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Entrevista a Cancer: "La banda está muy fuerte, estoy muy orgulloso del trabajo y de cómo suena todo"

A Dani Maganto le viene el metal desde dentro, desde el barro, desde el trabajo duro y la carretera. Conversa con Saro Lo Bue y su voz no tiene el tono distante de la estrella ni la euforia exagerada del recién llegado: tiene la serenidad de quien sabe exactamente dónde está y por qué. Cuando empieza a hablar, se entiende rápido que todo lo que hace, tocar, girar, grabar, comprometerse con mil proyectos a la vez, nace del mismo lugar: una necesidad casi vital de estar cerca de la música, de vivirla y sostenerla sin buscar adornos. Su banda, Cancer, llegará a España esta semana con tres conciertos: el 5 de diciembre en la sala Groove de Portugalete (con entradas ya agotadas), el 6 de diciembre en la Wolf de Barcelona y el 7 de diciembre en la Revi Live de Madrid. Consigue tus tickets aquí.

La excusa para sentarse a conversar es la inminente gira que traerá a Pestilence y Cancer a España los días 5, 6 y 7 de diciembre, con paradas en Portugalete, Barcelona y Madrid. Una gira que huele a historia del death metal europeo desde el primer anuncio y que ya ha dado su primera señal de la expectación que genera: el concierto del 5 de diciembre en Portugalete ya está completamente agotado. Se dice rápido, pero en un género tantas veces relegado a los márgenes, agotar entradas antes de que suene una sola nota sigue siendo un símbolo poderoso de vigencia.

Algo que se repite durante la charla es que su relación con Cancer nunca pasó por la idealización. Cuando le preguntan por el peso histórico de entrar en una banda asociada a discos como ‘To the Gory End’, ‘Death Shall Rise’ o ‘The Sins of Mankind’, se ríe con naturalidad y lo deja claro: “No soy mitómano. No tengo esa cosa de buah, es que estos tíos… Yo entro aquí desde el respeto musical. Ya está". Lo dice sin arrogancia, sin falsa modestia; simplemente es su forma de estar en el mundo. Y eso, más que quitar valor, hace que su presencia en Cancer tenga una autenticidad que pocas veces se ve.

La conversación pronto deriva en cómo surgió realmente su entrada en la banda, y es aquí donde Dani muestra su parte más transparente. No fue un casting masivo ni una épica de película; fue una cadena de encuentros, trabajo previo y coincidencias que terminaron desembocando en la alineación actual. “Conocía a la banda porque llevo escuchando death metal toda la vida, pero tampoco es que pensara que algún día estaría aquí. Fue todo muy natural. Me llamaron, probamos, funcionó, y aquí estamos". Esa sencillez casi desarma. No hay relato heroico, pero sí un hilo conductor claro: estar siempre trabajando, siempre tocando, siempre listo.

Hay un momento especialmente interesante cuando se habla del nombre de la banda, un tema complicado por razones obvias. Mucha gente tiene una historia personal dolorosa relacionada con el cáncer como enfermedad, y la palabra tiene un peso emocional evidente.

Dani no esquiva la cuestión; al contrario, la enfrenta con honestidad. “El nombre salió de una conversación entre colegas cuando ellos eran unos críos. Fue casi como una broma entre amigos, algo que simplemente sonó bien en ese momento y se quedó. No había ningún concepto detrás ni ninguna intención especial. Era otro tiempo, otra mentalidad, y así se bautizó la banda". Sin dramatismos, sin excusas. Y quizá esa claridad sea precisamente lo que permite que el tema no enturbie la conversación: hay cosas que son producto de su tiempo, y Cancer pertenece a ese linaje antiguo del metal extremo.

Habla también de la vigencia del grupo y de cómo se vive desde dentro el momento actual. Porque con ‘Inverted World’, su séptimo álbum, la banda no solo ha regresado: ha demostrado estar más viva, más afilada y más contundente que en mucho tiempo. Y Dani lo confirma sin rodeos: “Es un discazo. La banda está muy fuerte. Yo estoy muy orgulloso del trabajo y de cómo suena todo". La energía que transmite al hablar del álbum se nota incluso aunque él mismo no despunte hacia el entusiasmo desmedido. Está cómodo, está conectado, está alineado con el momento creativo de Cancer.

