Crónicas

Crónica de Rage + Firewind + Darker Half + Arenia: Noche de reencuentros

«El legado de Rage está a salvo y aún le queda mucho futuro por delante»

19 enero 2018

Mon Live, Madrid.

Texto: Yorgos Goumas. Fotos: Alfonso Dávila

El pasado viernes noche no solo me reencontré con Rage, banda que tenía abandonada desde hace unos cuantos años, sino que también pude constatar in situ las mejoras en la antigua Penélope, ahora llamada Mon Live. Y sí, las odiosas columnas ya no están, el elemento que más molestaba a los asistentes a los conciertos.

Arenia

La primera formación que vi en la renovada sala fueron los gijonenses Arenia, quienes presentaban su segundo disco, ‘El atardecer de los sueños’, una obra conceptual basada en la mitología griega. Musicalmente hablando, estamos ante una banda de power metal obviamente influenciada por sus paisanos Avalanch y Warcry, pero también por agrupaciones como Saratoga o Tierra Santa. La próxima vez los dioses del Olimpo tendrán que darles un empujón sobre las tablas, ya que no solamente les falló el sonido del teclado, sino que también su vocalista parecía tener problemas de voz. Muy digna fue su versión del clásico de los Iron Maiden “The Wicker Man”. Si os gustan los grupos previamente mencionados, puede que disfrutéis de este combo. Sin embargo, lo suyo no deja de ser ese power metal que ya hemos oído cien veces.

Darker Half

Les siguió el cuarteto oriundo de Sydney Darker Half, quienes tampoco tuvieron mucha suerte con el sonido ya que, durante el primer tema, solo se oía al vocalista y la batería. Poco a poco, la cosa mejoró. Lo suyo es una mezcla entre el power y el thrash de la vieja escuela, algo así como si metiéramos en una coctelera a Megadeth (“Lost In Space”), Mercyful Fate (“Voice of the Dead”, “Stranger”) y Helloween (“Aliens Exist”). Tal y como nos contaron, los Maiden fueron otra de sus influencias: de ahí que se lanzaran a interpretar su “Aces High”. Antes que sonara “Heaven’s Falling” dejaron caer los riffs de “Back in Black” y “Thunderstruck”, homenaje a sus más célebres paisanos, de cuyo nombre no quiero acordarme. Entretenido, pero sin nada que les haga destacar entre tantas otras bandas.

El panorama cambió totalmente con la entrada al escenario de Firewind. Subieron al escenario dispuestos a arrasar… y lo consiguieron. Es innegable el gancho de “Ode to Leonidas” y “We Defy”, los dos singles de su último disco, ‘Immortals’; con ellos dieron el pistoletazo de salida a su concierto. Sirvieron para demostrar el buen estado de forma de la banda, con la guitarra de Gus G. echando chispas, la voz del ex Metalium, Henne Basse, resonando por todo lo alto; un Bob Katsionis alternando como loco entre la guitarra y los teclados, en ocasiones tocados a la vez; un Petros Christodoulidis tranquilo pero confiado con su bajo y un Johan Nuñez aporreando la batería de manera espectacular. Sus clásicos, “Head Up High”, “World on Fire”, el instrumental “The Fire and the Fury”, “Mercenary”, “Between Heaven and Hell”  y “Falling to Pieces”, encajaron a la perfección con cortes como “Few Against Many” o “Wars of Ages”.

Firewind

Firewind se lo estaba pasando bomba sobre las tablas e incluso bromearon al decir que iban a tocar un tema inédito; fue entonces cuando comenzaron a interpretar la melodía del “Careless Whisper” de George Michael. Mención especial a nuestra colaboradora, la televisiva Diva Satanica (Bloodhunter) quien, desde la intro hablada (que se la sabía de pe a pa) hasta la última nota, no paró de botar y corearlo todo, incluso las notas de los solos. Por cierto: tiene el título de su último disco tatuado en su espina dorsal. Algo me dice que es muy fan…

Con el respetable más que contento con la actuación de Firewind, todo estaba preparado para recibir a Rage. Como dije antes, desde ‘Soundchaser’ (2003) les tenía bastante abandonados; se me había olvidado la capacidad de Peavy Wagner de escribir temas que están hechos para ser coreados con los cuernos en alto. No ha perdido esa habilidad, tal y como quedó patente con su nuevo tema, “Justify”. También admito que tenía dudas acerca del estado físico de Peavy pero, afortunadamente, su gran peso no le impide mantener sus pulmones y su voz en plena forma. Menudo vozarrón tiene; en ningún momento se quedó sin aire. Es un grande en todos los aspectos.

Peave Wagner (Rage)

Enseguida volvimos al pasado con “Sent by the Devil”. Marcos Rodríguez, quién obviamente echó de mano del castellano en todo el concierto, ya que es venezolano, dijo con sorna que fue compuesto el año en el que nació. “From the Cradle to the Grave” sonó majestuoso incluso sin la necesidad de una orquesta. Peavy, entre tema y tema, demostró su gran sentido del humor. Para muestra, lo que afirmó al ver la sala prácticamente llena antes de lanzarse a interpretar “My Way”: “Me alegro ver a tanta gente que no sucumbe a las mierdas comerciales y sigue escuchando a metal a su manera”. A continuación, volvió al pasado con “Nevermore” y saltó a nuestros días con “Seasons of the Black”.

Marcos Rodríguez (Rage)

Este juego de alternar temas actuales con más viejos prosiguió: de “End of All Days (1996) avanzamos a “Turn the Page” (1998) y “Straight to Hell” (2002) para luego volver al “The Price of War” noventero y, de ahí, pasar al presente con “Blackened Karma”, muestra vigente de la capacidad de Peavy de crear estribillos adictivos. Dicho sea de paso, su videoclip fue rodado en Madrid por el equipo de producción liderado por Jorge Escobedo (Sôber) y Roberto Peromingo. Más datos: el baterista Vasilis Maniatopoulos (por cierto, alumno del ex Rage Christos Efdimiadis) es manager de varias bandas y, una de ellas, es, precisamente, Sôber, quienes vieron el concierto desde el lateral del escenario.

“Don't Fear the Winter” cerró el set principal para conducirnos a unos bises que arrancó con un “Higher Thant the Sky”, que incluyó en su parte intermedia un sentido homenaje a Dio. Marcos hizo una más que digna reproducción de la inimitable voz del elfo del metal en “Heaven and Hell” y “Holy Diver”.

Al acabar el show, tuve la ocasión de charlar con Vasilis. El batería subrayó el mal estado que había encontrado a Peavy después de las movidas que había tenido con Victor Smolsky, ya que estaba dispuesto incluso dejar el mundo de la música. Fue entonces cuando acudió en ayuda de su amigo. Vasilis tenía un buen trabajo como economista en el sector del automóvil, pero le surgió la oportunidad de unirse a la banda y cumplir su sueño de ser músico y manager, así que se tiró a la piscina de cabeza. Afortunadamente, tanto su intervención como la de Marcos insuflaron nueva vida a Peavy.

Nos alegramos verle con las ganas renovadas y en forma, tanto física, como compositiva. El legado de Rage está a salvo y aún le queda mucho futuro por delante.

Redacción
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