Crónicas

La Vela Puerca en Bilbao: La inmensa diáspora

«Hacía tiempo que no acudíamos a un bolo en el que se viviera la emoción tan a flor de piel, con el personal tan proclive a darlo todo en cada una de las canciones. Si en Sudamérica eso es lo más habitual, entonces quizás lo que debería fomentarse es que lleguen hasta aquí más grupos de esa zona.»

27 mayo 2022

Sala Santana 27, Bilbao

Texto: Alfredo Villaescusa Fotos Madrid: Charly Rock 'n' Roll

A veces es agradable entrar en un sitio y que parezca que estás en otro país a miles de kilómetros de allí. Este sentimiento de escapismo en realidad no tiene nada de malo, por mucho que los racistas nacionales y autonómicos pontifiquen cada dos por tres acerca de lo nocivo que resulta. Sentirse a gusto en otro entorno no debería constituir ningún problema excepto para los aficionados a los trapos temerosos de que se pierda esa herencia que no es sino un crisol de culturas. A rumiar complejos en soledad y sin molestar a nadie.

Nunca imaginamos que habría tantos uruguayos en Bilbao y las inmediaciones hasta el punto de que pudieran abarrotar un recinto como la sala Santana 27 o de que incluso los propios músicos se preguntaran si había vascos por ahí. Que La Vela Puerca para sus paisanos era casi religión nos dimos cuenta en las mismas colas para acceder al concierto, con muchos hablando con el otro como si no le hubieran visto en años o confesando que el grupo tampoco les mataba pero que se acercaban simplemente para ver a los compatriotas.

A cualquier foráneo le sorprendería la cantidad de códigos que pululaban por ahí que a menudo se nos escapaban, por lo que no extrañó que algunos ironizaran si el espectáculo comenzaría “a la manera sudamericana”, es decir, media hora más tarde. Los cánticos acompañaron la espera nada más entrar, se notaba que los ánimos andarían esa noche caldeados como poco.

Bastó que saliera La Vela Puerca con “Va a escampar” para que la mayoría de asistentes comenzara a saltar igual que si hubieran accionado alguna especie de resorte. Las banderas de Uruguay ondeaban entre la concurrencia. Con un público tan entregado, pisaron a fondo el acelerador con “…Y así vivir”, que por su épica podría ser un tema de Springsteen, pasado por el tamiz latino, por supuesto.

“El soldado de plomo” certificó que el repertorio de la velada tiraría sobre todo de piedras angulares de su trayectoria, con alguna parada en su reciente “Discopático”, como “La pastilla” o “Jugando con fuego”, pero sin regodearse demasiado en ese aspecto. No tardaron en aludir al parón pandémico que les había obligado a “cultivar telarañas” cuando muchos precisamente estaban en edad de “dejarlas crecer”, según relataron.

Con toda la peña que había en el escenario, de justicia es mencionar lo bien ecualizados que estaban los vientos, por ejemplo, aunque el resto de instrumentos también se escuchaban con nitidez. Contaron además con la colaboración de Manolo, un amigo de la infancia que les suele echar un cable en los directos en “Sigo creyendo”.

No podían permanecer en un subidón perpetuo, por lo que anunciaron la intención de relajar un rato. Esos instantes de tregua valieron para que las cotorras se hicieran fuertes durante un breve intervalo, pero por fortuna todas enmudecieron de inmediato con un temón como “Zafar”, que desató las gargantas hasta un volumen estratosférico. Qué gustazo escuchar a cientos de personas prestando atención solo a la música. Los gritos a capela fueron realmente ensordecedores.

La vinculación entre Uruguay y el País Vasco fue relatada por el segundo vocalista Cebolla al asegurar que los primeros inmigrantes que llegaron al país sudamericano procedían de la tierra de Gabriel Aresti y hasta se animó a entonar un trozo de una canción en euskera. “Haciéndose pasar por luz” aprovechó el rollo festivo imperante en el lugar, al igual que “Vuelan palos”, cuya melodía se estuvo coreando espontáneamente desde el inicio del concierto.

“Por la ciudad” consolidó todavía más la impresionante entrega de la peña, con los saltos extendiéndose hasta el último rincón de la sala, algo que poseía más mérito teniendo en cuenta el tradicional hieratismo de los autóctonos. Pero como ya hemos dicho, el amplio grueso de los asistentes pertenecía a la patria de José Mujica, así que no hubo reparos a la hora de montar un fiestón de proporciones considerables.

“El viejo” puso de nuevo a prueba las gargantas del respetable y los ánimos desde luego no se caldearon con “El profeta”, que desató pogos descontrolados. Se suponía que ya tenía que acabar el recital, pero muchos empezaron a gritar: “¡Una más y no jodemos más!”. El jolgorio se tornó tan descomunal que atreverse a no regresar hubiera sido considerado una auténtica temeridad.

Regresó Sebas, a la voz principal, acompañado únicamente de una acústica y se arrancó con una pieza sobre amores imposibles, “José sabía”. Daba un poco igual el tema que tocaran, tenían al público comiendo de su mano desde el comienzo y se hubiera apreciado de igual manera un corte ska, rockero o lento. El entusiasmo desmedido no entiende de géneros ni de divisiones artificiales.

Hacía tiempo que no acudíamos a un bolo en el que se viviera la emoción tan a flor de piel, con el personal tan proclive a darlo todo en cada una de las canciones. Si en Sudamérica eso es lo más habitual, entonces quizás lo que debería fomentarse es que lleguen hasta aquí más grupos de esa zona. De momento sabemos que por el norte poseen una inmensa diáspora.

Alfredo Villaescusa
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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Juandie dice:

    Muy buen como extenso resumen hacia el pedazo de concierto que se marcaron una de las bandas más grandes del Rock Látino americano como son los uruguayos LA VELA PUERCA en la rockera Bilbao.

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