¡Pendejo!

Sin Vergüenza

Chancho Records (2018)

Por: Jorge Bobadilla

8.5

Como si se tratara de años bisiestos, cada cuatro años nos ha ido llegando un nuevo disco de la banda holandesa que nos sorprendió en 2010 con sus ‘Cantos a la vida’, un disco de stoner en castellano con la trompeta de su vocalista como elemento más diferenciador. Cualquiera de esos tres elementos te enganchará de la forma que El Patuso y los suyos los van engarzando en la nueva decena de temas que nos presentan.

Sea el groove de su stoner, el mensaje en su español aprendido en Latinoamérica o el gusto con el que se ha incrementado el aporte de los vientos sumando un trombón a la ecuación, no te vas a poder escapar. Si “Don Gernán”, al estilo de su “Verano del 96” en ‘Atacames’ (2014) o "Flotadores" en su debut, ya nos muestra lo mejor de todas sus armas al tempo más atractivo de su desértica propuesta, temas como “Hacia la luz” aportan aun más originalidad dando la sensación de que hay toda una big band en el infierno apuntando a tus oídos. Tremendamente adictiva. Precisamente de un infierno apuntando a tus oídos trata el single, “Bulla”, un tinnitus extrapolable a la época en la que vivimos y su exceso de “ruido”.

Un corte instrumental, “El timón holandés”, permite que pongamos el foco más allá del siempre singular mensaje que guardan las letras para, acto seguido, recibir en guardia la revelación de una tremenda conspiración en “El Rutger”, que comienza con un guiño a ‘El bueno, el feo y el malo’. El secreto lo dejo para que lo descubráis, pero el tema es otro ejemplo de tempo más bajo, casi arrastrado, de guitarra ronca y bajo distorsionado, terreno en el que, como los lagartos, estos holandeses se disfrutan y hacen disfrutar. Hacen que paladees cada nota en “El espejo”, como recuerdo en un tomo más sentimental del “Hermelinda” en el disco anterior. Una pincelada más de melancolía la aporta una trompeta que casi llora y otra pincelada de rabia viene de las cuerdas que parecen compartir pedal de distorsión con la garganta de El Patuso.

No hay tema sin algo que destacar y cada uno pasa a ser tu favorito en cada escucha: el más clásico a golpe de riff de “La cagada no termina”, los estallidos que vienen de la batería en “La mala de la tele”, la pegada de “Llanto”... Pero hay que poner el acento (que no la C) en el último tema, “Fasista”, seis minutos para esta banda que te sumerge en un pantano doom de distorsión y alaridos que no pueden hacer más justicia a los orígenes “sabáticos” del género, terminando con su ventosa firma que tanta personalidad aporta y sella tu atención.

Reconozco haber mordido el anzuelo de estos pendejos, hasta el cerebro, un bocado del que no hay salida posible, al contrario, si no los conocías, un repaso a su discografía tirará de la caña y le hará mucho bien a tu necesidad de bulla.

Jorge Bobadilla (@jorgebobadilla)

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