Crónica de Aerosmith + Alter Bridge + Eclipse: Las arrugas de la eterna juventud
30 junio, 2017 10:53 pm 7 ComentariosAuditorio Miguel Ríos, Rivas Vaciamadrid (Madrid)
¿Qué diferencia al rock del resto de artes, musicales y no? ¿Qué hace del rock algo único, algo capaz de llevar las emociones a otro nivel? Son preguntas que todos los devotos de esta pasión nos hemos hecho alguna vez y que, al filo de cumplir medio siglo de actividad, Aerosmith sigue dando en directo toneladas de claves para, si no responderlas, si aproximarnos bastante a dotarlas de una explicación racional aun cuando las emociones son aquí las dueñas absolutas.
Actitud, desparpajo, energía, entrega, credibilidad; esos alicientes que inundan de excitación lo que ya de por sí roza la perfección interpretativa, esas cualidades que, casi cinco décadas después de surgir en 1970 y agitar irreversiblemente el ya por entonces cambiante océano de la música contemporánea, Aerosmith sigue exhibiendo como si sus arrugas no fueran de vejez, sino de una juventud eterna que no me acaba de cuadrar con la lógica en la mano. Y es que por muy avanzada que esté la medicina en Boston, sigo sin entender cómo puede lucir con esa endiablada vitalidad Steven Tyler, corriendo por el escenario y arrojándose al suelo a sus casi setenta años. Sigo sin comprender la frescura de su compañero de filas más icónico y reconocible, el guitarrista Joe Perry, a sus 66 años. Para colmo, dicen que se han metido de todo. ¡Pero bueno! Será verdad que vivir de lo que a uno le apasiona rejuvenece, porque ante nosotros se presentó un grupo de chavales veinteañeros en cuerpos mucho más maduros. ¿Gira de despedida? ¿Aero-Vederci Baby Tour? Ya lo veremos, ya nos conocemos.
El formidable Auditorio Miguel Ríos de Rivas Vaciamadrid lucía ya lustroso de público cuando, a las siete de la tarde, los suecos Eclipse subían la escalinata del escenario para demostrar a los profanos por qué les sobran méritos para abrir ante semejante leyenda del rock. El país escandinavo sigue alardeando de una escena de hard rock increíble que no caduca con los años. Ni con las décadas. Con una solidez propia de una banda que este año cumple su mayoría de edad sobre los escenarios, ejecutaron impecablemente y con todo el buen sonido que la ventolera permitía canciones como las que integran su último y implacable álbum de estudio, ‘Monumentum’, que predominaron en un repertorio en el que también hubo espacio para los temas más esperados por sus acólitos como “Wake me Up”, “Stand on Your Feet” o la concluyente y celebrada “I Don’t Wanna Say I’m Sorry”, en la que animaron al gentío a levantar los brazos con rotundo éxito.
Tras una espera considerable en la que dio tiempo más que de sobra a cargar las pilas y estirar los músculos del cuello para agitarlo como la ocasión merecía, Alter Bridge apareció en escena para hacer temblar hasta el montículo desde donde algunos aficionados disfrutaban del show clandestinamente con su apabullante metal alternativo. Bien hubiera venido una visera para poder vislumbrar con claridad el escenario, pues el sol incidía casi horizontalmente sobre el público cuando Myles Kennedy se hacía dueño y señor del escenario y de la Comunidad de Madrid entera con su portentosa voz, estupendamente complementada por su nada despreciable habilidad a las seis cuerdas. La dupla que el también vocalista de la banda de Slash en solitario conforma con el virtuoso Mark Tremonti sigue cosechando éxitos y se mantuvo incontestable desde el arranque con “Come to Life”, seguida por “Farther than the Sun” y la adictiva ‘Adicted to Pain’, abanderada de un álbum, ‘Fortress’, que catapultó a los de Florida al siguiente nivel de consolidación. De ese mismo penúltimo disco es la que para quien firma estas líneas, es la canción más estelar de su discografía, “Cry of Achilles”, sencillamente impresionante aun cuando Myles cantó su primera estrofa con un tono más grave del original. Tremonti, a todo esto, sublime en los solos, clavados hasta el último milímetro de pentagrama.
No estuvo muy comunicativo el cantante nacido en 1969 en Boston – sí, en la misma ciudad donde Aerosmith se fundaría solo un año después – hasta que, bien avanzado el concierto sobre el alto voltaje de “Ties that Blind”, “Crows on a Wire” y “Isolation”, además del efectivo medio tiempo “Blackbird”; interactuó con nervio con el público diciendo que necesitaba sentirlo. Se quitó de encima la guitarra como quien se suelta la melena y acometió entonces “Metalingus”, temazo en el que al fin hicieron uso de la pasarela y que caldeó los ánimos de una audiencia que no dudó en corear a viva voz la pegadiza “Show me a Leader”, precedida por un momento instrumental que sirvió para ratificar por enésima vez su soberbia calidad. La meta en alto siempre es de agradecer en un concierto, y a ella llegaron esprintando con “Rose Today”, muy coreada por el segmento del público que tenía en la de Alter Bridge una actuación a tener en cuenta como la que más. Sí, se percibía cierto salto generacional.
