Crónica de BIME Live: ¡Esto no puede estar sucediendo!

4 noviembre, 2016 12:06 pm Publicado por  Deja tus comentarios

BEC, Barakaldo (Bizkaia) 

Decía Kiko Amat en su biblia fundamental ‘Mil Violines’ que existen formas de retorcer la memoria, marcar momentos irrepetibles para evitar que se olviden o caigan en ese saco roto en el que se confunden con otras cosas prescindibles. Porque en la cabeza no entra todo y a veces es necesario subrayar instantes, del mismo modo en que en los cuadernos de estudiantes se colocan pegatinas de diversos colores para encontrar aquello importante a la primera. Pues bien, este método contra el olvido consiste en realizar algo inusual que nos haga recordar de inmediato que estuvimos allí, por ejemplo, tirarse vestido a una piscina, pellizcarse hasta sangrar o incluso ponerse a pegar botes hasta desfallecer, cualquier acto bizarro nos vale.

 

 

En ocasiones uno acude a conciertos memorables y anda muy tentado de probar esta técnica para grabar recitales a sangre y fuego, pero al final la desecha en pos de la escritura, algo mucho más práctico y seguramente menos doloroso. La capacidad de evocación se mantiene en un nivel similar y con un efecto análogo a la magdalena de Proust suelen bastar unas pocas líneas para trasladarse a ese sitio y acordarse de inmediato lo que se sintió entonces, que es lo que verdaderamente importa, más allá de si se tocó bien o mal y demás detalles accesorios.

En esta edición del BIME Live vivimos unas cuantas situaciones de esas que merecerían bañarse en oro durante años, pero antes nos detendremos en los tradicionales bolos que se montan en las jornadas previas al festival bajo el rimbombante nombre de “Showcases” en diversas salas bilbaínas.

El miércoles acudimos a la sala Azkena para catar las atmósferas de ruido y sonidos hipnóticos del dúo argentino afincado en Berlín Mueran Humanos. Ante un nutrido respetable bohemio y con ínfulas de estudiantes de Bellas Artes evocaron el legado de Joy Division y alcanzaron su cúspide con “El Círculo”, ideal para sectas, ritos de iniciación y menesteres semejantes, y su moderado éxito underground “Cosméticos para Cristo”, más cercano al dark wave. La peña quedó tan satisfecha que una chica resumió su valoración del recital con un expresivo “¡Claro que sí, hostia puta!”. Sobran las palabras.

De pura casualidad llegamos al Kafe Antzoki para los últimos minutos del multiinstrumentista y habitual colaborador de Nacho Vegas Joseba Irazoki, que dio quizás la actuación más enérgica que le recordamos antes de que en el piso de arriba los pontevedreses Músculo congregaran a una más que respetable multitud con su mezcla de indie pop y electrónica para pasados de vueltas.

mybaby1Al día siguiente nos llamó la atención la doble sesión montada en La Ribera por la promotora holandesa Dutch Impact con los neohippies de estela californiana a lo The Grateful Dead, The Cosmic Carnival y los muy interesantes My Baby con su colosal vocalista descalza, bronceada y de buen ver que seguía a rajatabla las enseñanzas de Janis Joplin, Grace Slick (Jefferson Airplane) o Elin Larsson (Blues Pills), si nos ponemos contemporáneos. “Uprising” epató por su combinación de punteos hendrixianos y esa batería desquiciante que a veces parece que trata de reproducir ritmos electrónicos. Tremendos, para seguirles la pista.

La sacerdotisa y su coro espectral

Centrándonos ya en la cita del BIME Live, prometía la primera jornada con un cartel variado en el que sobresalía la presencia de la sin par polifacética artista PJ Harvey, a cuyo alrededor se juntaron casi 10.000 personas. Lo demás se antojaba casi accesorio, aunque lo cierto es que la mayoría de los oficiantes del viernes destiló nivelazo, ya desde el principio con los pamplonicas Ex Novios y su shoegaze en la onda de Black Rebel Motorcycle Club o los referentes ineludibles del género The Jesus & Mary Chain.

