Crónicas

Zålomon Grass + White Coven: Gloria y autenticidad sin fecha de caducidad

«Nada es retro si tiene una vigencia tan apabullante como la que demuestran los vigueses. Lo auténtico, a fin de cuentas, siempre vuelve»

11 mayo 2025

Sala Rockville, Madrid

Texto: Jason Cenador. Fotos: Charly RNR

Los domingos, ¡ay, los domingos! Ese día que muchos emplean para estar tirados, descansando y asumiendo que una nueva semana está a la vuelta de la esquina, tal vez purgando los pecados del fin de semana. Acudir a un concierto a última hora de la tarde del último día de la semana puede hacerse cuesta arriba y dar una pereza mortal. No fue el caso, ni por asomo, a sabiendas de que una de las mejores bandas de rock de poso vintage y setentero que ha dado este país iba a presentarse en la sala Rockville de Madrid. Con Zålomon Grass en la ciudad, no hay vaguería que valga. No acudir era sinónimo de lamentarlo toda la semana siguiente. Y la siguiente. Y la siguiente.

Zålomon Grass

Nos plantamos en uno de los templos del rock en vivo de la ciudad de Madrid pocos minutos antes de la nueve, justo cuando emergía sobre el escenario el quinteto zaragozano White Coven. Sabíamos que quien abriese el telón iba a estar a la altura de lo que una velada como esa exigía, pero aun con todo, la genialidad, la tonelada y media de buenas vibraciones y la pureza onírica del combo aragonés dejó el listón visible bajo nuestros pies solo con prismáticos.

White Coven

Capitaneados por una carismática y desinhibida Sara Lapiedra, que dio buena cuenta de una garganta prodigiosa y de un torrente vocal tan caudaloso como moldeable, tan aguerrido como transparente en función del momento, White Coven fue una delicia absoluta de la mano de temas como la bluesera, suntuosa y tentadora “Brown Eyed Lady”, que como cada tema fue una suerte de catapulta a los setenta. Este en particular lo fue en cierta analogía a lo que hacen grupos como Blues Pills, que demuestran que la vigencia de lo auténtico rehúye cualquier tipo de obsolescencia.

Con momentos de mayor introspección y mecimiento, y otros de arrebatos eléctricos con solos de guitarra de los de dejarse llevar, White Coven fascinaron al creciente número de asistentes al calor fervoroso de cortes como “Love in Stereo” o “Jungle Trip of the Seventh Samba’s Seed”, presentada por la propia frontwoman como “una fumada de porros máxima” y repleta de todo tipo de giros de guion y desarrollos psicodélicos, en los que el teclado parecía abducirnos hasta dibujar espirales en nuestras cuencas oculares.

White Coven

Con treinta fechas, tal y como comentó Sara, entre España, Portugal y Reino Unido, White Coven es una banda inmensa en vivo que una vez uno la cata ya no quiere dejar de degustarla cada vez que tenga posibilidad.

Zålomon Grass

El local lucía un aspecto nada desdeñable para tratarse de un domingo pasadas las diez de la noche cuando Zålomon Grass irrumpió como un tornado que a todos nos llevaría por delante, elevándonos a metros del suelo para no dejarnos caer durante toda su actuación. Lo hizo de la mano de la imponente “Rock of the Modern Past”, un chute de adrenalina, electricidad y espíritu rockero irrebatible que enseguida nos metió en harina ratificando nuestra convicción de que viviríamos un show de los que rehúyen todo tipo de artificio en pro de una fascinación en clave analógica, orgánica.

El voltaje domado con excelsitud, la fuerza emocional emanada desde las entrañas sin pasar por ningún peaje, la redondez, la magia del rock heredero directo de la explosión de garbo y genuinidad que aconteció en los sesenta y setenta y pervive a día de hoy se adueñaron de todo el lugar y, por supuesto, de todos y cada uno de los presentes. Cada vez que una canción terminaba, no era raro que entre el público hubiese miradas cruzadas expresando cierta incredulidad, ese “madre mía” que denota la impresión difícil de designar con palabras.

