Blog: Juan Destroyer
Entrevistas |Guillermo Cazenave
«El Syd Barrett argentino que llegó a la Nasa»
Por: Juan Destroyer
Multinstrumentista y cantante bilingüe desde finales de los 60s,Guillermo Cazenave nació en Buenos Aires, pero a partir de 1973, tras cumplir 18 años, vivió en el extranjero, primero en EEUU y luego en Europa, actualmente a caballo entre Francia y España. Juan Destroyer no perdió la oportunidad de profundizar en la singular carrera de un artista con tanto mundo que incluso se le quedó pequeño y llegó hasta las estrellas.
Desde sus inicios silenciosos, escribiendo y grabando canciones en un magnetófono Geloso de su hermano mayor, hasta que su música sonó en una nave de la NASA, pasando por sus discos junto al exguitarrista de Genesis, Anthony Phillips, y decenas de álbumes que dieron la vuelta al mundo sonando en radios (por supuesto también la nuestra)y televisiones de más de 50 países, Guill es un caso singular en el mundo de la música: un artista polifacético que rechazó tres veces contratos con discográficas internacionales. “No tengo nada especial en contra de nadie, pero me siento un ave libre y deseo grabar y producir mis ideas sin pedirle permiso a un jefe. A veces publiqué cinco discos en un año y a veces ninguno. Mi filtro y las decisiones son mías”.
Cabe preguntarse cómo pudo vivir de la música y cómo vendió sus álbumes sin siquiera estar en las tiendas de discos.“Nunca pensé en que mi música podría llegar a venderse, pero me benefició el movimiento alternativo y las revistas. Vendía miles de cassettes y después CDs a través de publicaciones como Popular 1, donde tuve el apoyo de Bertha, Martín Frías y de Mariskal, que ya estaba con su sello Chapa y La Heavy logrando un puente musical único entre el rock argentino y el rock español.
Y luego vendía mucho en la revista esotérica Karma 7, un poco menos en la naturista Integral, en Más Allá, Año Cero y en los congresos y festivales en los que actuaba o daba charlas sobre música de las esferas y aspectos ocultos de la música. Todo ese combo produjo miles en ventas, en aquella época, desde 1985 hasta 2002. Fueron casi 20 años gloriosos. También vendía en las revistas yanquis, en México y algo en Argentina y Chile”.
Con cierto porcentaje de asperger, de niño acertaba las cantidades exactas de ñoquis o lentejas que había en un plato y a los 7 años ganaba a adultos partidas simultáneas de ajedrez. A los 12 ya estaba componiendo canciones y tocando batería, gaita y guitarra.
“Yo no sabía que estaba componiendo, no tenía ni idea. Me venían a la cabeza las melodías y las letras en castellano o en inglés, y en pocos segundos tenía la canción completa. Cuando veía a mis grupos preferidos de la tele, en un show que se llamaba Shindig, pensaba que todos creaban su música como yo lo hacía en mi casa.
Estudié batería con excelentes bateristas; entre ellos ‘Droopy’, que tocaba en la banda de Gustavo Santaolalla y, como anécdota, mi grupo del colegio compartió algunas veces recitales con los Sui Generis de Charly García, antes de que se hicieran famosos en Argentina y sirvieran de inspiración al productor Jorge Álvarez para crear Mecano”.
El primer punto de inflexión en su carrera llegó cuando, a principios de la década de los 70, se instala en Nueva York.
“Yo estaba fascinado con el rock progresivo y en 1973 decidí que viviría en Nueva York y en Londres, pero cuando vi en Manhattan a Genesis, a Emerson, Lake & Palmer, a Pink Floyd y a Yes, pensé en abandonar la música porque me sentía infinitamente pequeño ante aquellos monstruos”. No obstante, pronto llegaron los primeros logros.“Gracias a una manager de The Who, conseguí que remezclaran algunas de mis canciones de la adolescencia en los Electric Lady Studios que había creado Hendrix antes de morir”.
De Nueva York saltó a Londres, donde inició lo que él mismo llama su “etapa de introspección. Llegué a Inglaterra en la época previa a la Thatcher. Me instalé en un squat”. Así se les llamaba a las viviendas desocupadas desde la II Guerra Mundial y medio en ruinas. “Allí me encerré en mi habitación y únicamente salía para ir al Museo Británico, donde estudiaba la música pitagórica de las esferas. Cuando volví a asomar la cabeza, estaba floreciendo el punk mientras yo grababa en mi casa música psicodélica imposible de difundir entonces”.
Por amor al arte pasó penurias que, a la postre, fortalecieron en sus convicciones. “Iba a recoger la comida que dejaban tirada en el mercado de Brixton, donde yo vivía. Estuve viviendo así, sin dinero, una temporada larga”.