Con la noche recostándose sobre el cielo de Rivas, otra espera que sirvió para que la expectación casi desbordase los cauces de la templanza precedió a un ruidoso saludo de Steven Tyler mientras las pantallas proyectaban portadas de discos y fotos de época con el ‘”O Fortuna” retumbando de fondo a modo de intro. A continuación cayó a plomo “Let the Music Do the Talking”, versión de The Joe Perry Project con la que Aerosmith inauguraba como un torbellino sobre el tablado un concierto que, desde esos primeros compases, se auguraba memorable. No hace mucho que sus compatriotas Guns N’ Roses pisaron suelo madrileño en el marco del ‘Not in this Lifetime Tour’ en el que rubrican en vivo la reunión de Axl con Slash y Duff McKagan, ofreciendo en Madrid un concierto que satisfizo en líneas generales las altas expectativas de los asistentes. Ese show aconteció en el Estadio Vicente Calderón ante 55.000 almas, unas 25.000 más de las que se dieron cita en Rivas, y en él disfrutamos de hard rock en estado puro. Eso sí: ¿alguien se creía al cien por cien a una banda cuyos principales componentes apenas se miraban? Aunque la actuación destiló intensidad, faltaba ese plus de autenticidad para elevarla al sobresaliente que sí ostentaron Steven Tyler y los suyos desde el minuto uno. Aerosmith lo vive de verdad y por muy ricos que sean sus componentes, que además son los mismos que en 1971, siguen exhibiendo el mismo espíritu que cuando tocaban por amor al arte. O más bien: siguen tocando por amor al arte y no les pesan los bolsillos. Eso se percibe, se transmite, se contagia. Eso es creíble. A Aerosmith sí me los creo. Lo suyo no fue sobresaliente, fue matrícula de honor dos décadas después de visitar Madrid por última vez.
Desde el principio Tyler y Perry tomaron el protagonismo escénico juntándose al frente de la pasarela como dos verdaderos amigos – si no se llevan bien, muy mal lo disimulan – que disfrutaban del momento tanto como los de abajo. “¡Buinas noches, Madride!” exclamó Tyler en su precario pero entrañable castellano, gritando como una fiera antes de la electrificante “Nine Lives”, que dio paso al primer gran clásico de la velada, “Love in an Elevator”. Y el rock and roll se materializó ante nosotros en estado puro, más puro que el oro de las minas de Fort Knox. Tyler se arrojaba por los suelos ante la cámara que lo captaba en primer plano para deleite de los que estaban más lejos de la escena, y terminó cantando desde el firme mientras el extasiado público ponía a prueba sus cuerdas vocales coreando el “ou yeah” entre verso y verso. Al levantarse, el vocalista utilizó el viento para hacer como si volase. Nos hacía volar porque no paraba quieto ni un segundo. Ni medio. Y porque estaba cantando de manera impresionante.
Nos indujo a gritar Tyler repetidos “yeahs” hasta conducirnos a “Livin' in the Edge”, que mantuvo el entusiasmo generalizado y fue contexto para un inesperado interludio psicodélico antes del último estribillo. Hacia el final del tema, el propio cantante empuñó las baquetas para tocar la batería a la vez que Joey Kramer, firme en su cometido durante todo el concierto y cuya estética reside lejos de la de una estrella del rock. Si te lo encuentras en el bar jugando la partida, ni te inmutarías. Una batería con un sonido más electrónico nos llevó en volandas hasta la irresistible “Rag Doll”, de feeling intacto y en la que Perry tocó en horizontal su steel guitar con esos slides penetrantes con aroma a humo de bar. Para más vistosidad, Tyler empuñó un altavoz forrado de diamantes a través del cual cantó parte de la canción. Seguía sin parar quieto ni un instante, exprimiendo a lo ancho el escenario y recorriendo cada uno de sus metros cuadrados.
Continuó rutilando el rock and roll de la mano de “Falling in Love (Is Hard on the Knees)”, cuyos vientos no sé si procedían del teclado o de pistas pregrabadas, y siguieron Joey Perry y Steven Tyler, como si de un dúo de hermanos se tratase, unidos en la pasarela, cantando juntos, creyéndoselo y haciéndonoslo creer. Aulló el vocalista y presentó al hacha antes de que este se marcase un breve solo que introdujo a “Stop Messing Around”, versión de Fleetwood Mac que aprovecharon para proyectar en la pantalla imágenes del propio Joe Perry entrando en un típico mesón llamado ‘Mesón la Guitarra’ y posando en un ruedo taurino – mejor pasamos olímpicamente de su afición por la mal llamada ‘fiesta nacional’ –, así como una chillona bandera de España que no sabemos si también mostrarán en Barcelona como hizo Scorpions en su día.
