Crónica de Obús (35 años, 35 canciones): Sin fecha de caducidad
23 enero, 2017 2:18 pm 2 ComentariosSala La Riviera, Madrid
Uno de los termómetros que más fiablemente miden la grandeza de un grupo es su capacidad de convocatoria, de hacer que cientos o miles de personas muevan sus traseros del sofá – o del bar de todas las noches – para disfrutar de su música en directo.
La histórica banda madrileña conoce palmo a palmo esto y no se cortó ni un pelo en regresar a la Sala La Riviera de la ciudad que les vio crecer poco más de medio año después de haber actuado gratis no muy lejos de ahí, en las fiestas de San Isidro, y siendo uno de los conjuntos que más se prodigan por los escenarios de todo el país, de todo tipo y condición. No parecieron afectarles esas circunstancias en absoluto – tampoco que ese mismo día actuasen juntos en la ciudad dos titanes europeos como son Sabaton y Accept – , pues su grandeza no tiene fecha de caducidad y se unió a un reclamo de lo más tentador; “35 años, 35 canciones”, rezaba el cartel del show. Y aún fueron más las que pudimos escuchar ante una sala que, en efecto, estuvo a rebosar.
Dada la longitud del repertorio, el concierto no podía empezar muy tarde, pues se hubiera corrido el riesgo de no culminarlo debido a las restricciones horarias de la sala, que opera como discoteca de muy diferente ambiente durante la madrugada. Así, a las 20:15 de la noche ya estaba en escena el cuarteto comandado por Fortu Sánchez junto a su inseparable guitarrista Paco Laguna para arremeter con “Juego sucio”, tema con el que llevan toda la gira abriendo y que no fue una excepción que lo empleasen pese a lo excepcional de la vela. El comienzo del show vino precedido de una enfática presentación de El Pirata, un telón subiendo poco a poco mientras sonaba un suave hilo musical y una cuenta atrás coreada por todo el público mientras guitarrista y bajo se encontraban quietos en pose solemne antes de que se desatara la locura con la irrupción del vocalista en escena. Con un volumen ensordecedor – hacía tiempo que no palpitaban los tímpanos en una sala a este nivel – prosiguieron con “Más que un Dios”, de temática muy propia solo un día después de la toma de posesión de Donald Trump, y “El crack”, corte que para nada acostumbran a tocar en vivo. Se empezaba a notar que en el repertorio iba a haber miga, aunque también que Fortu estaba comedido para aguantar con garantías el tirón. .
Una enorme pantalla de LEDs presidía el escenario, aderezado también con una pasarela elevada en su parte trasera pero tal vez más modesto del que cabría esperar, e iba reproduciendo imágenes diversas como la portada de ‘Dejarse la piel’, álbum del que cayeron a lo largo de la gala cortes infrecuentes como “Mentiroso”, pero también clásicos imprescindibles como “Necesito más”, la siguiente en la lista y para la que sacó a escena a su preciosa nieta, Nirvana, convenientemente ataviada con unos protectores auditivos que se antojaban más que necesarios. Ya sin la pequeña sobre el escenario, Fortu hizo de las suyas con sus gesticulaciones sexuales mientras cantaba el estribillo y con un “se me pone morcillona” de rigor. Si falta esa frase, no hay concierto de Obús que valga.
Recorriendo el tablado de un lado al otro, se veía a unos músicos que disfrutaban de lo lindo de su labor, que mantienen una energía y un entusiasmo envidiable, y que no se han cansado en absoluto de hacer música en vivo a pesar de las tres décadas y media que les preceden. Paco Laguna sacaba punta a su afilada guitarra en solos abrasivos, y se intercambiaba de lugar con frecuencia con Fernando Montesinos, firme y atento bajista. A la batería, un metrónomo humano como es Carlos Mirat. Todos habían tocado apenas 48 horas antes en Palma de Mallorca, pero parecían estar frescos como lechugas. Son unos auténticos profesionales.
