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Crítica de Grado7: Memorias

Una de las cosas más bonitas de poder escribir en MariskalRock es conocer bandas nuevas. Ya no por el hecho de que una formación nueva empiece a andar, que es de por sí una gran noticia. Lo ilusionante es ver que el rock puede sonar distinto y original sin dejar de ser rock. Grado7 tienen letras y melodías de cantautor con un poso eléctrico muy especial. Los barceloneses, reflexivos y emocionales, nos obsequian con ‘Memorias’, sus primeros siete temas de estudio que ven la luz.

Ya son varias las escuchas de este disco, y a medida que me familiarizo con sus canciones, más acomodado me siento con su sonoridad. Dándole vueltas, llego a la conclusión que estas mismas canciones sin la distorsión de la guitarra podría ser una cosa muy distinta. Elliot, el cantante de la banda tiene una voz versátil: a ratos rasgada, a canciones afinada y reconfortante; los instrumentos se perciben de manera nítida, se entienden todos. Recurren al piano, ya sea como solista o en certeros arreglos; y la guitarra, aunque para nada extremada, es punzante y rasca cuando toca, pero emociona en sus solos. La cuestión es que detecto dos almas entrelazadas en sus composiciones: una es melódica sin complejos, la otra más aguerrida y con ganar de gritar.

Arrancan el disco con “Deseo”, contraponiendo ideas en su primera estrofa, que se desenvuelve hasta llegar a un estribillo potente, aliñado todo con un solo de guitarra excitante. Mientras escucho los primeros compases de “Inhumano”, me viene a la cabeza la elegancia de Boston, a pesar de que el mensaje es mucho más reivindicativo y, por desgracia, muy actual: “Los sueños en pie, las guerras al suelo”. Y llegamos a “Creo”, un medio tiempo in crescendo doloroso, que en vista de las reproducciones tiene pinta de convertirse en el tema mechero de sus directos. Una sentida canción que conjunta piano, cuerdas, guitarra acústica y un sentido solo de guitarra.

Cuando nos tienen blanditos, contraatacan con rabia elegante a ritmo de “Rencor”, de letra trabajada y muy bien insertada con la rítmica. A pesar de la introducción de arpegios y batería sincopada, en “A mano alzada” siguen la misma dinámica contundente y nos invitan a escuchar al viento cantar para encontrar la solución.

Los dos últimos temas los reservan para apelar de nuevo a los sentimientos. “Última estrofa” reaparece a un piano lento como presentación, si bien cuando empiezan a cantar al desamor la pieza se ajetrea. “Memorias” mezcla sentimiento a la par que una guitarra huesuda y un solo eléctrico culminante.

Quiero pensar que a este disco le seguirán otros, porque de las letras, melodías y arreglos se desprenden unas ganas enormes de expresar en voz alta. A los que disfrutan habitualmente degustando un rock conmovedor y poético, este es su disco y su nueva banda. Si por el contrario tenéis tendencia a consumir platos más contundentes -caso de un servidor- os animo a que les deis una oportunidad y descubriréis a una banda que ofrecen buen rock, accesible, pero que también brindan buenos tragos de tequila.

Redacción

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