Crónicas
Canela Party en Torremolinos (Málaga) con Triángulo de Amor Bizarro, Viva Belgrado o Los Punsetes: Sin garrafón a la redonda
«Aquí se mima a la gente, no se le trata como ganado, y eso solo debería ser razón suficiente para asistir de cabeza año tras año. Con citas así otro mundo desde luego que es posible.»
Del 21 al 24 de agosto de 2024
Recinto Ferial, Torremolinos (Málaga)
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Quizás a muchos les parezca un tópico, pero es verdad que existen festivales diferentes, de esos en los que la música juega un papel principal lejos de los mastodónticos centros comerciales en los que se han convertido algunas citas multitudinarias. Con un cartel configurado con mimo y gusto melómano que denota que aquí lo que no se busca es una afluencia desbordante sino conseguir que la peña esté a gusto en un entorno manejable, sin excesivas colas y sin temer esos míticos solapes entre grupos que parecen toda una seña de identidad de nuestra época de saturación.
No olvidemos que el Canela Party de Torremolinos (Málaga) en realidad surgió de las inquietudes musicales de unos amigos de la provincia y acabó transformado en “una movida gordísima”, como les gusta definirse en su web. Frente a modelos que proponen precariedad, se jactan de ser la cita que mejor paga a sus camareros y además lo apoyan con la siguiente frase: “Si quieren copiarnos algo los otros festivales, que nos copien las condiciones laborales”. Toda una forma de ser que también se nota en la posibilidad de entrar con comida al recinto, algo permitido por ley que se sigue ignorando deliberadamente, o de devolver el vaso al final del evento, si así se desea, porque bastantes cachivaches ya tiene uno en casa.
No vamos a engañar tampoco, cotorras por supuesto que hay, ya hemos dicho en alguna ocasión que esa falta de respeto que no se toleraría en el teatro o en otros tipos de espectáculo es más bien un problema nacional. Y otro aspecto que dota al Canela de una personalidad apabullante es el lanzamiento de confeti en cada actuación y la fiesta de disfraces de la última jornada que logró juntar a Javier Milei con la Guardia Roja china, o a los transgresores Devo con unos salvajes black metaleros. Cualquier cosa imaginable podría verse.
Felices de palmar
Para iniciar la fiesta de bienvenida del miércoles recurrieron a un grupo tan curioso como Amigas Íntimas, con Álvaro de Biznaga o Supercarmen de Tiburona entre sus filas y con un EP que bascula entre la visceral inmediatez punk y una nebulosa shoegaze que les eleva en piezas como “Verano muerto”, no sin antes escupir bilis en “Enemigo”. Su estilo en tierra de nadie, a pesar de su inevitable poso Biznaga, no fue impedimento para que certificaran sobre las tablas que sus escasas canciones hasta la fecha ya dicen mucho más que las discografías enteras de otras bandas. Ojalá tenga la continuidad que se merece este proyecto.
En una órbita mucho más puramente post punk se movían La Culpa en unas coordenadas muy similares a las de sus paisanos La Plata, que casualmente también estarían presentes en esa jornada. Este estilo no lo toca cualquiera, hay que disponer de ciertas habilidades instrumentales bastante superiores a las del punk ortodoxo y en ese aspecto cumplieron por completo. Montaron además unos buenos pogos mientras atronaban cañonazos del calibre de “Puñales”. ¡Apunten el nombre ya!
Los madrileños Monteperdido impactaron al respetable de primeras al anunciar que era su último concierto, ante lo que se declararon “felices de palmar aquí”. No en vano dicen que el Canela es el único festival del mundo en el que los grupos vienen a ver al público. Su despedida añadió todavía más épica a un repertorio mucho más punk de lo que recordábamos y que brilló especialmente en su acelerada revisión de “Al amanecer” de Los Fresones Rebeldes o en cortes que deberían ser himnos, caso de “Tu nombre” o “Vas a petar”. Pues vaya pena que lo dejen justo ahora.
Cambio de rollo total con Adiós Amores, a las que definen como “el secreto mejor guardado del pop nacional” y quizás en algunos momentos desbordaran el tarro del almíbar, pero apostaría el cuello a que no deben existir demasiados combos que pongan en un mismo altar a dioses psicodélicos como Brian Jonestown Massacre con The Beach Boys o la copla española. Su versión del inmortal “Soy rebelde” de Jeanette pudo poner piel de gallina, al igual que su composición “Canción de despedida”. Muy sorprendentes.
