Crónicas
Loquillo: La patria de las caderas
«Un impresionante despliegue de energía y actitud»
16 noviembre 2018
Sala Cubec, BEC Barakaldo (Bizkaia)
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Ver gente guapa es algo que anima a cualquiera. Uno de esos bálsamos imprescindibles para estados de decaimiento del espíritu que deberían recetarse cada cierto tiempo para no volverse completamente loco. Un concepto que abarca casi tanto como la misma noción de belleza a lo largo de la historia. Desde Plotino que identificaba esta cualidad con el interior y la sabiduría profunda hasta Baudelaire que incluía en la hermosura cierta dosis de provocación y elemento de sorpresa, un seísmo desestabilizador similar a un rotundo golpe sobre la mesa. La purificación mediante el fuego.
Un vasto imperio con taconeo triunfal y caderas donde nunca se pone el sol que en tantas ocasiones ha evocado Loquillo en sus canciones, e incluso en títulos de discos tan poco dados a la ambigüedad como ‘Su nombre era el de todas las mujeres’ o ‘Mujeres en pie de guerra’, banda sonora del documental homónimo de Susana Koska de 2004. Circunstancias que no han evitado que algún tema suyo haya acabado censurado por ese inapelable tribunal de la corrección política contemporáneo que con bastante arbitrariedad y nulo criterio dicta lo que se puede o no se puede decir. La dictadura de los ofendiditos. Jamás un lobby tuvo tanto poder en la sombra.
Lo cierto es que en este país de miserables siempre se castigó la integridad y la fidelidad a unos principios, solo hay que ver la representación política que han tenido durante décadas las formaciones que defendían precisamente eso y se bajaban el sueldo cuando tocaba hacer huelga, un compromiso ético a años luz del de los habitantes de chalets de la izquierda hipster de hoy en día. Todo un ejemplo de coherencia lo encontramos asimismo en esa gira de ‘40 años de rock and roll actitud’ con la que el Loco se anda recorriendo la península para celebrar el casi medio siglo desde que decidiera subirse a un escenario en el Cabaret Tabú de Barcelona en 1978.
Cerca de 4.000 asistentes no se quisieron perder tan magno evento y abarrotaron el pabellón multiusos de Barakaldo. Un respetable variopinto e intergeneracional copó el recinto y por ahí se pudieron ver desde veteranos con su desgastada camiseta y chupa de cuero hasta grupillos de chavalas en edad de merecer o hembras de las que ya no se arrugan ante nada. Una parroquia como solo puede congregar una ristra de himnos que forman por derecho propio parte indisoluble de la historia del rock en español.
No llegamos a tiempo para la cantautora folk Nat Simons, por lo que nos sumergimos de inmediato en la electricidad que proporcionó Loquillo con la rotundidad de ese “Rock and roll actitud” que se antoja casi un salmo imprescindible para adentrarse en el mundo de la música. Sin aflojar en rectitud encadenó “El hijo de nadie” para demostrar que a los tipos con agallas nadie nunca les regaló nada, y en “Territorios libres” ondeó con orgullo la bandera de la patria de las caderas. Pocos despliegues de energía se pueden ver hoy en día de este calibre.
Sus reputados acompañantes, que ya se asemejan a una suerte de E Street Band patria, engrandecieron gracias a sus respectivos aportes un legado que por lo que contemplamos aquella noche ha perdido su condición de producto generacional para transitar en vía directa hacia la inmortalidad. A esa impresión contribuyó “El mundo que conocimos”, con proyecciones de fondo de protestas durante el franquismo, de ese fraude democrático que algunos llamaron Transición y así hasta llegar a la época contemporánea con el infame mandato de Aznar, cuyas imágenes fueron abucheadas por parte del respetable. Dejaron a la política descansar y se pusieron más sentimentales con “Cruzando el paraíso”, donde fue inevitable acordarse del fallecido Johnny Hallyday que cantaba junto a nuestro hombre de negro la versión en estudio. En lugar del mítico rockero francés apareció en escena la telonera Nat Simons, una chica guapa con melenita y voz melosa que parecía un tanto nerviosa, pero que acabó bordando su papel encomendado. Fue una delicia escuchar ese contraste entre la voz rotunda e inapelable del Loco y los delicados tonos de la cantautora folk. De poner pelos de punta.
