Crónicas
Huercasa Country Festival 2018
«Un festival que fomenta la cordialidad, el buen rollo y un ambiente agradable»
6 y 7 de julio de 2018
Campo de fútbol Las Delicias, Riaza (Segovia)
Texto: Luis de la Encina. Fotos: Mariana Rodríguez
Quinta edición ya de este cada vez más consagrado festival dedicado al estilo conocido globalmente como american music. Leía hace unas semanas, a través de la página oficial del festival, que en un medio de prensa se referían al mismo como “el único festival verdaderamente diferente que se realiza en este país”; y a fe que así es, no sólo por el estilo musical tan poco común en estos lares, que hace que puedas disfrutar de auténticas bandas y solistas de gran nivel que difícilmente podrían verse en este país, sino también por comprobar cómo todo el entorno del pueblo se transforma, un poco, en un lugar más de la cultura norteamericana, donde los sombreros de cowboy, la comida tradicional y las botas camperas se ven en cada esquina del pueblo, todo ello rodeado de un gran ambiente de cordialidad y disfrute.
El viernes 6, Mariví Yubero, de La Aventura Americana Radio y el sheriff Manolo Fernández, de Toma Uno en RNE, junto con Fernando Navarro de El País, daban inicio a esta quinta edición presentando a la primera artista, una Jaime Wyatt que se encuentra presentando su último trabajo 'Felony Blues'. Curiosa y complicada historia la de esta californiana, que estuvo enganchada a las anfetaminas y llegó incluso a estar en la cárcel; pero lejos de biografías más o menos escabrosas, sorprendió y muy gratamente con su portentosa voz, ya desde el inicio, con una animada “Wishing Well”, recordando ese sonido country rock de los ’60-’70. Hubo momentos íntimos, con la tierna “Giving Back the Best of Me”, y recuerdos para ídolos de juventud, como el gran Johnny Cash, a quien dedica la versión de Merle Haggard “Misery and Gin” y te transporta a esos depresivos bares de carretera secundaria. Animada y simpática, nos confiesa, cual colegas de toda la vida, que bebe mucho whisky como inmejorable introducción a “Ain’ Enough Whisky”. Homenajea a John Hiatt, no sin admitir su nerviosismo, y para presentar “Wasco” explica que es un regalo allá en su tierra, transportándote al sonido Honky Tonk, creando una inmejorable atmósfera como cierre de su actuación.
Auténtica revolución la creada por el power-trío The Cadillac Three, banda de Nashville que practica un potente rock sureño arrollador, rozando en ocasiones la categoría de rock duro de bandas como Blackberry Smoke. Ya desde el inicio, su vocalista, Jaren Johnston, desborda chulería y macarreo por los cuatro costados, entrando, birra en mano, con el micro adaptado para poder dejar los continuos vasos del zumo de cebada que ingiere durante el bolo (su gira europea deja bien clara la intención, bajo el nombre de "Summer Vacation Tour"). No le van a la zaga en actitud el batería Neil Mason, continuamente levantándose y sentándose de la misma animando al personal, y más escondido, sobre la bandera de Nashville, Kelby Ray en la lap-steel guitar; si tuviera que definir un poco lo que la banda ofrece, sería la actitud de Motörhead, la presencia de unos ZZ Top y un sonido Lynyrd Skynyrd más sucio y potente. Algunos detalles que dejó el concierto, aparte de darnos una bofetada de puro rock, fue el gracioso momento en el que Johnston se bebió de un trago su cerveza y tras ello las pantallas a ambos lados del escenario se emborronaron simulando la visión tras un alto grado etílico, los estiramientos de puro showman que hizo antes de “I’m Rockin”, o ese momento sacando a Manolo Fernández para agradecerle haberles traído. En ocasiones rememoran ese sonido de bandas estilo The Outlaws ,como en “Hank & Jesus”, que finaliza con el cantante lanzando sus gafas de sol al público o en la genial “Bury Me In My Boots”, que daba título a su anterior trabajo, e incluso tienen cabida sonidos más actuales como la espectacular “American Slang”. Sinceramente, si quieres caña y actitud, no dudes en verlos si tienes ocasión, pues sin problema tienen cabida en cualquier festival rockero que se precie.
Lo que vino a continuación es arena de otro costal; un orgulloso Manolo Fernández recuerda que se cumplen 30 años de 'Slow Turning', uno de los que consagró a John Hiatt como el excelente músico que es. Sale a escena con ese aspecto de viejo gruñón, de señor mayor que te echa la bronca por cualquier cosa, pero nada más lejos de la realidad. El espectáculo vocal y musical que ofrece es impresionante y está claramente a otro nivel, acompañado además por su banda, The Goners, y por un guitarrista en el que se me va a permitir el inciso de detenerme un muy breve instante; lo que hace Sonny Landreth con el slide es de otro planeta: desborda emociones y sentimientos, te habla, susurra, roza, abraza, y cuando te quieres dar cuenta tu cuerpo ya ha reaccionado estremeciéndose. Tras el inciso, volvemos con el protagonista, que demuestra tablas, complicidad y saber estar continuamente. Parece que sabe dónde y cuándo tocar la fibra de los presentes, mide perfectamente los tiempos y aunque pueda parecer abstraído, es perfectamente consciente de todo lo que ocurre a su alrededor.
Desde ese inicio con "Drive South", el homenaje a ese trigésimo aniversario del anteriormente citado álbum cobra forma hasta ser tocado en su integridad, aderezado con pequeños apuntes que nos da Hiatt sobre alguno de los temas (al comenzar la mismísima “Slow Train” bromea diciendo que son sus tres acordes favoritos). Especialmente emotivo e impresionante es ese momento en que se sienta a los teclados en “Is Anybody There?”, salida de un híbrido entre el Dylan más folk y la mejor voz de Van Morrison (impresionante registro el de este hombre de más de 65 años). Entre medias intercala una gran versión de “Riding with the King” recordando que fue versionada hace unos años por B.B.King y Eric Clapton, y para los bises nos regala “Have a Little Faith In Me” y parece que el tiempo se detiene; gritos de soul llenan la noche y la brisa te acaricia mientras te rindes a semejante maravilla. No podía ser de otra manera, y “Memphis In the Meantime” anuncia el final del concierto, del día y de la velada. Para quien suscribe, el claro triunfador del festival.
Nos encontramos ya en el mediodía del sábado, 7 de julio, donde una abarrotada plaza de Riaza se engalana cual saloon y se llena de forajidos bailando en la country line dance, para después disfrutar del concierto gratuito de los nacionales The Wild Horses. Estos ofrecieron un animadísimo y no menos accidentado espectáculo, ya que sufrieron dos veces la caída del sonido, pero lo suplieron con gracia y simpatía marcándose un “Volver,volver”, ranchera que popularizara Vicente Fernández. Alternan temas propios como “I’m Done” o “Lovin’ Country Night” con clásicos de Tom Petty ("I Won't Back Down") o la Creedence "Bad Moon Rising", pertenecientes a su reciente EP 'The Wild Horses and Friends'. Les acompaña gente de la Folson Prison Band, Chisum de Chisum Cattle co. O Eva Vázquez sin sus Wolves, en un animadísimo, divertidísimo y simpático concierto que finalizan con “Highway to Hell” con la plaza llena saltando bajo un sol de justicia (a quien corresponda, son ya 5 años así, ¿no sería lógico poner toldos o algo para proteger tanto a público como a músicos?)
Cae la tarde y comienza la segunda y última jornada en el campo de fútbol con Stephanie Quayle. La de Montana nos gana a todos con su simpatía y carisma, pues durante todo el concierto intenta, en lo posible, hablar en castellano, agradece continuamente el recibimiento y la acogida, recuerda que es su primera vez en España y que está aprendiendo español. Bien acompañada a ambos lados por sendas guitarras, destaca y llama la atención ver sentado detrás de ellos al bajista, debido a que se encarga también del bombo. Inevitable que caiga “Drinkin’ With Dolly”, “esta es vuestra canción para bailar”, nos dice, un tema que la mismísima Dolly Parton le agradeció en su día. Disfrutamos del single “Selfish” y es gracioso que mientras canta “I Got Your Six” nos pide que la cantemos en español. Es curioso comprobar que en temas como “That’s What I’m Talking About” recuerda a la megaestrella Taylor Swift antes de ser absorbida por el mundo comercial. Muy agradable aperitivo.
