50 años de 'The Velvet Underground & Nico: Drogas, sadomasoquismo y subversión sonora
10 marzo, 2017 2:15 pm Deja tus comentariosIgnorado en su época por sus explícitas referencias al sexo bizarro o al abuso de sustancias enajenantes, este debut se convertiría a la postre en uno de los discos más influyentes de la historia y catalizador absoluto de todo ese amplio abanico que va desde el rock alternativo o el post punk hasta el glam, indie o noise rock. Pero cuando salió un 12 de marzo de 1967, la prestigiosa revista ‘Rolling Stone’ ni siquiera lo reseñó, las emisoras no lo radiaron ni tampoco emitieron la publicidad pagada del álbum. No era de extrañar, el realismo sucio de sus letras estaba a años luz de la inocencia y el buenrollismo hippie. Alfredo Villaescusa desvela las claves de tanta inquina.
Decía Brian Eno que aquel mítico trabajo con un plátano en la portada vendió únicamente 30.000 copias durante los primeros cinco años posteriores a su lanzamiento, pero que cada una de las personas que se hizo con un ejemplar montó su propio grupo. Tal vez suene un poco a exageración, pero lo cierto es que ‘The Velvet Underground & Nico’ marcó a toda una generación de músicos como David Bowie, Iggy Pop, Patti Smith, Roxy Music, Talking Heads, Joy Division o The Jesus & Mary Chain, entre muchos otros. Quién iba a imaginar que la marginación resultaría tan rentable y supondría un pasaporte directo a la fama más allá de esos famosos quince minutos que preconizaba Andy Warhol.
La explicación a tanta devoción habría que buscarla sin lugar a dudas en esa peculiar coalición de talentos compuesta por Lou Reed, que intentó trasladar a la música su devoción por autores como William Burroughs, Allen Ginsberg o Hubert Selby Jr., o John Cale, rey de la disonancia y marcianadas varias con propuestas rompedoras respecto a la musicación de acordes o el uso provocativo del volumen. Por ahí también andaban el exquisito guitarrista Sterling Morrison, que aportó su devoción por el rhythm & blues tradicional, y el batería Maureen Tucker, que con su golpear básico influenciado por los percusionistas africanos aportó el armazón necesario para encerrar tanta ida de olla.
Pero hubo una invitada no deseada, la hipnótica vocalista Nico, una imposición de Andy Warhol, secundada también por la mano derecha de este, el cineasta Paul Morrissey, que sugirió que ella cantara todo el repertorio. La razón esgrimida era que a ambos no les gustaba la voz de Lou Reed y de esta manera ofrecían a la gente “algo a lo que mirar”. La verdad es que Warhol era un manipulador nato y acostumbraba a enfrentar personalidades para que de ahí surgiera algo brillante. Y Nico, fiel a su papel encomendado, se ganó el favor de los miembros del grupo que creía más importantes en cada momento generando un efecto desestabilizador. Una relación amor-odio de cuya tensión surgieron obras maestras. Veamos cuáles.
1. Sunday Morning
¿Cuántos han sentido el mundo abrirse bajo sus pies al regresar un domingo a casa por la mañana tras una noche de farra? Lou Reed y John Cale eran unos genios, pero tampoco inmunes a ese sentimiento que cualquier humano decente debería experimentar por lo menos una vez en la vida. Por eso, no se les ocurrió otra cosa que tocar el piano en casa de un amigo a eso de las seis de la madrugada y sacarse esta canción sobre la paranoia, de ahí las estrofas “Watch out, the world’s behind you” (ndr: Cuidado, el mundo está detrás de ti), el pensamiento esquizoide por antonomasia.
Fue la última pieza que grabaron del debut y Nico solía interpretarla en directo, de hecho, se compuso con su voz en mente, pero por alguna oscura razón, a la hora de la verdad, Lou cogió la batuta en la voz principal y relegó a la alemana a los coros. No obstante, muchos creen equivocadamente que la protegida de Warhol canta en dicho tema, ya que Reed suavizó sus tonos hasta casi poder confundirse con una fémina, un hecho que le valió el sobrenombre de Lulú entre la tribu de modernos excéntricos de la Factory, el lugar para ver y ser visto en el Nueva York pop.
2. I’m Waiting For The Man
¿Puede haber algo más sórdido que un rhythm & blues arrastrado narrando en primera persona la búsqueda de drogas en Harlem? El hombre del que habla en la canción es por supuesto el camello y también hay referencias al “mono”, como cuando Lou dice “feelin’ sick and dirty, more dead than alive” (ndr: sintiéndome enfermo y sucio, más muerto que vivo). La moraleja está bien clara, todo alivio y bienestar es momentáneo, por lo menos hasta la próxima dosis.
