Crónicas
Zurbarán Rock (sábado): La elegancia de Mike Tramp, la nostalgia de Tierra Santa y la sorpresa de Killus
«Culminaba así una nueva entrega de un festival apasionante, una iniciativa loable a más no poder que abre a todos los públicos la música que hace que nuestro corazón lata fuerte y alegre»
8 julio 2023
Parque de San Agustín (Burgos)
Texto: Jason Cenador. Fotos: Josep Fleitas
Afrontábamos la segunda jornada del Zurbarán Rock con la adrenalina en cotas álgidas por lo vivido el día anterior (aquí la crónica) y por un elenco de artistas que se antojaba más que prometedor, a cuya cabeza sobresalía el icónico Mike Tramp, reviviendo grandes clásicos de White Lion al frente de su actual banda, y unos Tierra Santa que despiertan siempre la nostalgia de aquellos y aquellas que en tiempos pasados caminaron por sus tierras de leyenda, y que, no obstante, siguen reivindicando su vigencia.
Aunque el calor era más soportable, no eran demasiados los que se congregaban en el recinto del festival cuando los burgaleses (y sorianos) Grave Noise parecían reanudar la película del festival en el mismo punto del metraje en que se quedó el día anterior, pues fue el thrash metal más furibundo el que detonaron sobre el escenario. Ira incontenida, rabia descarnada y mucha crudeza por parte de un combo firme y seguro sobre las tablas que ejecutó a los presentes con temas como “Fuckcism”, “The Ghost Plague” o “Broken Land” de su más reciente trabajo, ‘Roots of Damnation’, lanzado el pasado año.
De la adustez a la tromba melódica con toneladas de neoclasicismo pasamos por medio de Opera Magna. El combo valenciano de power metal salió con las pilas bien cargadas para derrochar virtuosismo guitarrístico de las manos privilegiadas de su hacha, Francisco Javier Nula, que en armoniosa cohesión con la finura de Enrique Mompó y el teclista Nacho Sánchez describió esas filigranas herederas de los grandes maestros que conjugaron en la misma ecuación electricidad sin freno y estructuras clásicas.
“Por un corazón de piedra” nos petrificó de inicio para que echaran la vista atrás a su álbum ‘El último caballero’ con “Tierras de tormento”, antes de retomar ‘Del amor y otros demonios’, obra en la que están inmersos y de la que han lanzado ya dos volúmenes, con “Donde latía un corazón”. Muy alta, a veces excesivamente invasiva, se nos antojó la voz de José Vicente Broseta, persiguiendo esos agudos casi inverosímiles que no todos encajaron bien.
‘Poe’, su fabuloso trabajo dedicado a Edgar Allan Poe, también tuvo su cuota de representación con “El entierro prematuro” y “Corazón delator”, aunque su presente discográfico retomó después el timón gracias a “Hijos de la tempestad”, “Después de ti” y una vertiginosa, épica e intensa “Para siempre” que tiene un magnetismo especial y trae consigo el sello de un grupo que ha logrado un sonido propio e identificable en un terreno en el que no siempre es fácil. Fue “Horizontes de gloria” la que puso el punto final a su show.
El primer combo internacional del día fue Edge of Forever, con un hard rock de ráfagas melódicas que en ningún momento logró engancharnos lo más mínimo. La banda estaba bien dispuesta, no se le puede reprochar corrección y oficio a sus integrantes, pero es que su propuesta se antojó manida, muy trillada, y, pese a una interpretación sólida y eficaz, bastante aburrida.
Sin chirriar pero sin despuntar, fueron descargando canciones como “The Road Goes On”, “Native Soul”, “Get Up on Your Feet Again”, “Carry On”, Breath of Life”, “Prisioner” o “Feeding the Fire”. Pese a sus estribillos redondos, la seguridad de su guitarrista Aldo Lonobile y la polivalencia del cantante Alessandro del Vecchio, que en un acto que deberían imitar las bandas que disparan pistas innecesariamente, interpretaba los solos de teclado cuando la canción así lo requería, no nos estimularon en momento alguno.
Más brioso y aguerrido fue la actuación de Mystic Prophecy, que aunque no inventan nada nuevo con su heavy metal rocoso y contundente, sí lograron imprimir entusiasmo sobre la audiencia y traer de vuelta una energía colectiva que sentó de maravilla al tiempo que la tarde empezaba a caer sobre Burgos. “Metal Divison” fue la primera detonación de un conjunto que, con más de dos décadas de sólida trayectoria, se desenvuelve en directo como pez en el agua. Implicados con el público, técnicamente excelentes y con una actitud y una energía contagiosa, supieron convencer con “Burning Out” o una “Unholy Hell” que calcinó por completo cualquier atisbo de letargo.
