Crónicas

The Flying Rebollos en Bilbao: Ecos de un blues lejano

«Los ecos de un blues lejano retumbarán en la cabeza de los afortunados que estuvieron allí durante una larga temporada, un recital que en cierta manera cerraba una etapa y abría otra con nuevo material en ciernes.»

5 octubre 2024

Sala Santana 27, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Hay diferentes tipos de regresos a los escenarios. Los que se hacen por la pasta, a pesar de que sus componentes no se puedan ni ver, los realizados por sentido práctico, como si fuera una especie de matrimonio de conveniencia que llega a la conclusión de que el interés común les une cual poderoso pegamento. Y luego están los que se montan sin ambición de ningún tipo, con el único y sano objetivo de pasarlo bien, sin sentar cátedra ni engañar a nadie. Esos son los mejores.

A este último grupo pertenecería sin duda la vuelta a las tablas de The Flying Rebollos, mítica banda del underground rockero bilbaíno cuya estela perduró tanto en el panorama contemporáneo que hasta Los Zigarros recuperaron el himno “Mis amigos” para el disco ‘Apaga la radio’, una canción en la que en su día colaboraron Roberto Iniesta (Extremoduro) y Fito Cabrales. Precisamente, el escudero y mánager del otrora vocalista y guitarrista de Platero y Tú, Xabier Arretxe “Polako”, era el encargado de darle a las baquetas en el combo portugalujo.

Pero el retorno de los Rebollos no se ha producido de la noche a la mañana, pues hace cuatro años se plantó la semilla de aquello en el homenaje a José Manuel Gámez “El pelos” celebrado en la bilbaína sala Azkena junto a La Gripe o Zer Bizio?, los últimos también reunificados para la ocasión. Un posterior concierto en el Txiberri de Urduliz (Bizkaia) valió para romper el hielo y además darse cuenta de que su vuelta al ruedo podría congregar a una multitud bastante importante.

La sala Santana 27 acogió otra jornada histórica para el rock n’ roll del botxo que, como decía en la crónica del homenaje a “El pelos”, quién sabe cuándo se volvería a repetir aquello. No obstante, hay que matizar que no tienen previsto vivir de las rentas de dos álbumes tan esplendidos como ‘Esto huele a pasta’ y ‘Verano de perros’, sino que están trabajando en nuevas composiciones que seguramente presentarán en breve.

Quizás lo que venga después pertenezca a una etapa diferente, por lo que había que aprovechar esa cita bilbaína que se grabará desde ya en los anales rockeros de la ciudad. De esta forma, con un recinto bastante concurrido, The Flying Rebollos desplegaron artillería contundente en la homónima “Verano de perros” y mantuvieron la posición muy cómodamente en la stoniana “Agua y aceite”.

El repertorio no sería una de las sorpresas de la velada, eso quedaba claro, tampoco había demasiado margen de maniobra. Ellos han admitido en alguna ocasión que no han inventado la pólvora, pero que su pólvora es de la buena. Y de sobra es sabido que el grueso del personal estaba ya ganado de antemano, pese a que sonaran argumentos tan convincentes como “Sinvergüenza” o “Vete”.

Entre el público pudimos ver al televisivo Iñaki López y me atrevería a decir que no sería el único que se pegó un viaje relámpago a la capital vizcaína para poder presenciar aquello. Preguntó el vocalista Edorta cómo andaba el personal y se respondió a sí mismo con “caliente, húmedo” antes de arrancarse con  “Estoy rodando por tu amor”. Oportunidades para calentar la garganta habría unas cuantas a lo largo del recital.

Obviamente, uno de los momentos de oro en este sentido se alcanzaría con “Mis amigos”, que no necesitó presentación alguna para que las emociones se desbordaran. Eso, por una parte, para los que atendían a la música, porque en determinados sectores el cotorreo era más que considerable. Habría que soportar una vez más esa terrible lacra de nuestro tiempo, aunque no estaría mal abogar por un público de calidad que deje las conversaciones banales para cuando salga por la puerta.

El lema vital “Nadie va a hacer nada por ti” atronó con la dignidad esperada y en “Lola” contaron con un invitado tan versátil como el ex-Extremoduro y ahora Parabellum Iñaki Setién. “Verano del 82” tocó a buen seguro la fibra sensible de los asistentes por su halo a lo Burning, sus referencias a The Rolling Stones o el maravilloso solo de guitarra que se marcó Gorka Bringas con alusiones al “Love Lies Bleeding” de Elton John o el popular “My Sharona” de The Knack, si no nos equivocamos.

The Flying Rebollos con Iñaki Setién.

En una cita con las canciones tan empolladas podrían suceder actos tan espontáneos como que la multitud empezara a cantar a pulmón la rockabilly “Algo muy normal”, con sintonía de Benny Hill incluida en la parte final. Y para la emotiva “Cuatro acordes” había que contar con alguien tan especial a la batería como Xabier Arretxe “Polako”, que también participó en la no menos relevante “Candela”. Nos revelaron que estaba previsto que apareciera Iñaki Antón “Uoho” en esta última, pero al no ser posible, por lo menos se la dedicaron.

Xabier Artetxe "Polako", a la batería de The Flying Rebollos.

Otro que por causa mayor tuvo que perderse el concierto fue el armonicista Lalo, pero igualmente se le homenajeó en el inicio de “En el bar”, puro rock de garito que evocaba las eternas palabras de Jorge Ilegales de que estos establecimientos son “la verdadera patria con que puedes contar”. “Follacamellos” volvió a evocar a los grandes de La Elipa y sirvió de colofón natural a una noche de auténtico rock n’ roll, de la época en que ese género era patrimonio de gente peligrosa y pendenciera. Todavía hubo intención de rematar con “Perseguido”, “Un ápice de verdad” y el rotundo clásico “Modesta”, para desfogarse hasta la última gota.

Los ecos de un blues lejano retumbarán en la cabeza de los afortunados que estuvieron allí durante una larga temporada, un recital que en cierta manera cerraba una etapa y abría otra con nuevo material en ciernes. Muy ciego y sordo habría que estar para darse cuenta de que lo que vivimos en aquella histórica jornada fue mucho más que cuatro acordes. Las ganas de seguir viéndoles continúan intactas.

Alfredo Villaescusa
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