Entrevistas |Al Clark

«Nací en Huelva»

Por: María Gala

¡UNO DE MI PUEBLO!

Y no un cualquiera. A comienzos de los setenta Londres era para los de aquí la meca. Allí íbamos cual  peregrinos mínimo cada mes para surtirnos de vinilos para los programas, comprar revistas, ver conciertos y respirar la libertad de la que aquí carecíamos por la dictadura militar franquista. Muchas de las historias que viví son recuerdos y proezas que ahora engrandecen lo que escribimos y cuento en la radio o televisión, y que quedó plasmado en el libro de los “50 años de radio & rock” que publicamos con Muniesa.

Fue en ese difícil tiempo cuando ya habíamos transformado la discoteca M&M en el primer templo rockero español, donde comenzaron a venir de forma regular las bandas internacionales de la mano de los incipientes promotores Gay (Mercader más tarde) y Segis (trabajaban juntos), más lo que me ofrecían los promotores de fuera o nosotros conseguimos en esos viajes cuando conocí a Al Clark.

Con frecuencia me acompañaban dos personajes que ya no están y que fueron muy importantes tanto para la música como el cine de vanguardia en nuestro país. Uno fue Carlos Juan Casado, quien ya en aquel tiempo trabajaba en la compañía Hispavox, que entre otros sellos internacionales representaban a la potente Atlantic y que además de gran amigo vivía a cien metros del local y tuvo mucho que ver en el suceso que significó M&M. El otro, Javier Garcillán, que era uno de los tres socios a los que le teníamos alquilado el local de la discoteca y que aprovechaba esos viajes para montar lo que sería su empresa Musidora (aporté cincuenta mil pesetas de la época para su fundación), que daría vida entre otros proyectos a los cines Alphaville para poder ver las películas “prohibidas” censuradas o que no nos traían los distribuidores convencionales. Lo que es la historia, ¿eh? Rock y cine transgresor del llamado arte y ensayo juntos de la mano luchando por la libertad y la democracia.

Creo que fue con el lanzamiento de Oldfield o la venida de los Soft Machine a tocar a Madrid cuando en un despacho de la incipiente Virgin me encontré con Clark en su papel de guiri del que dependía el éxito de nuestras gestiones. En un momento de la conversación sacó el “deje” que ya conocíamos por los gibraltareños y resultó que era onubense, de Huelva. Así que dada la empatía del paisanaje sellamos una amistad que fue intensa en aquellos años y se distanció por su salto al cine… y al culo del mundo. Siempre mantuvimos muy buen rollo y me alegra revivir su exitosa carrera aquí.

Mariskal

“Tengo que advertirte que la única vez que he hablado en español  en este siglo fue cuando “Priscilla” (el musical) se estrenó en Madrid hace seis años. Mi español, que siempre ha sido campesino, es muy poco utilizado. Puedes encontrarme en el teléfono de casa. Yo no utilizo móvil”. De este modo Al Clark, pionero de Time Out, Virgin y productor cinematográfico, responde a mi propuesta de encontrarnos. “Nos vemos mañana a las 11 en la cafetería Jackie’s en Paddington, que esta (casi) en la esquina de Oxford Street y Glenmore Road, cerca de Darlinghurst. Los dos tendremos pinta de personas que buscan a alguien y así nos encontraremos”. Así, Clark -definido en 1978 por la Melody Maker como un press officer con cierto grado de excentricidad que ocupaba más columnas que las bandas a las que representaba- da pie a la entrevista.

En Sídney, el 18 de febrero 2020, se produce esta reunión con cierto aire de misticismo. Jackie’s es una cafetería situada no en el Paddington de Londres, sino en la lejana ciudad australiana donde Al reside, cuyos barrios y nombres de las calles remedan el origen patrio de los que constituyeron esa “isla” al servicio de la Reina. Es un barrio muy animado, con tiendas de diseñadores locales, ropa especial de tejidos inauditos, vinilos, arte minimalista y locales de teatro independiente en las cercanías. La cafetería es un lugar agradable, zen, mesas negras, varios ambientes y algo de verde donde, aparte de tomarse un café o un cóctel, se puede degustar un sushi o un frugal desayuno. Tomo asiento en el patio interior, frente a la entrada, y en un lugar algo aislado para no ser molestados durante la conversación. Lo reconozco nada más entrar, muy alto, delgado, con ojos vivaces y curiosos. Es su juventud lo que me sorprende.