La atención no decayó con el rock experimental de Cat’s Eyes, compuestos por el macarra con chupa de cuero y mucha clase Faris Badwan de The Horrors y la soprano italo-canadiense Rachel Zeffira, acompañados de un coro realmente espectacular que realzaba piezas de una forma tan majestuosa como el “Because” de The Beatles o una curiosa adaptación crepuscular del “Girls Just Wan't To Have Fun” de la pelirroja ochentera Cindy Lauper. Una delicatessen.

Con la vista también puesta en la década de los cardados y las hombreras, el synth-pop de la chilena Javiera Mena parecía una broma pesada con bailarinas haciendo volteretas y enseñando bragas alrededor de la diva. En estudio su rollo prometía por su carácter experimental, aunque en las distancias cortas degeneró en una burda electrónica comercial en la que hasta se formaban corazones con las manos. Repulsivo.

Por problemas con el pase de fotógrafo apenas alcanzamos a ver a Toundra, que dejaron el pabellón por las nubes con su post rock instrumental, y nos perdimos gran parte de la actuación del bardo noctívago Edwyn Collins, al que se notó bastante reventado en el aspecto físico, quizá por aquellos derrames cerebrales que sufrió hace años. Su voz empero la mantenía en un estado pletórico y se acordó de su etapa al frente de Orange Juice con “Falling and Laughing” y “Rip It Up”, aunque nos quedamos con las ganas de escuchar el himno decadente “A Girl Like You”. Sniff.

pjharveyPero todas las expectativas depositadas en la primera visita al País Vasco de PJ Harvey no defraudaron lo más mínimo. Ataviada con minifalda negra, una especie de tocado negro en el pelo y una capa que acentuaba sus aires de sacerdotisa nos sumergió en su particular rito del que solo se podría salir creyente hasta la médula. Venía acompañada de un espectacular coro espectral de hasta diez tipos, algunos ya bregados en la tenebrosidad como Mick Harvey de los Bad Seeds de Nick Cave, o su inseparable escudero John Parish, con el que ya ha grabado seis discos, una pieza clave en su trayectoria.

Tras las primeras notas de “Chain of Keys”, los ánimos de la concurrencia se desataron y a un servidor le agradó comprobar que se encontraba rodeado por chicas morenas con gafas de pasta y pinta de interesantes que de vez en cuando le gritaban “¡Guapa!” a la artista y escuchaban absortas como si estuvieran presenciando una auténtica clase magistral. Imposible eludir la voz hipnótica de la británica en “A Line In The Sand” mientras los fans más exaltados no paraban de gritar: “¡Esto no puede estar sucediendo!”.

Pero sí, aquello era real, tal vez habría que retorcer la memoria un poco para no olvidarlo nunca. La troupe circense a la vera de Harvey podría inmolarse a una sola orden suya, pero en vez de eso, subrayó la profundidad en cortes del calibre de “Let England Shake” o “The Words That Maketh Murder”, con su alusión al “Summertime Blues” de Eddie Cochran.

Las trompetas de la guerra atronaron en “The Glorious Land” y el saxo y las guitarras a lo Springsteen subieron la intensidad en “The Wheel”, otra de esas composiciones de su reciente ‘The Hope Six Demolition Project’ que parece que han sido creadas para interpretarlas en directo, sin desmerecer en absoluto en el tema de los coros, algo imposible con seis o siete tíos dedicados a tal menester.

Sin pronunciar ni una palabra, los gestos lo eran todo, como cuando hicieron un círculo en plan grupo de soul mientras Polly Jean tocaba el saxo, o nos abrían el camino hasta las profundidades en “Down By The Water”, que se convirtió en una suerte de mantra para conjurar espíritus marinos. Y sin abandonar la ciénaga pantanosa “To Bring You My Love” era otro de los salmos de obligada entonación con la suma sacerdotisa extendiendo los brazos cual dirigiéndose a un altar.

A una señal, las tropas de PJ se colocaron en fila india y abandonaron el escenario con ella marcando el paso antes de regresar para finiquitar la misión encomendada con el “Highway 61 Revisited” de Dylan en una peculiar revisión en la que la diosa hasta hizo el gesto de apuntar con una pistola. Y de nuevo rompieron filas ya para no volver y provocar en el respetable una idéntica sensación a la de los soldados que se marchan al frente sin esperanza. Faltaron los pañuelos blancos. Inmensa.