Los norteamericanos Deeper se convirtieron en la primera presencia internacional del festival con un estilo que bebía a paladas de Echo & The Bunnymen o The Cure, en este sentido, el parecido de la voz del cantante con la de Robert Smith era asombroso. Pero estas influencias no deberían distraer respecto al tremendo nivel que derrocharon en el escenario, ahí lo constataron maravillas como “Build A Bridge” o “Esoteric”. Era su primera vez en la península y esperamos que no sea la última. Canela fina.
Combinar nombres con gancho con otras propuestas más arriesgadas es sin duda la clave para abarcar un amplio espectro y eso se consigue incluyendo a Los Punsetes, que casi son un seguro salvavidas en este tipo de citas. Les habíamos visto recientemente en el Bilbao BBK Live, por lo que el repertorio resultó muy similar, con Ariadna vestida de blanco, eso sí.
“Opinión de mierda” o “Arsenal de excusas” valen para desperezar de inmediato hasta al más renuente y cubren de sobra la faceta punk con “Mabuse” o “Camino”, entre otras. “Madrid me ataca” ya se ha ganado un hueco en nuestros corazones, al igual que la nihilista “Hola, destrucción”, pero no estaríamos hablando de un concierto suyo si no sonaran “Tus amigos” o la políticamente incorrecta “Maricas”. El confeti del final estuvo más que justificado. ¡Qué menos!
Aquí se venía a descubrir grupos, por lo que entre los melómanos no podrían pasar desapercibidos The Tubs, que a nivel musical podrían ser una suerte de The Smiths del post punk. Que me aspen si esas guitarras de “Wretched Lie” no beben hasta los vientos de la urgencia punk y el preciosismo de Johnny Marr. El batería, por otra parte, quiso remarcar la procedencia galesa de la banda pidiendo a la peña repetir “Fuck England”. Uff, si les pilla Morrissey…
Y cerraron el primer día del Canela La Plata, uno de los grupos más laureados del post punk contemporáneo y que congregó a una nada despreciable multitud a eso de la una de la madrugada. El sonido pudo ser mejorable en un comienzo, al igual que las insufribles luces rojas que suelen emplear, pero en el aspecto que nos interesa de muy ignorantes sería no reconocer el mérito de piezas como “Aire nuevo” o “Ángel gris”, prueba palpable de que viven en una evolución constante desde los inicios mismos de su trayectoria.
El vocalista y guitarrista Diego Escriche es ya por lo menos un icono indie, no solo por su desbordante carisma en directo, sino por la cantidad de bandas que está ayudando a salir a flote gracias a su labor no tan reconocida como productor. Vale que Alcalá Norte en estos momentos lo estén petando mucho en este palo, pero no nos olvidemos de los que desenfundaron el machete y abrieron el camino en plena oscuridad. Fundamentales para entender la música contemporánea.
Poético, político y un poco espiritual
La segunda jornada del Canela se inició con el revival a la melancolía emo noventera de Meeky, que en directo no está nada mal. Ponía en la pantalla a modo de presentación de la banda: “Cinco tíos, qué sorpresa”. Cuentan en su catálogo ya con himnos pop punk del calibre de “Pinta amistad” o “LilPeep69Minion420”, por lo que a modo de entremés cumplieron su función con creces. Para desperezarse.
Quizás para lo contrario les parecerían a muchos las argentinas Fin del Mundo, con una capacidad increíble para crear atmósferas oníricas brutales de colchón shogaze y retazos post rock. Si bien en estudio nos resultaron un tanto lánguidas, en las distancias cortas se tornaron un auténtico grupazo para espíritus elevados a los que la velocidad no les importa tanto. En este sentido, resaltar piezas tan emocionantes como “La noche” o esas explosiones guitarreras en las que su vocalista acababa por los suelos. Maravilla.
Tras la baja a última hora de Bar Italia, la organización estuvo muy hábil para encontrar un reemplazo a la altura en los canadienses Ghostwoman, un dúo que tampoco calificaría como para todos los públicos, aunque nos moló su poso psicodélico con ecos tanto a The Raveonettes como a los nombres básicos del garage rock. En su caso, además bordaban las atmósferas abrasivas escoradas hacia el noise rock, así que su espectáculo no se tornó tan tranquilo como cabría esperar.