La conversación fluye desde el comienzo. Sin móviles a la vista. La simpatía es mutua y más manifiesta cuando saco mi cuaderno de apuntes, el bolígrafo y dos cámaras, la digital y el juguete, una Instax (carezco de Minolta). Para una persona inmersa en diversos medios de comunicación en su geografía humana, no usar móvil y carecer de redes sociales es toda una declaración de intenciones. “Esta forma de relacionarse el mundo, no me interesa nada”, afirma Al categórico, con un andaluz suavizado, sin ese deje inglés nasal tan característico de los británicos, y con una riqueza y precisión en el lenguaje que apabulla. Y apabulla la sencillez de este gran hombre tranquilo que ingiere una taza de café de casi medio litro. Por cierto, el café en Sídney es exquisito. La conversación arranca con una sencilla frase: “Me gustan los “espacio” de meditación”.

“En 1992 llegué de nuevo a Londres y me encontraba como la ciudad, solitario y triste, así que decidí escaparme a Sevilla. Allí comenzaba la Feria de Abril, toda luz y esplendor. Me encanta esa ciudad.

Despegamos con un breve repaso por ciertos hechos históricos para situarnos, como su aterrizaje en Australia en 1987, y empieza  por Sevilla. “En 1992 llegué de nuevo a Londres y me encontraba como la ciudad, solitario y triste, así que decidí escaparme a Sevilla. Allí comenzaba la Feria de Abril, toda luz y esplendor. Me encanta esa ciudad. Cuando en España las comunicaciones eran absolutamente primitivas, cruzar de un lugar a otro por estrechas calzadas, con carretas, coches y camiones era de una dificultad extrema, y Sevilla era el mundo dorado y distante, el epicentro de la España que conocía. Por entonces, la carretera de Huelva a Sevilla era de asfalto y barro, un viaje épico”.

“Nací en Huelva. Mis padres, escoceses, tuvieron que buscar un taxi para ir al hospital situado en la capital de la provincia y, antes,  cruzar en canoa el Río Odiel, pues no había puente en esa época. Desde Corrales, el pueblo donde mis padres vivían, hubiera sido muy arriesgado esperar al parto para llegar a Huelva, porque en el pueblo no había coche. En esos tiempos, muchos niños nacían en sus casas”.

“Mi padre, un joven ingeniero que no encontraba trabajo en ese tiempo difícil de finales de los treinta,  fue a parar a la segunda empresa más importante de la zona, tras la de Río Tinto,  la Compañía de Cobre y Azufre Tharsis. Esa zona era casi como el centro de África en distancia y aislamiento. Mi padre se encontró en el barco, mirando las inhóspitas marismas por el ojo de buey y preguntándose qué clase de vida iba a tener. Un coche antiguo le esperaba en el muelle para trasladarle a las minas para un primer contacto. La primera etapa de mi padre con Tharsis fue hasta el comienzo de la segunda guerra mundial, que tuvo que irse de España para unirse al ejército británico, y la segunda cuando regresó a las minas después de la guerra, cuando ya existía Corrales.

Así que mi padre le escribió a mi madre, que era maestra en Glasgow, explicándole la vida ajena y extraña en la que estaba inmerso, y la invitó a casarse con él y a aguantar ese destierro. Hasta verano, mi madre no tuvo tiempo libre (vacaciones escolares) para poder desplazarse hasta España en barco. Se casaron en Sevilla. Yo nací en 1948 y tuve una infancia española, en ese pueblecito, Corrales, que relato en la autobiografía que estoy ahora mismo escribiendo, y aprendía simultáneamente con mi madre. A la edad de nueve años me mandaron a un internado en Escocia hasta que terminé la obligatoria. Enseguida empecé a construir mi porvenir, tras un paso por la universidad, no sé si muy fructuoso”.

