Crónicas

Zurbarán Rock Burgos 2025 (viernes), con Myrath, Gama Bomb, Ross the Boss o Robin McAuley: Como en casa, en ningún sitio

«La octava edición de nuestro querido Zurbarán Rock marcó el final de una era y, al mismo tiempo, el preludio de otra que se presenta prometedora, todavía más brillante. Myrath, Ross The Boss o Robin McAuley abrían fuego»

18 julio 2025

Parque de San Agustín (Burgos)

Texto: Jason Cenador: Fotos: Daniel Maté Moreno

Burgos se ha convertido en un polo de peregrinaje rockero, en un destino de atractivo supremo para disfrutar sin ambages de un fin de semana que siempre es garantía de diversión, camaradería y un contagioso ambiente de felicidad eléctrica y colectiva. El Zurbarán Rock volvió a reivindicarse como el mayor – y mejor – festival gratuito de nuestra geografía, con un estimulante cóctel de bandas internacionales y nacionales, y una fidelidad a su filosofía de accesibilidad en todos los sentidos que lo ha hecho un referente. Tanto que el querido Parque de San Agustín se les ha quedado justo y el año que viene se muda a otro emplazamiento.

Myrath

La octava edición de nuestro querido Zurbarán Rock marcó el final de una era y, al mismo tiempo, el preludio de otra que se presenta prometedora, todavía más brillante. La organización decidió, con buen criterio, ampliar el despliegue técnico hasta el punto de mejorar el segundo escenario y situarlo en la plaza contigua al parque, así como situar una tercera pantalla para mejorar la visibilidad del público situado más atrás. Aun con todo, la creciente afluencia bien puso de relieve la necesidad logística de encontrar un emplazamiento de mayor capacidad.

No hubo colapso y, pese a la multitud se estuvo la mar de a gusto, como siempre, como en casa. Tampoco hubo que esperar demasiado para hacerse con un refrigerio en las demandadas barras, siempre a precios populares que bien merecen el elogio y el reconocimiento colectivo. Pero tanto se ha corrido la voz, tan gratificante es la experiencia de quienes asisten y ya no se plantean no regresar, que el traslado se hace inevitable para mantener, precisamente, la máxima de comodidad y bienestar de los asistentes. La nueva ubicación no estará muy alejada del centro de Burgos, pues se trata de una gran explanada junto al campo de fútbol El Plantío, feudo del club más venerado de la ciudad.

Hadadanza

Fue muy refrescante arribar a media tarde del viernes y toparnos con el divertido y vivaz folk metal de Hadadanza, que crearon un pretexto ideal para ir entrando en materia y desentumeciéndonos del viaje. No fueron pocos, de hecho, los que viajaron a Burgos desde otras muchas ciudades del Estado, desde Cataluña a Andalucía. Sus alegres melodías de flauta y violín, sus apelaciones a la fiesta y a la fantasía, y su sólida puesta en escena, propia de una banda que ya se ha consolidado en su terreno sin necesidad de incurrir en tendencias particularmente novedosas.

Hubo apelaciones a refrescar nuestro gaznate en aquella tórrida tarde que después dejaría de serlo con “El brebaje”, y una banda sonora estupenda para dejarse llevar por una conseguida aleación de fuerza y melodía de la mano de “El circo de los muertos”. Los trovadores del lugar saciaron su avidez de leyendas y juerga musicalizadas.

En el escenario secundario, empuñaron el testigo con un heavy metal bien ejecutado y fiel a sus principios básicos Rave in Fire, quienes dieron buena cuenta de su tenacidad y voracidad por dinamitar cualquier conato de indiferencia con cortes como “Bite the Fire”, “Sonso f a Lie” o una “Shout” en la que su entregada vocalista, Selene Perdiguero, se empeñó en hacernos gritar de lo lindo, todos pertenecientes a su ópera prima, ‘Sons of a Lie’, que seguro que pronto tiene digno sucesor.

Rave in Fire

Están en forma y saben lo que se hace, y eso se tradujo en un directo sin fisuras, en el que la aguerrida voz de Selene cabalgó convincentemente sobre el muy presente bajo de Sara Carretero, los firmes cimientos de batería de Jimi Susanna y las afiladas guitarras de Juanjo Negrete.

Tras la pertinente presentación de los fenomenales maestros de ceremonia Red-Trysha y Van Halien, cabezas visibles de nuestros queridos alienígenas Alien Rockin’ Explosion, que muy prontito estarán de nuevo en el Wacken Open Air, llegó la primera actuación de calibre internacional de la mano del irlandés Robin McAuley y su fenomenal banda. Quien maravillase con su voz en aquel glorioso proyecto llamado McAuley Schenker Group junto al virtuoso amo de las seis cuerdas Michael Schenker a finales de los ochenta y principios de los noventa se plantó con una frescura envidiable a sus 72 años demostrando que aquello de “quien tuvo retuvo” es para él una minucia: sigue siendo el vocalista de primera división de fue, que nunca ha dejado de ser.

