Crónicas
Lendakaris Muertos: Los que espían los juegos de los ninis
«Los que espían los juegos de los ninis han regresado en un estado de forma apabullante, para no perderse ninguna de sus próximas fechas. Y que ojalá las drogas no se acaben nunca.»
14 febrero 2020
Kafe Antzokia, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Que el concepto de lo que es punk ha cambiado bastante a lo largo de las últimas décadas ya lo hemos mencionado en otras ocasiones. No cabe duda de que en la actualidad las ideas políticamente incorrectas se han ampliado a unos extremos tales que ya se incluye sin ningún tipo de rubor el humor negro y a nadie le escandaliza ver a tipos juzgados por chistes más o menos afortunados o por una parida que un buen día decidieron compartir por redes sociales. Quizás a alguno le escueza, pero es evidente que seguimos en un país con una censura feroz.
Pero por suerte todavía quedan cruzados de esos a los que se la suda todo, gente tan sincera como Lendakaris Muertos, que lo mismo se han cachondeado del terrorismo etarra que de las fuerzas de seguridad, e incluso se atreven en los represivos tiempos que corren a aportar su peculiar visión del conflicto palestino o a grabar un himno contra algo tan mayoritario como es el fútbol. Sin complejos. Uno echa la vista atrás y salvo el programa televisivo ‘Vaya Semanita’ de ETB no encuentra ningún otro ejemplo de pitorreo tan democrático. Todo es susceptible de mofa, sin distinción alguna.
La infalibilidad de los navarros en las distancias cortas queda sobradamente demostrada durante el periodo estival, si cualquiera quiere pegarse un fiestón considerable, nada mejor que acudir a un bolo suyo. Y en invierno hay opción de repetir la jugada en alguna de sus paradas por la geografía peninsular, como la velada del Kafe Antzokia bilbaíno que ocupa esta crónica y que colgó el cartel de entradas agotadas con una antelación encomiable. Llenar un bolo de pago cuando te tiras el verano tocando de gratis en los pueblos debería servir para hacer criba y ensalzar a esta estirpe de supervivientes que no abunda demasiado. Auténticos perros verdes.
Mientras el personal iba accediendo a la sala con cuentagotas, los chavales de Dinamita le ponían muchas ganas al asunto con su punk rock básico con resabios urbanos y voces alternadas entre el guitarra y el bajista, como Iosu y Jualma de Eskorbuto, vamos. Los que desafiaron ese gesto de mala educación que significa perderse a los teloneros solo por beber fuera un poco más descubrirían que los temas de estos muchachos estaban bastante decentes, frescos y muy pensados para el directo. Su homenaje a Radiocrimen con “Los chicos ya no quieren llorar” sería más discutido, con algunos punks de la vieja escuela llevándose las manos a la cabeza y otros disfrutando de semejante piedra angular del punk contemporáneo. Entretenidos, sí.
Entre tanto equidistante de pacotilla que se atreve a equiparar comunismo y fascismo, como si de verdad fueran lo mismo, Lendakaris Muertos marcaron territorio desde el himno de la URSS que utilizan a modo de intro para saltar a las tablas. Un pistoletazo de salida a partir del cual llovieron trallazos a una velocidad endiablada, caso de “Dame punk y dime tonto”, “Policía sí” o la descarada “Estamos en esto por las drogas”. Canciones para corear a pleno pulmón del calibre de “El último txakurra” o “Cerveza sin alcohol”, aquí las presentaciones se antojan algo profundamente estéril, ni siquiera con la novedad “No Tomorrow”, que muchos ya llevaban aprendida de casa.
La peña volaba entre la muchedumbre que daba gusto, al igual que el propio vocalista de la banda, que se pasó más tiempo abajo que encima del escenario. Aquello era un jolgorio tremendo, con pogos descomunales y participativo a tope, pues el vocalista cedía el micro a la mayoría de los que se topaba en sus innumerables garbeos. Para enmarcar fue la reacción que desató “Cómeme la franja de Gaza” o “Fuimos ikastoleros”. Después de vivir esto vas a otros conciertos y parecen casi cementerios.
