presentaciones en vivo con un debilitado Layne Staley, en franca decadencia por las drogas hasta su muerte en abril de 2002.
‘Down On The Upside’ se convertiría en el último álbum de Soundgarden antes de disolverse, una suerte similar a la que correrían Screaming Trees tras ‘Dust’ al no encontrar ninguna discográfica que les financiase su próximo trabajo. Y Pearl Jam, después de un boicot contra la empresa Ticketmaster por encarecer los precios de las entradas que los dejó casi sin conciertos en suelo estadounidense durante tres años, lanzaron ‘No Code’, un intento de distanciarse del movimiento grunge y enterrar toda la trayectoria anterior. Las sesiones de grabación llenas de tensión estuvieron a punto de provocar la disolución del grupo, aunque finalmente no llegó la sangre al río y se erigieron en supervivientes casi absolutos de aquella época. De ciento en viento siguen surgiendo rumores sobre su separación, pero ahí continúan al pie del cañón y algunos consideran sus enérgicos directos al mismo nivel que los de The Who, Bruce Springsteen o U2.
EL LEGADO
Durante un tiempo el término post grunge tuvo bastante sentido para referirse a todos esos grupos de marcado carácter comercial que contaban a la vez con esas clásicas guitarras distorsionadas del grunge en lontananza, muy diluidas, para no asustar a los típicos oyentes de radiofórmulas. Estamos hablando de Collective Soul, Candlebox, Bush, Silverchair, o llevando la cosa ya hasta el extremo, Nickelback, encarnación plena del rock videoclipero americano de regusto alternativo.
En otra liga se encontraban, por contra, Creed o Staind, que supieron insuflar un matiz metalero al sonido de Seattle y moverse con solvencia en un territorio indefinible entre el rock y el metal. A este espectro podríamos incorporar también a Alter Bridge, combo formado por los antiguos miembros de Creed Mark Tremonti, Brian Marshall y Scott Philipps junto al vocalista y guitarrista Myles Kennedy. Sus memorables directos han contado con invitados tan ilustres como Jimmy Page, Slash o Eddie Van Halen.
Este enfoque contemporáneo a las grandes masas trajo una cierta desviación de la idea original al sustituir el tono inconformista y la angustia existencial por una visión del mundo más conservadora, buenrollista y a años luz de la de aquellos chalados nihilistas que no sabían con certeza si se iban a levantar vivos a la mañana siguiente. Su rebeldía contra el sistema inspiró a todas esas bandas que nacen y mueren en un garito. El hábitat natural del rock.
Texto: Alfredo Villaescusa
- Efemérides de la semana 14/10 - 20/10: Red Hot Chili Peppers, Gojira, Kiss, Bowie, Triana, Joe Satriani, Sôber, Asfalto… - 14 octubre 2024
- Rob Halford (Judas Priest): "Somos una banda de heavy metal relevante que no vive de sus glorias pasadas" - 14 octubre 2024
- The Offspring anuncia conciertos en Madrid y Badalona en 2025 junto a Simple Plan con la gira del disco "Supercharged" - 14 octubre 2024