“El que más” desprendió autenticidad de principio a fin y nos trasladó a los ochenta más macarras, aquellos en los que había quien temía de lo lindo a “La invasión de las máquinas”. Esta última es toda una extraña en el repertorio y dio pie para que Paco se luciera, antes de “Cualquier noche sale el sol”, “Cara de niña” y “Otra vez en la ruta”, otras tres más que inusuales. Todo lo contrario es “La raya”, un tema que en directo funciona siempre curiosamente bien en una época en la que no muchos se atreverían con una letra así. Cosas de los ochenta, las creaciones muchas veces tienen más vigencia que el mensaje que portan. Algo así se podría pensar con respecto a “Pesadilla nuclear”, otra de las infalibles y de las más emocionantes de cuantas suelen sonar antes de llegar al ecuador de cualquier show de Obús, aunque visto lo visto, no extrañaría que su temática también recuperase validez. En esta ocasión, eso sí, la interpretación me pareció menos solvente de lo habitual, algo titubeante, si bien Fortu la apañó con un agudo digno tras el solo de guitarra. Prosiguieron con “Viviré”, “Sin dirección”, inaugurada por una atronadora batería que sonaba mientras Fortu clamó: “De Madrid al infierno”, parafraseando el título del directo que grabaron unos años atrás en ese mismo emplazamiento; y “Autopista”, un tema que siempre consigue arrancar la entrega de todo el respetable y que cumplió con su guión ampliamente.
“Corre mamón” nos devolvió a su etapa más contemporánea, a su último disco íntegro, ‘Cállate’, que data de 2010 y espera sucesor como agua de mayo. Fernando Montesinos se mantuvo particularmente activo en este tema en el que Obús demuestra que sigue con la máquina hacer de clásicos bien engrasada y que a su conclusión, por alguna razón, fue dedicado a Nacho Vidal por parte de Fortu. Este pidió un mini de cerveza con acento andaluz – su actual vínculo con Almería deja huella – antes de reivindicar que ellos jamás emplearán el reclamo de “última gira” que tantos grandes combos internacionales han usado últimamente y aseverar que morirán “encima de un escenario” y que su ilusión, en ese sentido, es que les “pase lo que a Lemmy”. “No os queda nada” – continuó el frontman –. “35 años… ¡pues a aguantar otros 35!”. Las cosas claras y el chocolate espeso.
El primer músico invitado de la noche fue el loado teclista madrileño Filthó (Silver Fist, Paña Radiostation), que se puso a los mandos de su instrumento en “Crisis”, aunque apenas fue perceptible al oído su, seguro, encomiable labor. Sacó Fortu de nuevo a su pequeña nieta antes de finiquitar el tema y amenazar veladamente a aquel a que no le guste el blues, pretexto ideal para dar paso a “Dame amor”. “Taxi” precedió después a “Poderoso como el trueno”, en la que el cantante se marchó del escenario cediendo todo el protagonismo a Paco Laguna, que además de tocar la guitarra, cantó íntegramente un tema que es caviar para el ochentero de pro.
El primer instante prolongado de silencio sirvió para cambiar de tercio y que el profesor de canto de Fortu, Fernando García, junto a otro vocalista llamado Ángel y al propio frontman parafrasearan a la pieza “Caruso”, originalmente compuesta por el italiano Lucio Dalla y dedicada al tenor de la misma nacionalidad Luciano Caruso. Al teclado Fernando Sancho, teclista y arreglista en 'Dejarse la piel' (1986) y 'En directo 21-2-87' (1987). El solemne e intenso momento fue la antesala perfecta para “Complaciente o cruel”, que nos puso la piel de gallina y que fue la primera balada que vio la luz en un disco de Obús, allá por 1989. Majestuosa ¡y con dos teclados en escena!
