Crónicas

The Schizophonics + Mike Mok and the Em-Tones en Bilbao: Especie protegida del rock

«He aquí uno de esos grupos a los que jamás se logrará entender si no se vive una inapelable descarga suya a escasos metros. Deberían ser considerados especie protegida del rock»

3 julio 2025

Crazy Horse, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Siempre agrada disfrutar de un poco de caos, pero entendido como la antítesis de las mentes cuadriculadas que no soportan un objeto fuera de su espacio natural ni tampoco algo diferente a una disciplina férrea propia de un centro penitenciario o de un campo de concentración. Frente a los funcionarios del directo que llevan un setlist casi esculpido en piedra, abracemos aquellos combos que todavía siguen entendiendo el rock n’ roll como una aventura peligrosa e impredecible, del mismo modo en que eran los shows del rey lagarto Jim Morrison o de la iguana Iggy Pop en sus comienzos.

The Schizophonics

Hay grupos que desde luego no se olvidan si les has visto antes. Tal es el caso de los norteamericanos The Schizophonics, a los que llegaron a calificar en la prensa californiana como “la banda más excitante de la década”. Pese a que quizás esto último sea exagerar un poco, lo cierto es que no se suele contemplar con frecuencia a un torbellino como el guitarrista Pat Beers, un fuera de serie que en determinados momentos tocaba con una sola mano,  daba vueltas de peonza o se pegaba unas coreografías que ni John Travolta en ‘Fiebre del sábado noche’. Hacía tiempo que no se veía nada igual por estos lares.

Que no iba a tratarse de un bolo más en el bilbaíno Crazy Horse lo intuimos cuando el promotor Rubén nos comunicó que por un malentendido los teloneros Mike Mok and the Em-Tones harían un doble pase esa noche, con repertorios diferentes. Por desgracia, los ajustados horarios del transporte público entre semana hicieron que no nos pudiéramos quedar hasta el final, pero lo que sí que catamos fue el primer turno de los neoyorquinos.

Mike Mok and the Em-Tones

Había pedigrí en esta formación, pues su guitarrista Simon Chardiet llegó a tocar con el mítico Bo Diddley o el añorado Dee Dee Ramone, aparte de haber grabado discos con Rancid o Jon Spencer. “¡Pero si es un anciano!”, gritaron de entre el público, lo normal con el espectacular currículum que cargaba a las espaldas este señor.

Simon Chardiet (Mike Mok and the Em-Tones)

Muy rodado se notó a este combo de rock n’ roll añejo con títulos tan divertidos como “My Baby Is A Wino” o “Hey, Motherfucker!”, cuyo incorrecto estribillo incitaron a repetir a la afición. A pesar del toque humorístico de algunas de sus piezas, en realidad se trataba de algo muy serio, sobre todo cuando interpretaron esa maravilla ramoniana llamada “What A Girl” o su más que correcta revisión de “Too Much Junkie Business” de Johnny Thunders, con la que nos ganaron para la causa. Tal vez los siguientes metieran más ruido, pero lo suyo era más elegante, no cabe duda.

Mira que existen bandas de garage hasta debajo de las piedras, pero pocas habrá con la intensidad y la energía punk de The Schizophonics. Bueno, los valencianos Wau y los Arrrghs!!! igual sí, pero salvo esa excepción, no está al alcance de cualquiera marcarse un bolazo en el que el respetable al completo se meta en una burbuja sónica incomunicada del mundo exterior. En épocas de festivales, nada mejor que sentir el sudor y la cercanía de los conciertos en salas.

The Schizophonics

El fotógrafo Dena Flows ya nos avisó que el líder, vocalista y guitarrista Pat Beers se iba a sentir un tanto enjaulado en el reducido escenario del Crazy Horse, pero los seres más inteligentes y con capacidad para evolucionar siempre consiguen adaptarse al medio, por lo que la falta de sitio no fue inconveniente absoluto para que este inquieto músico, que tocaba una guitarra de cinco cuerdas, se paseara a lo largo y ancho del garito y hasta saliera a la calle sembrando el terror y la estupefacción de los transeúntes.

Como si se encendiera un interruptor, fue subir al escenario y casi huir de ese limitado espacio, pues primero hubo carreras frenéticas de un lado a otro que convertían la labor de los fotógrafos en una actividad de riesgo. No sabías por dónde podía aparecer este tipo, lo mismo podría acercarse a la barandilla de de separación que revolcarse por los suelos y levantarse con cabriolas imposibles. Parecía más un contorsionista que un músico al uso, menudas palizas a nivel físico que se cascaba este hombre.

The Schizophonics

En lo musical, bebían hasta las cachas del legado protopunk de MC5, incluso la voz iba en la línea de Rob Tyner, aunque no minusvaloraban tampoco la influencia de los combos garajeros de los sesenta y setenta ni el nervio de James Brown. “Desert Girl” o “The Alchemic Twist” resultaron notables ejemplos de la versátil coctelera sónica de los norteamericanos que hace que no te aburras ni un solo segundo.

Toda una gloriosa descarga de adrenalina donde las únicas palabras que pronunció Pat fueron para agradecer al personal su implicación, abstraerse a aquello parecía más bien imposible, pues el trío ejercía un poder hipnótico, no solo el inquieto y bailarín Beers, sino también las chicas a la batería y al bajo, que seguían con bastante competencia sus desvaríos y creaban una solvente base rítmica.

The Schizophonics

Hubo más pogos que un bolo punk, y cuando el predicador del ruido enfiló hacia la puerta para dar un paseo por el exterior, la mayoría fue detrás en tropel, cual acólitos de un culto. Si esto no es entrega, entonces nada merece ese término.

Enfilaron la recta final con “Rat Trap” y alcanzaron uno de los momentos cumbres de la velada con ese “Hoof It” cuyo comienzo evocaba por completo el clásico del garage rock “Don’t Look Back” de The Remains, mientras Pat realizaba el mítico molinillo con la guitarra a lo Pete Townshend. Actitud rockera a raudales.

The Schizophonics

Homenajearon además al killer Jerry Lee Lewis intercalando un fragmento del “Whole Lotta Shakin’ Goin’ On” y subieron varios niveles de golpe con su salvaje revisión de “Re-Make/Re-Model” de Roxy Music, que sonó infinitamente más punk que la original. Con un broche de tanta envergadura no era necesario añadir más, aunque los más fiesteros todavía tuvieran la oportunidad de continuar el desparrame con The Mooks.

Nos quedamos con esa bestia desbocada llamada Pat Beers a la que nunca habíamos contemplado en su hábitat natural, los garitos de reducidas dimensiones atestados de fans de la pura electricidad y el salvajismo. He aquí uno de esos grupos a los que jamás se logrará entender si no se vive una inapelable descarga suya a escasos metros. Deberían ser considerados especie protegida del rock.

Alfredo Villaescusa
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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Juandie dice:

    Pequeño resumen hacia las cañeras descargas que se marcaron ambas bandas a través de estos mencionados temas en tan conocida sala bilbaina.

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