Una de las partes más interesantes de la conversación llega cuando toca hablar del equilibrio entre su vida profesional y su vida musical. No para presumir, ni mucho menos, sino para explicar por qué caminar en este mundo exige tanto. “Yo trabajo muchísimo. Estoy metido en mil cosas porque es lo que me toca. Es mi vida. Pero cuando estoy con Cancer, estoy con ellos al cien por cien". Ese sentido del compromiso, esa entrega total cuando pisa un escenario o entra en un local de ensayo, es quizá lo que más define su relación con la banda: una dedicación que no necesita fuegos artificiales.

Y la pregunta inevitable aparece: ¿qué significa subirse al escenario con Pestilence? Dani responde con un respeto absoluto hacia los holandeses, pero sin caer en discursos grandilocuentes: “Es un cartelazo. Pestilence es historia del death metal, eso lo sabe cualquiera. Tocar con ellos es una oportunidad muy guapa". Lo dice como quien está acostumbrado a valorar las cosas sin inflarlas; a apreciar lo que importa sin buscar adornos.

A medida que avanzamos, la charla se vuelve más personal. Hablamos de cómo se siente en la gira, del ambiente interno, del día a día con la banda. Su respuesta es inmediata y sincera: “Estoy bien. Me siento cómodo. Hay buen rollo, todo fluye. Es una banda muy fácil en ese sentido". Esa naturalidad, esa falta de fricción, parece ser una de las claves del buen momento de Cancer. Y también explica la fuerza que transmiten sobre el escenario: cuando la química funciona, la música respira.

Pero más allá de lo musical, lo que realmente deja huella es la forma en que Dani entiende el metal. No lo intelectualiza, no lo romantiza, no lo convierte en una abstracción espiritual. Para él es oficio, es comunidad, es supervivencia, es pasión. “Mi vida está muy conectada con la música. Todo lo que hago está conectado con la música de alguna manera". Esa frase, dicha sin preparar, es probablemente la columna vertebral de todo lo que representó la conversación.

Y es que, cuando indagamos en qué pueden esperar los fans españoles de los tres conciertos que se vienen, Dani no suelta una oda épica ni un discurso promocional. Lo resume con la sinceridad más rotunda de toda la entrevista: “Vamos a hacer un buen show. Eso es lo importante". Y lo dice con un convencimiento total. Saber que no promete imposibles, pero garantiza entrega, es quizás lo más honesto que un músico puede ofrecer hoy en día.

La gira junto a Pestilence será especial por muchas razones: por el momento que vive la banda, por el reconocimiento renovado del público, por el repertorio brutal que llevarán bajo el brazo, por el reencuentro del death metal europeo con dos de sus exponentes más influyentes en la misma noche. Pero también será especial porque Cancer llega con un bajista que entiende la música desde un lugar distinto, libre de mitologías grandilocuentes, pero lleno de una pasión serena que sostiene todo lo que hace.

Antes de despedirse, Dani vuelve a repetir sin darse cuenta esa idea que vertebra todo su discurso: estar en Cancer es algo natural, parte del curso lógico de una vida en la que la música ha sido siempre la brújula. No necesita explicarlo más. Basta con escuchar cómo lo dice para entender que, en su caso, no es un papel ni una oportunidad elevada al altar del mito: es una continuación honesta de su camino.

Y así, con Portugalete ya agotado, Barcelona y Madrid preparándose y dos titanes listos para desatar una tormenta sónica, queda claro que diciembre será un mes de intensidades. Cancer está en un estado feroz. Pestilence llega con hambre. Y Dani Maganto estará ahí, con el bajo al cuello, haciendo lo que mejor sabe hacer: tocar como si la música fuese lo único que de verdad importa.

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