Guillermo era vecino de The Clash, que estaban ensayando y a quienes un día se les extravió el batería…“Yo no sabía quiénes eran. Un día tenían que actuar 40 minutos en un carnaval y estaban sin el baterista. Buscaron en el vecindario hasta que alguien les dijo que había un argentino en la casa de al lado que decía haber tocado batería. Yo no estaba en condiciones de tocar, aquel día había tomado una infusión de hongos y llevaba 5 años sin sentarme a la batería. Finalmente me convencieron y me resultó muy fácil tocar con ellos. Al poco tiempo se hicieron muy famosos”.
Guill tuvo una etapa londinense de introspección muy alucinógena de la que finalmente se alejó al irse a la isla de Inishfree, en el norte de Irlanda. “Nunca fui adicto a nada, pero quería experimentar. Mi hermano había tomado LSD en Argentina con la psicoanalista Luisa Kremer, cuando aún era legal. Había sido introducido por el psiquiatra Tallaferro, a quien Hoffman (el descubridor del ácido) le enviaba frascos líquidos en cajas desde Suiza, y casualmente mi hermano iba al colegio con Iván, el hijo de Tallaferro. Yo estaba intrigado por vivir la experiencia psicotrópica y estuve varios meses tomándolo seguido, con el desayuno. Por las noches cantaba para mis amigos y vecinos ingleses, quienes me apodaron “el Barrett argentino”. Me sabía todas sus canciones porque supongo que conectaba con él. Hasta el día de hoy hago vídeos en las redes para los grupos de fans de Floyd y de Syd.
Una vez fui a Cambridge a visitarlo, pero creo que era una hermana suya la que me preguntó en aquella casa que quién era yo. Cuando le dije que probablemente un hermano cósmico de Barrett, me echó. Entonces empecé a caminar por allí y acabé en una conferencia que daba el científico Stephen Hawking en la universidad, y que también fue para mí todo un viaje espacial y una réplica sustitutiva a mi frustrado encuentro con Syd”.
Una de sus compañeras de aquella época, Christine ‘Chris’ Hall, recuerda:“Guill tenía un atractivo distinto y era como un imán para las chicas que vivíamos en aquellas casas. Había interés por compartir su vida y en algunas por... ¡compartir su cama! Él no parecía demasiado interesado en ligar pero era tierno, me regalaba caramelos, flores que recogía en la campiña de Surrey y me leía cuentos de literatura irlandesa hasta que me dormía, mientras me acariciaba el pelo. Estar a su lado era una vibración bella. Guill estaba enamorado de la hija de la escritora Jenny James, especializada en la Primal Therapy, que hacían John y Yoko. Éramos una comunidad hippie llamada Atlantis a la que Guill no pertenecía”.
Por su parte, su amigo alemán de aquella época, Martin, comenta: “Guillermo se comunicaba muy bien con los niños y con los gatos. Su expresión cambiaba por las noches cuando empezaba a cantar sus canciones. Cantaba muy parecido, por no decir igual, a Barrett. En aquella época casi todos tomábamos o habíamos probado los ‘tripis’, pero lo suyo era más como algo religioso. Su mirada, su mente, estaban en el espacio, y cuando consiguió su primer sintetizador esto se notó muchísimo más. Su ida a aquella isla en el norte de Irlanda fue su regreso al paisaje de cada día. Ya se había hecho vegetariano y a partir de entonces su vida continuó de una manera sana: yoga, vegetarianismo, pero siempre con su música psicodélica y espacial”.
Uno de sus hitos fue el disco ‘The Meadows of Englewood’ (1996) junto a Anthony Phillips. “Él se había ido de Genesis debido a su pánico escénico y porque quería estudiar música clásica. Nos conocimos a finales de los 70s a través de un amigo común. Cada vez que iba a Londres me alojaba en su casa, pero era una relación de amistad y poco musical. Nos pasábamos el día charlando de cualquier cosa menos de música, íbamos a museos, salíamos a comer juntos, pero un día nos pusimos a improvisar música, alternando guitarra y teclados, y nos dimos cuenta de que salían cosas interesantes. Cuando grabamos la suite ‘The Meadows of Englewood’ estuvimos como en trance. No sabíamos que había durado casi 40 minutos. Creíamos que habíamos tocado sólo 10 minutos. Al mirar la cinta digital, nos dimos cuenta. Fue algo de otro mundo, como si una fuerza superior nos lo hubiese dictado”.
