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Crónica de The Darkness + Dea Matrona en Madrid: El milagro glam

Veintidós años después de aquel debut que incendió la escena británica con riffs imposibles y un falsete que rompía la lógica, The Darkness siguen empeñados en recordarnos que el rock and roll, cuando se hace con humor, virtuosismo y una buena dosis de excesos, sigue siendo un acto de fe. Para tal ceremonia nos reunimos el pasado miércoles en la mítica sala La Riviera, mismo recinto donde cinco años atrás, poco antes de que el mundo se paralizara por la pandemia, Hawkins y compañía ofrecieron un conciertazo que aún permanece grabado en la memoria de quien escribe estas líneas.

Dea Matrona, un buen aperitivo

Dea Matrona fueron las encargadas de abrir la noche con una descarga de juventud y actitud vintage. El grupo de Belfast liderado por Mollie McGinn y Orlaith Forsythe destila una mezcla de inocencia y poderío que recuerda por momentos a Heart, The Runaways o incluso Fleetwood Mac. Buena elección.

Dea Matrona

Tras un breve descanso y con puntualidad británica, The Darkness comenzaba su estampida sonora con “Rock and Roll Party Cowboy”, una oda al hedonismo vaquero con coros de estadio y riffs que galopan entre el polvo del desierto. Un tema que también abre su último disco de estudio ‘Dreams On Toast’, el cual venían a presentar esta noche.

Seguidamente llegaba “Growing on Me”, uno de sus primeros himnos con una mezcla irresistible de dulzura melódica y rock desvergonzado donde Justin Hawkins se adueñó del frontal del escenario lanzando punteos a las primeras filas y ganándose así la primera ovación de la noche. “¡Somos los putos The Darkness!”, gritó el británico antes de deshojar esa ópera casi punk que es “Get Your Hands Off My Woman”. En ella dejó claro que sus falsetes imposibles siguen intactos, mientras se subía a la tarima de la batería para hacer el pino y aplaudir con las piernas, invitándonos a seguirle el juego. Justin tiene la teatralidad de Freddie Mercury y la ironía de un bufón consciente de su propio genio.

The Darkness

La siguiente en sonar fue “Mortal Dread”, un tema poseído por el espíritu de AC/DC y tan infeccioso que debería venir con prospecto. Sin darnos respiro, enlazaron con “Motorheart”, dejando claro que la banda funciona como un engranaje perfecto impulsado por pura adrenalina y testosterona guitarrera. “¿Alguien conoce esta canción? Es de nuestro nuevo disco”, preguntó Hawkins antes de darnos una pista cantando el estribillo a capela y explicando, entre risas, que durante el estribillo debíamos movernos de un lado a otro de la pista de La Riviera. La canción no era otra que “Walking Through Fire”, pura resiliencia glam.

Turno de blandir la guitarra como si fuera Excalibur en “Barbarian” antes de regalar otro bálsamo emocional para los fans más añejos, “Love Is Only a Feeling”. Balada majestuosa, armonías envolventes, guitarras que acarician y falsete angelical. El “amor es solo una sensación” dicen… ¡pero qué sensación!

Dan Hawkins (The Darkness), a la guitarra

Durante varios momentos de la noche, Justin Hawkins recomendó no usar los teléfonos móviles para disfrutar del momento, caso de “Givin' Up”, ese rock de bar que se disfruta mejor con una cerveza en la mano que a través de una pantalla. Por si algún despistado no lo sabía, el batería de The Darkness, Rufus Tiger Taylor, es hijo de Roger Taylor, el legendario batería de Queen. Su forma de tocar me recuerda inevitablemente a la del malogrado Taylor Hawkins de Foo Fighters, con quien la familia Taylor mantenía una estrecha amistad e incluso se dice que Rufus llegó a considerarlo hasta un mentor.

Frankie Poullain, el latido de The Darkness

Como hiciera su amigo y referente en los conciertos de Foo Fighters, Rufus Tiger Taylor abandonó momentáneamente la batería para apoderarse del micrófono en “My Only”, un tema incluido únicamente en las ediciones especiales de su nuevo disco, ‘Dreams on Toast’. Siguieron “Heart Explodes” con la batería latiendo como motor, la archiconocida balada de Jennifer Rush “The Power of Love”, que Justin cantó casi por completo en falsete, “The Longest Kiss” o “Friday Night” que, aunque era miércoles, sonó como si fuera viernes por la noche.

Justin Hawkins en plena sesión de ejercicios

Si antes hablábamos de Queen y del heredero del linaje, no dudaron en atreverse con una versión del “Fat Bottomed Girls” que, por supuesto, cantamos hasta la saciedad mientras se acercaba el final de la mano de “Japanese Prisoner of Love”, donde las guitarras parecían auténticas katanas y, guiño a Led Zeppelin incluido, Justin nos comentaba de nuevo que guardáramos los móviles, ya que iban a tocar “su canción más conocida”.

Frankie Poullain, apoyando al bajo

Efectivamente, pusieron patas arriba La Riviera con “I Believe in a Thing Called Love”, ese tema que cuando el rock parecía haber perdido la capacidad de reírse de sí mismo, The Darkness resucitaron con su debut ‘Permission to Land’. Tras un breve descanso retirándose del escenario, regresaron para el tramo final con “One Way Ticket” y el punk rock bailable, además de terapéutico, de “I Hate Myself”.

Justin punteando concentrado

Salimos de allí con convicción de que el humor y la teatralidad no están reñidos con la actitud y la autenticidad. El milagro glam sigue vivo y se llama The Darkness.

Redacción

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