"Conocí a Mariskal al venir con Mike Oldfield a los conciertos en los estadios de Madrid y Barcelona"

Clark comienza con trabajo en la recién estrenada Time Out. A finales de los sesenta y durante toda la década de los setenta, Londres es una ciudad agitada, centro de la vida en el mundo junto con Nueva York, donde TODO sucede. Y, para reflejar eso que acontece, Tony Elliot crea el fanzine inicial en unas vacaciones de verano en 1968 porque él mismo necesitaba una guía para saber dónde ir, los pubs, la música, el arte… ¡no se podía Googlear! Al principio era además considerada una revista underground, agitadora, que se convierte en semanal en los 70’s, con entrevistas a Warhol, Zappa, Bowie, los iconos del momento. Un verdadero trabajo en la calle con mirada diferente, un pulso a la ciudad.

“Tuve la inmensa fortuna de encontrar trabajo en Time Out y Virgin. En Time Out estuve casi dos años, mayormente como freelance. En esos años sucesivos, en esa década, estuve sumido en las instituciones culturales más importantes que le dieron trabajo a un joven inocente como era yo. Inicié un recorrido en el mundo de la contracultura, todo pura casualidad, que tenía que ver con el momento y con las personas que me brindaron la oportunidad. Gran agradecimiento de empezar sin tener nada que dar para poderlo hacer poco a poco”.

Durante trece años Al Clark trabajó en la polifacética empresa Virgin, discográfica en su origen. Anteriormente, en 1972,  Richard Branson, fundador de Virgin, había tenido una tienda de discos en Oxford St. donde el Mariskal Romero compraba algunos de los discos que llevaba a España para ponerlos en Radio Centro, en su famoso Musicolandia. Clark comenzó como publicista, representando entre otros a los Sex Pistols, Phil Collins o Mike Oldfield. Posteriormente, se incorporó como editor de The Film Yearbook, perteneciente a Virgin Books, y terminó como director de la división cinematográfica.

“Para empezar a trabajar en Virgin, Richard Branson me llamó una noche para entrevistarme. Yo, por entonces, trabajaba para Raft Records”. Raft era subsidiaria en UK de la americana Warner-Elektra-Atlantic , de corto recorrido que cerró en 1974. “Efectivamente me propuso trabajar con él, para lo que planteé la condición de que al menos me tenía que pagar lo mismo que ya cobraba. Ya tenía un hijo de cuatro años con la responsabilidad que supone. Richard llamó a su socio para consensuar las condiciones y a la semana siguiente, en 1974, comencé a trabajar con ellos. Era un mundo muy nuevo, sin socios norteamericanos ni tanto dinero, una verdadera aventura. Habiendo probado Time Out,  me daba cuenta de que me interesaban las nuevas experiencias.

Tenía un par de años más que el resto de las personas de la compañía, el único que era padre, lo cual era una gran diferencia, era “el de afuera”,  no estaba en el círculo de ellos que se conocían desde antes. Y me sentía bien siendo el outsider, lo que me permitía ver todo, tener perspectiva y mantener una colaboración extraordinaria. Lo que querían de mi era algo directo, honrado, consciente y sin miedo. Lo maravilloso de Branson es que siempre buscaba un horizonte nuevo. No era suficiente triunfar en una dimensión cuando había otras que explorar. Yo, personalmente, no tenía esa ambición, pero la ambición de Richard se filtró en la sangre de todos”.

Con esta inquietud, Branson se constituye en un magnate con el holding Virgin, que agrupa actualmente unas 400 empresas. Una de ellas, por mostrar lo variopinto de la imaginación e innovación, la Virgin Galactic, con objeto de llevar pasajeros a la luna. Y no exento de fracasos en este proceso, que le obligaron a vender con lágrimas en los ojos Virgin Records por una cantidad millonaria para mantener a flote Virgin Atlantic, la entonces trasformadora empresa aeronáutica.

El primer artista en el sello Virgin Records fue Mike Oldfield, que  grabó su fulgurante ‘Tubular Bells’ en 1973 con la ayuda del equipo de Branson. El disco fue un éxito instantáneo, permaneció en las listas del Reino Unido durante 247 semanas. Así, usando el impulso del impacto de Oldfield, Branson firmó luego con otros grupos musicales aspirantes a la etiqueta, incluidos los Sex Pistols. Artistas como David Bowie, Tangerine Dream, Culture Club, los Rolling Stones y Genesis lo seguirían, ayudando a hacer de Virgin Music una de las principales compañías discográficas del mundo.

