Crónicas

Toundra en Bilbao: El comienzo de una nueva era

«Siempre es algo ilusionante vivir el comienzo de una nueva era, especialmente cuando no supone meter debajo de la alfombra todo el legado anterior, sino que se presenta como una mera continuación bajo otros parámetros sin demasiados aspavientos»

1 mayo 2025

Sala BBK, Bilbao

Texto: Alfredo Villaescusa. Fotos: Unai Endemaño.

Todas las bandas necesitan tomarse de vez en cuando un periodo de reflexión, desde las más grandes a las más pequeñas. Una experiencia que se torna tan catártica que incluso suele dar hasta para una película o documental y puede servir para fortalecer a un grupo. Lejos de los prejuicios sociales todavía existentes, la introspección es un saludable ejercicio que vale para poner en orden prioridades y esbozar un camino para los próximos años. No existe mayor prueba de la fortaleza de un proyecto que aquella capacidad de evolución y adaptación al medio que preconizaba el maestro naturalista Charles Darwin allá por el siglo XIX.

Un proceso evolutivo sufrieron sin duda los madrileños Toundra cuando Esteban abandonó sus filas y se tomaron un tiempo para “ordenar sus sentimientos hacia la banda”, en sus propias palabras. Una vez pasado el periodo de clausura, a comienzos de año anunciaban una nueva formación con Jorge García (Adrift) a la guitarra y poco después un primer concierto en la bilbaína sala BBK.

El predicamento de la banda en el panorama indie o alternativo no se ha resentido en absoluto, pese a que coincidió con uno de esos días de partido en los que parece que hay que parar el mundo. Era una jornada difícil, pero al final consiguieron abarrotar una sala que podría haber estado todavía más concurrida si no fuera por la dictadura de siempre del balompié. En fin, menuda cruz que les ha caído a los promotores con este asunto, a este paso casi tendrán que consultar a los astros antes de decidirse a montar algo.

Tal y como leímos en la presentación del evento, la intención de Toundra era hacer repaso a sus mejores temas antes de un nuevo disco que verá la luz en 2026. Y después de lo contemplado aquella noche solo cabe contar los días hasta la fecha de tan esperado trabajo que seguramente no desmerecerá el resto de su trayectoria.

Una intro ampulosa dio inicio a una sesión de maestría más de los madrileños, con un Jorge García tan acomodado en la banda que podría haber estado toda su vida tocando con ellos. Ya se sabe que a los grupos de este palo instrumental hay que pillarles el punto y tener cuerpo y mente preparados para lo que se nos viene encima, que no son tonadillas sencillas para tararear en la ducha.

El personal, no obstante, se mostró muy receptivo desde el primer momento, con muchos moviendo la cabeza en señal de aprobación y bramando como locos cuando el guitarrista barbudo Macón se acercaba al foso. Que me aspen si esto no se asemeja demasiado a esos fenómenos fan que provocan auténticos delirios entre los seguidores.

Pillar las piezas al vuelo de este combo debería servir para que te convalidaran algún título en Musicología, pero diríamos que sonaron cosas como “Tuareg”, “Oro rojo” o “Mojave”. Definitivamente, si lo que se trataba era de configurar una especie de grandes éxitos, la selección resultaba muy acertada. Por eso mismo, tampoco se habría entendido que se olvidaran de “Bizancio” o “Kitsune” en el repertorio de aquella noche desde ya histórica, pues ya hemos dicho que era el primer bolo de Toundra con Jorge García a la guitarra.

Las salvas de aplausos inundaban el ambiente con cada despliegue de talento de los madrileños, pero si el entusiasmo se podría sentir entre la parroquia, también era palpable la emoción de la banda arriba del escenario, entregando interpretaciones dinámicas y con un sentimiento impecable. Mira que les he visto en festivales y en todo tipo de situaciones posibles, pero se notaba a la legua las ganas que le estaban poniendo a la actuación. No fue un bolo más de esos para cumplir expediente.

Y otro aspecto reseñable era el sonido nítido y cristalino que nos brindó la sala BBK, aunque normalmente no suele haber problemas en este sentido. Podía distinguirse cada instrumento, los más sibaritas del rollo instrumental no saldrían esa noche defraudados. Puestos a pedir, subrayar lo corto que nos hizo el bolo. O pongámonos en otra perspectiva, quizás lo estaban bordando tanto que el tiempo se esfumó a la velocidad de la luz. Y eso que no era un estilo sencillo de escuchar.

Hubo reacciones de todo tipo, desde espirituales en los que gritaban “¡Oh!” en algún determinado pasaje, como si sufrieran una suerte de orgasmo artístico, hasta los aficionados a la tralla que pedían “¡Un poco más fuerte y más rápido!”, algo un tanto complicado de satisfacer porque esto no era hardcore, por mucho que gran parte de su público provenga de esa escena.

El personal quedó tan extasiado que los gritos de “beste bat” pudieron reventar tímpanos, por lo que no tardaron en regresar con un par de piezas más a modo de propina. “Ruinas”, de ‘Hex’, su último disco de estudio hasta la fecha, y “Cielo negro (Black Sky)” a modo de broche, con el sonido de las gotas de la lluvia de los primeros segundos. Muy evocador, sí señor.

Siempre es algo ilusionante vivir el comienzo de una nueva era, especialmente cuando no supone meter debajo de la alfombra todo el legado anterior, sino que se presenta como una mera continuación bajo otros parámetros sin demasiados aspavientos. La adaptación al medio, que decía Darwin. El científico británico ha encontrado unos discípulos muy aventajados.

Alfredo Villaescusa
Etiquetas: , , , , , ,

Categorizado en: , ,

Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *