Crónicas
Tsunami Xixón Festival con Sex Pistols, Thirty Seconds to Mars o Refused: Nostalgia, futuro y compromiso
«Nos llevamos para la saca unas cuantas actuaciones memorables y el convencimiento de que festivales veraniegos habrá muchos, pero no tantos que inciten al pensamiento propio en vez de a consumir sin compasión. Nostalgia, futuro y compromiso se dieron la mano en esta cita que sigue siendo un punto de referencia en el panorama estival»
Del 18 al 19 de julio de 2025
Parque Hermanos Castro, Gijón
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa.
No suelen abundar los eventos en los que una idea específica acabe convertida en una especie de mantra asumido sin discusión por la mayoría de grupos participantes. Frente a citas sin alma en las que priman otro tipo de intereses, pongamos en valor esos lugares con una marcada conciencia social para ser conscientes de lo que pasa en el mundo que nos rodea y a la vez no renunciar a abrir el enfoque para atraer a una cantidad de público considerable.
Algunos dicen que la esencia del Tsunami Xixón Festival se ha desdibujado en los últimos años, aunque este tipo de debates en torno a ortodoxia y autenticidad sean en realidad bastante subjetivos y suelen depender básicamente de la apertura de miras del que realiza las críticas. Nunca llueve a gusto de todos, eso hay que asumirlo. Si el año pasado muchos se rasgaron las vestiduras con la presencia de Arde Bogotá, este año a otros les parecerían líneas rojas que se contara con Carolina Durante o con el veterano rapero Kase.O, ambos figuras fundamentales de la música hecha en nuestro país, pese a quien pese.
Al margen de consideraciones personales, lo cierto es que más de 26.000 personas disfrutaron de los dos días de festival en los que la causa palestina se transformó en un auténtico clamor popular replicado banda tras banda y demostrando que los sufrimientos que vemos a diario por los medios no caen en saco roto, por lo menos en este festival. La lluvia, por desgracia, se dejó sentir en ambas jornadas, aunque al acudir al norte de la península es un riesgo que siempre debería estar contemplado. Que se lo digan a los que llevan meses a cuarenta grados.
Bigotes de Dalí y un coctelero
La primera jornada encabezada por Thirty Seconds to Mars contó con unas inquietantes nubes grises sobre nuestras cabezas que al final cumplieron su amenaza de descargar agua, pero no por demasiado tiempo, por suerte. Abrieron la velada las enérgicas Las Furias a una hora todavía intempestiva para un día laborable y les tomaron el relevo los alemanes Slope. Una multitud ya considerable andaba por el recinto con Hermana Furia, combo de stoner rock combativo y feminista con retazos a lo Rage Against the Machine o Queens of the Stone Age.
Su cantante cuenta con un impresionante chorro vocal que brilló especialmente en piezas como “Matar a alguien” o “Salem” y tampoco merecería pasarse por alto la labor de su guitarrista Edu Molina, al que recordamos por una temporada en King Sapo. Fue precisamente este último el que gritó “¡Viva Palestina libre!” antes de arrancarse con “Turbo”, otro corte enérgico con cierto deje a lo Guano Apes. Muy buena opción para entrar en faena.
A los californianos Zebrahead les vimos hace la tira de años en el bilbaíno Kafe Antzokia y recuerdo que ya entonces nos causaron grata impresión por su combinación de voces. Y en esta ocasión diría que nos volvió a atrapar ese detalle en concreto, aparte de su carismático bajista con bigotes a lo Dalí o esa especie de encargado de cócteles y programaciones que tenían en un lado del escenario.
Como era de esperar, la peña se desvivió con ellos desde el primer minuto, aunque ellos también se esforzaron en convertir su actuación en una verdadera fiesta invitando a un chico y una chica al escenario a tomarse un trago que les preparó el coctelero in situ. Pero esa no fue la única interacción con el respetable, pues luego subió a las tablas un tal Luis para tocarse un tema, algo que hizo con el desparpajo del que lleva toda la vida en tales menesteres, hasta amagaron con ficharle si le sucedía algo a su guitarrista.
Muy entretenidos se mostraron con cortes de punk melódico del estilo de “Hell Yeah!”, “Falling Apart” o ese “All My Friends Are Nobodies” que incitó al vocalista a adentrarse en el público y ceder el micro a un espectador que gritó la frase de moda en conciertos: “¡Pedro Sánchez, hijo de puta!”. El frontman todavía se estará preguntando quién era ese tal Sánchez. Un fiestón en toda regla.