Sex Pistols

“Ahora no tengo contacto con Mike Oldfield, que tras un tiempo en Baleares, reside actualmente en Las Bahamas. Virgin creó el fenómeno Tubular Bells, saliendo de su cueva en 1979, cuando comenzó las giras por los estadios, y yo era su intérprete en las ruedas de prensa. Con Tangerine Dream, por esa época,  dábamos conciertos en las catedrales, pero no era lo mismo que con Mike. Fue entonces cuando conocí a Mariskal, al venir con Oldfield a los conciertos en los estadios de Madrid y Barcelona, que fueron los primeros. Lo que recuerdo de él es la sensación de que fuera posible que en ese momento era una leyenda y, a la vez, estaba creándola. 

Llevé también a los Sex Pistols. Era un contraste. De todos los que estábamos en la compañía, a lo mejor yo era el más ajeno en edad, temperamento y paciencia. Superficialmente, un “mismatch”. Sin embargo, resultó bien poco a poco. Se firmó con el grupo cuando ya eran famosos, con tanta división en el mundo del disco y en el mundo en general. Fue algo no intencionado pero inspirado. Un tío (yo) que volvía por las noches a un suburbio con dos hijos (1977), con una vida que no era vida de grupo”.

“Conocía a las bandas y pasaba tiempo divertido con ellos, pero no me confundía con los grupos. Otros publicistas lo hacían”. El más sonado caso conocido es el de Brian Epstein (manager) con los Beatles. “Mantuve mi distancia, hablando con calma y exactitud hablando con los periodistas que llamaban a la tres de la mañana preguntando sobre alguna atrocidad, buscando el titular sobre Sid y Nancy”. Viene a la memoria ese film, 24 Hours Party (2002, M. Winterbottom), sobre el DJ T. Wilson, que relata de paso la tormentosa trayectoria de los Pistols. Los escándalos fueron sonados, culminando en la sospecha de la muerte de Nancy en el hotel Chelsea a manos de Vicious (1978) o su propio fallecimiento por heroína en 1979. Clark no debió tenerlo fácil en esa temporada a pesar de su templanza. “Mi voz era diferente de alguien que hablara por el grupo. Otros de la empresa tenían frivolidad y gracia, como Branson. Yo no, era más serio. En muchas ocasiones estaba meciendo al bebé mientras hablaba con los periodistas. Es muy importante saber lo que puedes contribuir y dejar tu sello personal y hacer notar a la persona que te entrevista lo que estás hablando, esa asertividad”. Melody Maker (1978) afirma que las llamadas telefónicas con Clark, en tiempos sin móviles ni Internet, eran épicas.

En cuanto al cine, Clark  afronta la aventura con  la coproducción de 1984", de Michael Radford, estrenada en el mismo 1984. “Nos causó muchas dificultades esta película”, afirma Al sin precisar. Sin embargo, este film arrastró problemas  tanto con los costes crecientes como con la banda sonora. “Bowie amaba el libro y queríamos que hiciera los temas, pero había dificultades extremas”, cuenta el productor.  De hecho,  Bowie intentó realizar una versión teatral muchos años antes, en los setenta,  pero la viuda de Orwell le negó los derechos de adaptación. Los temas de David, “1984” y “Big Brother” fundamentalmente,  se publicaron en ‘Diamond Dogs’ (1974). Finalmente la b.s.o. la puso la banda británica Eurythmics, aunque parece que no era la mejor opción para Radford, el director del film. “En cualquier caso es una película tremendamente actual, bastante profética. El mundo realmente se ha convertido exactamente en lo que Orwell temía. La forma en que se transmiten las imágenes, la velocidad a la que viajan las noticias y también la forma terrible en que cada momento las personas son vigiladas con teléfono o cámaras”. Es tan actual que en el 2017 se volvió a proyectar en los cines de USA en protesta contra Trump y, ahora, en el estado policial de control de la epidemia del coronavirus, la vigilancia de los ciudadanos mediante la geolocalización a través de los móviles es estrecha. Como Orwell escribía al comienzo de la novela, “un autogiro pasaba entre los tejados, se quedaba un instante colgado en el aire y luego se lanzaba otra vez en un vuelo curvo”. El Gran Hermano, en definitiva.

