Crónicas

Proyecto Hatta en Madrid: Talento propio sin miedo a la fusión

«Es un grupo que disfruta sobre las tablas, que se gusta, que sonríe y hace sonreír; una banda con toneladas de carisma del que es casi imposible no contagiarse»

28 octubre 2022

Sala Honky Tonk, Madrid

Texto y fotos: Jason Cenador

La música es como una esponja transmutada en arte, absorbe casi de todo y si hay equilibrio entre los diferentes fluidos sonoros, el aroma de lo que desprende es realmente atrayente. Los cuatro componentes de este combo afincado en Madrid lo tienen más que presente, y vuelcan en sus canciones su dilatado bagaje y sus variopintas influencias sin miedo a combinar ideas a priori muy dispares entre sí, dando lugar a una combinación no exenta de identidad propia que inevitablemente divierte en directo por su magnetismo, encanto y carácter desahogado pero esmerado.

Ante una céntrica sala Honky Tonk cuya concurrencia distaba mucho, demasiado, de lo merecido por una banda de su calibre y calidad (ayudaría más predisposición por parte del público a vivir la música en vivo en conciertos de esta índole, pero también un entorno económico más favorable y unos precios más asumibles en barra durante las actuaciones), Proyecto Hatta edificó una química digna de un show estelar y mucho más masivo. Es un grupo que disfruta sobre las tablas, que se gusta, que sonríe y hace sonreír; una banda con toneladas de carisma del que es casi imposible no contagiarse.

El chute de vitalidad que fue el concierto de la banda capitalina arrancó de la mano de “Gordo de vista”, tema luminoso y rebosante de ese flow tan inevitable en la banda que forma parte de ‘Resiliencia’, su último EP en liza. Tomó su testigo la no menos atrayente “Galones”, en la que la chispa prendió también la mecha de la reivindicación ante la insoportable precariedad que engulle cualquier atisbo de justicia social. Menos mal que la música es la sempiterna válvula de escape, y su versión del archiconocido de “Beggin’” de The Four Seasons, cuya popularidad ha vuelto a propulsar últimamente Måneskin, agitó a todo el personal y sembró un oasis de esparcimiento y evasión.

Miraron hacia atrás en su discografía con “En negativo” antes de que el vocalista Edu pronunciase un tajante discurso con las bandas tributo en el punto de mira. “Nos están comiendo la tostada”, denunciaba aclarando que no tiene en nada en contra de las versiones – de hecho, ellos las hacen –, pero sí rechazan a quienes, a su juicio, “basan su música en el talento ajeno”. Reivindicado los artistas que se esfuerzan en su propia obra y poniendo de relieve sus dificultades, concluyó contundente: “Si seguís confiando en las bandas tributo, la originalidad de la música morirá”. No da el entregado frontman, arquitecto principal de esa química tan especial que genera la banda y cuya desenvoltura y puesta en escena es intachable, puntada sin hilo.

Fue turno después para una de las canciones más imprescindibles de todo su repertorio, “Magua”, cuyo título significa nostalgia en Canarias, tierra de un flontman que exhibe su identidad y la exprime artísticamente de forma irresistible. En ella, deslumbra esa onda latina que tanto ha penetrado en el rock alternativo de Proyecto Hatta y que tanto enriquece su paleta de colores, esa en la que también confluyen innumerables cromatismos de funk.

Pidió Edu perdón por el estado de su voz, por una de esas gripes que uno no termina de curar del todo, pero lo cierto es que no se notó para nada en su desempeño repleto de énfasis, dedicación y garbo en temazos como “Aura” o “Que me echen”, en la que el cantante hizo que el público emulase su acento canario: “¡Poca chapa y mucha chicha!”.

“Trapisondista”, curioso bailecito de Edu, sin sentido alguno de la vergüenza y sí del desparpajo, incluido, siguió embelesándonos y desoxidando nuestras articulaciones antes de una lograda versión del “Superstition” de Steve Wonder, “No puedo”, con la que volvieron a poner en valor su más reciente plástico; “Locura barata” y “Colorao del bueno”.

Hay dos bandas estatales de las que, sin lugar a duda, se han atiborrado los chicos de Proyecto Hatta y cuya influencia es notable en su música, siempre, claro, pasada por su irreproducible tamiz. Una de ellas es Sugarless, quienes inevitablemente nos venían una y otra vez a la cabeza, y otra, los sevillanos O’Funk’illo, ídolos del funk rock que luce a pie de calle, de los que se atrevieron con una irresistible versión de “En el campito”.

“Caja de cambios” nos devolvió a su vertiente más tropical, mientras que “Papelito en blanco” y “Super yo” volvían a traernos a la cabeza a los autores de “Más gas” o “Asegúramelo” – ¡qué tiempos aquellos! –  antes de una que tributaran a Jamiroquai con “Cosmic Girl”. Más tarde, siguieron luciendo lustre y atractivo con la muy caribeña “Guajira”, en la que el bajo de Richard y la exuberante batería de Jonathan, cuya hermandad es de sangre y de ritmo, sentaron cátedra. La guitarra de un muy bien plantado y ecléctico José tomó las riendas en “Resiliencia”, uno de sus temas más contundentes hasta la fecha, muy en la estela de Rage Against the Machine y, por supuesto, nuevamente Sugarless.

Iban a cerrar el recital con su versión del funky “Chacho” de Efecto pasillo, banda idolatrada en las Islas cuyo repertorio se extiende más allá de lo que los propulsó al éxito comercial, pero ante el entusiasmo y la insistencia de los presentes, dispararon un último cartucho en forma de tema inédito, “No dramax”, que gozó de la misma efectividad que sus predecesoras. “Hemos venido a jugar”, comentó Edu antes de acometerla, y lo cierto es que jugaron, si divirtieron y nos dejaron jugar con ellos. El recreo fue de campeonato, un soplo de aire fresco ideal antes de volver a hincar los codos.

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Jason Cenador
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