Las británicas Girlband!, por el contrario, nos resultaron un tanto sositas, con un estilo indie pop con resabios rockeros metido con calzador en el cartel. A pesar de que pueden presumir de haber estado en festivales tan prestigiosos como el de Glastonbury, su repertorio con temas comerciales como “21st Century Suffragette”, que parecían de la serie ‘Ally McBeal’, no nos cautivó en absoluto, a excepción de la versión que se curraron del “Hot Love” de T.Rex, a años luz de la original, eso sí. Para pasar el rato.
Mucho más fuste poseían Hot Water Music, toda una referencia del punk norteamericano que tomó el nombre de una novela de nuestro gurú Charles Bukowski. Para los aficionados al género, mencionar que también estuvieron incluidos en algunas de las famosas recopilaciones de Punk-O-Rama editadas por el sello Epitaph. Dados estos antecedentes, conseguir verles por estos lares se tornaba un auténtico regalo.
Y no defraudaron lo más mínimo con clásicos en su trayectoria del calibre de “Trusty Chords” o “Drag My Body”, muy en la línea de The Gaslight Anthem, es decir, como si Bruce Springsteen hubiera montado un grupo punk. Piel de gallina con una actuación en la que el barbudo vocalista y guitarrista Chris Wollard puso el énfasis en la salud mental y en la importancia de pedir ayuda cuando se necesite. Ojalá regresen por salas. Maravillosos.
Ráfagas de ametralladora
La propuesta de Big Special se situó más bien en tierra de nadie con una curiosa mezcla de géneros que iba desde el post punk a la electrónica o blues, aparte de fragmentos rapeados o de spoken word. Suponemos que se colocaron en esa posición a modo de entremés para lo que venía después, para ir mentalizando un poco a la gente, pero nos resultaron más brasa que otra cosa. Quizás hubieran pegado en un cartel versátil tipo el del Bilbao BBK Live, para un festi de punk o alternativo no les vimos para nada.
Controvertido iba a resultar del mismo modo la presencia del rapero Kase.O, aunque otros años ya hubo artistas o bandas cercanas al hip hop. Si le hubieran dicho a un servidor hace unos años que iba a asistir a un bolo de ese rollo, habríamos pensado que el susodicho estaría bajo el efecto de alguna droga realmente potente.
Pero aunque a priori su universo sea ajeno al rock, este otrora miembro de Violadores del Verso por lo menos era antisistema, su mensaje no era ni el de las grandes corporaciones ni el de los de arriba que nos andan jodiendo un día sí y otro también, aparte de su clara postura en contra del genocidio palestino o de un “mierda” como Trump. Y eso por no hablar de sus palabras integradoras, de tipo con cabeza bien amueblada, cansado de ese pensamiento inquisitorial y de trincheras que lleva tiempo instalado en redes sociales. Contrapuso “la alegría de vivir” como herramienta para plantar cara a los que nos quieren cabreados y divididos para seguir medrando a sus anchas. Todo mi respeto para él. Más gente así en este mundo, haga rap o lo que sea.
En lo musical, podría dar lecciones a todos los zánganos que salen a escena con atril porque no se saben sus propias letras, pues disparó palabras cual ráfagas de ametralladora sin ningún tipo de ayuda, únicamente con su incontestable talento. Por ahí sonaron clásicos de su trayectoria con Violadores del Verso como “Cantando”, “Pura droga sin cortar” o ese “Ninguna chavala tiene dueño – Porque ella me lo dijo”, introducido por ese inolvidable fragmento de la película ‘Martín (Hache)’ que decía que había que “follarse a las mentes”.
Tal vez los puros dirán que con su presencia se desvirtuaba el cartel de su esencia punk, pese a que lo que en realidad promulgaba dicho movimiento era la demolición de dogmas mentales, el libre albedrío y la capacidad de pensar por uno mismo. Y de todas estas características Javier Ibarra Ramos va más que sobrado.
A los asturianos Onza les tocó una complicada papeleta, porque entonces empezó a llover, con el consiguiente éxodo hacia los árboles de gran parte del respetable. Pero, como ya nos advirtieron, era un grupazo de cabo a rabo este proyecto encabezado por Pepo, antiguo vocalista de Desakato, junto con otros habituales de la escena local. Basta escuchar piezas cargadas de actitud como “Destierro” para terminar adorándoles y desear que regresen en mejores condiciones. Talento en bruto del terruño.