Robin McAuley

Hay que decir que las canciones más actuales, con las que reivindica una más que merecida vigencia cristalizada a la perfección en su último álbum, ‘Soulbound’, del que hizo alarde con temas que son toda una declaración de intenciones como “Till I Die”, recibieron el aplauso y el beneplácito de todos los concurrentes, si bien fue cuando sus grandes hitos junto con el rubio hacha alemán hicieron acto de presencia cuando terminaron por entregarse por completo.

En efecto, el inmenso “Love Is Not a Game”, “This Is my Heart”, “Gimme Your Love” y el definitivo e hímnico “Anytime”, cantados formidablemente bien por el poseedor de una garganta prodigiosa y con más resistencia al paso del tiempo que el granito, hicieron de aquello una celebración de altos vuelos.

Robin McAuley

Los siguientes en liza fueron Cinnamon, designados como ganadores en la categoría de Burgos del certamen que acoge el Festival de Las Candelas Zurbarán Rock Burgos, un reconocimiento y un premio que supieron exprimir en el escenario secundario dando buena cuenta de ese sonido denso, pantanoso y clásico de stoner salpicado de la espontaneidad del garage rock y salpimentado con unos arrebatos más abrasivos que parecían casi coquetear con el hardcore.

Cinnamon

Su propuesta, rebosante de actitud, nervio y buenas ideas, supuso un más que agradable descubrimiento para todos aquellos y aquellas que disfrutan de la electricidad con magnetismo y agallas, con los noventa muy presentes, sin dejar de lado que aquellas bandas que los inspiran bebieron, a su vez, de la caudalosa fuente de los setenta.

El show de Ross the Boss, guitarrista y miembro fundador de Manowar, multiplicó exponencialmente el entusiasmo colectivo valiéndose no solo de un setlist infalible consistente, única y exclusivamente de grandes himnos pretéritos de la emblemática banda neoyorkina, sino de una excelencia a la hora de ejecutarlos por parte de todos los presentes sobre el escenario muy digna de admirar.

Ross the Boss

La inexpugnable y certera guitarra de quien fuese hacha de Manowar desde 1980 hasta 1989, un periodo sin duda glorioso para uno de los máximos exponentes del heavy metal norteamericano, mantuvo en todo momento la garra y la fiereza que demandan himnos como “Blood of Kings”, “Kill with Power”, “Signo f the Hammer” o “Blood of my Enemies”. Eso sí, el concierto difícilmente había sido tan épico sin el concurso del increíble vocalista que es Marc Lopes, que clavó todos y cada uno de los temas como si el propio Eric Adams en su apogeo lo hubiera poseído, inusitadamente fiel al desgarro, la aspereza y la solvencia en los agudos del cantante de Manowar.

Lopes nos conminó a celebrar el arte del heavy metal, y vaya si lo celebramos con temazos inapelables como “Battle Hymn”, “Kings of Metal” – en la que parecieron evitar la palabra “Manowar” deliberadamente –, “Fighting the Wold”, la frenética “Black Wind, Fire and Steel”, que hizo de aquello un hervidero sobre la contundencia rítmica del bajo de Dirk Schlächter (Gamma Ray) y la batería avasalladora de Kenny “Rhino” Edwards; o la definitiva “Hail and Kill”, que alcanzó cotas de épica que ni un ascenso al Everest sin bombona de oxígeno y en pleno invierno.

Ross the Boss

El Zurbarán Rock lleva años abonado a la tupida escena del metal italiano, y los primeros transalpinos en aparecer fueron, en el segundo escenario, Xeneris, que con solvencia y dignidad mantienen viva la llama del power metal sinfónico tan practicado en aquellas tierras que perfectamente podría categorizarse de producto nacional, como la pasta y la pizza.

Cierto es que no inventan la rueda, pero los de la Toscana, nacidos de las cenizas de Kalidia y con la cantante checa Viktorie Surmøvá al frente, exhibieron su buen hacer con cortes como “Burning Within”, “Eternal Rising” o “Barbarossa”.

Xeneris

Mucho más marcado, diferenciable y característico es el estilo de los tunecinos Myrath, uno de los máximos exponentes del metal con sonoridades orientales y mediterráneas en su ADN. No en vano, su nombre, transliterado al árabe como ميراث, significa “legado”, y es precisamente el legado de sus escaladas y su evocación musical ancestral el que penetra en canciones de heavy metal progresivo envolventes, cautivadoras y capaces de transportar a cualquiera a la ensoñación del desierto, a lugares remotos y exóticos, sin perder por el camino ni un ápice de gancho y accesibilidad.

