Crónicas
Gary Clark Jr. + Corizonas: Tres misterios inexplicables
«¿Cuándo fuiste por última vez a un concierto para más de 1000 personas en el que la gente realmente estuviera centrada, únicamente, en la música?»
25 julio 2018
Real Jardín Botánico Alfonso XIII, Madrid
Texto y fotos: Sergio Julián (@Sergio42)
Hasta aquí la participación de MariskalRock en el ciclo Noches del Botánico 2018. Gary Clark Jr. y Corizonas aportaron la música a una velada que nos dejó tres misterios inexplicables.
1. Corizonas. ¿Fue el theremín que sonó en “La cuerda que nos dan”? Quizá pude haber supuesto que mis próximas tres horas iban a tener un poco de serie B. First things first: la unión de Los Coronas y Arizona Baby lleva unos cuantos años pateándose los festivales de media península y, quizá por ello, ayer protagonizaron el primer misterio de la velada: el telonero fue más aclamado que el cabeza de cartel. Vale, es cierto que proporcionalmente había menos público, pero la electricidad surgía entre chascarrillos del espasmódico Javier Vielba y el siempre solvente Fernando Pardo, maestros de una ceremonia dedicada a la positividad (la buena, no la de anuncio de cervezas).
No les compro ese giro el-último-de-la-filanesco que protagoniza ‘Nueva dimensión vital’ (2016), pero a diferencia del LP, todo suena con mucho más empaque, gracias, en parte, a un sonido perfecto. Así cayeron “Todo va bien”, “Luces azules” (dedicada a la omnipresente Pucela) o “Yo quiero ser yo”, tan solo superadas en ovación por la versión del “Wish You Were Here” (momento Felipe anticipado por una anécdota malasañesca). Eso sí, cuando juegan a ser Jayhawks, apoyándose en los toques fronterizos a lo Caléxico y a la americana contemporánea a lo Wilco, es cuando brillan: “The Falcon Sleeps Tonight” y “Run to the River” siguen mostrando la mejor versión de Corizonas (qué necesaria la trompeta de Yehven Reichkalov). Remataron con “Always Look On The Bright Side of the Life”, pero comenzaron la sintonía de “El hombre y la tierra”. Esto tampoco lo entendí.
Setlist: La cuerda que nos dan / Las paredes bailan / Todo va bien / Yo quiero ser yo / Supernaut / The Falcon Sleeps Tonight / Wish You Were Here / Run to the River / Luces Azules / Piangi con me / Ecos del futuro / Nueva dimensión vital / Free Yourself / I Wanna Believe
2. Gary Clark Jr. Hora de quitarse las caretas: Clark es un músico…correcto. No destaca en sus habilidades a la guitarra, ni en su voz: aprueba, simplemente, con solvencia. De carisma, poco: el tío apenas se dirige al público y se queda oculto bajo su sombrero. Duda, da vueltas sobre sí mismo, se gusta, cambia el setlist a su antojo, pero no conecta. No hay una sonrisa cuando el público se sorprende, ni la emoción que él deposita es correspondida con el silencio que merece. Es una relación complicada. ¿Y la banda? Desconexión total. Gary manda, y cuando decide que caiga el silencio, lo hace. No dudará en hacerle gestos con su mano al batería Johnny Radelat para que baje la intensidad. Incluso su guitarrista, King Zapata, tuvo que recibir la aprobación del texano, con un asentimiento, para lanzarse a su único solo de guitarra de la noche en “Don’t Owe You a Thang” (no estuvo mal el solo de armónica).
Pero vayamos a lo peor de todo: las canciones. Lamentablemente, falta repertorio. Tiene sus momentos, como la clausural “Bright Lights”, la versión del “Come Together” (mérito de Lennon y McCartney), “Ain’t Messin’ Round”, su fantástica (y sesentera) "Cold Blooded" y esa preciosidad efímera llamada “Things Are Changin’”. Estas se alternan con piezas más olvidables como “Travis County” o “When I’m Gone”, resultando en una conexión-desconexión constante.
Pero ahí reside el misterio. En su imperfección, surge un artista interesante, hipnótico y entretenido. No brilla, pero engancha, traspasando lo banal. Un tramo se te puede hacer algo largo, pero cuando miras el reloj, ya ha pasado una hora del concierto y está en su recta final. Lo volvería a ver mañana, y pasado. Tiene algo que va más allá la objetividad. Tal y como dijo Vielba apenas unos minutos antes, “como dijo el agente Mulder, “queremos creer””.
Setlist: Come Together / Ain’t Messin’ Around / Travis County / Next Door Neighbor Blues / When My Train Pulls In / Our Love / Cold Blooded / When I’m Gone / Low Down Rolling / Walk Alone / Don’t Owe You a Thang / Things Are Changing / Bright Lights
3. El público. Me comentaba Mariskal, quien también estuvo en esta Noche del Botánico, que lo que vivimos era digno de estudio sociológico: un 50% del aforo (o más) apenas prestó atención al concierto. Hablaba, reía, charlaba. Daba igual lo que sucediera sobre el escenario. Ellos estaban pasando un buen rato con sus colegas, recordando anécdotas de ayer y hoy. En ocasiones era surrealista: bastaba el acople de un bafle o un fill de primero de guitarra para que estas personas gritaran eufóricas. Después, a seguir viendo fotos del móvil y a pasar la cerveza al compañero. Es desesperante.
Cuanto antes aceptemos la realidad, mejor: la gente no fue a ver a Gary Clark Jr., fue a un concierto de Gary Clark Jr. Los conciertos siempre ha sido actos sociales, pero de comunión a través de la música: el por aquel entonces bien llamado respetable volcaba su mente y sensaciones a lo que replicaban los altavoces de un escenario. Ya no sucede así. La música es el contexto para una quedada más. La gente no va a ver un concierto, va a un concierto. Los que frecuentamos las salas, pabellones y festivales cada vez nos estamos acostumbrando más a estos seres maleducados y ruidosos. En ocasiones, me sale la vena reivindicativa y pienso que deberíamos ser más cuidadosos con nuestra propia dignidad y la del artista. ¿Contemplaríais una obra de teatro con gente viendo el móvil ininterrumpidamente? ¿O una premiere de una película en la que los espectadores charlaran con su compañero de butaca y, de vez en cuando, miraran de reojo a la película y se rieran de una broma que no han pillado? A mí todo eso me suena raro, pero siempre he sido un poco viejoven.
Algo está cambiando. Algo ha cambiado. ¿Cuándo fuiste por última vez a un concierto para más de 1000 personas en el que la gente realmente estuviera centrada, únicamente, en la música? Ese sí que es un misterio…