Crónicas

La Raíz + Machete en Boca: Memoria histórica

«Otros serán más conscientes cuando hayan pasado años y años y de repente, sus labios dibujen aquella frase que los amantes de la música sin fronteras generacionales hemos envidiado en más de una ocasión: “Yo estuve allí”»

13 mayo 2018

Auditorio Miguel Ríos, Madrid

Texto: Jason Cenador Fotos: Javier G. Hualde

Comentaba un amigo, de camino al mastodóntico auditorio de Rivas Vaciamadrid donde tantas noches de gloria eléctrica hemos disfrutado, que vivimos en unos tiempos en los que suceden acontecimientos históricos de cuya magnitud no somos conscientes. Solo a toro pasado, cuando el sosiego de la perspectiva permita hacer un análisis más concienzudo de los sucesos, muchos se darán cuenta de la envergadura de lo acontecido. Lo mismo, siendo muy optimistas, la erosión social sufre un vuelco tal que se logra secar de interpretaciones sectarias, tan extendidas en los medios absorbidos por la inmoral concentración informativa, los sucesos relatados.


En la música que se preserva contra viento, marea y mordazas como altavoz por las causas justas y frente a los atropellos de los de siempre, aquella que describe ciertas coyunturas históricas con la clarividencia y conciencia crítica de la que otros carecen, los valencianos La Raíz también están haciendo historia. Muchos de los presentes este domingo de fiestas de Rivas Vaciamadrid en el mismo lugar donde horas antes se celebraba el Festival Rivas Rock, no pocos valientes entre ellos con jornada laboral el día siguiente, son sabedores de lo que supone vivir en tus propias carnes un show de los de Gandía en el marco de esta gira de despedida momentánea bautizada inequívocamente como ‘Nos volveremos a ver’. Otros serán más conscientes cuando hayan pasado años y años y de repente, sus labios dibujen aquella frase que los amantes de la música sin fronteras generacionales hemos envidiado en más de una ocasión: “Yo estuve allí”. No falta memoria histórica en las letras de La Raíz, y no faltará memoria histórica, desde un prisma diferente, cuando nos topemos con ese futuro en el transcurso de esta corta vida que, aunque sea domingo, hemos venido a exprimir como un limón.

Exprimen también su vitalidad y su energía las primeras protagonistas de la noche, un agitado conjunto de rap llamado Machete en Boca e integrado mayoritariamente por combativas féminas que, sobre las bases de su DJ, volcaban con fiereza y sin demasiada meticulosidad técnica mensajes de lucha y libertad, poniendo en práctica la siempre admirable iniciativa de aprovechar un escenario y un arte tan permeable como la música – en este caso, en un estilo divergente sobre el que aquí nos ocupa – para clamar y propagar mensajes de confrontación con lo que oprime, tergiversa o atenta contra la libertad y la igualdad entre los seres humanos. Con especial hincapié en la lucha feminista, la actuación de desarrolló mientras el público ibaincrementándose paulatinamente.

Son increíbles las cotas de devoción y militancia que La Raíz ha logrado entre su público. Convertidos ya en un fenómeno de masas, los levantinos son capaces de desencadenar auténticos delirios entre sus admiradores y admiradoras, que esperaban con la adrenalina a flor de piel a que las luces se apagasen y sonase la emocionante intro de su último trabajo de estudio, aquel ‘Entre poetas y presos’ con el que definitivamente escalaron hacia el techo del panorama y alcanzaron una audiencia aún más diversa.

Y al fin emergieron en escena diez de los once integrantes de esta delicia de mestizaje, rock, melodía, épica y mucha, mucha conciencia social para succionar alguna que otra lágrima de las que brotaban al son de “Entre poetas y presos”, himno sin paliativos en el que hizo acto de presencia una bandera republicana y que dio paso a la emocionante “Borracha y callejera”, para la que subió al tablado el siempre alegre y dinámico Sen-K completando el populoso plantel en escena.

Aquello seguía siendo un hervidero con canciones como “La voz del pueblo”, “Muérdeles” y “Jilgueros”, tres odas a la diversidad a todos los niveles, a la crítica social más ingeniosa y certera. A la magia que solo La Raíz puede emanar de esa manera. Un ensalzamiento a todos los pueblos precedió a “Donde duerme el chamán”, otra genialidad que dio paso a “Nuestra nación”, en la que la bandera que apareció fue la de la tan injustamente ultrajada Palestina. La vibrante “Llueve en semana santa” puso frente al espejo a la religión católica con una letra tan explícita como aguda. A su comienzo, las cruces que aparecían en las pantallas de leds, que iban proyectando imágenes de acorde a los temas, nos metían en harina. Igualmente formidable es la lírica de “Por favor”, otra canción absolutamente genial.

Manifestaron entonces, en alusión a Rivas y el signo político de su Ayuntamiento, uno de los más progresistas de la región, que estábamos en uno de los núcleos rojos de Madrid, resaltando que en las proximidades se encontraba la trinchera del Jarama y recordando a los combatientes que cayeron en la Guerra Civil en defensa de la República. “¡Madrid será la tumba del fascismo!”, proclamaba el publico antes de que sonasen los primeros acordes de “Suya mi guerra”, otra pieza repleta de dignidad y memoria histórica.

La sorpresa de la noche llegó cuando invitaron al conocido y reivindicativo humorista Facu Díaz, cuya faceta de batería quedó al descubierto durante “El circo de la pena” y “El lado de los rebeldes”, en las que estuvo a cargo de las baquetas. Valoraron la existencia de eventos como este tildándolo de “oasis” en tiempos en que la inspiración está, a su juicio, en hora bajas (más que la inspiración, la consideración por el arte verdadero, diría yo), y nos incitaron a seguir luchando antes de “Eligiré”, sucedida por una “Radio clandestina” que fue pretexto ideal para alguno de los pogos más grandes de los muchos que acontecieron. La gente estaba más que animada.  “Solo quiero de ti” fue la siguiente en liza, tras la que llegó el momento de un oportuno discurso en defensa de la libertad de expresión, poniendo de relieve que “cada día están encerrando más el arte”. Cayó entonces “La hoguera de los continentes”, evocadora, preciosa, conmovedora. Fue, sin duda, uno de los pasajes más apasionantes de toda la actuación.

Los bises arrancaron con la soberbia “Rueda la corona”, todo un ejercicio de astucia letrística y mordacidad antimonáquica ante el que se rindieron mil personas coreando a una vez. Apuesto a que incluso los latidos estaban sincronizados. En el interludio del tema recordaron las proclamas de Soziedad Alkohólika cuando cantan aquello de “quieren taparnos la boca (…) porque no pensamos como quieren ellos” e hicieron una encendida defensa de la libertad de expresión, mencionando también al rapero Valtonyc, damnificado por la represión que en estos días sufre, por desgracia, un derecho tan fundamental. Uno como otros que están siendo cercenados.

El broche de oro, la catarsis definitiva, arribó con “A la sombra de la sierra” y “Nos volveremos a ver”, en la que aprovecharon para reivindicarse en un largo discurso. El fin de fiesta dejó tras de sí la indeleble sensación de que estamos ante una de las bandas más grandes de nuestro tiempo en uno de sus mejores momentos. Pero sus tiempos, su manera de sentir la música y de poner en práctica esa dignidad y franqueza que siempre han profesado, han determinado que tras este tour se tomen un respiro indefinido. Precisamente por esa honestidad que destilan, no me cabe duda de que serán consecuentes con el título de la gira. Nos volveremos a ver.

Jason Cenador
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