Crónicas
Sôber + Bon Vivant + Contrabanda: Morfología, Elegía y otras grandes alegrías
«No había visto aún en directo a la banda en este capítulo de su carrera, el de ‘Elegía’, que toca a su fin. Fue gratificante comprobar que, lejos de haber perdido fuelle, la consistencia de Sôber ha ido a más, con lo “viejo” y lo ya no tan nuevo conviviendo en perfecta armonía»
20 enero 2023
La Paqui, Madrid
Texto: Juan Destroyer. Fotos: Hughes Vanhoucke
“Morfoelegía” le llamó Sôber a un doble concierto en su ciudad en el que, con dos repertorios distintos, reivindicaría la vigencia de ‘Morfología’ -el álbum de 1998 con el que la banda madrileña se convirtió en una de las grandes promesas del rock español- y la valía de ‘Elegía’, su último disco.
El leitmotiv estaría aderezado, además, con una generosa ración de éxitos de todas las épocas. Irresistible propuesta para los seguidores acérrimos, con sendos soldouts, y a buen seguro que no fueron pocos los que hicieron doblete.
Nosotros estuvimos allí en el primero de los conciertos, el del viernes, y nos agradó ver que ya había bastante público en la sala para cuando arrancó Contrabanda, grupo de rock alternativo habitual de los estudios Cube, también proveniente de la capital y que ya ha abierto conciertos de Sôber en el pasado.
Se les vio muchas ganas de agradar y, aunque no fuera nítido el sonido (especialmente en el micrófono de Tony, el cantante), ese entusiasmo se contagió entre los presentes durante un set de siete temas en el que solo tuvieron cabida sus dos últimos discos: ‘Retrophonic’ (2016) e ‘Ingrávido’ (2021), el primero con el batería Luis Oeo.
Se ganaron aún más simpatías al final con el lanzamiento de CDs mientras tocaban “Miedo” fundiéndolo con fragmentos de Led Zeppelin y su celebérrimo “Whole Lotta Love”; no obstante, ya habían arrancado aplausos sinceros antes, especialmente con “Mala suerte”, probablemente su tema más radiado.
Los cada día más conocidos Bon Vivant son también banda del foro. Su sonido, en el que confluyen hard rock y metal con una producción muy contemporánea, golpea en el inicio con “El fuego es nuestro” y acaricia con “Gritarle al mar”. Como en los discos, se nota también en directo la evolución de estilo entre el melódico ‘Cuentos y retratos’ (2019) y un ‘Supernova’ que tiende a ser más rocoso; póngase por ejemplo “La guerra a oscuras”, aunque el tema que dio título a su álbum de 2022, que es con el que finiquitaron su actuación, entraría más bien en la primera categoría.
El vocalista Charly López, que según la canción apoya con guitarra acústica o eléctrica o bien se ocupa solo del micro, ha ganado porte sobre las tablas, algo completamente esperable tras haber actuado ante grandes audiencias con Mägo de Oz. Puede seguir soñando con ellas Bon Vivant a tenor de lo visto (la imagen de un grupo no es un factor determinante pero sí suma puntos) y lo escuchado.
La pantalla a todo ancho de escenario que lleva Sôber ambienta espectacularmente cada una de las canciones, y la intro coral nos metió en la atmósfera adecuada para disfrutar de su música, tan oscura como liberadora según la canción.
“Oxígeno” y “Cientos de preguntas”, que cayeron seguidas, son buena muestra de ese contraste, pero me estoy adelantando, porque en realidad el repertorio comenzó con los muy característicos armónicos naturales de “La prisión del placer” -probablemente mi tema favorito de ‘Morfología’- y su enardecedor crescendo.
Sôber consigue pasar de la ternura de “Eternidad” al aura de misterio de “Oxígeno” y de ahí a la épica de “Superbia” sin perder homogeneidad.
Un Carlos Escobedo pletórico de voz recita el estribillo de “Blancanieve” instantes antes de que quede demostrado que es uno de sus grandes himnos.
El grupo es una máquina perfecta cuando expone rotundidad en “Vulcano”, los guitarristas Antonio Bernardini y Jorge Escobedo tienen un nivelazo que demostrarán con creces a lo largo del show, pero en sus caras se ve que, si hay que machacar, machacan con goce también. Algo parecido se podría decir de Manuel Reyes y su contundente labor en “Mi heroína”, esa estremecedora oda a todas las madres, que hoy en día abundan entre el público de Sôber, tanto porque es una banda que se acerca a la paridad en lo que al sexo de sus seguidores se refiere (algo que aún no es frecuente en el rock) como porque gran parte de su público ha crecido con ellos; de hecho, se echa en falta un porcentaje significativo de rostros jóvenes, esos que hacen que la pira crezca.
Sôber es demasiado grande para ser llamada banda de culto, aunque al ver el fervor con que su gente se hace cargo del primer estribillo de “El hombre de hielo”, uno se pregunta cuándo llegará el día en que las salas se les queden pequeñas y salten, con todo el merecimiento, a los pabellones, algo que parecía que podía pasar cuando pegaron el pelotazo con ‘Paradÿsso’ en 2002.
Pero siempre es más enriquecedor pensar en lo logrado que en lo que pueda estar por llegar, también como muestra de gratitud a los que te han aupado donde estás.
Al bajarse Carlos a la platea para cantar “Estrella polar” con los fans, atenúa la sensación extraña de no ver a un pianista sobre el escenario, ya que, en este caso en concreto, todo suene enlatado menos su voz. A la contra, más orgánica que en disco, con recogimiento, interpretan “Eclipse”, un canto umbilical en el que frontman plasmó todas las emociones derivadas de los lazos artísticos que le unen a sus compañeros. Concluyo mi relato de los temas lentos señalando que en “Náufrago” fuimos nosotros, con las pantallas de nuestros móviles, los que pusimos los efectos especiales.
Ya en el bis, “Loco” era un tema ineludible, y más aún dentro de este show especial, pues fue el tema estrella de ‘Morfología’. Pero hubo sorpresa final. La banda había anunciado los setlists de cada día, con un orden de ejecución que no respetó, al menos en esta primera noche, y tampoco sé si alguna vez existió esa intención o más bien quería generar runrún en las redes. Llamaba mucho la atención que el viernes se prescindiera de “10 años”, probablemente su mayor hit. Pues bien, sí sonó, como despedida y cierre, alargado para la presentación y exhibición de los músicos, en el caso de Manu, con un solo de batería en toda regla.
No había visto aún en directo a la banda en este capítulo de su carrera, el de ‘Elegía’, que toca a su fin. Fue gratificante comprobar que, lejos de haber perdido fuelle, la consistencia de Sôber ha ido a más, con lo “viejo” y lo ya no tan nuevo conviviendo en perfecta armonía.
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1 comentario
Cojonuda como extensa crónica hacia la potente descarga de los históricos SOBER ante sus paisanos presentando este gran álbum como es Elegía junto a BON VIVANT y CONTRABANDA como dignas bandas teloneras que ofrecieron igualmente unas rockeras y cañeras descargas.