Crónicas
Hardbone + Neon Delta: Cosas de machos
«Ya lo viene alertando el escritor y articulista punk Javier Marías desde hace varias semanas. Cuidado, vienen las monjas»
Sala Stage, Bilbao.
Texto: Alfredo Villaescusa. Fotos: Marina Rouan
Una panda de resentidas que amparándose en la supuesta igualdad y un repugnante halo de modernidad tratan de prohibir escotes, besos o amor romántico con la misma saña e ignorancia que el clero de antaño, al que siempre le molestó la gente que podía pensar por sí misma. Ni siquiera históricos del rock patrio como Loquillo se han librado de esta implacable censura de los biempensantes que en su grado máximo de delirio represivo ha llevado a proscribir clásicos del calibre de “La Mataré”. Y se esperan nuevas víctimas de la insensatez.
A los germanos Hardbone todo eso se la pela, quizás por eso no han dudado en utilizar para anunciar su gira peninsular un cartel en el que aparece una fémina con tacones arrodillada ante un músico con los pantalones bajados, una estampa que seguro ha causado furor en Institutos de la Mujer y otros templos contemporáneos de la paridad. No sabemos si los inquisidores actuales se atreverán a bucear tanto en el underground para descubrir a este grupo cavernícola, pero algunos ansiosos por pillar cacho ya se sumaron al bando de los indignados con un socorrido “Hay que desterrar estas actitudes del rock”. Amén, padre.
Era la tercera vez que los alemanes extendían el heteropatriarcado por el País Vasco, pero la sala Stage se les quedó inmensa en una jornada complicada con bastantes bolos en las inmediaciones y un clima veraniego total que pudo favorecer cierto éxodo. Manda huevos que un grupo que en sus canciones habla mayoritariamente de pibas se encontrara allí con una granja de nabos de semejantes proporciones, las hembras se podían contar con los dedos de la mano y ahí incluiríamos también a la camarera de escote generoso que alguna defensora de la moral contemporánea conminaría a taparse. Qué indecencia.
Calentaron tan aguerrido ambiente eminentemente masculino los madrileños Neon Delta, que siguen labrándose un nombre en base a directos apabullantes como el de aquella noche, pese a que la plaza fuera difícil de lidiar con un imaginario perímetro de seguridad que impedía a la peña acercarse al escenario. Pero ellos le echaron ganas para regalar con su pose macarra y su estilo a caballo entre The Cult, los valencianos Uzzhuaïa o los primeros M-Clan, según deja claro “No hay nada mejor”, un himno dedicado al artisteo en general y hasta a las “pornostars”, como añadieron desde el público. Su adaptación en castellano del “God Save The Queen” de Sex Pistols no está mal antes de que “Imparable”, con su aire ochentero, termine de elevar el pabellón. Ya era hora de un grupo con clase y actitud.
Hay gente que no vale para las sutilezas poéticas, la insinuación decimonónica o esas pruebitas en las que una conquista se asemeja más bien a desentrañar el enigma de una esfinge por lo menos. Hardbone son unos tipos simples, que se llevan la mano a la entrepierna y que en un garito seguramente serían de esos que van entrando a todas las tías de un local hasta que suene la flauta, cambiar la destreza o la habilidad lingüística por un mero cálculo de probabilidades. ¿No dijo alguien que el amor era en realidad una fórmula matemática? Pues eso.
Las guitarras rotundas de “Cannonball” establecen de inmediato los parámetros por los que se moverá la velada, nada de virtuosismos, esto no se trata de nouvelle cuisine o de platos elaborados de humus a las finas hierbas, aquí tenemos grasaza, fritanga en aceite que de tanto uso parece ya de cosecha. Los graznidos a lo Brian Johnson de su vocalista adquieren esa familiaridad de lo conocido como cuando uno entra en su casa o en su garito de cabecera, de hecho, hasta reconocen a algún repetidor de veces anteriores al que saludan con un entrañable “Hey, motherfucker”.
“It’s A Man Thing” pone el freno a la paridad y reivindica un espacio propio para los hombres y sus cosas, las pocas féminas que pueblan el recinto tampoco parece estar molestas por sus letras deliberadamente machistas, pues agitan la cabellera sin importarles si se van a despeinar o si se les va a correr el rímel. Aquí no había sitio para pagafantas, sino para hembras libres sin complejos.
Estos machos alfa lomo plateados del rock alzaban cervezas ante los fieles con sonrisas de satisfacción, pese a que en la sala se alcanzara únicamente en torno al medio centenar de personas. A los auténticos profesionales eso se la trae al pairo, pues sudan tinta aunque haya cuatro gatos viéndoles, respeto al público máximo. Mientras exista ese combustible infalible para los teutones llamado cerveza, el show continuará hasta la extenuación.
Pidieron a los tíos levantar el puño y a las damas un gesto más grácil como mover la pierna, al tiempo que seguían con homenajes a pibones del calibre de “Walking, Talking Sexmachine”, otro atentado a la recatada moral de hoy en día, o “When It Comes Down To It”, sobre la necesidad de no marear la perdiz en los momentos clave. Enseñanzas vitales a cascoporro, chúpate esa Paulo Coelho.
“Hellevator” no se aparta tampoco un milímetro de la ortodoxia rockera y en un alarde de autenticidad el guitarra no duda en bajarse del escenario para subirse a la barra y legar una de esas estampas épicas que debería repetirse en todos los conciertos del mundo, les faltó beber botellas de whisky a morro cual bestias pardas. No se requiere sacar a colación a Kierkegaard o Hegel un sábado por la noche.
La apología al desenfreno seguía muy presente con “Wild Nights” antes de ceder a los impulsos alcohólicos en “One Last Shot”, que versa sobre esas armas de destrucción estomacal llamadas chupitos. Sin aflojar el pistón en ningún momento, regresaron para los bises apelando a los motores que realmente mueven el mundo en “Girls & Gasoline”, muerte a la proliferación de campos de nabos. Y con unos ritmos tan clásicos, 100% AC/DC, no podría faltar el mítico movimiento de guitarras a lo Scorpions de un lado a otro que debería estar patentado, Gene Simmons igual ya lo anda pensando. El legado de los ancestros.
Todavía volvieron para un segundo bis debido al descomunal entusiasmo generado, pero más de la mitad de los asistentes ya habían puesto pies en polvorosa. Los aguerridos degustaron la tremendista “We’re All Gonna Die” y algunos casi hasta se pegaron por pillar una baqueta, e incluso nuestra fotógrafa consiguió púa, aunque le decepcionó comprobar que no tenía inscrito el nombre del grupo. Les falta caché.
El gurú Kiko Amat, hablando del “Baby Let’s Twist” de The Dictators, decía que “hay cosas que están hechas para los hombres. Es posible que algunas de estas cosas les parezcan fenomenales a algunas mujeres, pero es indiscutible que, en el momento en que se crearon, fueron concebidas para su exclusivo disfrute masculino”. Y pese a que algunas féminas puedan sentirse atraídas por su autenticidad sin rodeos, la música de Hardbone parece pertenecer a este grupo. Dejémosles vivir, son cosas de machos.
Texto: Alfredo Villaescusa
Fotos: Marina Rouan
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