Profeta del oropel
Solo les había visto en otra ocasión anterior en el Bilbao BBK Live, pero diría que lo de Thirty Seconds to Mars en directo es uno de los mayores timos de la estampita de la historia del rock. Aparte del desagradable trato hacia los fotógrafos, a los que prohibieron realizar su labor en el foso por motivos de “seguridad”, lo de Jared Leto parando casi cada canción porque no le gustaba la respuesta recibida rozó el ridículo, no hablemos ya eso de humillar a los optaban por no participar en esos numeritos circenses que montaba de saltar, agacharse, tocarse la nariz o lo que se le ocurriera al divo.
Por si fuera poco, también se rumoreaba que había por ahí pistas pregrabadas. Un servidor, que estuvo todo el concierto en cuarta o quinta fila, observó de primeras que la voz de Leto no sonaba ni de lejos como las de las versiones de estudio y eso de alejarse cuando le tocaba meter algún grito era muy sospechoso. Como decía aquella popular frase de ‘La casa de empeños’: “No lo sé Rick, parece falso”.
En cuanto al repertorio, apenas había rasgo alguno de que aquel era un concierto de 2025, pues tras la intro de “Carmina Burana: O Fortuna” de Carl Orff, echaron leña al fuego con material pretérito como “Kings and Queens” o “Up in the Air”. Hubo lanzamiento de gigantes globos negros para que jugara el personal antes de “From Yesterday”, otra de su época gloriosa, y luego fuego y columnas de humo a tutiplén mientras seguían sacando de la chistera del pasado “A Beautiful Lie” o “This Is War”.
¿Pero no habían sacado un disco en 2023? Pues sí, pero su contenido es tan horripilante que únicamente se atrevieron a recuperar “Stuck”, una pura ponzoña pop que encima Leto alargó sin ton ni son. Le convenía más quedarse en los tiempos de “The Kill (Bury Me)” o “Closer to the Edge”, piezas que finiquitaron un bolo que, a excepción de una canción, podría haber sido tranquilamente de hace más de un lustro. Lo de invitar a fans al escenario al final fue un postureo más para que pensáramos que era un tipo enrrollado, aunque tampoco observamos demasiada interacción entre el actor y los fieles. “¡Es un profeta!”, decían unas chicas desde la parte de atrás. Desde luego, del oropel.
Ian Curtis de tripi
La jornada del sábado madrugamos para catar a los hardcoretas madrileños Fuet!, que ofrecieron un contundente tentempié para desperezarse a la hora de la siesta. Comandados por un frontman bestial, que hasta se atrevía a dejarse los pulmones a viva voz, sin utilizar micro, desencadenaron los primeros circle pits entre el respetable. Contaban además con un grupo de fans acérrimos que enarbolaban al aire el embutido del que toman su nombre.
El post hardcore de los gallegos Not Yet ya llamaba la atención por el reciente EP ‘Two Steps to Rest’, del que dieron cuenta con piezas como “Headache”, y también aprovecharon la ocasión para presentar algún tema nuevo. Su vocalista clavaba los tonos tal cual se podían escuchar en estudio, por lo que legaron una actuación bastante prometedora de lo que podrían hacer con un mayor repertorio. Para seguirles la pista.
El post punk de Heavy Lungs poseía bastantes similitudes al de sus paisanos Idles, ambos además procedían de la misma ciudad, Bristol. Su vocalista lo mismo se agitaba frenéticamente como un Ian Curtis de tripi que se arrastraba por el suelo cual Iggy Pop, por lo que solo verle constituía un espectáculo en sí mismo. Pero también molaban en lo musical, piezas como “Caviar”, que daba nombre a su último disco, lo certificaban. Fueron unos de los muchos que quisieron dejar clara su postura en contra del genocidio palestino.
A Viva Belgrado les habíamos visto la semana anterior en el Bilbao BBK Live, por lo que tampoco hubo excesivas variaciones de repertorio, caso de “Gemini”, “Un tragaluz” o “El Cristo de los faroles”, entre otras. La pasión que le ponen siempre es una característica fundamental en sus shows, por lo que no se limitaron a oficiar cual funcionarios. Cándido cantó fragmentos a viva voz y la peña le respondió recitando letras de principio a fin y montando el preceptivo barullo con pogos. Definitivamente, el personal fue bastante más salvaje que en Kobetamendi.
Y con los madrileños Carolina Durante tres cuartos de lo mismo, aunque ellos sí que se pegaron un mayor baño de masas en la capital vizcaína. Como la otra vez coincidieron con Sparks, en esta ocasión sí que pudimos verles enteros y además fijarnos más en los detalles de ese espectacular escenario con forma de casa en el que había un ascensor, del que irrumpen al inicio, o una máquina de café que consigue poner las pilas a Diego, todavía con muleta por una reciente operación.