Los cordobeses Viva Belgrado eran de los grupos que más ganas teníamos de contemplar en su actual gira debido a su soberbio álbum ‘Cancionero de los cielos’, de lo mejor editado en este 2024. Con las palabras de fondo “poético, político y un poco espiritual”, certificaron una vez más el espectacular tirón que poseen entre el personal, sin duda son una de las bandas del momento en el panorama alternativo y es fácil adivinar por qué.
Canciones con estrofas que te agarran y no te sueltan como “El Cristo de los Faroles”, “Jupiter and Beyond the Infinite” o la delicada “Elena observando la Osa Mayor” son armamento más que suficiente para montar una revolución ilustrada con referencias tan poco populares hoy en día como las de Oteiza, Chéjov o el mismo Limónov que inspiró el título de su último disco. Fue un recital épico de principio a fin, con Cándido cantando a viva voz algunos fragmentos, mientras el entusiasmo desmedido del personal provocaba oleadas con peña volando cada dos por tres.
Se nos hizo cortísimo su tiempo en escena, pero tuvo momentos impagables como esa alusión al “Shine On You Crazy Diamond” de Pink Floyd que metieron antes de “Un tragaluz”. Y, por supuesto, el inmenso letrista Cándido terminó tirado por los suelos con la guitarra, demostrando que la falta de pasión nunca se podrá encontrar en sus shows. Piel de gallina.
El experimento flamenco de Israel Fernández, Lela Soto & Frente Abierto se supone que intentaba replicar esa obra mayúscula de la historia de la música patria llamada ‘Omega’ de Lagartija Nick, pero el resultado no fue ni de lejos tan excelso, obviamente. Hubo guitarras eléctricas, eso sí, aunque dio la impresión de que no lograron conectar con el espíritu del festival, pues no fueron pocos los que se sentaron o desertaron durante su actuación.
Un regreso con mucho fuste
Mucho más sólido se reveló un soulman a la vieja usanza como Curtis Harding, con una pedazo voz de las que te temblaban hasta las canillas. Encima iba convenientemente escoltado por una banda de altura que brilló especialmente en la majestuosa revisión que se cascaron del mítico “With A Little Help From My Friends” a la manera de Joe Cocker. Pero no les hacía falta recurrir a cancionero ajeno, pues temazos como “I Won’t Let You Down” o “Need Your Love” deberían servir para que entraran de inmediato en el Olimpo de la música de calidad con alma desbordante. En sala tiene que ser impresionante.
El indie rock de raíces folk de Big Thief no nos cambió la vida, aunque para algunos resultó uno de los conciertos del festival. No en vano si uno se fijaba en las primeras filas, veía peña muy fan, que siempre es respetable. Llevaban un poco un aire a lo Pavement, una comparación muy apropiada para entender ese entusiasmo de culto que provocaban. En suma, no nos cautivaron, pese a admitir que piezas como “Not” o “Masterpiece” poseían cierto encanto.
Al igual que a Los Punsetes, a Standstill les habíamos catado ya en el último Bilbao BBK Live, aunque en el Canela los pudimos disfrutar sin los agobios de los solapes. Para un servidor, que se quiten los grupos indies de fuera teniendo un combo patrio de una calidad tan incontestable como la que aportaban Enric Montefusco, el versátil productor y multiinstrumentista Ricky Faulkner o el arrollador batería Ricky Lavado. Esto sí que era una auténtica coalición de talentos.
“¿Por qué me llamas a estas horas?” o “Adelante Bonaparte” son de sobra clásicos del indie patrio, por lo que no extrañó encontrarse con personal tan enfervorizado como en Viva Belgrado. No es necesario proceder de Chicago o de California para que un grupo reciba el reconocimiento adecuado, sobre todo tratándose de un combo que a la postre se tornaría tan influyente en la escena alternativa. Un regreso con mucho fuste.
Y para cerrar la jornada, ahí teníamos la bofetada sonora de los franceses Slift, psicodelia endurecida que quizás tenía más que ver con Radio Moscow o Mastodon que con las figuras inevitables del género. Las camisetas de Amenra y bandas similares que se veían por las primeras filas daban a entender que esto se trataba de una especie de oasis metálico contemporáneo en el Canela Party. En algún medio han considerado su último disco ‘Ilion’ de lo mejor del año y en directo poseen de sobra la capacidad para desencadenar una tormenta guitarrera no apta para amantes de lo comercial. Para flipar. Más canela en rama.