La banda se aproximó a la primera línea de fuego para el country “Brillar y brillar” antes de que Igor Paskual se pusiera a juguetear hasta desencadenar el inmortal riff de “El Rompeolas”, casi nada, gargantas elevadas de ipso facto mientras el frontman se echaba el cigarrito de rigor, como manda la tradición. Y sobrecogió que rescataran esa pieza sobre “la vuelta de los fantasmas” llamada “Antes de la lluvia”, parte de la BSO de ‘Mujeres en pie de guerra’. Una pena que no se animaran asimismo a desenterrar la reivindicativa “Viva Durruti” o la impagable revisión de Aute “De tripas corazón”.
Otra tonadilla de poso combativo se antoja “Memoria de jóvenes airados”, y pese a que en un inicio el carismático voceras pille taburete para “Rock suave”, no tarda en despojarse de cualquier tipo de apoyo para enmarcar otra de esas interpretaciones suyas de “dejar cantar al corazón”. Uno de los momentos álgidos del show sigue siendo cuando Igor se arranca con las notas del “Get It On” de T.Rex, oda perpetua al rímel y a la boa de plumas, que cristaliza en un “Carne para Linda” en el que Loquillo se pega un garbeo por la primera fila saludando a los fieles y hasta pillando un cartel que decía “Me caso”. Curiosas maneras de declararse.
Bastan quizás décimas de segundo para que la concurrencia reconozca los inefables golpes de batería de “Ritmo del garaje” y se desate la locura absoluta y las gargantas se eleven hasta el infinito; el entusiasmo era tal que el Loco apenas abrió la boca. Y para cerrar el primer tramo del bolo se acordaron de aquel “Rey del Glam” de Alaska y Dinarama que han recuperado en los últimos tiempos, aunque de una manera más enérgica que la original.
Regresaron con un nostálgico “En las calles de Madrid”, que precisamente rinde homenaje a Parálisis Permanente, Kaka de Luxe, Gabinete Caligari y otros combos que hicieron de percutor en los ochenta a la hora de crear una escena en el foro reconocida internacionalmente. Siempre agrada escuchar ese “Luché contra la ley” que recuerda indefectiblemente a The Clash en su versión inglesa, pese a que el tema original ande firmado por The Crickets. “Chanel, cocaína y Dom Perignon” sigue siendo un himno absoluto a las hembras con clase, previamente a que se sumerjan en un viaje al fin de la noche en “El crujir de tus rodillas” con su aroma a The Cramps, gritos espasmódicos y letra no apta para monjas contemporáneas de las que piden prohibir besos. Casi en plan doo-wop se tornó “Piratas”, con aquella épica frase de “he modelado una bandera que, como todas, es para quemar” capaz de desatar el delirio en cualquier juez chalado. Profundizaron en la onda rockabilly con “El hombre de negro” y ese “Quiero un camión” que siempre nos parece lo peor del concierto por su excesivo tono pachanguero.
Por fortuna, el tormento festivo duró poco, pues “Esto no es Hawaii” nos agrada más por su aire Beach Boys. “No soy de los que hablan en los conciertos, me parece un puto coñazo”, rompió el Loco su tradicional mutismo para ensalzar el valor del “equipo”, sus escuderos, que en realidad son mucho más que eso, a la par que defendía el carácter multicultural de su ciudad natal al decir “Desde Barcelona ciudad, me gusta sumar, no restar”, todo un pullazo a supremacistas que hablan de bestias y demás disparates.
Imposible que no se desaten las emociones a flor de piel en “Rock & Roll Star” o en esa “Cuando fuimos los mejores” en la que los colegas se apresuraron a inmortalizar fotos. Turno entonces para acordarse de los pioneros, de aquellos grupos que durante el franquismo marcaron a muchos por “su actitud”, como Los Salvajes, Los Sírex o los mismos Lone Star de “Mi calle”. Y si no dejan de proliferar ridículas listas fascistas de temas que se pueden y no se pueden escuchar, ahí estaba “La mataré” para desafiar a todos aquellos que no tienen ni la más remota idea de qué habla en realidad la canción, un reflejo y denuncia de aquella España profunda en la que las mujeres todavía eran una propiedad más, al igual que los muebles de una casa.
Tras más de dos horas, poco faltaba para quedarse extasiado, pero todavía aguardaba “Feo, fuerte y formal” y el inevitable “Cadillac solitario” cuyos desgarradores gritos de “nena” resonaron hasta la estratosfera. Un impresionante despliegue de energía y actitud que les asegura por lo menos otros cuarenta años en la patria de las caderas. Quizás la única por la que merezca la pena partirse la cara. O no.
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1 comentario
Y LOQUILLO otra noche más sigue ofreciendo uno de los mejores directos de nuestro país con esos temazos que marcaron a toda una generación.