Crónicas

Robe en Bilbao: Un aire muy puro

«El show superlativo cuidado hasta la extenuación que ofrece Robe en la actualidad constituye un punto y aparte comparado con otros eventos multitudinarios semejantes que en calidad no le llegan ni a la suela de los zapatos.»

19 octubre 2024

Bilbao Arena Miribilla, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Un artista o su legado siguen estando vivos cuando su poder de convocatoria se mantiene intacto a lo largo de las décadas. En una época en la que los profetas del caos dicen que si el rock está muerto y otras pamplinas similares, todavía existen bandas o músicos que arrastran un puñado considerable de gente, con un amplio porcentaje de juventud que demuestra que ciertos géneros no se encuentran ni mucho menos enterrados.

El ambiente en los aledaños del pabellón Bilbao Arena Miribilla certificó que la visita de Robe dentro de la gira ‘Ni santos ni inocentes’ era una de esas grandes ocasiones para apuntar en el calendario. Diría incluso que el recinto estaba bastante más lleno que en su anterior parada en la capital vizcaína, con colas un tanto indecentes en los baños y unas gradas abarrotadas con escasos asientos libres. Y abajo en la pista, el panorama anduvo igual de concurrido, incluso con zonas agobiantes por el continuo trasiego de personal. Hallar un lugar con perfecta visibilidad, sin cotorras ni otros infraseres pululando, se antojaba casi como la búsqueda de un trébol de cuatro hojas.

Podría verse entre el variopinto respetable peña de todas las edades, desde chavales para los que sería uno de sus primeros conciertos a veteranos con un amplio currículum a las espaldas. Los dos conocidos con los que nos topamos durante el concierto servían de perfecto ejemplo de los diferentes perfiles que podía aglutinar el de Plasencia, uno era el músico Carlos Mercury (ex-Budasam) y el otro Gaizka, el gerente de la sala Azkena. Y entre ambos todo un mundo.

Con un retraso de unos quince minutos, Robe irrumpió en el escenario de Miribilla con semblante serio que se fue suavizando a medida que este percibía el espectacular respaldo de unos fieles que lo daban todo especialmente en las piezas de Extremoduro, aunque también se conocían las de su trayectoria en solitario. Muchos habían venido con la lección aprendida.

“Destrozares” hizo de pistoletazo de salida y eso reveló en un primer momento a una bandaza con un encomiable grado de compenetración, y eso que teníamos por ahí saxofonista, violinista o corista, entre otros componentes. Era de un mérito importante, por lo tanto, que aquello sonara impoluto, con una nitidez sobrecogedora para toda la gente que había en el escenario.

Y presidiendo la función uno de los artistas más influyentes del país, pese a quien pese, solo hay que ver la cantidad de grupos que siguen la tradición que inauguró con su rock transgresivo, el grito de una España vaciada que ya existía hace décadas y que debería recibir mayor solidaridad que otras regiones con partidos de tendencias xenófobas que hasta pueden decidir gobiernos.

“Contra todos” elevó la cita hacia cotas de excelencia reseñable y “Nana cruel” estuvo dedicada “a los menores en zonas de conflicto, en especial a los que viven en Gaza”. Robe mencionó que tuvieron que cambiar alguna frase para así adecuar la composición a la realidad más inmediata. Lo de adaptarse al medio cambiante es sin duda una de sus señas de identidad, pues si la memoria no nos falla, fue de los primeros artistas en ofrecer conciertos sin restricciones tras aquel ensayo de dictadura durante la pandemia que limitó los eventos multitudinarios fuera de los campos de fútbol a algo puramente anecdótico.

“A la orilla del río” marcó el comienzo de un subidón, pues se recibió como un clásico, antes de la popular “Standby” de Extremoduro, que la coreó a pulmón hasta el apuntador. El frontman se acercó al saxofonista para que este se arrancara con “Buscando la luna” y cerraron esta peculiar trilogía con “Si te vas…”, que a un servidor tampoco es que le quitara el sueño, pero funcionó de manera correcta en este tramo del bolo.

“El hombre pájaro” puso a prueba la fidelidad del personal al material más reciente y a la vez valió para reivindicar la soberbia labor de Woody Amores a la guitarra, que se lució tanto en este tema como en “El poder del arte”, donde Robe dijo que había “metáforas más reales que las personas que pasan por la calle”. Ambos cortes diría que fueron de los que mejor les quedaron de la velada, con ese impecable final evocando la inmortal frase del coronel Kilgore en ‘Apocalypse Now’: “Me encanta el olor a napalm por la mañana”.

Como única pega del concierto pondría el excesivo descanso de más de media hora que se pegaron, así como algunos parones entre canción y canción que restaban dinamismo, pero que tal vez fueran necesarios para una banda que no va a tiro hecho calcando el repertorio noche tras noche. Y tal vez a un señor de 62 años como Robe también le haga falta descansar un tiempo considerable tras dar el callo a un nivel tan extraordinario durante la primera parte.

La instrumental “Mussorgsky. Pictures at an Exhibition. IX: The Hut on Chicken's Legs” se inició con un golpe de batería tan rotundo que uno dijo: “Cuidado, los Manowar”. Y tras otro derroche de talento para quedarse ojiplático “Haz que tiemble el suelo” fue incrementado la intensidad que se desbordó con “Segundo movimiento: Mierda de filosofía”, de ‘Mayéutica’, otro de los grandes colofones de la velada. Maravilloso resultó del mismo modo “Cuarto movimiento: Yo no soy el dueño de mis emociones”, con las gargantas completamente desatadas. Menos mal que hubo espacio para relajar ánimos con la flamenca “Coda feliz”.

Robe insufló vuelo poético diciendo “cada cual es un Ulises en busca de sí mismo” previamente a “Viajando por el interior” y recuperó garra punk en “Esto no está pasando”. Lo que sí que no esperábamos era que rescatara el himno “Jesucristo García”, quizá la indiscutible cima de la noche, con el violín aportando una perspectiva inédita al clásico y ecos tanto a Pink Floyd como al ska, rizando todavía más el rizo.

Incluso cuando he sido diferente he sido siempre la misma cosa”, se reivindicó Robe antes de “Nada que perder” y finiquitó el extenso recital de más de tres horas, con pausa incluida, con “Ama, ama, ama y ensancha el alma” presentada con el título traducido en euskera. Que se note su estancia en Gernika.

El show superlativo cuidado hasta la extenuación que ofrece Robe en la actualidad constituye un punto y aparte comparado con otros eventos multitudinarios semejantes que en calidad no le llegan ni a la suela de los zapatos. En este privilegiado entorno se respira un aire muy puro, una brisa rejuvenecedora que entra hasta lo más hondo del alma. Y un cielo siempre azul, que diría una de sus canciones.

Robe es uno de los protagonistas del número 465 de La Heavy, el que cuenta con el de Plasencia en portada con una gran entrevista en exclusiva junto a la banda de Dexter y Noodles además de Seether, The Offspring o Iron Maiden entre los contenidos destacados. Corre a tu kiosco o visita nuestra tienda online para no perderte nada. 

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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Juandie dice:

    Extenso resumen hacia el gran concierto que se marcó uno de nuestros músicos más ilustres como es ROBE junto a sus buenos músicos presentando su último y cuarto álbum en una ciudad que siempre ha sido muy querida como Bilbao.

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