Gato Ventura

Delirios, parte 2: Apología del desaire

Beatclap (2022)

Por: Alfredo Villaescusa

9

Parece mentira que con la de cantidad de talento que existe en el país algunos todavía arrastren ese complejo de inferioridad producto de épocas oscuras y se desvivan por la última sensación guiri de turno simplemente por el hecho de que procede de fuera. Menos mal que cada cierto tiempo rotundos lanzamientos como el que comentamos en esta ocasión nos recuerdan la profunda falacia de este argumento.

Me atrevería a decir que no deben existir demasiados ejemplos en la península que mezclen rock urbano con la herencia de tierras andaluzas con tanta precisión y buen hacer como este vocalista, guitarrista y compositor cordobés, que en ocasiones por su carga poética podría recordar a otro compatriota como el sevillano Poncho K. Una amplitud de miras que comparten ambos, pues son de esos artistas a los que las etiquetas se les quedan cortas y no tienen complejo ninguno, ni siquiera al combinar estilos en apariencia antagónicos.

La inicial “Corazón de madera” sigue las coordenadas tan consabidas que marcaron a fuego Extremoduro o Marea y a buen seguro que en los conciertos tiene que atronar. “De carne viva” es otro temazo en el que sobresale su faceta más guitarrera y que no sería descabellado imaginarse entonado por cientos de personas dejándose la garganta.

Paco Ventura (Medina Azahara) y Paco Javier Jimeno echan un cable y aportan aire flamenco en “Ya puede caerse el cielo” y consiguen un resultado espectacular en el que no se descuida la vena rockera. “Sale”, con Nacho Abril a la guitarra española, sube la apuesta con formato rumba arrabalera y una letra casi para tatuársela. La versatilidad por bandera.

“Roto” recupera la electricidad desbocada junto a Fernando Madina de Reincidentes y nos lega sin duda una de las mejores piezas del álbum, toda una coalición de desbordante talento. Y “El viento” comienza con una parte sosegada, pero luego se transforma en un enérgico tema que probablemente te haga rememorar a la banda de Kutxi Romero.

“Dime por qué” cambia de tercio con ínfulas swing que incitan a mover el esqueleto y una labor encomiable de nuevo a las seis cuerdas. Sin perder nada de interés, “Cinco espinas” se aproxima incluso al heavy metal en su base rítmica, aunque luego la voz aflamencada vaya en otra línea y la suma de los dos elementos consiga una simbiosis digna de elogio.

“Sigo soñando” evidencia el poso del legado de Robe, por lo que no conviene minusvalorar una magnífica letra de vuelo poético que es muy posible que te haga pensar en “Salir”, “Standby” o cualquier otro himno de rock transgresivo. “Córtame las penas” se trata de otro corte contundente que en las distancias cortas se debe tornar una auténtica maravilla, de los más inspirados del conjunto, y “El Desaire” quizás nos aporte el punto comercial del disco por su pegadizo estribillo.

“Todos los gatos son pardos” sigue engrandeciendo un colosal trabajo, mientras que “El despertar de la razón” nos ofrece a la vez un oasis instrumental, una suerte de poema recitado y el desmadre de un tablao flamenco. Hay algunas regiones del globo en las que se puede experimentar en un mismo día las cuatro estaciones del año, pues en esta canción, igual.

El homenaje al folklore mexicano de “La Llorona”, de la mano de Gisela Hidalgo, ofrece un peculiar lavado de cara a todo un clásico del que se han hecho miles de versiones, pero que cuenta en esta revisión con un estupendo trabajo a las seis cuerdas y unas cuidadas armonías vocales como principales señas de identidad. Y “Paradoja”, con Txua Ruiz, pone la guinda en clave acústica, con letra descarnada y melodías sureñas reminiscentes a lo Lynyrd Skynyrd, toma ya.

Un artista, en definitiva, con una visión estratosférica que abarca varios géneros y que por ese mismo motivo debería convertirse desde ya en una referencia imprescindible en el rock estatal sin prejuicios. Y esto es solo su segundo trabajo, le espera una trayectoria deslumbrante. ¡Apunten el nombre!

Alfredo Villaescusa
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