Tras “Hail to the King” su impetuoso cantante, Roberto Dimitri Liapakis, hizo cantar a la gente repitiendo, no sin cierta guasa, lo que él coreaba, antes de dar paso a una llamativa versión de “Shadow on the Wall” de Mike Oldfield, la única cover que cayó pese a que son duchos en la materia y su disco ‘Monuments Uncovered’ es uno de los que mejor recibimiento han atesorado hasta la fecha. Pero estaban ahí para reivindicar el nervio de su propia obra, y por eso “Here Comes the Winter”, “Ravenlord”, “Metal Attack” o “Metal Brigade” sonaron con fuerza y tesón, si portar nada que nos dejase ojipláticos pero dejando al personal satisfecho.
Es grato, muy grato, que una banda que marcó a tantísima gente y que fue una de las puntas de lanza de nuestro heavy metal como Tierra Santa siga fiel a sus principios a día de hoy y continúe en sus trece, ajena a vaivenes más propios de la volatilidad que inunda una banalidad musical demasiado patente en nuestros día, banalidad que eventos como el Zurbarán Rock confrontan encomiablemente.
El público supo reconocer la dilatada trayectoria de los riojanos y lo que han significado, y por eso abarrotaron el lugar en lo que fue el show más concurrido de todo el festival, más incluso que el de Mike Tramp, que vendría a continuación. A nadie se le escapa que son un emblema y que miles estábamos deseosos de corear sus grandes clásicos.
Pero el grupo liderado por Ángel Santamaría no es de vivir de las rentas, y por eso “Pecado de ángel”, de su último trabajo, ‘Destino’, fue la elegida para abrir un show que enseguida hizo de aquello un hervidero al son de la poderosa “Indomable”, una de sus piezas más reconocibles, como reconocible era la característica voz de su frontman. “Por el valle de las sombras” nos condujo a otro himno archicoreado, “Sangre de reyes”, aunque “Apocalipsis”, con su halo más hardrockero, tampoco anduvo a la zaga.
“Otelo” abrió la puerta a la enérgica “Tierras de leyenda”, que puso a prueba las gargantas de muchos antes de que “El Dorado” y “Destino” pasasen un poco más de puntillas. Nada que ver con el recibimiento incandescente que obtuvieron “Drácula” y “Nerón”, precedida por esa ambientación de teclado de Juanan San Martín, a quien le declaro mi devoción en estas líneas por haber sido parte integral tres décadas atrás de una de las bandas de hard rock melódico más maravillosas que ha parido este país, Sátira. ¡Ay, ‘El mundo de los sueños’, qué disco aquel!
“La leyenda del Holandés Errante” fue un agradable aperitivo antes de la enorme “Pegaso”, que sigue sonando como el temazo que es, poco que ver con un “Alas de fuego” en la que el punteo principal sonó muy deslucido, inexplicable a estas alturas, restándole fuerza a una de las canciones más ampulosas y logradas de la banda. Entre medias, se coló “El laberinto del minotauro”.
Jugando en casa, “Legendario” retumbó con abrumador éxito en la noche de Castilla La Vieja antes de que las dos partes de “La canción del pirata” – la segunda sigue siendo tan gloriosa – pusieran la guinda a un concierto en el que muchas y muchos volvimos al pasado de la mejor de las maneras: sin salirnos del presente. Larga vida a Tierra Santa.
En un registro muy diferente a sus predecesores se mueve el legendario Mike Tramp, aquel jovencito danés rubio que conquistó el circuito comercial al frente de Mabel y que a finales de los setenta mantuvo una charla con Mariskal Romero que lo cambiaría todo. A raíz de aquello, decidió volar libre ejercitando su pasión por el hard rock, y montó Studs para, poco después, toparse en Nueva York con un guitarrista neoyorkino sin complejos y sobrado de talento, Vito Bratta, y alumbrar el mito de White Lion.
Aquel jovencito tiene ahora 62 años, pero sigue albergando un alma juvenil, sigue siendo avispado, simpático y tremendamente terrenal. Un tipo adorable con el que compartimos una charla increíble de cerca de una hora que más adelante verá la luz a través de nuestros medios.
Mike Tramp sigue defendiendo a día de hoy el legado de White Lion, quienes presumiblemente no volverán jamás como tal ante la rotunda negativa de Vito de subirse de nuevo a un escenario, y lo hace amoldando las canciones a su actual garganta, a las presentes circunstancias, sin por ello restar un ápice de dignidad.
Destaca en el actual compendio de músicos que lo acompañan, el excelso guitarrista Marcus Nand, con quien ya coincidió Tramp en Freak of Nature a mediados de los noventa, y que atesora un currículum de leyenda. Ambos tienen en común una tremenda afinidad por nuestro país, Mike porque fue donde todo cambió para siempre en su carrera y Marcus porque fue donde creció. Es por ello que su nivel de castellano es prácticamente nativo, y así lo demostró durante el concierto cuando se dirigió a la audiencia.
