Billie Marten
Flora Fauna
Fiction (2021)
Por: Alfredo Villaescusa
8
Que te pille el éxito en plena infancia o adolescencia tiene que causar unos desajustes emocionales tremendos. No son pocos los casos de juguetes rotos que han acabado relegados al olvido cuando ya no se pudo extraer más beneficio de ellos. Hace falta poseer una cabeza muy bien amueblada para que la fama no se te suba a la cabeza en esa época en la que cualquier nimio acontecimiento puede desencadenar todo un tsunami de imprevisibles consecuencias.
Esta británica criada en las colinas de North Yorkshire con 9 añitos ya tenía su propio canal de YouTube en el que revisitaba piezas de pop, y a los 12 se transformó en toda una celebridad cuando el vídeo de su versión del “Middle Of The Bed” de Lucy Rose atrajo miles de visitas. Lo siguiente fue un par de EPs y un aclamado debut titulado ‘Writing of Blues and Yellows’ en el que se la comparó con nombres tan consagrados como Nick Drake, Joni Mitchell o su adorada Kate Bush. Y de la timidez del folk acústico inicial pasó a un sonido con muchos más matices en el que incluso se adivinaba la influencia del krautrock de Can o la psicodelia electrónica de Broadcast, entre otros puntos de interés.
Valga a modo de advertencia que este trabajo no es ni lejanamente para agitar cabelleras, ni tan siquiera para escuchar en un garito, sino más bien para mirar por la ventana y afrontar un día de esos lluviosos frecuentes en la pérfida Albión. Con esa actitud uno puede adentrarse en “Garden of Eden”, la bucólica bienvenida a una obra donde la naturaleza cobrará una importancia esencial en su vertiente sanadora, en línea con aquellas revolucionarias ideas que defendía el norteamericano Ralph Waldo Emerson allá por el siglo XIX y que entendían este aspecto como crucial en el desarrollo del ser humano.
“Creature of Mine” florece en un contexto similar, aunque quizás el estribillo se acerque más hacia el rock alternativo noventero por su halo tristón. Y “Human Replacement” sigue la escalada de experimentación con notable predominio del bajo, no en vano la artista aprendió recientemente a dominar las cuatro cuerdas, algo que proporciona a la pieza una inefable atmósfera hipnótica que la convierte en uno de los ejemplos más destacables de su actual progresión estilística. “Liquid Love” conserva la deuda con su pasado acústico tradicional, mientras que “Heaven” nos sorprende en los primeros segundos con el sonido exótico de un sitar. Otro arriesgado avance en tierra de nadie.
“Ruin” rompe la dinámica melancólica con ritmos alegres que encajan cual guante entre los luminosos tonos de Marten, un soplo de aire fresco antes de volverse introspectiva en “Pigeon” y ponerse a reflexionar sobre la incesante vorágine de la vida moderna. “Kill the Clown” no se despega de la profundidad, pero la vista está más dirigida hacia el folk y uno podría imaginarse a la autora caminando plácidamente entre campos de amapolas. El cierre flotante que propugnan tanto “Walnut” como “Aquarium” nos deja con una serenidad de espíritu difícil de conseguir por medios naturales y con la sensación de que este rollo podría encajarnos para un domingo o una jornada de esas tranquilas en las que no apetece comerse demasiado la cabeza.
Con este tercer álbum la cantautora inaugura una etapa tal vez no tan inocente como la de antaño, pero a buen seguro bastante más interesante para aficionados al krautrock, a los Pink Floyd de los inicios o incluso para los que encuentran su encanto en el minimalismo que puede ofrecer una simple guitarra acústica. Toda una inteligente manera de desligarse del perfume envenenado de esa juventud que hace que no te tomen lo suficientemente en serio. Pero la chica ha cumplido ya la mayoría de edad también en su vertiente musical, he aquí su valiente testimonio.
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1 comentario
Para ser sincero y más aún después de escuchar ambos temas y videoclip no me llena mucho la propuesta de esta chavala y su banda. Espero que el resto del álbum sea más cañero.