Su himno “Cayetano” fue coreado a pulmón y en “Monstruo” contaron con una curiosa criatura para animar el cotarro. Ellos sí hicieron cambios en el repertorio de la semana pasada, pues se dejaron en el tintero la muy Los Nikis “Cementerio (El último parque)”, de cuando todavía poseían ramalazos punk. Sacaron a su fan “más longeva”, una chavala llamada Zoe que les escuchó por primera vez con 8 años y ahora tiene 16, a tocar el bajo en “En verano, ornitofilia”, si no me equivoco. Lo hizo tan bien que hasta amagaron con ficharla cuando Martín se canse. Ya se han convertido en un auténtico fenómeno intergeneracional, pues lo mismo congregan a maduros que a jovenzuelos que entonan sus temas con idéntica emoción.
El futuro del punk y la octava provincia vasca
El año pasado Bad Nerves se descolgaron del cartel por el caos en los aeropuertos que les hizo imposible llegar hasta Gijón, pero consiguieron saldar su deuda con creces y nos ofrecieron uno de los mejores conciertos del festival. Vaya pasada sus temas adrenalínicos tipo “Don’t Stop” o “You’ve Got The Nerve”, si no te consiguen animar, es que estás muerto por dentro, pero es que molan del mismo modo cuando echan el freno y se aproximan al indie rock o al power pop en la genial “Radio Punk” o “Sorry”.
Son una suerte de eslabón perdido entre Kaiser Chiefs, The Strokes y The Damned. Les suelen comparar con Biznaga, y tal vez tengan un aire, aunque a ambos al final les delate su procedencia en lo musical. Lo que es innegable es que son el futuro del punk, algo que sabían de sobra los emocionados fans que poblaron las primeras filas. Y encima es que tienen actitud arrolladora, aparte de una pose brutal y estilosa, con incluso un bajista a lo Sid Vicious. Que vuelvan el próximo año. Y el otro y el otro.
Las oportunidades para contemplar a las leyendas del hardcore Refused en las distancias cortas son escasas de un tiempo a esta parte, por lo que conviene aprovechar cada ocasión que se presente. No sabemos si se volverá a repetir su participación en el Tsunami o en cualquier otro festival peninsular, por lo que podemos darnos con un canto en los dientes tras lo que contemplamos aquella noche, una banda en muy buen estado de forma que merecería seguir en activo por los siglos de los siglos.
El peculiar frontman Dennis Lyxzén desplegó pronto su retahíla de bailecitos y movimientos desconcertantes, pero se pensó que estaba en otra parte de la península al saludar con un “Basque Country”. No pasa nada, otros como Last Internationale también convirtieron a Gijón en la octava provincia vasca. Le perdonaremos el desliz por el emotivo discurso que pronunció acerca de la necesitad de hablar por los que no pueden hacerlo y de desconfiar de la gente como Trump que dice que los inmigrantes o la gente de la comunidad LGTBI son el problema, aparte del consabido apoyo a la causa palestina.
En su época transformaron por completo el panorama del género y sus composiciones conservan todavía la capacidad de epatar, sobre todo si encima las sazonan con algo tan contundente como un fragmento del “Angel of Death” de Slayer. Apabullantes. Dejaron a los asistentes con el culo torcido desgañitándose y repitiendo “the new beat, the new beat…”. Casi nada. Después de esto uno ya se podía ir a casa con la conciencia tranquila.
Móviles y circle pits con Sex Pistols
Hay cosas que se ponen de moda y no merecerían ni un segundo de atención, pero en cambio otras se transforman en una suerte de fenómeno cultural que cambia por completo el panorama. Esto último ha sucedido con Alcalá Norte, que se han convertido en un grupo de moda enarbolando la bandera del post punk y la herencia al margen del petardeo que nos dejó aquella explosión creativa conocida como movida madrileña.
El batería Jaime Barbosa se acercó al micro para presentar la actuación bota de vino en mano, como si fuera el pregón de unas fiestas populares, y los primeros bailables que echaron no tuvieron desperdicio con “Superman”, “420N”, que probablemente sea de lo mejor que se ha compuesto en el campo del post punk patrio en los últimos años, o “La sangre del pobre”, todo un himno contemporáneo.
