Crónicas
Rock Fest Barcelona 2019: Descarga incesante
«Expectante declaración de intenciones de ese Michael Schenker Fest que tan buenas sensaciones está dejando en tour»
5 julio 2019
Santa Coloma de Gramanet, Barcelona
Texto: Josep María Fleitas. Fotos: Irene Serrano e Íñigo Malvido
La buena música, el buen sonido, el calor, la humedad ambiental, el compañerismo y la normalidad cívica estaban siendo los protagonistas destacados tras el primer día de festival en el verde alfombrado parque de Can Zam, factores que se incrementaron en esta segunda jornada de festival.
Tras una noche personalmente agitada, un pequeño puñado de horas de descanso fueron suficientes para recargar mis baterías y regresar a Santako para disfrutar desde primera hora de lo que fue un intenso y variado día de unas sensaciones que inicié ante la buena propuesta de los Beast in Black del exguitarrista de Battle Beast, Anton Cabanen, y del excantante de Firewind, Yannis Papadopoulos. Hace un mes que pude disfrutar del concierto de Beast in Black en tierras suecas y mi valoración fue, al igual que en esta ocasión, positiva. Tras su marcha de Battle Beast, Anton tuvo muy claro lo que quería ofrecer a su público y que no pudo representar ante sus ya antiguos compañeros en Battle Beast, una claridad de ideas y un convencimiento de valores que plasmó de forma exuberante en lo que en 2017 fue su primer larga duración, ‘Berseker’, álbum en el que el power de cáliz melódico y épico se fusionaba con partes dance muy comerciales.
Tras la buena acogida de esta primera obra entre sus fans y ya con la edición de su segunda obra, ‘From Hell with Love’, consolidando lo conseguido dos años atrás, Anton decidió que era hora de demostrar las aptitudes de la banda en directo, y lo está haciendo con muy buenos resultados. Con una buena legión de valientes que aguantaron estoicamente el bochornoso y extremo calor reinante a las 14:30 de la tarde, el quinteto finés dejó claro ser uno de los más destacados referentes en el estilo. Con un set en el que, como antes apuntaba, el power melódico y las partes dance protagonizaron el entusiasmo que se transmitíó de manera directa , eficaz y comunicativa desde “Cry Out for a Hero”, “Born Again”, “Die by the Blade”, From Hell with Love” o “Blind and Frozen”. En esta ocasión, las partes corales y el apoyo en los agudos del bajista Maté Molnár a Yannis no hicieron acto de presencia, lo que disminuyó la mayor eficacia que propusieron estos mismos himnos en tierras suecas. Aun así, el disfrute fue general y su propuesta es de las más acertadas para que los músculos y el ánimo se descongestionen.
Me sorprendió lo temprano de la hora en la que se había ubicado en la parrilla a unos Thunder que, aunque nunca han dejado de ser uno de los referentes del hard rock, están en un momento pletórico de una carrera de la que este año celebran su 30º aniversario, y lo hacen con una intensa gira y un buen álbum, ‘Please Remain Seated’, que amalgama sus grandes hits en versión acústica. Pero aquí esa parte más personal en el tratamiento de la música de Thunder no hizo su aparición, aunque sí se reprodujo en su esencia, en esa pasión que la voz y el carisma de Dani Bowes sabe conferir de una manera amplia y directa, como debe corresponder a un buen líder. Con el sol friendo aún el escenario y con unos fans incondicionales frente a él, dándolo todo y disfrutando de la esencia que desde las tablas aportaban majestuosos encuentros con la pasión, la técnica y la conexión, como las que se dieron a través de los hilos conductores que se encadenaron sobre todo en los momentos más álgidos, representados por los convincentes “River of Pain”, “Higher Gound”, “Love Walked In”, “Backstreet Symphony” y un “Dirty Love” que finalizó con el enérgico pero educado reclamo de Bowes al escenario paralelo, pues estaban probando a todo volumen los instrumentos con los que minutos más tarde Rage iba a actuar junto a la Barcelona Rock Orchestra. Algo que, dada su reiteración, tanto músicos como técnicos y organización deberían cuidar más si no se quiere que las molestias provoquen unas situaciones incomodas para todos y totalmente evitables. Para mí, Thunder ofrecieron el concierto más completo y pasional del día dejando claro que merecen volver al festival, pero a mejor hora y con más timing para su repertorio.