Después de semejante subidón cualquiera aguantaba los ritmos flotantes de The Horrors, que se hicieron un tanto cansinos con su cóctel de garage rock, post punk y shoegaze. Bajo un cegador juego de luces, se le notó a su voceras Faris más suelto que con su otro proyecto Cat’s Eyes, aunque el sonido enmarañado apenas daba margen para detenerse en exquisiteces. Había que tenerlos cuadrados para permanecer impertérrito.

Viva Asturias revolucionaria

Nunca fuimos aficionados al brit pop baboso, pero hemos de reconocer que lo poco que vimos de Suede nos pareció un bolo enérgico y probablemente con bastante más fuste que muchos de la desastrosa jornada siguiente. Por tal motivo, descartamos a Brett Anderson y compañía para centrarnos en Nacho Vegas, que ofreció un recital populista muy similar al de principios de año en Madrid, es decir, más de coleta que de cortarse las venas. El rollo decadente a lo Nick Cave de sus inicios parece que ya pasó a mejor vida, el que quiera mala baba patria que escuche a su paisano Pablo Und Destruktion, profeta del apocalipsis social.

Con su coro antifascista de fondo, el bardo comenzó reivindicando la Asturias revolucionaria con una pieza tradicional de su terruño que no acertamos a dilucidar, no en vano en el proyecto Lucas 15 ya rescató el cancionero popular en clave rock junto a Xel Pereda. Armó el bidón de gasolina en “Polvorado” y recordó los desahucios que siguen existiendo en “Canción para la PAH”, ese tema con el que tuvo los huevos de abrir un festival patrocinado por un banco.

Proliferaron los puños en alto a los que Nacho respondía con “Puxa Asturies socialista”, suponemos que se referiría al socialismo histórico y no al de los traidores y vividores que entregan el gobierno a la derecha. Muy apropiada resultaba a escasas horas de Halloween “Ciudad Vampira”, con el coro sobresaliendo en el estribillo.

El himno “Vinu, Cantares y Amor” volvió a elevar los puños más que en un mitin del PSOE, algo nada complicado dada su pleitesía actual a los poderes económicos, y rememoró por unos instantes su faceta canalla con “El hombre que casi conoció a Michi Panero”, donde sus múltiples acompañantes a las voces brillaron de nuevo. Joseba Irazoki a la guitarra aportó bastante garra en la apocalíptica “Cómo hacer crac” antes de que el cantautor legará una de las mejores interpretaciones que le hemos visto de “La gran broma final”, con el personal recitando a pleno pulmón la letra e Irazoki finiquitando con un punteo magistral. Político o maldito, da igual, la voz de Vegas sigue siendo un referente al que siempre agrada escuchar.

belako2Lo bueno que tienen Belako es que nunca dan dos conciertos iguales y no les asusta lo más mínimo asumir riesgos, como comenzar un recital con un tema desconocido para la mayoría, tal y como hicieron en el último BBK Live. En esta ocasión alteraron otra vez el repertorio al iniciar con una pieza nueva, cuyo peso vocal llevaron a medias Cris y Josu, antes de desplegar furia post punk en “Eat Me!” o “Fire Alarm”.

Con varios monitores copando el escenario, confirmaron por enésima vez su inmenso poderío en las distancias cortas al atreverse con cortes inéditos en los  que la peña botaba como si fueran auténticos clásicos y dieron otra vuelta de tuerca  a la esperada “Sea Of Confusion”, que sonó más rápida y post punk de lo habitual. A una velocidad endiablada también se marcaron “Zaldi Baltza”, ideal para desparramar a esas horas de la madrugada, y en “Off Your Shoes” terminaron de pisar a fondo el acelerador.

Los bises no fueron tampoco los acostumbrados, al recurrir a la hipnótica “Mum” y un “Beautiful World” que no esperábamos ni por un casual para despedirse. Se nos pasó el tiempo volando y todavía guardábamos la esperanza de que regresaran para el momentazo New Order de “Aarean Bez”, pero nada. A pesar de lo atípico del bolo, lo suyo continúa siendo de otra dimensión. No he conocido nunca a nadie que salga defraudado de un recital suyo.