Sorprendieron con la versión de Los Planetas “10.000” y todavía más con “Fils de Lucifer” de Icare, que Barbosa definió como “un heavy metal francés bailable”. No faltaron tampoco otras que suelen tocar como esa suerte de revisión de La Mode llamada “No llores, Dr. G”, los ya clásicos “Los chavales” y “Calle Elfo” o “Langemarck”, con el vocalista ataviado con casco prusiano. Y finiquitaron con “La vida cañón”, que el batería presentó como “la canción de la verbena”. Grandes agarraos los que nos ofrecieron.
Hay hechos totalmente en consonancia con lo que encarnaron Sex Pistols en su época. Por ejemplo, aquella carta manuscrita de hace unos años en la que rechazaban de pleno su ingreso en el Rock and Roll Hall of Fame y consideraban a dicha vetusta institución como “una mancha de pis”. Eso era lo que cabría esperar de los que en su día fueron declarados enemigos públicos número uno por el establishment británico.
Lo que no debería aceptarse es que en un concierto suyo se pida alzar móviles como si fuera Coldplay o que se realicen circle pits, algo también ajeno a la historia de la banda, no en vano el bajista Sid Vicious creó por accidente el pogo cuando empezó a saltar para intentar ver algo en un bolo. Detalles irrespetuosos con el legado del grupo, del mismo modo que la decisión de prescindir de Rotten o Vicious en las imágenes mostradas por pantallas, como si en realidad nunca hubieran existido y en un universo paralelo Carter siempre hubiera sido el vocalista.
Al margen de esas consideraciones, lo cierto es que el espectáculo de estos Sex Pistols contemporáneos es entretenido y Carter tampoco es que lo haga mal, pese a que se torne imposible olvidarse de la peculiar dicción de Johnny Rotten, que viene a ser como el 70% de las canciones. Eso sí, siempre agradará escuchar en directo piedras angulares de la envergadura de “Holidays in the Sun”, “Bodies”, “God Save The Queen” o “Pretty Vacant”, incluso aunque suenen algo más ralentizadas que las versiones originales.
En cuanto al repertorio, pocas sorpresas aparte del inmortal listado de ‘Never Mind The Bollocks – Here’s The Sex Pistols’. Recuperan “Silly Thing”, pieza que tiene su historia al contar con diferentes versiones con voces de Paul Cook y Steve Jones, podría decirse que fue el puente entre la antigua banda y lo que posteriormente sería The Professionals. Una pena que en este sentido no rescataran “Lonely Boy”, también de la BSO de ‘The Great Rock ‘n’ Roll Swindle’, muy vinculada a la figura de Jones, hasta el punto de servir de título para su propia biografía.
La química entre el guitarrista Steve Jones, al que Carter definió como “el mito, la leyenda”, y el bajista Glen Matlock todavía se mantiene, décadas después de que tocaran juntos por primera vez. Y Paul Cook aportaba un empuje brutal a la batería, si ya en el pasado sobresalían sus habilidades, en la noche de su 69º cumpleaños, se consolidó como todo un maestro de las baquetas dentro del género, era sin duda el que se encontraba en mejor forma de los veteranos.
“No Feelings” y “Problems” apelaron al lado sentimental, mientras “My Way” se asemejó al pop de masas, sobraría en cualquier caso, a no ser que la cantara Sid Vicious. “Anarchy in the UK” puso la guinda a una velada que fue más un homenaje que una declaración de intenciones de las que hacían antaño. Nadie preguntó al final si nos habíamos sentido engañados, como en el Winterland Ballroom de San Francisco.
La recuperación del cancionero casposo patrio en clave punk de Me Fritos and the Gimme Cheetos nos pilló reventados y tampoco nos motivaba demasiado, puesto que ya imaginábamos cómo sería el espectáculo. No obstante, ahí tendrían una oportunidad los que quisieran desfogarse por última vez antes de abandonar el recinto.
Nos llevamos para la saca unas cuantas actuaciones memorables y el convencimiento de que festivales veraniegos habrá muchos, pero no tantos que inciten al pensamiento propio en vez de a consumir sin compasión. Nostalgia, futuro y compromiso se dieron la mano en esta cita que sigue siendo un punto de referencia en el panorama estival.
- Entrevista a Álex Bernal: “He hecho un poco de todo, pero mi corazón siempre ha sido metalero” - 23 julio 2025
- Crónica de Tsunami Xixón Festival con Sex Pistols, Thirty Seconds to Mars o Refused: Nostalgia, futuro y compromiso - 23 julio 2025
- Entrevista a Wrathnoise: “Hoy en día no mueves un dedo sin que te vigilen o controlen de alguna manera u otra” - 17 julio 2025