Warcry
Donde el silencio se rompió…
Jaus Records (2017)
Por: Jason Cenador
7
Es una de las bandas que ostentan el merecidísimo honor de reposar en el panteón de las bandas de heavy metal más exitosas del panorama, y no parece que vaya a descender de los cielos a corto plazo, para regocijo de la horda de seguidores que ha hecho de Warcry también una de las formaciones más convocantes de la ya dilatada historia del metal patrio.
Perseverantes y fieles a sí mismos, Víctor García y los suyos ponen a la venta su trabajo más rockero y apegado al concepto clásico de heavy metal desde ‘¿Dónde está la luz?’, aquel plástico en el que el power metal quedó relegado a un segundo plano allá por 2005 para darle más espacio a la pegada de ritmos más acompasados pero igual de aguerridos.
Producido por Daniel Sevillano, mezclado y co-producido por el prestigioso Tim Palmer en Austin (Texas) y masterizado por James Bacon en Reino Unido, ‘Donde el silencio se rompió…’ es un disco que disfrutarán mucho más los que encumbraron a la banda tras la publicación de aquel cuarto disco que aquellos que añoran sus etapas más trepidantes y powermetaleras, comprendidas en los tres primeros plásticos y en otros posteriores como ‘La Quinta Esencia’ (2006) o ‘Alfa’ (2011). En cualquier caso, si algo hay que subrayar del combo asturiano, que vuelve a hacer gala de su buen estado de forma, es que jamás ha dado un giro brusco a su personalidad sonora, y que no han puesto en riesgo su más que probada formula base, algo que suscita los aplausos de quien valoran su tesón y las críticas que quienes demandan más innovación. La última palabra, siempre categórica, la tienen ellos. Y no esconden su elección ni la maquillan de cara al público; dónde va a parar.
El álbum echa a rodar con la ya consabida “Rebelde”, single divulgado días antes del lanzamiento que ha resultado ser un ejemplo paradigmático de lo que el oyente hallará a lo largo del resto de su duración. Muchos habrán advertido ya a estas alturas que es una canción que si bien no sobresale de primeras por ningún rasgo en particular, su estribillo envejece bien, convenciendo más su briosa acometida en cuanto más se escucha. Será, casi con toda certeza, un corte agradecido en directo.
La gravedad de las guitarras de “Resistencia” giran nuestra memoria hacia cortes del mencionado ‘¿Dónde está la luz?’ como “El anticristo”, mientras que el ritmo acompasado de su estrofa podría estar en las latitudes de “El regreso”, también de aquel disco. Reconozco que aquellos temas antiguos me engancharon más a la primera escucha, pero hay canciones que funcionan como el buen vino: uno no puede valorarlo por completo mientras lo bebe en primera instancia, sino que también tiene mucho peso el sabor que deja en el paladar a la larga. El estribillo de la canción es abierto y coreable, al más puro estilo Warcry, y es únicamente en él donde el doble pedal sale a relucir.
La tónica más rockera del álbum es ya irrebatible al llegar a su tercera pieza, “Cielo e infierno”, inaugurada por un riff certero acomodado sobre un acolchado teclado que emula los rellenos propios del hard rock melódico, estilo del que no está alejada ni mucho menos. Sin pasar por alto la tremenda calidad musical a la que nos tienen acostumbrados, queda claro que la renuncia a su faceta más acelerada no ha venido aparejada de incursiones en el progresivo (¿soy el único que echa de menos aquellos guiños del ‘Alea Jacta Est’ (2004)?), sino que han priorizado la pegada y el buen uso de la simplicidad estructural. Un ejemplo más de ello es, precisamente, “Así soy”, la enésima apología del espíritu, la actitud y la honestidad del heavy metal por parte de la banda. La canción arremete con un denso riff de guitarra con un ritmo que recuerda irremediablemente a Manowar, banda hacia la que Víctor García nunca ha ocultado su simpatía. El trasfondo melódico de teclado es lo único que indica que no nos hemos equivocado de cedé en estos primeros compases de tema, en los que el “hey! hey!” de los coros también está en las coordenadas de la histórica banda capitaneada por Joey DeMaio. La entrada de Víctor García nos despeja cualquier atisbo de duda, demostrándonos lo cómodo que se maneja el cantante en estas tesituras, y el solo de Pablo García da buena cuenta del pedazo de guitarrista que es. Encajaría perfectamente entre “La vieja guarda” y “Hoy gano yo”.