Un momento instrumental en el que Tyler tocó la armónica con maestría y Perry terminó soleando con la guitarra a sus espaldas se adhirió a otra versión de Fleetwood Mac, “Oh Well”, la cual llegaron a parar para hacer un coro a capela entre ambos y a cuya conclusión parafrasearon al histórico grupo londinense con un fragmento de “Rattlesnake Shake” en el que Perry se unió a Tyler y Kramer para percutir la batería. No quedó ahí su momento de tributos, sino que acto seguido hicieron sonar, por primera vez en diecisiete años, la bluesera “Remember (Walking in the Sand)”, original de The Shangri-Las.
Volviendo al fin a su discografía, el solvente bajo de Tom Hamilton introdujo “Sweet Emotion”, con una química inaudita entre banda y público. “That’s the fucking spirit!”, concluyó Tyler mientras se ataviaba con un extraño sombrero que le fue lanzado desde el público. Los oés ya empezaban a sonar auspiciados por el propio frontman, que generó precisamente la más dulce de las emociones cuando arrancó, después de mencionar al teclista Buck Johnson, la inmensa balada “I Don’t Wanna Miss a Thing”, que hizo brotar más de una lágrima y alzar más de un mechero.
La penúltima versión de la noche sería la de “Come Together”, original de The Beatles, y juntos volvieron a cantar en convincente fraternidad Joey Perry y Steven Tyler, quien se desgañitó como si no hubiera mañana al embestir con “Eat the Rich”, en la que el solista clavó su guitarra en el suelo. El magnético e irresistible “Crying” y la juvenil “Dude (Looks Like a Lady)” fueron dos nuevos himnos en los que todos y cada uno de los músicos se vaciaron por completo. El momento de reposo antes de los bises era, pues, más que merecido.
Adoro cuando aparece repentinamente un piano al frente de un escenario, y así ocurrió durante el parón. Steven Tyler apareció con esa simpatía de chaval hiperactivo y macarrilla diciendo que tenía frío y desatando alguna que otra carcajada cómplice cuando hizo alusión a la firmeza de sus pezones y los comparó con el de alguna fémina de las primeras filas, todo debido a una climatología para nada habitual en Madrid en estas fechas. Un gustazo, vamos. “¡De puta madre!”, exclamó exaltado para sentarse luego en aquel precioso piano de cola y tocarlo con la expresividad que un tema como “Angel” demandaba, si bien no llegó a culminarlo dado que lo enlazó con la apoteósica “Dream On”. Uno no suele quedarse sin palabras para describir las sensaciones que despierta un tema en vivo – o intentarlo –, pero esto fue demasiado. No hay vocabulario para siquiera aproximar al lector al momento de hechizo y ensimismamiento compartido por todo el auditorio cuando el cantante bordó la canción y acabó subiéndose al piano, donde también se subiría poco después Joe Perry.
La traca final arribó con un guiño a “Mother Popcorn”, de James Brown, y la inevitable “Walk this Way”, cuyo riff nos enganchó irremediablemente y en la que el confeti terminó cayendo más sobre los músicos que sobre esas privilegiadas primeras filas comprendidas en una zona vip más cara y excesivamente amplia. El glorioso fin de fiesta fue el marco ideal para que Steven Tyler presentase a todos sus compañeros de filas – incluido el otro hacha, el siempre eficaz Brat Whitford, que no nos olvidamos de él – y Joe Perry hiciese lo propio con él: “From Boston, Massachusetts, USA, Steven Tyler!!!”. Aquello se vino abajo definitivamente.
Concluía así un concierto para la historia por parte de una banda que no solo es historia viva, sino que vive su historia exprimiéndolo al máximo como cuando prendieron su mecha. Siguen explotando en cada show y la onda expansiva de la deflagración sigue desbordando pasiones incontroladas. Lo dicho: a Aerosmith me los creo de principio a fin.
TEXTO: JASON CENADOR
FOTOS: NEREA RAMOS
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7 comentarios
¿Por que es Chillona la bandera de este pais?. Conciertazo de los de Boston. A destacar me parecio que el publico estaba tan frio como la noche.
Muy acertada la crónica, he leído a gente quejarse mucho del sonido... lo cierto es que desde el centro de la pista se oía absolutamente perfecto. Concierto memorable!!
Grandes fotos, espectacular Nerea!
Lo resumo todo en que no pare de sonreír en todo el concierto....fue algo grande, muy grande!! En esta ocasión las altas espectativas que llevaba no me hicieron salir defraudado, todo lo contrario, me he quedado con ganas de más....hace pocas semanas ocurrió lo contrario, Guns no cubrieron del todo mis espectativas......
Resumiendo, Aerosmith mola, el Rock mola, los conciertos molan.....que mi hija no vaya a poder disfrutar de todo esto, eso no mola.....
No se puede negar que estos chicos tienen cuerda para rato. Tocar, tocan de vicio, Steven Tyler canta para morirse pero ¿tantas versiones en una gira de despedida?. Lo siento por los pezones helados de Mr. Tyler pero no terminar de tocar "Angel"... serán mamoncetes.
Pues estoy totalmente de acuerdo, demasiadas versiones y más teniendo en cuenta el amplio repertorio que tienen y que quedaron a mi entender muchos temazos por tocar... Pero bueno una pasada.