Tras el concierto, la necesidad en la ingesta de buena cantidad de líquido para rehidratarse y seguir con las fuerzas y el ánimo intactos fue de lo más necesario, pero las colas ante los lentos grifos de cerveza y el mantener cerrada alguna de las barras hasta ciertas horas de la tarde, máxime con el calor reinante, no ayudaba a ello. Pero como decía al principio, el buen ambiente y el civismo siempre se han interpuesto ante ciertas situaciones, evitables, que en otros ámbitos pueden suscitar momentos de nervios. Nervios como los que seguramente sufrieron Rage y la Barcelona Rock Orchestra ante la complejidad de lo que iba a devenir sobre el Stage Fest Con la pantalla del fondo de escenario iluminada por la portada de la Lingua Mortis Orchestra y con Peavy Wagner protagonizando las partes de bajo y vocales. Rage se fundió en magnifica simbiosis a los segmentos sinfónicos de una orquesta que bordó en todo momento una actuación de lo más compleja. Ignoro cuantas horas se han destinado a forjar lo que “From the Cradle to the Grave”, “Days of December”, “Sign of Heaven”, “Turn the Page”, “Over and Over”, “In Vain”, “Immortal Sin” y “Higher than the Sky”, entre otros, nos hicieron vivir, sentir y sobre todo disfrutar, pero conformar, aplomar, afinar y redondear todo ello no debe ser cosa de unos pocos días. Hay que aplaudir la idea, la organización y la realización de algo tan fastuoso como enervante, tan complejo como efectivo, tan virtuoso como celebrado.
En este momento del festival es sin duda en el que las palabras rock, sentimiento y emotividad más se pueden definir. Instante absolutamente genial que sólo quedó empañado por el poco efecto que la hora propiciaba a la producción de luces, la falta de pantalla en la batería que amortiguase el sonido y que dejase apreciar aún más el efecto de la orquesta, y la situación de un escenario, que al quedar cercano a la carpa filtraba el sonido del concierto que King King estaban ofreciendo en ella. Detalles a anotar para que la idea que se inició el pasado año con Sober tenga un efecto aún mayor si cabe.
Tras las buenas sensaciones dejadas por Rage y la Barcelona Rock Orchestra, tocaba el turno a otras partes muy orquestadas y ampulosas, pero en este caso con el condicional de que las pregrabaciones técnicas hacen fácil lo sumamente complejo. Lo admito, nunca fui fan de lo que Lione y Turilli han propuesto, máxime cuando su novela de amores y desamores personales perpetúa una historia que continúa con el enésimo capítulo de su novela en la edición de ‘Zero Gravity-Rebirth and Evolution’. Me quedé para ver el inicio, pero tras “Emerald Sword”, lo siento, no aguanté frente al escenario.
De nuevo la confluencia entre dos conciertos, y, de nuevo, los sonidos de la Rock Tent y el Stage Fest se unían en su parte más cercana. Los conciertos que coincidían no fueron otros que los de Candlemass y Obús, conciertos en los que decidí que la división era la mejor de las fórmulas para recrearme y satisfacer, medianamente, mi inquietud por disfrutar de las propuesta de ambas bandas. El quinteto sueco Candlemass practicaba la densidad de su intenso y siempre efectivo doom en una carpa cuya temperatura más se asimilaba a la de una sauna del país original de la banda, calor incrementado por la exposición de temas como “The Well of souls”, “Dark Reflections”, “Mirror Mirror” y “Astrolus” y transportadas sus letras a través de su nuevo vocalista, o mejor, apuntando que Johan Lanqvist fue el primer cantante de la banda y más de treinta años después ha regresado para demostrar que su voz aún sigue siendo un referente en el oscuro y denso universo del doom.
Por otra parte, en el Stage Fest Obús calentaba los ánimos de unos seguidores que fieles a su propuesta se dejaron cuerpo, voz y alma en piezas fundamentales en la historia del rock nacional como “Autopista”, “Corre mamón”, “Dinero, dinero”, “Va a estallar el obús” que se alargó con solos de cada uno de los componentes y un “Vamos muy bien” en el que Fortu hizo que varios niños subieran a entonar la canción -ciertamente alguno de ellos con mucho éxito-. Aunque dudo que la letra del tema sea la más propicia para que los infantes la entonen, el detalle se apreció por parte de un público que acabó satisfecho por lo vivido ante el escenario.
Lo que sigue suscitó muchas preguntas entre la gente que se acercó a preguntarme, y es que entender lo que Böhse Onkhelz son para sus fans alemanes sólo es comparable si se piensa en lo que para nosotros son bandas como Los Suaves, Leño, Barón Rojo u Obús, -en otro ámbito musical, claro está- . Entendido esto, comprenderemos por qué la extensa centuria germana presente en el festival disfrutaban de lo más ante una banda cuya cuadragenaria historia les ha traído por primera vez en concierto a nuestro país. Recuerdo la primera vez que supe de ellos, en Alemania, long long time a go, cuando vi en un brazo tatuada la frase “Viva los Tioz” y le pregunté a un buen amigo si era normal que los gays en Alemania se tatuasen así, sus risas aún me hacen sentir un poco de simpática vergüenza. Ahí fue dónde descubrí el significado de la frase y quise indagar más sobre la controvertida historia de Böhse Onkelz, una banda a la que previamente he tenido la oportunidad de ver en directo dos veces, y debo decir que estos directos en su país son de lo más grandes y festivos.