Abrieron la veda con “Hungry”, seguida de una “Lonely Nights” en la que la bajada de tono con respecto a la original era palmaria. Recordó entonces Mike Tramp que lleva 42 años visitando España, pero quiso poner el acento en el presente. “Mi futuro es esta noche”, dijo en castellano antes de abordar, con la seguridad y la solvencia de quien lo lleva en la sangre y lleva toda la vida, como él dice, “casado con el rock and roll”, “Tell Me”. Fue entonces cuando Tramp se dirigió a Marcus: “¿Tú habla (sic) español?” Y Marcus manifestó en un perfecto castellano lo emotivo para él que era estar de vuelta en el país de su infancia, ante la perplejidad de quienes desconocían su historia.
“Living on the Edge” antecedió luego a una declaración antibelicista del cantante, que habló de que “el desastre que está ocurriendo ahora es increíble” y dedicó a los niños del país lamentablemente asolado por la guerra y la sinrazón “Cry for Freedom”, cuyo solo tal y como lo conocemos fue echado en falta por los más militantes.
“Somos un vikingo, pero España es siempre en mi corazón”, declaró con su esforzado y entrañable castellano Mike antes de “Little Fighter”, sucedido, agradecimiento más que merecido mediante a la organización del Zurbarán, por “Love Don’t Come Easy” y una “Wait” en la que nos deleitamos con esa dulzura que su voz ha conservado.
Llegó entonces el momentazo en el que, después de rememorar los días de la MTV (ya no lo son), dio las gracias “al abuelo del rock en España, Mariskal Romero”. Recordó también cómo en 1985 escribió la canción más triste antes de acometer la preciosa “When the Children Cry”, que preservó incólume ese halo de belleza melancólica que la caracteriza. Ávido de recordar buenos momentos de una carrera que da para varios libros, trajo a colación después la figura de Vito Bratta, con quien en 1982, en su primera quedada, compuso la imbatible “Broken Heart”, una joya absoluta que, aunque no sonó exactamente como la recordamos, logró emocionarnos igual, algo parecido a lo que sucedió con la igualmente majestuosa “Lady of the Valley.
Entre bromas, una química estupenda con los presentes y varios "oés oés" fuimos asomándonos a un final de concierto ante el que no se quedó en el tintero la pertinente presentación de la banda y los últimos chascarrillos de un entrañable Mike a cuenta de su admiración por nuestra comida, la cerveza y el fútbol, “más mejor”. Nos quedamos con ganas, muchas ganas, de escuchar “Radar Love”, la enorme versión de White Lion al clásico de Golden Earring, pero fue “Farewell to You” la que finiquitó un concierto agradable y ameno en el que el legado de la legendaria banda quedó noblemente defendido pese a unos cambios de tesitura que, es verdad, torcieron el gesto a más de uno. Nosotros lo disfrutamos.
Eran ya las dos de la mañana y el cansancio empezaba a apretar, pero fue aparecer Killus en escena y percibir como si de una inyección de adrenalina se tratase una súbita subida de energía tan inesperada como bienvenida.
El combo de industrial metal lleva muchos años en la palestra y sabe lo que se hace, pero lo que este humilde juntaletras desconocía, aunque fue avisado de ello por quien sí tenía la sapiencia de ello en reiteradas ocasiones, es que sus directos son una locura maravillosa a la altura de lo mejorcito y con un nivel en unas cotas que suprimen de un plumazo cualquier excusa para envidiar a artistas de otras latitudes.
Ataviados con indumentarias de lo más vistoso y empleando a su favor una estética estrambótica que empataba perfectamente con el torbellino delirante que giraba y giraba sin parar bajo los focos, los castellonenses dieron una lección de cómo poner un recinto entero al rojo vivo.
Muchos a quienes les rondaba por la cabeza la idea de recogerse al hotel o tomar la penúltima en alguno de los garitos de la ciudad, se quedaron pasmados y bien quietecitos donde estaban. Si acaso, se acercaron a la barra a tomar algo para quemar los últimos cartuchos en condiciones al son de un show portentoso y vibrante, pura excitación y alto voltaje capaz de volar por los aires cualquier recelo.
Cortes como “Welcome to my Madness”, “Feel the Monster”, “Vortex”, “Man-Made Tragedy”, una acortada “Ultrazombies” e incluso una sorprendente y efectiva versión del “Gimme! Gimme! Gimme!” de ABBA nos atrajeron cual luz morada a una mosca despistada, solo que de lo que morimos nosotros fue del gustazo por una actuación sobresaliente. O, mejor dicho, resucitamos bien resucitados.
Culminaba así una nueva entrega de un festival apasionante, una iniciativa loable a más no poder que abre a todos los públicos la música que hace que nuestro corazón lata fuerte y alegre. Por eso, deseamos con todas nuestras fuerzas que los cambios de colores en las instituciones no extiendan sus sombras sobre un evento tan maravilloso y que siga celebrándose muchos, muchos más años tal y como lo conocemos. ¡Siempre Zurbarán!
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1 comentario
Cojonudo como extenso resumen hacia las grandes bandas que descargaron el Sábado en este gran festival burgales y donde todas estuvieron a la altura en especial unos históricos como los riojanos TIERRA SANTA, MIKE TRAMP o los valencianos OPERA MAGNA.