Con un encomiable énfasis sobre un evocador teclado, Víctor García traza las primeras palabras de “Ya no volverán”, una canción que, como su título deja entrever, se presenta cargada de nostalgia y añoranza en su letra, sin por ello perder la perspectiva del presente y la avidez por el futuro. Aunque comienza profundo, el tema prosigue más acelerado y rockero. El color del teclado recuerda más al que pinta ese instrumento en los nuevos discos de Sonata Arctica, echándose en falta por momentos, como en el caso de los últimos discos de los fineses, la compostura power metalera que poseían los discos de su primera etapa. Hablo de timbre, de sonoridad, puesto que estamos ante una de las composiciones más veloces del trabajo, sin por ello resultar vertiginosa en absoluto.
El espesor y la suntuosidad se vuelven a adueñar del disco a su paso por “Necesito escapar”, en la que una severa guitarra vuelve a encontrar amortiguación en el teclado reiterando de nuevo la perenne fórmula que constituye uno de los sellos de identidad del trabajo. De nuevo llaman al timbre de la memoria canciones de ‘¿Dónde está la luz?’, aunque la voz de Víctor, que sigue rebosando de una arrolladora personalidad, coquetea con reminiscencias todavía mucho más clásicas. El estribillo y hasta la temática, en torno a la escapatoria de una sociedad incomprensiva y antagónica, tienen un curioso aire a Barón Rojo. Sin dejar de sonar a Warcry, claro.
“Luchar y avanzar” tiene su punto fuerte en el suntuoso diálogo entre la guitarra de Pablo García y el teclado de Santi Novoa, y discurre sin mucha pimienta hasta plantarnos ante “Por toda la eternidad”, corte inaugurado a modo de medio tiempo con una bonita y efectiva melodía vocal de Víctor. La canción se desata enseguida aumentando el tempo y la adrenalina, con una letra muy afortunada, tan sentida como la instrumentación que la circunda. Por el gancho en su conjunto, su expresividad y su luminosidad, es una de las mejores creaciones del disco, si no la mejor, hecha con la intención de obtener un resultado muy accesible y culminada con la brillante consecución de ese objetivo. Sus teclados de regustillo escandinavo, sus guitarras y sus melodías se clavan en el alma.
Flirteando indisimuladamente con el hard rock más clásico, Warcry se asoma a la recta final del disco con “Odio”, de riff ciertamente familiar aunque empapado del característico aroma melódico otorgado por los teclados. No abandona el deje tradicional “Muerte o victoria”, cuya primera embestida es una descarada invitación a describir con nuestros cuellos un headbangind enérgico pero acompasado. Como en otras numerosas ocasiones, cuando entra Víctor en primera instancia la guitarra desaparece, permaneciendo el teclado y la base rítmica, si bien el riff retoma el pulso más tarde hasta resultar omnipresente. “No hay rendición, sólo con valor se alcanza la gloria” proclama la épica letra de un estribillo magnético, tanto que acabará por rendirte. La cúspide, no obstante, se alcanza en la parte final del tema, en la el empaque de los movimientos del teclado de Santi, los coros de Víctor y los punteos de Pablo nos conducen a uno de los instantes de mayor éxtasis del disco, instantes de emoción incontrolada que no emergen con tanta frecuencia como nos gustaría, al menos en las primeras escuchas.
El punto y final lo pone, y muy bien puesto, “No te abandonaré”, una lograda y sensible balada iniciada con un elegante y fino teclado, y con una estructura que, por alguna razón, recuerda a aquella inolvidable “El amor de una madre”. Comparando una y otra, se advierten los inevitables cambios de matiz en la voz de Víctor, que resulta ahora más mate, más maciza, y menos hendida y aguda en líneas generales. Aunque preserva el carácter que le ha hecho único, el vocalista ha experimentado variaciones asociadas al inevitable cambio biológico en su garganta con el paso de los años, pero ha sabido encauzarlas en un contexto musical construido a la carta en los últimos tiempos para que su voz encaje perfectamente.
La fidelidad a los principios es un valor en alza en una sociedad de ideas volátiles y vaivenes constantes, y Warcry extrapola esa postura a los principios musicales en ‘Donde el silencio se rompió…’. No sorprenderá ni quebrará el más mínimo esquema, pero será un álbum muy aplaudido por los incondicionales más apegados a la faceta más heavy y tradicional de la banda. Aunque no da la impresión de que vaya a convertirse en un buque insignia con el paso del tiempo, es pronto para afirmar categóricamente nada. Eso sí, el público en su conjunto, en su soberanía, decidirá si está feliz con el inmovilismo estilístico en pos de esa tan loable lealtad a sí mismos o si prefiere que, en la próxima ocasión, Warcry arriesgue un poquito más, reivindicando que aún pueden aportar frescura y sorpresa a su obra dieciséis años después de su definitivo establecimiento como banda. A veces, sólo a veces, esto último es crucial.
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