Retro quinquis
El mundo necesita grupos como Orina, un conglomerado de punks currelas malagueños que tampoco le hacían ascos a paisanos transgresores como Tabletom, que se ganaron en su día un estatus de culto combinando rock, jazz y flamenco, entre otros géneros. A pesar de sus letras cargadas de bilis, lo cierto es que estarían más en consonancia con la voluntad de saltar de un estilo a otro de estos últimos que con el punk ortodoxo, aunque a veces resulte imposible obviar la influencia de Eskorbuto o Biznaga.
Himnos que cantaban a la precariedad laboral como “Salud, dinero y amor” convivían con preocupaciones existenciales del tamaño de las que se exponían en “Poli en chándal” o “Hail Kitty”, con evidente carga surrealista. “Charles Bronson”, el homenaje a todo un clásico de las películas de acción, reincidió en su aire de retro quinquis, al igual que “Begoña”, una entrañable historia de amor sobre una cajera del Eroski. Podrían protagonizar una versión contemporánea de ‘El pico’.
Sin perder de vista a los desarrapados, mucho más salvajes eran Finale, con un vocalista que casi parecía de dibujos animados poniendo caras de pirado y dando vueltas sin ton ni son por el escenario. Dejó patente la voluntad de provocar lanzando con furia uno de los cartones que decoraban el escenario del Canela Party y aquello fue casi como si hubiera echado gasolina al fuego, pues se desencadenaron pogos como con ningún otro grupo. La cosa llegó a tal punto que optaron por reforzar la seguridad de las vallas después de que un tipo en pleno éxtasis las zarandeara con fuerza. Lo que hacen las drogas. Y la música.
Cambio radical con los vascos Lisabö, que para los que no lo sepan, se trata de un grupo experimental de post hardcore con dos baterías y marasmos ruidistas que nada tenían que envidiar a los de los Swans de Michael Gira. Era evidente que sus canciones no eran para cantar en la ducha, pero ya solo contemplarles en escena resultaba todo un espectáculo. Pusieron además la nota reivindicativa desplegando una bandera palestina gigante de fondo y aludiendo al final de su actuación a ese genocidio que parece no suscitar la más mínima reacción de la comunidad internacional. Aurrera!
Muy para los británicos que pululaban por el festi se antojaban los angelinos Militarie Gun, que se movían en un indie rock convencional con leve poso post punk, a pesar de la camiseta de Crass de uno de ellos. Temas como “Do It Faster” o “Very High” valían de sobra para pasar el rato, sin pretender que te cambien la vida. En este caso, se cumplió esa máxima que dice que los grupos vienen al Canela a ver al público, pues su vocalista halagó en varias ocasiones al respetable y dijo que le había encantado la banda que había tocado antes que ellos. Buen gusto, entonces.
Al igual que otros combos, Cloud Nothings podrían ser un grupo de otra época, en concreto de finales de los noventa o principios del nuevo milenio, pues algunas composiciones no distaban demasiado del emo o el pop punk a lo Blink-182. Hay que señalar que su campo de acción abarcaba bastante, ya que suelen enumerar influencias tan antagónicas como Black Sabbath o Nina Hagen. Una de esas formaciones que si no les ves por estos lares va a ser complicado que lo hagan en un entorno diferente.
El indie folk de Wednesday se nos hizo bola en determinados momentos, pero por fortuna ahí estaban Protomartyr para desperezar, todo un nombre de culto dentro del post punk contemporáneo. El vocalista Joe Casey era un auténtico personaje que demostró su falta de fe en el papel tradicional del frontman irrumpiendo en escena bebiendo y fumando, como si estuviera en su casa. Pero no hacía falta un gran despliegue para epatar al personal, eso lo consiguieron de sobra con temas enérgicos, cortos y al grano, permitiéndose alguna pequeña licencia en el caso de “Pontiac 87”, que tiraba más hacia la oscuridad de Killing Joke o Echo & The Bunnymen. Afortunado de haberlos visto.
Con una considerable reputación en el mundillo underground, los canadienses Metz eran otra de esas cosas para fardar con los entendidos, pues conseguir que giren por nuestro país se antoja realmente complicado. Eso no sucede en el Canela Party, donde han tocado en repetidas ocasiones, y ese exhaustivo trabajo de campo se tradujo en el excesivo entusiasmo del personal, con varios tipos surfeando entre la multitud al mismo tiempo. Se les notó además muy rodados y lo cierto es que piezas del estilo de “Get Off” o “Hail Taxi” sonaban cañón. Ojalá se animen a explorar otros rincones de la península.