Electrónica para las masas

Lo malo de haber concentrado el grueso del plantel estelar el viernes es que la jornada posterior quedó bastante endeble y todavía seguían resonando los ecos del coro espectral de la sacerdotisa PJ Harvey, nada ni siquiera se acercó a su encomiable solidez y ante tanto truñazo indie la comparación a veces ofendía. Con todo, casi 14.000 almas avalaron la electrónica de masas de los sobrevalorados The Chemical Brothers, aunque para muchos la noticia del día fuera que los actores de ‘Juego de Tronos’ acudieran a su actuación y por ese motivo nos echaran a los fotógrafos del foso para que pudieran desparramar a gusto. Y ojo, nadie les recriminó por fumar.

shinova1Teníamos ganas de volver a ver el post punk de Perlak, pero un esguince les obligó a suspender su concurso, por lo que acudimos ya directamente para Shinova, que ofrecieron un recital antológico con un cantante sobresaliente, pese a que a veces quizás recordara demasiado a Bunbury o Manolo García. Les habíamos perdido la pista desde que lanzaran su debut, pero nos llevamos una agradable sorpresa al comprobar que en las distancias cortas conservan un empaque envidiable gracias a temazos como “El país de las certezas” o “Para cambiar el mundo”, que podrían gustar a cualquiera por su aire accesible y potente al mismo tiempo. Bolazo, y además con un sonido de infarto.

Desde luego, la presente edición del BIME no se estaba revelando como el campo más propicio para psicodélicos tipo Toy, que sin defraudar tampoco lograron suscitar demasiado entusiasmo entre la concurrencia. Y es que tal vez su rollo flotante fuera un tanto espeso a horas tan tempranas, no ayudó tampoco su excesiva linealidad, había que ser muy fan para aguantar su nebulosa sónica.

El panorama no mejoró con el sopor eterno del country alternativo de Lambchop, casi de sacar mantita y echar una cabezada, y en el escenario principal no existía una alternativa de fuste con Carlos Sadness, un lamentable que iba de rockero por llevar melena y chupa de cuero, aunque lo suyo en realidad fuera indie pop empalagoso, con decir que en su último disco colabora el cantante de Love of Lesbian sobra añadir más. Existen grupos de indie rock muy decente, pero gracias a tipos como este el género tiene muy mala fama. Para huir y no parar.

El nombre de The Wild Beasts parecía presagiar cierto grado de salvajismo, pero nuestro gozo en un pozo, con otro combo guiri e insulso como hay miles. Eso sí, usaban sintetizadores, que se note que están en la onda. Muy interesantes, por el contrario, nos resultaron Moderat, que ya advertían por pantallas de la prohibición de utilizar cualquier tipo de luz, ya que lo suyo se trataba de un “show muy oscuro”. Tuvo su punto su electrónica lúgubre con momentos ambientales y un espectacular juego de luces de esos de dejarte turulato. No encajarán con nuestro rollo, pero por lo menos se trataba de una propuesta arriesgada al margen de cualquier atisbo de comercialidad.

Algo que no puedo decir de los excesivamente considerados The Chemical Brothers, que no dejan de ser un producto de consumo masivo, por mucho aire independiente que les quieran otorgar, había por allí infinidad de “canis” y los baños, excepto para hacer las necesidades, se utilizaban para todo lo demás. Que conste que intentamos pillarles el puntillo, pero no estábamos lo suficientemente drogados, así que tras su celebérrimo “Hey Boy Hey Girl” desertamos por segunda vez en la vida porque no acertamos a dilucidar si detrás de su nave espacial estos tipos en realidad hacen algo, aparte de mover de vez en cuando las manos. ¿Hay canciones que suenen diferentes a otras? Pues no, la linealidad era asombrosa, y su tan cacareado espectáculo tampoco era para caerse de espaldas, en este aspecto Moderat se los comieron con patatas y por lo menos ellos sí que parecían auténticos músicos. Un fraude.

Y hasta aquí llegó esta edición irregular del BIME Live marcada por la resonancia de la actuación de la sacerdotisa PJ Harvey, cuyas ondas se sintieron en la jornada posterior y de cuyo efecto costaba recuperarse, era para mondarse de risa si a uno le daba por comparar. Fue para pellizcarse, asegurarse de estar vivo, retorcer la memoria para no olvidar y repetir aquello que decían: “¡Esto no puede estar sucediendo!”.

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Redacción
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