“Besos gaztetxeros” pilló a Marpe de Manifa descuidado en un lateral del escenario y no pudo rechazar el micro que irrumpió a su vera de repente. Sin aflojar en lo más mínimo, “Veteranos de la kale borroka” y “Drogopropulsado” elevaron la parranda a un punto álgido antes de que a algún cachondo se le ocurriera llevar una bandera del PP y encima lanzarla a las tablas. Lo más apropiado para entonar “Héroes de la clase obrera”, claro. Fue un milagro que no acabara reducida a cenizas de inmediato, a pesar de los varios atentados incendiarios que sufrió.
La bakala “Húngara Chúngara” valió para dejar en evidencia a los del piso de arriba del Antzoki, que recibieron el calificativo de “los viejos” o “los que no se drogan”. Lo de contemplar espectáculos desde el tendido mejor reservarlo para los toros. Otro momento hilarante llegó cuando el intrépido vocalista tuvo la ocurrencia de ponerse una camiseta de la selección española y ante los abucheos y lanzamiento de colillas generalizado se justificó diciendo “Íbamos a traer una del Athletic, pero nos hemos confundido”. “Pero si es igual, no pasa nada”, trató de aplacar los ánimos. Para mondarse.
Siguieron descojonándose de fachas encubiertos en “Centro comercial” y recordaron inevitablemente a los añorados Ramones en “El 4k se llevó a mi chica”. Censuraron los ataques sexistas en “No Ez No” antes de añadir humor y y épica a la lucha armada en las dos desternillantes partes de “Urrusolo Sistiaga”, hoy en día estarían procesadísimos si volvieran a sacar una pieza similar. Parece cuando estallaban bombas no molestaban tantas cosas. El mantra “esto no va para nada de política” debería repetirse igual que cuando en una peli alguien grita “¡Soy ciudadano americano!”. Que se abran los mares. O la ría de Bilbao.
La cerveza surcaba los aires, y ciertas drogas, pues también, se trataba de “una colecta para pagar el telón”, según aseguró el cantante cuando le llovieron diversos plásticos y servilletas con sustancias en su interior, los más caballerosos hasta ofrecían la propia tarjeta de crédito para esnifar. Que no se pierdan las buenas costumbres. Y todo bajo la atenta mirada de esa especie de bandera franquista de coña que presidía el fondo del escenario. Para resucitar hasta al Caudillo.
En semejante espiral tóxica no desentonaba el clásico “ETA, deja alguna discoteca” antes de que en “Modo Dios” el voceras se creyera por completo la letra y se metiera hasta el baño, literalmente. Y bastó pronunciar la palabra “ojeras” para que el personal botara en “Oso panda” como si no hubiera un mañana y al final se produjeran varios intentos de asalto de escenario cual presa a punto de estallar. En ocasiones el ímpetu resulta difícil de controlar.
La despedida, con el himno de la URSS de nuevo, indicaba que no habría más que rascar, nos quedamos con las ganas de escuchar “Tenemos a la pasma”, de los mejores temas de su trayectoria para empezar bolos, o el cántico anti balompié “Odio los partidos”, pero ya se sabe que no se puede contentar a todo el mundo. Los que espían los juegos de los ninis han regresado en un estado de forma apabullante, para no perderse ninguna de sus próximas fechas. Y que ojalá las drogas no se acaben nunca.
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6 comentarios
Juandie retarded!
Menuda vuelta por parte de una de nuestras mejores bandas de Punk Rock combativas como son LENDAKARIS MUERTOS ofreciendo un gran concierto en el mitico Antzokia bilbaíno. Me encantaría verles alguna vez por Andalucia.
Ponte a trabajar vago andaluz!
Ponte a trabajar chupa ayudas!
Menudos bodrios que van de puretas del Punk. Eso no es ni música ni concierto ni na de na. Mucho cargarse en la sociedad y aullar que son clase trabajadora. Mucho postureo. Viviendo del recuerdo. El punk murió ahogado en su propio vómito. Y estos numeritos son tan penosos como lo que se hacía el 20 de noviembre con el Paco. Todo es cutre melancolía de quienes no saben madurar al pasar el tiempo. Agur
Gora España y puta ETA metralleta.
En concierto, memorables.