Y por último Model/Actriz nos permitieron cerrar con fuste la tercera jornada con una especie de puente entre el post punk, seguramente el género mayoritario en el cartel del Canela, y la electrónica reservada para los noctívagos irredentos que aguanten hasta las tres o cuatro de la madrugada. Como llevábamos en el recinto desde primera hora, no estábamos en este último grupo, pero pudimos catar el intenso espectáculo que ofrecieron estos chalaos capitaneados por un vocalista con descaro, que lució una gorra con brillantina que podría llevar Elton John y no dudó en perderse por el público a eso de la tercera canción. Preguntó si había muchos gays entre el respetable porque dijo que sintió muchas manos en sus partes pudendas. Imposible dormirse.
El despiporre de los disfraces
Aparte de la costumbre de lanzar confeti al final de cada actuación, la tradición más característica del Canela Party es el despiporre de disfraces que montan en la última jornada del evento, ya lo hemos mencionado al comienzo de la crónica. Una fiesta a la que hasta se suman los propios grupos, y en este sentido debería ganar por goleada la conseguida imitación de Isabel Ayuso por parte de Isa de Triángulo de Amor Bizarro, que saludó a la peña llamándoles “hijos de puta”, o su compañero Rodrigo, que tampoco iba mal caracterizado como Leiva.
Muy atinados estuvieron en este aspecto del mismo modo Yawners, con sus trajes de Spiderman que encajaban a la perfección con el aroma pop punk noventero y de principios de siglo de su propuesta. Piezas como “La escalera”, que podría ser un single de Dover en la época de ‘Devil Came to Me”, o “Tu cumpleaños”, puro Weezer, ganan bastante sobre el escenario. Ya habíamos coincidido con este proyecto de la madrileña Elena Nieto en un Bilbao BBK Live y no nos dejó mal sabor de boca. Un tentempié adecuado para entrar en faena.
Los catalanes Prison Affair iban más a piñón fijo, con un vertiginoso post punk minimalista a velocidad de vértigo y florituras las mínimas. Cómo se agradece de vez en cuando un grupo en este plan, que funcione como un tiro y no se pierda por enrevesados vericuetos. No había lugar para exquisiteces o para buscar los tres pies al gato, pero que me aspen si no entran ganas de montar un pogo tremendo con “Entre barrotes”. Volaron cabezas.
El punk frenético con retazos a lo Amyl & The Sniffers de Snooper mantuvo el interés y el acelerador a fondo sin que irrumpiera ni una pizca de aburrimiento. Al principio el sonido no fue muy allá, pero la cosa mejoró posteriormente. La vocalista dijo que era la ciudad más bonita en la que habían estado, así que ahí teníamos otro ejemplo más de otro grupo que venía a contemplar el respetable y el ambiente. Como para sufrir bajón con estímulos tan potentes como este.
El dúo Cala Vento se ha convertido en una presencia recurrente en festivales de corte indie o alternativo, por lo tanto a nada que uno frecuente esos ambientes les habrá visto dos o tres veces mínimo, como le sucede a un servidor. Aleix y Joan se lo siguen montando genial a las tablas, alternándose con total solvencia a las voces y legándonos canciones para dejarse la garganta como “No hay manera”, “Equilibrio” o “Del montón”, entre otras de un show que no tuvo desperdicio del inicio al final.
Sus disfraces de pilotos de Fórmula 1 aportaron gracia al asunto y para cuando se arrancaron con “Isla desierta” la multitud flipó como en pocas ocasiones a lo largo del Canela. Finiquitaron un recital bordeando la perfección con una canción tan redonda como “Conmigo”, que provocó que se coreara cada estrofa. Fue tan emocionante que Aleix y Joan no dudaron en fundirse en un abrazo ante la vista de todo el mundo. Cada vez más grandes.
Oda a la música de antaño
Mucho interés teníamos en catar a los canadienses Home Front, una de las grandes sensaciones del post punk actual al combinar la electrónica de New Order con el street punk a lo Cockney Rejects. Con un cantante enérgico que pegaba saltos en el aire, certificaron que lo suyo no iba para gatos de escayola, sino para montar la mayor gresca posible.
La mayoría del personal parecía de paso, me apuesto a que pocos disfrutarían de verdad maravillas como la industrialoide “Faded State” o ese sugerente “Overtime” con halo The Cure que podría sonar en un garito gótico. Sus cuarenta y cinco minutos de actuación nos supieron a poco, aunque escuchar temones como “Nation” fue un auténtico lujo, por lo que tocará rezar para que regresen a la península a la mayor brevedad.
