Triángulo de Amor Bizarro en Bilbao: Un inabarcable cruce de caminos

Tal vez por todo esto la propuesta de los gallegos Triángulo de Amor Bizarro cobre más importancia que nunca en tiempos donde cada uno acostumbra a echar su meadita territorial para restregársela a los demás. Lo suyo parece ya de otro planeta, puesto que han conseguido derribar las fronteras entre noise, industrial, punk, alternativo, dark wave, shoegaze, rock setentero y así hasta enumerar una considerable retahíla de estilos. Y pensar que para algunos son un mero grupo indie.

Pero no. Cualquiera no lleva como tres o cuatro discos al máximo nivel creativo, rizando el rizo de manera perpetua y dando en los morros a los que creen que en la actualidad ya está todo inventado y no existe nada que sorprenda lo más mínimo. Si su álbum homónimo de 2020 colocó el listón a una altura casi insuperable, con ‘Sed’ mantienen el nivel de una manera muy encomiable y vuelven a legarnos otro de esos magníficos trabajos que gana en cada escucha. Pura actitud punk en una época que te obliga a captar la atención en apenas treinta segundos. De prisa y sin profundizar en nada.

Con los mimbres expuestos, sorprendió que esa noche el bilbaíno Kafe Antzokia no colgara el cartel de entradas agotadas, como viene siendo habitual en los últimos tiempos, pero sí que se congregó una respetable multitud que montó pogos y se dejó la garganta en cada uno de los himnos que nos ofrecieron los gallegos más internacionales. El colega Carlos Benito nos decía que no tenían un tema malo, y aunque al principio nos pareció una exageración, al final nos lo acabamos creyendo después de una descarga tan impepinable.

La verdad es que Triángulo de Amor Bizarro son muy buenos en directo y seguramente metan más tralla que cualquier otro grupo considerado indie. De esta forma, zarandearon de inmediato conciencias con esa bomba sonora llamada “Robo tu tiempo”, post punk chirriante para desentumecer huesos y espíritu. Rodrigo representó una vez la cara más salvaje de una banda en la que ningún miembro pasa desapercibido.

“Amigos del género humano” reverenció el ruido como forma de arte, todavía recordamos aquel concierto en una carpa del BBK Live en el que temblaba el suelo debido al alto volumen y la distorsión reinante. Qué gustazo. Gracias a temas como este nos enamoramos de ese peculiar sonido noise que bebe a paladas tanto de My Bloody Valentine como de los primeros The Jesus and Mary Chain.

Por la bola sónica que generaron parecía por momentos un concierto de Swans. “Huele a colonia Chispas” cursó apabullante, como una locomotora que arramplaba con todo a su paso. Pero siempre fueron un grupo de contrastes, frente a la actitud punk de los temas que cantaba Rodrigo, la dulzura de los tonos de Isa, que estuvo soberbia y de poner pelos de punta tanto en “La espectadora” como en “Canción de muerte del pez dorado”.

“El himno de la bala” fue quizás de los primeros temas que escuchamos de ellos, por lo que nos sigue sobrecogiendo en directo, con ese poso ruidista que se te mete hasta por las entrañas. “Nuestro siglo Fnord” era otra maravilla de ‘Salve discordia’ y “Ruptura” recuperó su faceta desbocada, este tipo de cortes te ponían las pilas rápido, como tomarse un chupito de whisky.

El experimento dark wave de “Fukushima” les colocó en un peldaño superior y certificaron que lo suyo no se trataba solo de mera distorsión con “Estrella solitaria”, con esa línea de bajo tan New Order que asombraría hasta al propio Peter Hook. Por algo el nombre del grupo viene de aquella formación clave de en la historia de la música que hizo la complicada transición del sombrío post punk al luminoso tecno pop. Otro tipo de sonido que también nos flipa.

“La carretera” se tornó épica, casi de tocar el cielo, una preparación para elevarse hasta el infinito con “Asmr para ti”, que parece un homenaje a Slowdive, aunque en las distancias cortas ganó en poso chirriante. Bajamos de un plumazo a la tierra con “Canción de la fama”, punk rabioso con alaridos y estrofas como proyectiles contra convencionalismos sociales. Inmenso.

La recta final fue de puro infarto con “Baila Sumeria”, con el personal cada vez agitándose más en las primeras filas, y “Estrellas místicas”, otra pieza que consiguió elevar las gargantas al máximo. Isa volvió a tomar la voz cantante en “Barca quemada”, que conservó el ímpetu generado y además contó con la ayuda del inquieto teclista para espolear a la peña, que recitó la letra de principio a fin. Brutal.

“Vigilantes del espejo” es de su disco homónimo de 2020, pero a estas alturas se ha convertido en un auténtico clásico que dudo que se descuelgue de repertorios futuros. Y no podía faltar un broche de oro como “De la monarquía a la criptocracia”, con los pogos proliferando por el recinto. Nunca dos horas se hicieron tan cortas.

El inabarcable cruce de caminos que nos proponen ya llama bastante la atención en estudio, pero es sobre las tablas donde alcanza su verdadera dimensión y espíritu. Tal vez en el futuro se les agoten las ideas o acaben engullidos en un conjunto todavía difícil de catalogar dos décadas después de su creación. Lo que nadie les quita es que a día de hoy son una de las grandes bandas en activo. Si nunca les has visto en directo, te estás perdiendo algo muy gordo.

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Alfredo Villaescusa

Eclecticismo en vena. No hay nadie que no dispare el viernes por la noche, ni hay quien esquive los disparos.

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