Toca el turno a The Band of Heathens, que, confieso, eran los que más ganas tenía de ver tras los cabezas de cartel; los de Austin abarcan una gran variedad de estilos que van desde el country blues hasta el folk, pasando por música de raíces o el soul. Fueron los únicos que se podrían denominar banda con todas sus letras, entendiendo como tal aquel combo en el que nadie destaca por encima de los demás; podemos decir que, sobre todo al inicio, dieron el toque virtuoso al festival con extensas jams y toques jazzy-blues. Indican que llegaron a Madrid el día anterior y esa misma mañana a Riaza, y que alucinaron al ver la plaza, ya que les parecía que estaban en Texas por toda la decoración country. Supieron medir perfectamente el tempo de su actuación, iniciando con temas como “Carry your Love”, “Grenn Grass of California” o “All I’m Asking”; posteriormente, tras una gran versión del “You Wreck Me” de Tom Petty acometen un final al que sólo se me ocurre el calificativo de apoteósico con “Hurricane”, claro homenaje a Nueva Orleans y la tragedia del Katrina, y una jam final que no envidia en nada la majestuosidad del "Free Bird" de los Skynyrd. Calidad a raudales, que convenció a los más escépticos.
Por último, turno del cabeza del festival Steve Earle and The Dukes, curiosamente fue el único artista que no fue previamente presentado por nuestro sheriff favorito. El de Hampton (Virginia) es muy conocido por su música, pero también por su faceta de activista y crítica con la política y actitud de su país, que le ha acarreado más de un problema por su claro posicionamiento anti-Bush o contra las guerras de Vietnam o Irak. Le acompaña la banda, con especial mención al protagonismo que cobra la sensacional Eleanor Whitmore al violín y Chris Masterson a la guitarra (este último bien parece un híbrido de Andy Warhol y Tom Petty al estilo cowboy). Presenta su último trabajo, 'So You Wanna Be an Outlaw', con la que arranca haciendo continuos aspavientos para que ajusten el volumen de su voz, que en ocasiones se torna excesivo. Tenemos al Earle más animado en temas como “The Firebreak Line” o “Johnny Come Lately”, recordando la grabación de la misma con The Pogues en Londres. No faltan los guiños a uno de sus más afamados discos como 'Guitar Town', donde la que le da título y “The Galway Girl” nos sumergen en las raíces del country más bailable.
A diferencia de todos los que han ido pasando por el festival, Earle es escueto en lo que a interacción con el público se refiere; él es un cantautor, un “cuenta historias” y lo sabe, y hasta “I Ain’t Ever Satisfied” no interactúa con los presentes; en “You're the Best Lover That I Ever Had” le ayuda en las voces Eleanor y, tras esta, es donde saca su vena más reivindicativa, indicando que no cree en nacionalismos, fronteras, gente sin casa… para pasar a presentar la genial “Jerusalem”. Pero claro, sabemos cuál es su disco más famoso y, en un momento dado, las gaitas anuncian lo que la gran mayoría conoce, la extraordinaria “Copperhead Road” que da título a esa obra maestra de la que se cumplieron hace poco los treinta años de su publicación. Indescriptible la magia y el poderío que desprende. Antes de los bises tenemos el “Hey Joe” de The Leaves, aunque todos sabemos perfectamente qué guitarrista negro la hizo mundialmente famosa. Cierra la actuación con la preciosa e íntima “Christmas in Washington” tras una larga charla que evidencia su labor reivindicativa.
Y así concluye, otro año más, un festival que fomenta la cordialidad, el buen rollo y un ambiente agradable; si has estado, volverás, si no lo has hecho aún, dale una oportunidad.
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