Entendido esto, el rock bronco, entregado y de garaje de “Los Tioz” poco propuso a la audiencia no germana, que expectante veía cómo piezas de la talla de “Lack und Leder”, “10 Jahre”, “Keine Amnestie für MTV”, y mis favoritas de su larga discografía “Auf gute Freunde” y “Danke für Nichts” (aunque se dejaron también “Mexico”), resultaron una fiesta de alto octanaje cervecero, fiesta que curiosamente tuvo dos desconexiones en los equipos de sonido. ¡Pero tranquilos, que esto también pasa en Alemania!
Tras Böhse Onkelz los alemanes seguían como en casa, ya que le tocaba el turno a los recuperados Gamma Ray de un Kai Hansen que sigue reforzando a sus tropas con el apoyo de Frank Beck, el vocalista que desde 2015 apoya en la voz a Kai. Frank no es un vocalista de talla excepcional, no es un Schepers, vaya, pero permite a Kai relajar su voz en los momentos más complicados de un set que en esta ocasión se celebró de una manera muy expeditiva en piezas básicas de la historia de la banda como lo son “Heaven Can Wait”, “Gardens of the Sinner”, “Master of Confusion”, “Heavy Metal Universe”, “Land of the Free” o “Send Me a Sign”. Temas que se alargaron con ejecuciones en los solos y partes evolutivas de un Kai que estuvo igual de expeditivo que el resto de la formación y de un Henjo al que en tierras barcelonesas tendremos la oportunidad de verle en acción junto a su banda The Unity en el festival gratuito Ripollet Rock. Banda que recomiendo descubrir y cuyos directos han sorprendido al mismo Axel Rudi Pell.
Seguimos con el power metal y con la máxima expectación y exclamación, esta vez, y de nuevo en el festival, son los también germanos Powerwolf, los que con sus misas licantrópicas hicieron las delicias de temas que sin excesiva técnica, pero con gran solvencia, encajaron en las ganas de fácil diversión y feliz seguimiento de una audiencia que apoyó al máximo las narraciones musicadas de las historias que Attila Dorn desglosa ante las guitarras de los hermanos Greywolf y el teclado del entusiasta Falk Maria Schlegel, sin olvidarme de su eficiente batería Roel Van Helde y el trabajo de su bajista (ah, perdón, es que suena pero al igual que el teclista de Sabaton no está). Bromas aparte, Powerwolf divirtieron y dejaron contenta y satisfecha a la audiencia con aullidos como “Fire and Forgive”, “Incense & Iron”, “Amen & Attack”, “Blessed & Possessed” o “Werewolves of Armenia”. Gargantas calentadas tras entonar una y mil veces los nombres de Attila y Falk, muchos dieron por satisfecha su jornada en el festival y prudentemente se retiraron antes de que ZZ Top y Michael Schenker Fest finalizasen la jornada.
Tocaba el turno a uno de los cabezas de cartel, ZZ Top, esos tres hombres tejanos de largas barbas (dos) y amplio bigote (el otro) que en el Sweden mostraron una cara muy distinta a la que en esta ocasión pudimos disfrutar. Y es que el concierto de ZZ Top tuvo como único exponente la calidad de un amplio recorrido por muchos de los temas que han forjado la leyenda de ese blues rock lento y de perfil boogie que desde hace cincuenta años entusiasma y engalana el estilo. Pero en esta ocasión algo falló; todo era casi perfecto, el sonido, los juegos de luces, los temas sonaban bien, pero... ¿Y el feeling? ¿Y ese juego de niños grandes entre los barbudos Gibbons y Dusty Hill? ¿Y esa simpatía comunicativa entre ellos y el público? ¿Dónde estaba la comunicación, la interacción, la simbiosis, el ámbito directriz entre una banda y su gente, la de abajo, la que paga para que sigáis tocando y creando ilusiones, ojalá cincuenta años más? Eso es lo que más allá de lo espartano del escenario fallo, ¡sólo eso!
Por lo demás el concierto estuvo rozando en ese aspecto el excelente, con momentos de máximo disfrute musical como los propuestos en “Jesus Left Chicago”, “Gimme All Your Lovin’”, “My Head’s in Mississippi”, “Beer Drinkers & Hell Raisers”, “Legs” con sus guitarras forradas de borreguito blanco, y el final, en el que Gibbons y Hill sí mostraron su normal personalidad, espero que no por contentos de que el show acabase, con los exultantes “La Granje” y “Tush” al que se unió el homenaje al rey del rock con “Jailhouse Blues”. No sé, a veces las comparaciones son odiosas y no siempre los abuelos tienen las mismas ganas.