Esta predilección por la temática turbia les causó varios problemas con las discográficas, en Atlantic, de hecho, rechazaron la grabación por este motivo, mientras que a los señores de Elektra lo que les sobraba era la viola de Cale. Entre una cosa y otra, el disco tardó casi un año en publicarse y finalmente lo hizo de la mano de Verve, una subsidiaria de Metro Goldwyn Mayer a la que Paul Morrissey había encasquetado el master gracias a la presencia de Andy Warhol y Nico, una deslumbrante carta de presentación entre la intelectualidad de la época.
Otro hecho curioso es que se trató del primer corte versionado de The Velvet Underground. Algunos como David Bowie se dieron una prisa escandalosa, ya que a finales de 1966 su mánager le trajo desde Nueva York una demo del álbum ya grabado y para marzo de 1967 ya la cantaba en directo con su banda de entonces The Riot Squad. Ni siquiera se había publicado el disco todavía.
3. Femme Fatale
Todo un contraste frente a la abrasiva pieza anterior, aquí se observa la atracción que la enigmática Nico ejercía sobre el resto del grupo, ni siquiera se libraba el aparente cascarrabias Reed, que compuso este tema, a petición de Warhol, pensando en la vida de la actriz Edie Sedgwick. Quizás a modo de caramelo envenenado, no dudó en regalarle a la rubia modelo esta pieza sobre una fémina implacable que “te halagará para luego despreciarte” antes de admitir en el estribillo que en realidad es un poco “fraude”. Los coros desganados de Lou de fondo también apuntan en esta dirección. Demostración práctica de cómo lanzar pullas sin perder la dignidad.
4. Venus In Furs
El sexo bizarro sigue haciendo levantar la ceja tanto hoy en día como en 1967, conscientes de eso, The Velvet Underground, cuyo nombre estaba tomado de una novela homónima de Michael Leigh en la que se detallaban relaciones sadomasoquistas de dominancia y sumisión, se adentraron en un territorio completamente virgen en la historia del rock. Inspirados en los mundos oscuros de Leopold Von Sacher-Masoch, la sensación se asemeja a entrar en un fumadero de opio por su carencia de intro y su ritmo repetitivo al tiempo que la viola de John Cale golpea como un látigo y suenan embriagantes cascabeles de fondo.
Lo cierto es que ni Reed ni Cale eran aficionados a este tipo de prácticas carnales y su inspiración hay que verla únicamente en clave literaria. Era la canción preferida de Sterling Morrison y muchos artistas góticos han caído rendidos ante su infalible hechizo, caso de Siouxsie Sioux en su proyecto paralelo The Creatures, Rosetta Stone o los maestros del fetichismo neofolk Ordo Rosarius Equilibrio. Ellos desde luego curaron su corazón.
5. Run, Run, Run
Con una letra escrita por Lou Reed en un envoltorio de camino a un bolo en el Café Bizarre, aquí vuelve a aparecer la desesperación del yonqui por conseguir su dosis. Un viaje angustiante a ritmo de rock n’ roll primitivo a lo Bo Diddley en el que no falta un importante elenco de personajes desarrapados como Margarita Passion, que intenta vender su alma a cambio de un chute, o Seasick Sarah, que tenía “una nariz de oro”. Todos ellos unidos por el uso o la búsqueda de droga en el eterno escenario de Nueva York, con alusiones a rincones emblemáticos del calibre de Union Square o 47th Street.
Aparte del inusual solo de guitarra de Lou Reed, también destaca la versión que Julian Casablancas de The Strokes hizo el pasado año para la serie ‘Vinyl’, una producción de la HBO que trata sobre los entresijos del mundo del rock a principios de los setenta. Un proyecto que contaba asimismo con el asesoramiento de Mick Jagger y la colaboración de Martin Scorsese, ya bregado en documentales rockeros como los que ha dedicado a Bob Dylan, The Band o The Rolling Stones.
6. All Tomorrow’s Parties
Si hay algún momento en el que brilla lo indecible la presencia de Nico debería ser en esta evocación nostálgica de la fauna que pululaba por el estudio Factory, el centro neurálgico de la creación para Andy Warhol y los suyos. Ahí era donde la corte buscaba sus quince minutos de gloria y adulaba al emperador con las cosas “más sorprendentes, más locas, más divertidas o más tristes”, según recordaba Reed.
John Cale, sin embargo, en una entrevista en 2006, reveló que en realidad hablaba sobre una chica llamada Darryl, que tenía tres hijos y vivía junto a un matón polaco de malas pulgas. Prueba del resquemor que causaba Nico en el seno de la banda era que incluso varias décadas después Cale admitía a regañadientes que en esa ocasión la modelo cantó bien, aunque “muchas partes estaban desafinadas”. Pocas veces se encontraron críticos tan estrictos.
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