Crónicas
The Chameleons en Bilbao: Reflejos cristalinos de otra época
«Qué maravilla de recital, una delicatesen para espíritus elevados que dejaban atrás la ponzoña circundante y resurgían con tanta intensidad como después de una sesión de meditación.»
8 diciembre 2023
Kafe Antzokia, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Hay cosas que son realmente increíbles y que uno siempre se pregunta cómo ha podido ser posible. Frente a llenos que se pronostican y ya se esperan, tenemos otros eventos que superan todas las expectativas y demuestran que grupos a los que se daba por amortizados siguen conservando un envidiable tirón varias décadas después. Y no se trataba de los sonidos más punteros del momento, sino de algo tan underground como el ámbito del post punk, que en la actualidad se antoja tan evocador y vanguardista como a finales de los setenta.
Si otras propuestas británicas tan elevadas como las de The Stranglers o The Ruts nunca llegaron a cuajar en nuestro país, no puede decirse lo mismo de las luminarias de Mánchester The Chameleons, todo un nombre de culto en la escena gótica o alternativa, aparte de un pilar fundamental para entender el sonido de Editors, White Lies o Interpol, entre muchos otros adoradores de Joy Division.
La coincidencia con el puente festivo posibilitó que se desplazara bastante gente de otros lugares para el concierto del bilbaíno Kafe Antzokia, algunos muy emocionados, lo cual siempre se agradece, pero otros también muy maleducados, hasta el extremo de no entender la labor de los fotógrafos y perjudicar la labor de estos con maneras de primates. Eso sí, si uno iba armado con el móvil reglamentario podía tirarse toda la noche dando por saco al personal. ¿Hasta cuándo semejante comportamiento garrulo?
Al margen de indeseables, lo cierto es que The Chameleons ofrecieron un recital de pura cátedra, una de esos milagros escénicos que se suelen contemplar con la misma frecuencia que un eclipse solar. Todavía nos acordamos que en un Rebellion únicamente pudimos catarlos tres temas, pero el descomunal arranque con “Don’t Fall” que se marcaron nos acompañó incluso a día de hoy.
Era la ocasión de sacarse aquella espina y a fe que lo conseguimos de pleno. Mark Burgess y compañía clavaron de primeras sus tradicionales ambientes oníricos con “In Shreds”, para poner piel de gallina de inmediato y admirarse ante la prodigiosa garganta de un vocalista que debería estar en lo más alto del género junto con Wayne Hussey de The Mission. Tipos que se dejan la piel y lo que haga falta frente a otros sinvergüenzas que dan a la grabadora y engañan a incautos con niebla y parafernalia ridícula.
Esto era un grupo a la vieja usanza, sin más recursos que los que había en escena, que tampoco eran pocos con el retornado guitarrista Reg Smithies como uno de sus principales atractivos, puesto que no estuvo presente en la gira anterior. Y la voz de Burgess elevándose y llegando hasta el rincón más recóndito del recinto. No se podía fallar con unos mimbres de tal categoría.
En teoría, se celebraban los cuarenta años de su obra maestra ‘Script of the Bridge’, pero a pesar de la lógica preponderancia, tampoco se interpretó de cabo a rabo. Levitamos con “Less Than Human” o “Monkeyland” y solo de tocar el cielo se pudo calificar esa épica despedida antes de los bises con “Second Skin” y los coros del personal elevándose hasta la estratosfera.
No se escuchó a ninguna repugnante cotorra, apenas los propios artistas se dirigían a la concurrencia, salvo ese momento al final en el que Burgess instó a olvidarse por unos instantes de los móviles y centrarse en vivir la auténtica experiencia que estábamos experimentando aquella noche. Sigo preguntándome por qué en los cines y teatros son inmunes a esta peste de nuestros días mientras que en los conciertos hay que seguir aguantando el inmisericorde postureo de unos cuantos.
“Up the Down Escalator” recordó a sus compatriotas The Stranglers por su aire new wave y “Perfume Garden” fue otra de las joyas que rescataron para la velada en un repertorio impecable de principio a fin en el que no sobró absolutamente nada.
“In Answer” cursó a modo de transición hacia un brillante “Soul In Isolation” donde Burgess intercaló fragmentos de “Eleanor Rigby” de The Beatles (había que justificar ese parche de The Cavern que lucía en el bajo), el himno para inadaptados “There Is A Light That Never Goes Out” de The Smiths y “The End” de The Doors, si no me equivoco. Todo un rosario de influencias a las que rendir la devoción merecida. Sin los tonos mesiánicos de Jim Morrison jamás hubiéramos tenido los bailes epilépticos de Ian Curtis en Joy Division.
¿Cómo se podía recuperar uno en pocos segundos de semejante cascada de emociones? Tal vez por eso “Tears” pasara de manera más discreta y nos condujera sin duda hacia otro instante mágico con “Home Is Where The Heart Is”, con otra de esas atmósferas impagables que solo pueden crear los de Mánchester mediante su colchón de guitarras.
La apelación de Burgess al lado humano que hemos mencionado antes conmovió por su autenticidad. Al escuchar hablar a este hombre, un ser racional no abducido llegaría a la conclusión de que se hallaba en el lugar adecuado y que lo que sucedía ahí era más importante que cualquier “coche” o “ropa bonita”, como bien dijo el frontman. Recolectemos experiencias como si no hubiera un mañana.
La ovación antes de los bises fue monumental y alguien desde atrás dijo: “Son buenos hasta decir basta”. No se podía resumir mejor el concierto, pero todavía quedaba importante munición con “Nostalgia” y la ineludible “Don’t Fall”, pura crema para melómanos. Éxtasis al cubo.
Qué maravilla de recital, una delicatesen para espíritus elevados que dejaban atrás la ponzoña circundante y resurgían con tanta intensidad como después de una sesión de meditación. Reflejos cristalinos de otra época en la que se valoraba la sinceridad y no la perpetua obsesión por aparentar de los tiempos modernos. ¿Sucedió de verdad o lo soñamos?
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1 comentario
Pedazo de resumen hacia el gran concierto por parte de una de las bandas más grandes que dio el Rock Gótico Británico como son THE CHAMELEONS a través de estos clásicos en el mitico Café Antzokia bilbaino.