El festival estaba a punto de finalizar, e iba a hacerlo con la expectante declaración de intenciones de ese Michael Schenker Fest que tan buenas sensaciones está dejando en tour y en estudio - en breve su segunda entrega con ‘Revelation’, que saldrá a la venta el 23 de agosto - . Pero en esta ocasión tuvimos la sorpresa, nada grata, de no poder contar con la voz de Graham Bonnet en las filas de este proyecto, creado concretamente para que en directo la banda se muestre como en lo que hace en sus trabajos y que la historia de Schenker en otras formaciones (léase UFO y Scorpions) brille de una forma especial. Pero como es sabido, ‘The Show Must Go On’, y eso es lo que hizo, con buena solvencia Michael Schenker Fest
Con voz grave, enfático y sonriente, Michael Schenker se autopresentó e incluso entonó la primera estrofa de un “Doctor Doctor” al que se le unieron en orden las gargantas de Doogie White, Gary Barden y la de Robin McAuley. Ahí ya pudimos comprobar muy claramente el ámbito y la calidad de lo que iba a representar la voz de cada uno de los cantantes: Mientras Doogie White dispuso de una voz potente, poderosa y penetrante, recordando en muchos momentos a su etapa en Rainbow, la de Gary Barden era blanda sin matices y muy forzada; una voz que hacía sufrir por el temor de que se rompiera de un momento a otro, aunque, a duras penas, aguantó. Por otra parte, la voz de Robin McAuley estaba llena de matices y complexiones naturales; a pesar de sus 66 años de edad el irlandés mostró una parte muy lírica y resuelta en el aspecto vocal y un gran estado de forma físico.
El concierto continuó con la expresión un siempre ampuloso instrumental “Into the Arena”, para servirse como entrante a “Are you Ready to Rock” y “Messin’ Around”, que Barden desfibriló no sin las dificultades comentadas para salvar la situación y con el apoyo de la ya diluida voz de Barden, McAuley le prestó ayuda en los momentos más complejos de un gran “Attack of the Mad Axeman”. Para dar respiro un simpático e hiperactivo Schenker se empleó a fondo en un “Captain Nemo” en el que las guitarra acompañante y los teclados de Steve Man fueron tan protagonistas como las gafas laser del bajista Chris Glen
Nuevamente McAuley en escena, esta vez solo para interpretar un espléndido y sentimental “Save Yourself” al que se unieron los también efectivos y sensitivos “One for You” y “Love is not A Game”. ¡Qué manera de cantar! El único recuerdo de Scorpions que Michael concedió lo apuntaló con otro instrumental, en este caso un “Coast to Coast” en el que simpáticamente Chris volvió a lucir sus futuristas gafas con haz de láser. Tocaba la parte más ‘power’ del evento; tocaba la participación de Doogie White, quién comunicativa y expeditivamente remató temas como “Vigilante Man” y “The Girl with the Stars in Her Eyes” y un especialmente expeditivo “Take Me to the Top”.
Era la hora de que las tres voces se unieran de nuevo, y para ello “Warrior” fue la mejor alternativa al nuevo tema de adelanto de lo que será ‘Revelation’, “Rock Steady” (que no sonó). Con todo por lo alto y las tres gargantas unidas, cada una a su nivel, Schenker hizo uso de su impulso y técnica con un solo de casi 15 minutos en un larguísimo “Rock Bottom” que también contó con un solo de batería del sustituto del tristemente desaparecido Ted McKenna, Bodo Schopf. Tras el largo, larguísimo pero sensacional “Rock Bottom”, otro recuerdo a la época de Schenker con UFO, en este caso el final del concierto y del día del festival en el que las luces se apagaron con un celebrado “Lights Out”.
Dos y media de la mañana, casi dos horas de viaje a casa y una crónica que espero disfrutéis.
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4 comentarios
Turilli/Lione Rhapsody no tocaron Emerald sword, precisamente se la dejaron en el tintero!
Pedazo de crónica que se ha marcado Josep Fleitas de lo que dio de si el Rock Fest en la jornada del Sábado haciendo muy buenos conciertos la mayoría de bandas a través de sus grandes temas pero por encima de la mayoría el pedazo de concierto que se marcó el histórico MICHAEL SCHENKER y su veterana banda.
una verguenza tu cronica una falta de respeto para los Rhapsody de turilli y Lione si no podes ser objetivo tampoco vayas de periodista que como mucho llegas a fan con poco gusto.
NO es la orquesta sinfonica de barcelona.
Es la BarcelonaRockOrchestra!!