Crónicas

Saurom en Madrid: Éxtasis mágico

«Prometieron un viaje mágico y fue eso y mucho más. Pocas bandas hay que se propongan y consigan desatar sonrisas tan generalizadas como los gaditanos»

15 septiembre 2018

Sala La Riviera, Madrid

Texto: Jason Cenador. Fotos: Marta G. Paniego

Son personas de palabra los juglares. Honestos en su actividad, bravos en su ambición y fieles a la muchedumbre que los vitorea allá a donde van, jamás defraudan sobre un escenario. Por eso, cuando prometieron que el show de Madrid iba a ser “un viaje mágico”, todos lo creímos a ciegas, ni un atisbo de duda asomaba entre los acólitos a su causa.

Y así fue; ante una Sala La Riviera abarrotada, en la mayor entrada que los gaditanos han registrado en la capital – y eso que el verano festivalero aún está harto reciente –, Saurom ofreció un concierto para el recuerdo, otro más, al que no le faltaron sorpresas, parafernalias escenográficas a la altura de la relevancia de la cita e infinita química entre el público y unos músicos que jamás han despegado los pies de la tierra para dejar de ser ellos mismos. Enfatizaba Miguel, el vocalista, la voluntad de sorprender que atesoraran en cada concierto, y que siguen esforzándose para ello. Pues bien, misión tras misión, siguen cumpliendo cuales héroes modernos de nuestra escena.

El concierto arrancó a su manera, diferente, inusual. Desde un lateral trasero de la sala, la banda murciana de folk Wyrdamur, que no precisa electricidad para ser cuando menos enérgicos en unas piezas musicales que llevan años defendiendo en un sinfín de lugares de todo el país, irrumpieron para desfilar, estandarte medieval incluido, entre todo el público a ritmo de poderosos tambores y gaitas que desde la lejanía eran menos audibles. Un buen rato duró su jarana de folk acelerado, acompañada de palmas, antes de que se hiciese la penumbra y un hombre apareciese en el escenario hojeando un libro bajo un árbol que resultó ser otra persona disfrazada. Y se le aparecieron las hadas encarnadas en bailarinas. Y danzaron y danzaron al son de una bucólica intro folkie hasta que en la pantalla que presidía la parte trasera del escenario, los vivos colores se oscurecieron y arribó la tormenta. Y así ligaron con los primeros compases de “El monte de las ánimas”, uno de los temas más largos y épicos de su discografía que constituyó un arranque formidable.

Estaban decididos a meternos en harina haciendo uso de su faceta más enérgica, tan vigente como ayer en tiempos en que el folk rock más colorido predomina en sus temas. Por ello, prosiguieron con la poderosa “Dies Irae” y la vibrante y categórica “El laberinto de los secretos”, una de las sorpresas que nos deparó el repertorio de la noche.  Nos dio entonces la bienvenida “a un viaje mágico” el frontman, al principio más contenido y que después iría soltándose en su habitual desenfado y afable sentido del humor.

Aunque el recibimiento de las anteriores no fue cosa menor – en otras palabras, fue cosa mayor, que diría cierto barbudo al que no echamos de menos –, la celebración colectiva cuando fue anunciada “La leyenda de Gambrinus” puso de manifiesto la increíble popularidad con que cuentan los temas de sus dos últimos trabajos entre su público. Lo cierto es que el tema, coreable a más no poder, funciona a las mil maravillas en directo. El hombre orquesta y piedra angular de la banda, Narci Lara, echó mano de flauta y violín alternativamente en la vitalista “Músico de calle”. Durante el concierto también tocó la gaita y, por supuesto, la guitarra, en otro ejercicio de versatilidad supina. A todo esto, Raúl Rueda cambió por unos instantes la guitarra eléctrica por el laúd. En posible alarde de la internacionalización que la banda ha experimentado en los últimos años, la pantalla exhibía durante el tema imágenes de Estados Unidos, donde ya se han dejado caer. Y volverán.

Miguel Ángel Franco y Raquel Eugenio

Miguel volvió a dirigirse a la audiencia animándonos a montar “un buen pitote”, y dio la bienvenida al escenario a quien fuera flautista temporal de Mägo de Oz, Diego Palacios, que participó en la aclamadísima “Noche de Halloween”, donde una bailarina draculina y otros bichejos simpáticos y pesadillescos al mismo tiempo hicieron acto de presencia. La fiesta estaba ya por todo lo alto, y por eso “La posada del Poney Pisador”, única representante de aquel insigne doble cedé titulado ‘Sombras del Este’, algunos de cuyos temas bien merecería ser rescatados de cuando en cuando, fue perfecta para proseguir con el jolgorio.

“La mujer dormida (La leyenda de Popocatépet & Iztaccíhuatl)” nos devolvió a los Saurom más actuales, con la primera intervención de la cantante Raquel Eugenio, cuya voz es de justicia decir que es fabulosa. Fue una estupenda antesala a “Cambia el mundo”, ese himno de positividad y amor por nuestro planeta que anima a todos y todas a hacer de él un lugar mejor en el que vivir. Así lo hizo Miguel antes de inaugurarla, con los miembros de Wyrdamur en escena poniendo a prueba las membranas de sus enormes tambores y animando el cotarro de lo lindo.

Otro invitado de envergadura de la noche fue Joaquín Padilla, vocalista de Iguana Tanto y artífice de la saga ‘Legado de una tragedia’, basada en la figura de Edgar Alan Poe. Los seguidores de Saurom y los propios componentes de la banda lo conocen también por cantar temas de Saurom en ‘La ruleta de la suerte’, el programa televisivo donde trabaja, de modo que se ganó con creces el derecho  de cantar “Vive” a dúo con Miguel. ¡Menuda dupla!

Entramos así en una nueva fase del show en la que los medios tiempos se llevaron la palma. El primero fue “El romance de la luna, luna”, basado en el homónimo texto de Federico García Lorca, que nos puso el vello de punta y en la que concurrió de nuevo la hermosa voz de Raquel. “Soñando contigo” dio paso a “El hada y la luna”, preciosa pieza que acabó por empañar los ojos de más de uno. El viaje estaba siendo mágico, como dirían en Costa Rica, aquel país que tan bien les recibe, “pura vida”. Sí, “Vida”, algo más descafeinada a ojos de este cronista, fue la siguiente en caer.

Era momento de agitar el meollo, de enfilar una larga recta final en la que quedarse quieto sería pecado capital. “El saltimbanqui”, de su queridísimo debut ‘El guardián de las melodías perdidas’, es perfecta para  azuzarnos a saltar, cosa que no paraba de hacer José Gallardo, acaso el bajista más inquieto y divertido que uno puede disfrutar sobre un escenario. Qué manera de vivirlo y de hacérnoslo vivir, qué manera de gozarlo y hacernos gozar. Algunos van al gimnasio a ejercitarse; él tiene para ello los conciertos de Saurom.

“La musa y el espíritu”, tan emocionante como siempre, no podía faltar a su cita, y fue sucedida por “El arquero del rey”, legendaria para todos los amantes de la vieja escuela de Saurom y otra de las sorpresas de setlist. Mucho más habitual, ineludible de hecho, es “La batalla con los cueros de vino”, festiva y alegre hasta extremos, en la que Wyrdamur volvió al tablado para arrojarnos desde él un buen número de globos gigantes y coloridos que fueron desplazándose sobre el público. Mira que uno lo intentó, pero no hubo manera de darle a ninguno de ellos. Frustraciones baladíes en la felicidad absoluta.

El concierto ya iba durando lo suyo, pero a la mayoría nos parecía que había empezado cinco minutos atrás. Había fuerzas a raudales para corear el pegadizo estribillo de “Sueños perdidos”, y para dejarse el alma al son de la emotiva y desgarradora “Se acerca el invierno”, basada en Juego de Tronos, en la que Miguel encarnó a Eddard Stark y Raquel a Catelyn Tully. La canción es majestuosa, intensa, bonita, brutal.

Hubo tiempo para que Narci tomase la palabra y recordase a Julia Medina, colaboradora habitual de la banda y que lamentó no poder estar en ese concierto… porque se presentó a Operación Triunfo y fue seleccionada. Le grabaron un vídeo en el que la gente no paró de corear su nombre. ¿Trascenderá, gracias a ella, el nombre de una de las bandas de rock y metal más importantes de nuestro país en aquel espacio televisivo tan ajeno para muchos de nosotros?

Con un diablo impertérrito – el disfraz era, cuando menos, genial – y una diablesa que bailaba de un lado al otro de la escena, llegó “El carnaval del diablo”, tan aplaudida como la irresistible “Dracum Nocte”. Llegó entonces el momento que Miguel considera su favorito. “El del Colacao y a la cama”, bromeó antes de desvelar el verdadero, el que trae consigo “El círculo juglar”, al son de la cual un enorme círculo se forma en el público. Antes de acometer la canción, hubo un fugaz homenaje por parte del cantante a Bob Esponja. ¿Por qué no?

La fiesta ya era total, y por eso “Fiesta”, con malabaristas y demás artistas bajo los focos, era la ideal para asomarnos al final del concierto.  Pocas bandas demuestran un afecto tan sincero con su público, y así lo volvió a probar el discurso abierto y afable de Miguel, que llamó a todos los que intervinieron a lo largo de la noche para superpoblar el escenario en “La taberna”, con el infalible teclista Santi Carrasco haciendo uso del acordeón – antes lo había bordado con su instrumento e incluso con el violín – y con todo el respetable volcado en quemar sus últimos cartuchos.

Prometieron un viaje mágico y fue eso y mucho más. Pocas bandas hay que se propongan y consigan desatar sonrisas tan generalizadas como los gaditanos, que ahora se preparan ya para cruzar de nuevo el Atlántico. Están en su apogeo y aún tienen muchos años por delante para seguir engrandeciendo su figura. Gracias por existir, pishas.

 

Jason Cenador
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Esta entrada fue escrita por Jason Cenador

1 comentario

  • Juandie dice:

    Extensa crónica de Jason Cenador en la mejor sala de Madrid a través de una de nuestras mejores bandas que si en estudio son buenos en directo son demoledores. Parece que ha calao muy bien en nuestro país su último álbum de estudio.

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