Myrath

Flanqueados por una pantalla trasera que proyectaba bellos y evocadores motivos arquitectónicos arabescos, nos sumieron en su inspiradora propuesta, ejecutada con una exquisitez técnica abrumadora, a través de piezas como la fenomenal “Into the Light”, abanderada de su más reciente ‘Karma’; “Born to Survive”, “Dance” o “Child of Prophecy”, en las que la voz de Zaher Zorgati, frontman con un porte imponente acuñado sobre un gran bagaje, resonó con una entereza y una esbeltez de sobresaliente.

Todos ellos son auténticos orfebres de sus respectivos instrumentos, y los cristalinos y virtuosos solos de guitarra Malek Ben Arbia, la avezada versatilidad al bajo de Anis Jouini, a quien da gusto verlo tocar; y la firmeza a la batería de Morgan Berthet pulieron como un diamante de joyería obras brillantes como “Merciless Times” o “Monster in My Closet”, en la que la bailarina que reforzaba escénicamente el espectáculo con sus soberbias danzas y ampulosos vestidos, apareció portando un sable sobre su cabeza.

Myrath

“Heroes”, “Beyond the Stars”, “Candles Cry”, “No Holding Back” y “Endure the Silence” nos condujeron a la muy deseada y aplaudida “Believer”, coreada por miles de personas a quienes el frontman de los norafricanos animó a creer, a creer en lo que somos y seguir hacia adelante. Destilan humanismo, tan necesario en estos días de atrocidades en tierras donde el folclore que ellos introducen en su música también es autóctono, y una dedicación para que sus conciertos sean todo un derroche de intensidad, compatible con la finura y la magia que les son inherentes.

Pulsa Denura

Había que acercarse después a otro tablado, al que inmediatamente se encaramaron los cordobeses Pulsa Denura, capitaneados por uno de los mejores cantantes de heavy metal de nuestro país, Manuel Escudero, quien puso su voz a Santelmo, Sacramento, Ago o, como vocalista de apoyo en sus directos, Medina Azahara. La banda, misma con la que Tim “Ripper” Owens (ex-Judas Priest, KK’s Priest) toca cuando visita nuestro país en solitario, cuenta, además, con músicos de probado nivel como el guitarrista José Pineda (ex-Sphinx, Snakeyes), el también hacha Miguel Salvatierra (ex-Egida), el batería Antonio Pérez (ex-Sphinx) y el bajista Rafael Vázquez (Sexaine, Guadaña), con lo que las expectativas no podían sino ser muy altas. Y cumplieron.

Sus canciones propias hasta ahora conocidas, “Tiempo”, “No hay dolor”, “Hijos del viento” y “Luz en la oscuridad”, dejaron bien claro que estamos ante una propuesta con una proyección de futuro magnífica y en la que Escudero tiene puestas todas sus ilusiones, convencido, ahora sí, de desembocar tarde o temprano en un disco a la altura de su trayectoria, si bien un servidor se emocionó mucho más cuando, sin dejar de recordar la figura del gran Jero Ramiro, se marcaron temazos de aquel inmenso primer disco de Santelmo como “Pídeselo a Dios”, “Si tu quisieras” o una concluyente “Junio del 44” que abrió de par en par las compuertas de nuestra adrenalina.

Gama Bomb

Con el fresquito de Burgos ya actuando de muy agradecible refugio climático para quienes procedíamos de zonas más meridionales y asfixiantes en verano, los británicos Gama Bomb pusieron la guinda a la jornada en la escena principal con su severo y, al mismo tiempo, muy simpático thrash metal.  Era ya el momento de echar el resto, de dejarse el alma y de que aquello se caldease como si nos devolvieran de un plumazo a la más severa de las canículas.

“Slam Anthem”, “666teen”, “Avenge Me” o “Hell Trucker” bien sirvieron para ello, aunque, a mi juicio, el show tal vez adoleció de un escalafón más de pegada, de visceralidad y de volumen, esto último comprensible dado el emplazamiento, si bien cabe poner de relieve que el sonido durante todo el festival fue tremendamente nítido, disfrutable y bien ecualizado.

Se les vio con actitud y pasándoselo bien, sí, y de hecho apareció en escena un particular yeti para reforzar lo estrambótico de su temática. También nos animaron a beber cerveza, tal vez su materia prima para esas ocurrencias que hacen de sus letras una locura para celebrar y soltar alguna que otra carcajada. Pero faltó algo para rebasar el notable, su actuación fue algo más fría de lo esperado. En cualquier caso, su fulminante y robusto thrash fue una acertadísima elección para despedirnos del Parque de San Agustín y retirarnos a nuestros aposentos. El sábado había mucho más por disfrutar.

Etiquetas: , , , , , ,

Categorizado en: , ,

Esta entrada fue escrita por Redacción

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *