Crónicas
Ratones Paranoicos en Bilbao: El evangelio Stones
«Aquella noche la hinchada rioplatense dio una soberbia lección de cómo apoyar a una banda de compatriotas y hacer que se sientan como en casa. Era una eucaristía del evangelio Stones. Oremos, hermanos»
3 marzo 2025
Sala Santana 27, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
No son pocas las bandas que a su vez te permiten conocer a otras. En ocasiones las influencias llegan a tal punto que se asumen como los cimientos de un edificio que se construirá con la diligencia debida en el futuro. Habrá los que consideren copias a esta suerte de homenajes sonoros, sin tener en cuenta que debería haber algo mucho más profundo detrás para conseguir reunir a multitudes estratosféricas de la envergadura de 300.000 personas y codearse con estrellas totales de la categoría de The Rolling Stones o Guns N’ Roses, entre otros.
Tal última hazaña la lograron precisamente Ratones Paranoicos en el estadio River Plate en 1995, cuando acompañaron en el escenario a Sus Satánicas Majestades, una de sus máximas inspiraciones a la hora de crear música. Si en la península tenemos a Burning como principales discípulos de Keith Richards y compañía, en Sudamérica Juanse y sus compinches se dedicaron a propagar el culto de la lengua durante cuatro décadas, que se dice pronto.
Pero en un momento dado hay que colgar los bártulos y en esas se encuentran estos roedores argentinos en una gira llamada ‘Última Ceremonia Tour’, un estertor final antes de la disolución. Y tal vez como forma de echar el resto van y se marcan un largo periplo peninsular de hasta seis fechas, por lo que todavía es posible verles el próximo 7 de marzo en Mallorca (Es Gremi) y el 11 en Madrid (La Riviera).
¿Merece realmente la pena? Pues a ver, el que espere una experiencia insólita que le cambie la vida, mejor que elija otra actividad más edificante. Eso sí, si lo que se busca es pasar un rato agradable, entonces sí que hay que mirarlo. Para fans de The Rolling Stones son casi una obligación, no en vano en sus conciertos predominan las famosas camisetas de la lengua.
Ante un respetable eminentemente argentino (se veían muchas banderas y camisetas de la selección), Ratones Paranoicos dieron un concierto de esos en los que la muchedumbre parece más emocionada que los propios músicos. Algunas bandas suelen destacar al público peninsular, pero sin duda lo de los rioplatenses está a otro nivel, con cánticos propios que a los foráneos nos resultan inexplicables y un grado de participación que debería ser una gozada para cualquiera que contemple dicho panorama desde las tablas.
Sin darse demasiados aires de grandeza, y podrían hacerlo por los motivos antes mencionados, arrancaron con “Ceremonia en el hall” y con “Sucio gas” confirmaron los parámetros stonianos por los que se movería la velada. Ya lo dijimos, los amantes de la experimentación, a cascarla a otra parte. Allí se venía a comulgar con los ritmos heredados por una de las bandas más longevas del mundo. Pura devoción.
Quizás podría achacárseles tirar demasiado del manual de Jagger y los suyos, pero resulta evidente su maestría en piezas como “Sucia Estrella” o “La nave”, con un cierto aire a Soda Stereo, Tequila o Ariel Rot en solitario, puro rock argentino, en definitiva. Desde luego hubiéramos lamentado perdernos la última oportunidad de contemplarles sobre un escenario.
“Vicio” reincidió en esos inmortales ritmos que en nuestro país nos llevan también hasta Los Zigarros mientras abajo se montaba una juerga muy guapa para un triste lunes. El vocalista y guitarrista Juanse valoró la entrega de sus compatriotas, pues no tardó en decir: “¡Viva la Argentina! ¡Viva el rock n’ roll!”. Y en “El vampiro” siguieron exhibiendo un clasicismo extremo, algo que llama todavía más atención en la época actual, con las mil mezclas de géneros que tenemos por ahí. Era un combate entre platos tradicionales de cuchara y emulsiones o pijotadas de modernos.
Las diversas muestras de afecto continuaron produciéndose a lo largo de la noche, hasta escuchamos un “¡Te amo, Juanse!” entre la concurrencia. Ellos parecían ir a lo suyo, igual es que esperaban todavía más gente, aunque volvemos a recalcar que para un inicio de semana ni tan mal juntar a unas doscientas o trescientas personas.
“Una noche no hace mal” hacía mover la cabeza con un espíritu mínimamente rockero y mantuvieron el interés con “Carol”, de lo mejor de su catálogo. “Rock del pedazo” confirmó que había material de calidad para rascar y poco después llevaron a la multitud a uno de los puntos álgidos con “Rock del gato”, que el personal cantó con emoción en cuanto reconoció el riff stoniano principal. “Cowboy” y “Sigue girando” cerraron la sesión con la contundencia de un cancionero sencillo, pero muy efectivo.
En los bises sorprendieron con la participación de Javier Cantisano, rockero argentino afincado en Bizkaia cuyos seguidores amenazaron por redes sociales al grupo de Juanse con llenar el recinto. Esto último no se cumplió exactamente, pero moló del mismo modo la versión en castellano del mítico “Route 66” que se marcaron ambos. Para el recuerdo. Y como no podría ser de otra manera, el broche tenía que llegar con “Para siempre”, con el futbolista Diego Armando Maradona tan en la memoria que hasta un espontáneo subió al escenario para ondear una camiseta del fallecido deportista. Del deporte se puede salir, que diría el gran Bosco el Tosco.
Mucho se ha alabado la entrega de los peninsulares en los conciertos, pero si les comparamos con los argentinos podrían ser gatos de escayola o jarrones chinos con miedo a romperse si se mueven demasiado. Aquella noche la hinchada rioplatense dio una soberbia lección de cómo apoyar a una banda de compatriotas y hacer que se sientan como en casa. Era una eucaristía del evangelio Stones. Oremos, hermanos.