El bajo de David Rodd sonaba prominente, versátil y protagonista, la guitarra del también aguerrido vocalista Gabriel McKenzie desbordaba vibrante e inquieta y la batería de Mauro Comesaña era un derroche de intensidad, con eficacia que ni el turco aquel de las Olimpiadas que disparaba con extrema puntería casi sin inmutarse.

Zålomon Grass

Con un empaque y una fluidez merecedora de colapsar grandes recintos y con la cercanía y familiaridad de un concierto de rock en sala de los que exprimir cada instante como si fuera el último, prosiguieron con la disfrutona “Hear It on the News”, con la que McKenzie reivindicó su primer disco, ‘Space Opera’ y en cuya parte instrumental abrieron las compuertas del depósito de adrenalina como quien vacía una presa a punto de desbordarse.

Son unos privilegiados a la hora de manejar las dinámicas de las canciones, de subir y bajar como quien aprieta y afloja para mantener la atención constante, impertérrita, y así lo demostraron, de vuelta a su extraordinario segundo y último álbum, ‘Trouble in Time’, con “Twelve Labours”. Fue entonces cuando el frontman nos explicó que, en esta semana en la que llevan un buen puñado de kilómetros de carretera y varios conciertos, sufrieron varios problemas como la rotura de un cabezal de bajo o ciertas inclemencias meteorológicas.

Zålomon Grass

Pero el rock and roll todo lo vale, y consiguieron llegar al centro del hormiguero madrileño para hacer temblar los cimientos de los altos edificios próximos a la Rockville con temazos “Harder to Rise” o “Bad Combination”, una de las cartas de presentación con las que en su día avanzaron el que sin duda es uno de los mejores álbumes de lo que llevamos de 2025.

Tras ejecutar “Badstock”, Mauro preguntó tras los tambores que quién dijo que los domingos eran un mal día para el rock and roll, y McKenzie lo secundó con un “¡Vivan los domingos!” antes de acometer “Groove to Prove”, fusionada con “Trouble in Time”. Instrumentalmente se vaciaron, dejaron que su inspiración y el garbo del momento tomaran el control, que la posesión eléctrica se adueñase de ellos y también de nosotros.

Se fueron al suelo, se levantaron, pusieron a prueba la resistencia elástica de las cuerdas de sus instrumentos. Y de los parches de la batería. Aquello era un festín de calambrazos irresistibles con la irrepetibilidad de esos directos que vapulean la escaleta para traer a colación el sortilegio del momento. El rock and roll sin corsés, sin ataduras, sin artificios.

Ravid Rodd y McKenzie acabaron tocando bajo el escenario y mezclados con el público un show que culminó en alto de la mano de “The Drill”, haciéndosenos, eso sí, excesivamente corto y dejándonos con ganas de mucho más. Que sí, que era domingo, pero de perdidos al río: una hora se hizo parca.

Zålomon Grass

Cuando una banda lleva solamente dos discos y a uno le faltan temas que ya considera imprescindibles (casos paradigmáticos en la “A Thing of the Youth”, su versión del “Across 110th Street” de Bobby Womack o “Cosmic Relief”), es porque tienen ya un repertorio en terrenos de lo extraordinario. Ni me imagino lo difícil que les va a resultar hacer la selección cuando saquen el tercer disco.

¿Dónde estarían Zålomon Grass ya si fueran británicos o americanos, en vez de oriundos de la periferia del meollo internacional del rock? Quién sabe. Pero no perdamos el tiempo en eso.

Regocijémonos de que uno de los nuestros es, hoy por hoy, uno de los conjuntos más en forma, divertidos y apasionantes de lo que muchos han venido a llamar retro-rock. Aunque nada es retro si tiene una vigencia tan apabullante como la que demuestran los vigueses. Lo auténtico, a fin de cuentas, siempre vuelve, jamás caduca.

Jason Cenador
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Esta entrada fue escrita por Jason Cenador

1 comentario

  • Juandie dice:

    Cojonudo resumen hacia la cañera actuación que ofrecieron los ZALOMON GRASS en la Rockville madrileña presentando su nuevo álbum junto a WHITE COVEN los cuales estuvieron a la altura como digna banda telonera.

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