Y si en la anterior visita de The Lemon Twigs al bilbaíno Kafe Antzokia no alucinamos tanto como para decir que fue el concierto de nuestra vida, quizás los disfrutamos más en el Canela Party por la versatilidad circundante. Entre tanta propuesta vanguardista o transgresora, se agradecía un grupo de guitarras y melodías vocales a la vieja usanza, con un par de tipos que hasta emulaban algunos de los famosos movimientos de Lennon y McCartney.
“¡Qué agradable!”, nos dijo el que estaba al lado antes de marcharse porque no les pillaba el punto. Vale, quizás cortes emotivos en plan “My Golden Years”, “A Dream Is All I Know” o “They Don’t Know How To Fall In Place” no pegaran demasiado en el entorno festivalero, pero fijo que bastantes valoraron esta suerte de oda a la música de antaño. Bordaron además una sorprendente revisión de “You’re So Good To Me” de The Beach Boys y subieron otro peldaño más al final evocando al gran Marc Bolan y T-Rex en “Rock On (Over and Over)”. Impecables.
A los históricos del indie Superchunk tampoco les controlábamos en exceso, por lo que intuimos que podrían marcarse algo similar a Pavement en directo. Nada más lejos de la realidad, pues se revelaron mucho más guitarreros, sin descuidar ni un ápice de emoción en “On the Floor” o “Everybody Dies”, entre otros cortes que nos convirtieron en fan ipso facto. “En España sabéis cómo deshaceros de los fascistas”, dijo el vocalista y guitarrista Mac McCaughan antes de “What A Time To Be Alive” y echaron el resto con un apabullante “Slack Motherfucker”. Los verdaderos aficionados tuvieron que salir flotando de allí. Los demás, penitencia por no hacer los deberes y los apuntamos desde ya en la lista.
Como ya hemos dicho, Triángulo de Amor Bizarro irrumpieron con disfraces de Isabel Ayuso y Leiva, de los que se despojaron enseguida para dar paso a lo verdaderamente relevante. Pudo volar pelucas ese rotundo comienzo con la industrial “Robo tu tiempo” y la apoteosis ruidista de “¿Quiénes son los curanderos?”. No perdieron empaque con “El fantasma de la Transición” y mostraron su faceta experimental en la siempre desbordante “No eres tú”, con la que incluso realizaron un disco entero expandiendo cada una de sus partes.
Al igual que en otras ocasiones, su repertorio estuvo muy equilibrado, desde asimilándose a una versión patria de Slowdive en “Asmr para ti” a la tralla bruta de “Ruptura” o esa soberbia oda a New Order llamada “Estrella solitaria”, ante la que Isa pidió: “Bailamos y lloramos al mismo tiempo”. El punk no se descuidó en “Canción de la fama” y enfilaron una recta final con los ánimos desbordados en “Vigilantes del espejo” antes del himno absoluto “De la monarquía a la criptocracia”. Siguen dando sopas con honda en cuestión de directo a la mayoría de grupos.
Hay veces en las que las bandas poseen nombres muy reveladores. Tal era el caso de los canadienses Crack Cloud, que le daban a un post punk muy chalado a lo Tropical Fuck Storm, con batería cantante y saxofón hipnótico. Lo curioso es que gran parte de la concurrencia conectó con su descabellada propuesta bailando en círculos como si realizaran algún rito tribal. Tenían su punto.
Y cerramos nuestra cobertura del Canela Party con Sheer Mag, otro de esos grandes grupos a la vieja usanza que le daba a un power pop muy guitarrero, con momentos que recordaba incluso a The Hellacopters, y una cantante con voz rockera a tope, una suerte de mezcla imposible entre Ann Wilson y Brian Johnson. El aire funk de “Moonstruck” fue un buen ejemplo de que su rollo poseía más amplitud de miras de lo que podría imaginarse. Que hagan también parada en la península en breve.
Pues hasta aquí dio de sí lo vivido en el Canela Party, el festival en el que no se cuelan en el cartel de tapadillo artistas de relleno, sino que la mayoría de las propuestas poseen interés para espíritus mínimamente melómanos. Quizás ese sea el motivo por el que nos encontramos tantos músicos como público en el recinto. Aquí se mima a la gente, no se le trata como ganado, y eso solo debería ser razón suficiente para asistir de cabeza año tras año. Con citas así otro mundo desde luego que es posible. Sin garrafón a la redonda.
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