Crónicas

Tokio Hotel: Magnetismo y evolución

«El tango dice que veinte años no es nada, pero puedo corroborar que dos décadas en Tokio Hotel evidencian la evolución y su magnetismo con el público»

12 marzo 2025

La Riviera, Madrid

Texto: Mauro Nicolás Gamboa. Fotos: Carmen Molina

Al llegar a la orilla del rio Manzanares tres enorme trailers nos recibían, junto con una fila eterna de fans y sus gargantas que cantaban calentando motores, las canciones de Tokio Hotel. Claras pruebas de que la noche iba a ser apoteósica en el templo madrileño denominado La Riviera. Inmensas cortinas cubren todo el escenario y no permiten ver lo que hay en su interior. El contenido que protegen genera intrigas. El público ruge y aplaude. Curiosamente, el respetable estaba compuesto casi a la mitad por adolescentes, en una noche que se había colgado el cartel de no hay billetes. Demostraban que hay cantera para oír música en vivo, con el rock en todas sus vertientes, y que los jóvenes que se emocionan con buenas letras y quieren que sus almas sean llevadas al éxtasis por potentes riffs y atronadores tambores.

"Tokio Hotel, Tokio Hotel", canta el público. Se queda a oscuras la sala. Intro disparada. Luces en tonos azules oscuros se prenden y se apagan. El griterío es ensordecedor y hay mucha expectación de ver a sus ídolos. La banda comienza a tocar “Miss It (At All)”, se abren lentamente las cortinas y bajo un mar de focos rojos el frontman, Bill Kaulitz, ubicado sobre una enorme tarima con paneles luminosos, igual que el resto de sus compañeros, despliega unas enormes alas y la sala se viene abajo.

Increíble inicio de show, corroborando por qué están en tan buen estado de forma después de veinte años de trayectoria y continúan abarrotando recintos de todo el mundo. Aún recuerdo cuando los vi hace más de dos décadas y ya mostraban madera en locales pequeños de Suiza.

Las enormes tarimas, que ejercían de torres donde se ubican los músicos, con pantallas led en sus bases que encendidas a la vez forman una cortina eléctrica y lumínica homogénea, son apoyadas por la pantalla central de la sala y son una parte fundamental del despliegue de poderío de la banda. A destacar es que tanto el guitarrista Tom Kaulitz como el bajista Georg Listing tocan también los teclados.

El fuego musical es sagrado y el juego que ofrecen los fans también. No cesan ni un instante en cantar, saltar y aplaudir a la banda. El vocalista desciende de la tarima y se ubica a los pies del stage y el público ruge atronadoramente. Interpretan canciones como “Dark Side of the Sun”, “The Heart Get No Sleep”, “Love Who Loves You Back” y “Feel It All” entre otras.

Además de las impresionantes, atrapantes e impactantes visuales que corroboran que el grupo se encuentra entre los grandes combos alemanes en la actualidad, estas transforman el show en una experiencia inmersiva absoluta, sumado a los cambios de vestuario del cantante, que son una constante, y hacen que los fans conecten plenamente con el apoteósico directo de Tokio Hotel.

El momento íntimo llega cuando colocan dos taburetes altos al filo del escenario y el guitarrista toma asiento y acompañando al cantante (recordemos que son hermanos gemelos) ambos interpretan “Just a Moment” para la cual se lanza desde consola la voz de Vvaves. Antes de su set acústico, hubo otro cambio de vestuario del frontman. La otra pieza que interpretaron bajo estas texturas es “In Your Shadow (I Can Shine)”, mientras los dos músicos, sentados en los taburetes y apoyados espalada con espalda, comienzan a girar en una plataforma circular. Ovación absoluta al concluir.

A cada petición de la banda al respetable para que mueva los brazos, se agache o cante aún más fuerte (si es que eso era factible), responde este con creces y demostrando su devoción a los germanos. El cantante se ubica, según la canción, en la tarima donde está el bajista o el guitarrista. El show de luces es impactante y hace que, junto a un sonido pulcro y potente del cuarteto, sea un concierto épico.

En el directo de Tokio Hotel también hay tiempo para reinterpretar bajo sus texturas clásicos de artistas como Kraftklub, Nina Chuba, Alan Menken, Stephen Schwartz y George Michael. Manifiestan su amor por Madrid y los felices que están de estar en la ciudad y de tener un público tan entregado.

También llega un momento único cuando Bill Kaulitz coge su keytar y se desliza por una plataforma de lado a lado del escenario. La Riviera aplaude a reventar. Todos están entregadísimos a la causa. No hay canción en donde la comunión no sea absoluta entre la banda y los fans.

La recta final está destinada a sus principales himnos. En “White Lies” disparan un mar de confetis y regalan baquetas y púas a los presentes. Salen un momento de escena y el público vuelva a cantar “Tokio Hotel, Tokio Hotel”, con una fuerza titánica.

Regresa la banda y a la señal del batería, Gustav Schäfer, ejecutan “Monsoon”, durante la cual, por un momento, la banda dejó de tocar y los fans, a capela, interpretaron la canción haciendo una de las postales de la noche. Con “Great Day”, en su tramo final, uno a uno, con el cantante en primer lugar, van a abandonando el stage mientras tocan. Impresionantes bises y conclusión de una noche a puro fuego.

El tango dice que veinte años no es nada, pero puedo corroborar que dos décadas en Tokio Hotel evidencian la evolución y su magnetismo con el público.

Redacción
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