Crónicas

María Guadaña y los Afiladores: Fuerza y seguridad

«María Guadaña es la Frankenstein sin tornillos creada por Herminia Martínez tras profanar de su cementerio un corazón roto, un cerebro incisivo, dedos retorcidos y un alma negra»

7 noviembre 2019

Sala Siroco, Madrid

Texto: Juan Manuel Vallecillo Muñoz. Foto: Charles Equal

Acababa de perder el AVE de Jaén a Madrid y, aunque podía haber esperado una hora y media en la flamante estación hasta que saliera el siguiente tren (nótese el sarcasmo), me decidí a tomar el tranvía de la línea del aeropuerto para hacer el trayecto en avión porque, debido a la exagerada promoción que desde las instituciones públicas se le está dando a la catedral, al castillo, a los baños árabes o al museo íbero, aquello se empezó a llenar de turistas con sus ya cansinas camisetas "I love Jaén" color verde oliva.

Bromas aparte, la misteriosa atractiva y, sin embargo, siempre olvidada y rechazada Jaén languidece en el altar esperando que alguien le dé algún "sí". No obstante, pese a que su vestido de novia hace tiempo se tornó gris, todavía conserva el brillo en los ojos. Esta ilusa ilusión de las jiennenses se manifiesta, sobre todo, en el campo musical y, desde allí, no paran de llegarnos sorprendentes, novedosas e ingeniosas propuestas. Una de las más significativas es (esta vez por voluntad propia) otra "no novia". María Guadaña es la Frankenstein sin tornillos creada por Herminia Martínez tras profanar de su cementerio un corazón roto, un cerebro incisivo, dedos retorcidos y un alma negra. Después, en un humeante laboratorio, solo hay que esperar a que llegue la gran tormenta con sus rayos azules ("blues") y sus truenos rockeros. Cuando aquella electricidad atraviesa su cuerpo, la misma muerte se cuela en nuestro mundo, la novata y gentil Herminia se convierte en "La Guadaña" y, con más tablas que la Durcal, nos introduce en el suspense de la peliaguda película de una peligrosa pelirroja. Más o menos eso es lo que viene ocurriendo en los directos de María Guadaña y Los Afiladores, y el pasado jueves, durante su gira "Siega Corazón" para presentarnos su insigne EP ‘Remedios Paganos’ en la sala Siroco de Madrid, también ocurrió.

Un lúgubre ramo de rosas presidía el escenario antes de que la banda comenzara, y fue lo único que permaneció en él cuando terminaron. Tal vez, a pesar de exhibir, incluso con cierta indiferencia, un despliegue de energía que solo se puede traducir en una brutal reivindicación de independencia y libertad, el poso, el sedimento, a fin de cuentas el sentimiento que al final queda en sus temas, es un "lo que pudo ser y no fue". Esa neblina de melancolía, representada en aquel ramo, es la que, a veces sin querer, nos dejan sus canciones más definitorias y emblemáticas como la irónica dulzura de "Peregrino" sobre todo pero, también, el genial vals de "la no novia" y el enigmático blues con el que, dominando el melisma, María Guadaña empieza sus conciertos y se reencarna en, paradójicamente, el único ser inmortal: "La muerte".

Los Afiladores son, exactamente, eso. Los cuatro músicos que afilan a "la Guadaña" y, con excelsos arreglos, consiguen que sea más aguda en el mensaje, más firme en el objetivo y más tajante en el carácter. Rober García, a la batería, es el capo en la sombra manejando los tiempos y la potencia. Nacho Pérez, con la guitarra, está tan involucrado en este crimen que siempre muestra una complicidad máxima con "la Guadaña" y es el único que le sostiene la mirada y sonríe. La vampiresa Mey Alean, en el bajo, brilló por su elegancia y se mantuvo en constante vigilancia para coordinar el delito. Finalmente, me gustó todo lo que perpetró Chavi Ontoria. Por eso, intuyo que él es el que esconde, entre sus teclas, las claves, el código y la contraseña con las que el pasado jueves se abrieron las puertas del inframundo.

Además de interpretar los cinco temas de su EP ‘Remedios paganos’, nos regalaron un buen puñado de magníficas nuevas canciones muy contundentes que auguran, sin duda, un merecido éxito en su próximo disco. "Preto", "Imagina", "Trinidad", "Amanece alimaña" o la triste "Al viento", entre otras, serán las que, en breve, cante el público de "la Guadaña", que siempre llena las salas. También, versionaron haciendo suyo "Cuando pase el tiempo", un emotivo tema de Marc Parrot. Sin embargo, en mi opinión, los momentos álgidos de la noche fueron los sensuales. Así, con mi preferida, la salvaje "Oxitocina", nos deslumbraron y más adelante lo volvieron a hacer despidiéndose con la ochentera "Cuanta belleza".

Por mi parte, a Herminia le deseo algún que otro desamor y varias noches en soledad profanando su cementerio para que siga componiendo y perfile, aún más, a la punzante María Guadaña. Se lo deseo sin acritud. No solo por la originalidad de su música y de sus letras o por lo mágico de sus conciertos sino porque, sobre todo, es un personaje necesario en la sociedad actual. Frente al machismo tóxico y retrógrado que prolifera en el reggaetón, que cosifica a las mujeres y que, por supuesto, ni siquiera los hombres lo aplauden, la Guadaña representa el verdadero feminismo. Una mujer fuerte y segura, capaz de emerger de las ruinas y, con inteligencia, buen humor y tesón, construir de nuevo. Que conoce su potencial y que si alguna vez hay que dotar de armas es porque, lejos de absurdas fragilidades o compasivas protecciones, siempre hay que armar, precisamente, a nuestras mejores guerreras.

Por todo ello, estoy convencido de que esa industria musical que promueve y divulga los mensajes machistas de cierto reggaetón que tanto puede dañar a los jóvenes, muy pronto rectificará y volverá a poner en valor la igualdad (nótese el sarcasmo de nuevo).

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Esta entrada fue escrita por Redacción

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