Nunca me cansaré de repetir lo poco que se suele valorar la iniciativa audaz de promotores que casi se tiran de un precipicio en términos comerciales con el único objetivo de acercar a la gente propuestas que no se contemplan por estos lares ni de casualidad. Porque traer grupos que sabes que lo van a petar está al alcance de cualquiera, otra cosa resulta jugarse los cuartos y apostar por el más puro underground al margen de postureos. Todo por el arte en sí mismo, como promulgaban los estetas de antaño.
Lo cierto es que no había pasado demasiado tiempo desde que recaló por tierras vascas Of the Wand & the Moon, proyecto neofolk del otrora miembro de Saturnus Kim Larsen. La diferencia residía en que en esta ocasión había ocasión de disfrutarles en un barrio accesible de Bilbao y no en un polígono industrial de Gernika no muy fácil de encontrar para el común de los mortales. Y qué lujazo la sala Holiday de Deusto, que para los que no lo sepan, era un lugar mítico de la capital vizcaína en aquellos tiempos todavía grises en los que uno podía tirarse de fiesta hasta las siete de la mañana y más allá, mucho antes de que nos vendieran esa moto de la ciudad turística efecto Guggenheim. Puagh.
No quiero pasar la oportunidad para subrayar la idoneidad del recinto deustuarra para futuros bolos, pues se encuentra a escasa distancia del metro y las condiciones sónicas eran más que aceptables, a pesar de que sea un tanto raro eso de que la peña se agolpe en una pista de baile, pero bueno, cosas más raras hemos visto, y por supuesto, zulos más infectos. En torno a veinte o treinta personas se acercaron hasta la cita, entre ellas, una chica que venía de Burgos, y hasta algunos guiris se pudo escuchar. Ah, y también estuvo Xabi, afable batería de Rat-Zinger y otros combos. Una multitud variopinta en consonancia con lo que íbamos a presenciar en la velada.
Los últimos discos ambientales de Of the Wand & the Moon nos hacían dudar acerca de si el repertorio estaría a la altura y se ofrecería un menú equilibrado, o por el contrario, soportaríamos una brasa de tres pares de narices de experimentación y ruiditos raros. Por fortuna, al final fue más bien lo primero, e incluso se hizo corto, un pequeño concierto familiar que bien habría podido celebrarse en un garito de dimensiones reducidas, o incluso en una generosa sala de estar.
Sin más parafernalia que un atril y un micrófono adornado con flores, el danés Kim Larsen arrancó con un cancionero accesible incluso para aquellos que tampoco fueran excesivos entusiastas del género. El influjo de Death in June, en especial de la época de ‘Rose Clouds of Holocaust’, sobrevolaba en el ambiente, tal era el caso de “Tear It Apart”, que también poseía cierto aire épico en plan spaghetti-western.
Para acompañar las composiciones había una gran pantalla detrás, que mostraba imágenes variopintas, algunas como de película hindú o iraní y otras más cercanas al expresionismo alemán. Un recurso para crear ambientillo que tampoco nos cambió la vida, pero que se agradeció para meterse en situación y que además denotaba cierta preocupación por la puesta en escena. Encima, tal vez para quitar hierro al asunto, cada vez que terminaba una canción, Kim anunciaba que era “drinking time” antes de pegar un trago a la lata de cerveza y animar a los presentes a brindar con él con el lema de “Skål”, “salud” en danés.
Sin ser un forofo de su rollo, reconocimos varias canciones fundamentales en su carrera, como la cinematográfica “Let’s Take A Ride (My Love)” o la sublime “Whispers of the Past”, con imágenes de una chica rezando en la pantalla. Esto no era música para salir de fiesta, obviamente, sino más bien de recogimiento, para rumiar en soledad, pero tampoco para revolcarse en la miseria. Esta última además tampoco estaba muy alejada de Spiritual Front, la faceta más pop o comercial del neofolk contemporáneo.
Lo bueno de contar con un respetable verdaderamente entusiasta, o por lo menos bastante receptivo, es que a las molestas cotorras apenas se las sintió, un detalle que podría haber aguado la velada dadas las características del evento. La mayoría escuchó con educación, igual que si estuvieran asistiendo a una clase magistral en la universidad. Pura magia de esa que solo sucede de vez en cuando en un mundo gobernado por pantallas.
No faltó “I Crave For You”, uno de los temas más laureados, por lo menos para los entendidos, ya que tampoco hablamos de canciones de radiofórmula para cantar en la ducha. El líder y único miembro Kim tampoco desbordaba simpatía a raudales, pero los escandinavos ya se sabe, no puedes pretender que te cuenten un chiste así de primeras. Uno de los pocos momentos en los que habló fue para anunciar la última canción, que resultó ser “A Tomb of Seasoned Dye”, si no me equivoco.
La peña tuvo casi que suplicar los bises, pero al final el hombre se lo pensó pegando un trago a la cerveza y diciendo que su hígado se estaba “muriendo”. Amagó entonces con una canción “alegre”, que era casi como anunciar algo de thrash metal, y hasta tomó el pelo iniciando un rock n’ roll antes de devenir en “Immer Vorwärts”, hecho que tampoco aseguraríamos cien por cien, no son temas sencillos de distinguir, ya lo hemos dicho.
Fue un bolo entretenido, dadas las características del género, aperturista, e incluso disfrutable por aquellos que jamás hayan oído hablar de neofolk o similares. Un auténtico deleite para melómanos de corazón que no acuden a los conciertos a hacerse la fotito con los colegas, aunque fue todo un honor haber presenciado susurros tan convincentes del pasado.
- Crónica de Of the Wand & the Moon en Bilbao: Susurros muy convincentes del pasado - 7 octubre 2025
- Entrevista a Juan Deive: “Ojalá tuviera la repercusión de Arde Bogotá” - 2 octubre 2025
- Crónica de Mick Harvey (Nick Cave and the Bad Seeds) en Bilbao: Sin Amanda Acevedo y con Berlín en la memoria - 1 octubre 2025