Bromas de Fortu en complicidad con Mariskal Romero y el equipo de MariskalRock ahí desplazado antecedieron al regreso del alto voltaje con “Esta ronda la paga Obús”, en la que subió al escenario como artista invitada la formidable vocalista de los gaditanos Guadaña, Gloria Romero. La veda para que participasen grandes figuras de la escena del heavy nacional se había abierto por completo y de ahí que en la hímnica “Cautivos” entraran a formar parte del espectáculo Silver (Silver Fist, ex Muro), presentando un nuevo look con la cabeza rapada; Kike (Ciclón), Salva Sánchez (Guadaña), Ariadna Sánchez (hija de Fortu), Denyse Sánchez (Denyse y los Histéricos) y nuestra querida y televisiva Pilar Rubio, militante del metal donde las haya y entregada en cuerpo y alma durante toda la canción. Después de ese subidón, tuvimos algo de respiro con “Siento ganas”, más desapercibido que la siguiente en liza, “Cállate”, single del disco de mismo nombre (y no la que posee el mismo nombre y estaba incluida en su álbum debut, por cierto).
Empeñados en que desfilase por el escenario una buena representación de lo más brillante de nuestra escena, dieron la bienvenida al virtuoso guitarrista Jorge Salán para tocar otra de su último elepé, “Él es Rock and Roll”, y que, de paso, nos maravillase por enésima vez con su asombrosa habilidad a las seis cuerdas. “Deprisa, deprisa” parecía una metáfora perfecta de lo que se estaban teniendo que apresurar para llegar al cupo de canciones prometido, y sin tregua fue sucedida por “Mi amigo el diablo”, en la que Tete Novoa fue el invitado de lujo. Fue llamativo ver en la misma escena al presente y al pasado de Saratoga, dado que Fortu fue el primer vocalista de los madrileños y Tete ocupa actualmente esa posición. Y hablando de Saratoga, el siguiente artista por el que el grupo se hizo acompañar fue nada menos que el gran Leo Jiménez, actualmente triunfando en solitario, que vertió su caudaloso, casi inalcanzable, torrente vocal en “Te visitará la muerte”, mientras animaba sin cesar al personal para que diese palmas. Es una bestia de escenario y su mote le va como anillo al dedo.
En la recta final del show parecía ya no haber mucho margen para rarezas y por eso fue una macedonia de temas imposibles de esquivar, tales como “Que te jodan”, “Va a estallar el obús”, “Siente el Rock and Roll” – clásico de nuevo cuño que publicó el grupo en su EP de mismo título; o “Dinero, dinero” las que sonaron junto a una única sorpresa, la ya mentada “Mentiroso”. En “Dinero, dinero”, además de hacernos cantar, el vocalista nos instó a llevar a cabo un mannequin challenge que se saldó con inusitado éxito. No era para menos, ya que Fortu avisó: “¡Que no haya un gilipollas moviendo las pestañas!”.
El éxtasis definitivo arribó con “Yo solo lo hago en mi moto”, en cuya finalización se juntaron guitarrista, bajista y batería en una pose de lo más genuina, y Fortu se dejó la voz agudo tras agudo. Tuvo como recompensa, por cierto, un sujetador lanzado desde el público que no, no evitó oler. Tapen los ojos a las criaturas. Además, Fernando Montesinos se hizo, bajo en mano, un guiño al “Ace of Spades” y aconteció la exhibición de percusión a la que nos tienen acostumbrados con una escalera protagonizando la escena.
Después de la pertinente presentación de los protagonistas de la velada, casi todos los invitados – faltó Leo Jiménez – subieron a las tablas para sacarle jugo al desfase en “Vamos muy bien”. Mientras la banda sonora de Piratas del Caribe confería cierta atmósfera de épica al hito que acabábamos de presenciar, se despedía de la audiencia una banda que aún tiene muchos años por delante hasta caducar. No lo hará jamás su música, que seguro que presenciaremos en directo dentro de muy poco. Al fin y al cabo, Obús es una garantía para atraer a una gran cantidad de público vaya donde vaya, y eso que no paran quietos en todo el año.
Texto: Jason Cenador
Fotos: Nerea Ramos
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