Años antes de aquello, había pasado una larga temporada en Hollywood, California, que también dio sus frutos. “En los años 80s, John Lui, cineasta, excampeón mundial de karate y amigo de Bruce Lee, me pidió que hiciera la banda sonora para su película “The Touch of Zen”, que finalmente se realizó a principios de los 90s. Cuando toco teclados mi música es muy visual, por eso se usa a veces en televisión, pero cuando toco guitarra o batería soy más folkie o roquero. Ir a Hollywood me hizo tomar consciencia de lo lejos que estoy yo de ese ambiente. Siempre que podía alquilaba una cabaña al otro lado de la colina; en Laurel Canyon, cerca de la casa de Frank Zappa y de la que había alquilado Jim Morrison en los 60s, y sólo iba a Beverly Hills y a los Universal Studios si había que sincronizar las imágenes con algo de lo que había grabado”.
Es obvio que conoció a muchos artistas consagrados, sin embargo aun a día de hoy preserva un pacto de silencio. “Actores, actrices y músicos célebres, pero no quiero decir quiénes porque tengo amistad con algunos y mantenemos un código de discreción inalterable. Cuando alguien se enteraba, me pedían conectar con tal o cual persona, y mi respuesta siempre fue la misma: no lo conozco”.
Cabe añadir que se lo vio hace años en una foto de la revista norteamericana Allure charlando y riéndose en una cafetería con Maurice Gibb (BeeGees); o en California con Mike Pinder de The Moody Blues; o en la cantina de la BBC con el legendario baterista Dave Clark y Pete Noone (de The Herman’s Hermits). En Argentina destaca su amistad desde muy joven con la familia García (Charly), con Gustavo Cerati (Soda Stereo), Litto Nebbia, los años en los que convivió con Miguel Abuelo… y muchos más músicos, sobre todo del ambiente del rock anglosajón.
“También conocí a científicos e ingenieros espaciales y a muchos astronautas, pero primero fueron pilotos y personal de Iberia, quienes me invitaron a dar conferencias en la capilla del aeropuerto de El Prat, en Barcelona, para que en aquella época les explicara un poco mi idea sobre cómo desarrollar un canal de audio con música relajante para quienes temen volar y tienen que hacer viajes largos. Y un día, uno de los pilotos me dijo “Tu música es más espacial que aérea, deberías ir a la NASA. Yo conozco a un astronauta”.
Así fue cómo acabé en Houston dando conferencias sobre música de las esferas para cuarenta y pico astronautas. Después eligieron mi tema “Fly High” como uno de los 50 más representativos de la música humana en la Tierra, aunque yo les dije en mi conferencia que era posible que hubiesen extraterrestres sin sentido auditivo, así que lo mejor sería pasarles la música en partitura o en coordenadas astrosónicas, que era lo que yo había estudiado: cómo hacer una carta astrosónica y averiguar en qué notas musicales vibra cada persona”.
La vida sentimental de Cazenave ha sido casi tan rica como la artística, hasta el punto que cuatro de sus exparejas comparten el nombre de Sara, nombre de origen hebreo que significa “princesa”.
“Mi primera novia argentina, mi compañera neoyorquina, mi esposa madrileña y luego mi pareja catalana y madre de mis hijos. De todas ellas aprendí muchas cosas y, a pesar de alguna que otra separación complicada, las llevo en mi corazón”.
A la prensa no le tiene tanto cariño. Siempre fue un poco esquivo con los medios de comunicación.
“Me gusta hablar o que me entrevisten personas afines. No me interesa salir en cualquier medio. Parte de mi música y de mis libros han estado vinculados al mundo esotérico, OVNI y bio, con muchos “descubridores de verdades o panaceas”, y eso me lleva a seleccionar a qué sitios voy y con quiénes tengo o no amistad. Trato de no estar cerca de personas o de ambientes sensacionalistas”.
Ha acumulado muchas experiencias, más que la mayoría de los mortales, pero aun así,es mucho lo que le quedó por hacer. Al preguntarle sobre los músicos con los que le habría gustado tocar, lo tiene claro.
“Guitarra acústica acompañando a Gram Parsons, teclados junto a Steve Winwood, batería con el bajista Jack Bruce y guitarra eléctrica con Anthony Phillips en teclados (esto último ya lo hice)”.
Y en cuanto a su santa trinidad musical…“Pink Floyd, Beatles en su última etapa y The Who”.
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Puedes volver a escuchar la entrevista con Mariskal Romero en nuestros podcast.
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1 comentario
Extensa entrevista hacia un grande del Rock Argentino como es GUILLERMO CAZENAVE a través de su nuevo álbum el cual habrá que pegarle alguna escucha a algún que otro nuevo tema de los aqui reflejaos.