“Otra película icónica fue Absolute Beginners" (J. Temple, 1986), con David Bowie, basada en la novela de C. MacInnes del mismo nombre”, relata Clark, con simpatía manifiesta por el genio y la obra sobre el Londres de los cincuenta, el jazz, el tema racial y el auge de la mujer. “Había que grabar el tema para la película y, tras hablar con él, en poco tiempo estaba entonando la canción. Sigue vigente treinta cinco años después y provocando lágrimas. La última vez que vi a David hizo con Tin Machine su segundo álbum en Australia. Él tenía aquí un apartamento y se encontraba tranquilo, no era molestado por la gente, se diluía el fenómeno fan.

Cuando grabamosThe Crossing” (G. Ogilvie, 1990), mi primera película australiana, con Russel Crowe, le pedí a David (Bowie) una nueva canción y, a las dos o tres semanas, grabada con Tin Machine, “Betty Wrong" estaba en nuestras manos. Bowie tenía una forma de ser muy espontánea en una vida ordenada por otros por tantos compromisos.

Branson vendió la compañía discográfica tres años después de que me fuera (1990), sin duda una venta histórica, ya que Richard había inventado la compañía en gran parte. En noviembre vino Richard a Australia y después de tantos años sin comunicarnos fue una cena muy divertida. Sentir que puedes salir a cenar con alguien 30 años después de haberlo visto por última vez y sentir que nada ha cambiado a pesar de los cambios y de los años. Es una continuidad inesperada. Monopoliza tu memoria el haber vivido esa experiencia. Son años de trabajar fuerte que nunca se olvidan”.

Los hitos en el cine de Al Clark son inenarrables. Su cortometraje “A Shocking Accident”  (J. Scott, 1982) ganó el Oscar en dicha categoría; las comentadas “1984” y “Absolute Beginners” son películas de culto. Sin embargo, hay un film que le ha encumbrado más que ningún otro: “Las aventuras de Priscilla, reina del desierto” (S. Elliot, 1994)). “Quizá sea la película que más me gusta por el éxito que tuvo cuando la rodamos hace veintiséis años y el impacto que produce en cada nueva generación. Tiene su propia energía. Desde el primer momento fue un viaje sin frenos”. Clark se emociona al expresarlo. “Priscilla es un proyecto que me conmovió especialmente esa noche del estreno del musical en Madrid: era poder dar a mi país natal (España) algo creado en mi país de adopción (Australia) y ser recibido con tanto cariño”.

“Tengo muchas películas favoritas –no hay manera de que Al sea más explícito-, la mayoría son lo que deben ser”. Y una trayectoria excepcional que le lleva a participar en festivales como San Sebastián, Cannes etc. Tanto que Australia le hace merecedor del Lifetime Achievement Award, el Longford Lyell Award en 2013 que otorga la Academia Australiana de Artes de Cine y Televisión. Un tributo a toda su trayectoria profesional que sigue en activo con continuidad de proyectos.

Al Clark también tiene libros escritos como “Raymond Chandler in Hollywood” (1996), que se presentó en el ciclo de Novembre Negre en 2018, y “The Lavender Bus” (1999), una edición más actualizada  de “Making Priscilla” (1994), y ahora prepara su autobiografía. Esperemos que tenga la oportunidad de venir a España a compartir sus conocimientos en algún evento de rock y cine, siempre cultura. Lo esperamos con los brazos abiertos.

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Esta entrada fue escrita por Redacción

2 comentarios

  • Juandie dice:

    Extenso resumen hacia este ingles que a su manera a contribuido al Rock en su pais y desde hace muchos años afincado en España y siempre vinculado a la movida rockera como debe ser.

  • María Gala dice:

    Bueno, él está afincado en Sydney (Australia), pero no deja de ser ciudadano del mundo. En España vivió hasta los 9 años y sólo viene ocasionalmente. Ahora sería un momento!!

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