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Crónica de Niña Coyote eta Chico Tornado + Gailu en Bilbao: Ráfagas puras de electricidad

El talento en ocasiones florece en lugares insospechados. Acudir un día cualquiera a una céntrica sala y toparse con uno de esos conciertos que permanecerán en la memoria durante un tiempo considerable es un lujo que la mayoría no valora. Frente a esa mentalidad gregaria de seguir al rebaño allá donde vaya, incluso si es a un precipicio, reivindiquemos el pensamiento ilustrado de los antiguos, el espíritu crítico tan amenazado en la actualidad por el sectarismo y los falsos profetas de las redes.

Si por algo podría destacar la trayectoria del dúo donostiarra Niña Coyote eta Chico Tornado es por su falta de complejos a la hora de acercarse a diversos terrenos. Tras más de una década subiéndose a los escenarios, siguen cultivando como pocos un indefinible espacio entre el stoner, el punk y el garage, sin que uno sepa a ciencia cierta cómo separar cada uno de sus elementos o en qué proporción exacta se encuentran en sus canciones. En su último disco ‘Atea’ exhiben de nuevo esta suerte de dualidad en el mismo título por un doble significado, que en euskera alude a una “puerta”, mientras que en castellano hace referencia a la negación de todo dios.

Pese a que batirse el cobre entre semana siempre sea complicado para los grupos modestos, el carismático dúo ya se ha labrado a estas alturas una considerable porción de fieles irreductibles que acudirán a la llamada en el momento en que sea necesario. Como un comando dispuesto a cumplir unos objetivos, que en este caso eran apoyar el lanzamiento de su obra más reciente.

Gailu

Encima, para amenizar la velada, contaron con la simpática marcianada de Gailu, proyecto de veteranos de la escena en el que confluye la electrónica, el punk y la actitud contestataria de antaño. Ya solo ver a su vocalista bailando en esa suerte de mecedora que pone en un lado del escenario mientras juguetea con diversos efectos de voz podría ser motivo suficiente para convertirse en fanático de su rompedora propuesta. La aportación de una trompeta chirriante incrementó la chaladura, al igual que un sampler de Ozzy en el inicio de “Crazy Train”, pero su momento cumbre llegó con dos versiones tan gigantes como “Don Vito y la revuelta en el frenopático” de Kortatu y “Euzko polizia” de BAP!!, banda de la que proceden varios de sus miembros. Enormes.

Niña Coyote eta Chico Tornado, entre láseres

Ese sentido peligroso del rock n’ roll en el que cualquier cosa podría pasar no nos abandonó con Niña Coyote eta Chico Tornado, que elevaron de inmediato la temperatura con la homónima “Atea”, prueba palmaria de que la química entre Koldo Soret y Úrsula Strong todavía constituye una de las grandes bazas de su directo. Parece impresionante que siendo solo dos puedan crear un impresionante muro de sonido en cada show.

Tal vez por aquello de que cumplían más de una década en el mundo de la música recuperaron algunas piezas de su primer disco, como la árida “Txaman” o “Desert Tornado” más adelante, aunque el repertorio basculó entre los principales momentos de su trayectoria. En este sentido, echamos de menos esa tremenda versión que se marcaban del “Gimme Danger” de Iggy Pop & The Stooges, pero todo no puede ser.

Úrsula Strong (Niña Coyote eta Chico Tornado)

Apretaron el acelerador punk con “Gure Gau”, con riffs que cortaban el aire y la rotunda pegada de Úrsula Strong. Recuerdo que justo al día siguiente tocaban las gallegas Bala, una banda muy emparentada con ellos, tanto en formato como estilo, y concluimos que la veteranía de los donostiarras les colocaba ya en un plano superior al de otros grupos en la misma onda. No cabe duda de que han adquirido cierta maestría a lo largo de los años, pocos pueden reproducir además ese juego de miraditas acercándose y alejándose de ambos componentes.

Subió el vocalista de Gailu para ayudarles en el himno contra autoridades “Euskal Polizia”, que ya la habían tocado los teloneros, si no me equivoco, aunque la reiteración no molestó en absoluto. “Oh, Sunny Silver” desenterró a sus alter egos latinos de Don Condor y Ñora Alacrán, antes de quedarse con la parroquia con una tremenda revisión de “I Wanna Be Your Dog” de The Stooges, en la que intercalaron “Me gusta ser una zorra” de Vulpes.

Koldo Soret (Niña Coyote eta Chico Tornado), a la voz y guitarra

Para entonces, la mayoría ya movía la cabeza al son de sus ritmos, pero incrementaron la intensidad con el rollo RATM de “Ulehertu”. Y no decayó el interés con “Trash” de su último disco, que contaba con la colaboración en estudio de Maika Makovski, Ovidi de Los Zigarros, Rodrigo Cuevas o Anxela de Bala y se transformó en uno de los instantes más celebrados de la noche.

Habían alcanzado buena velocidad de crucero, pero se mantuvieron en esa onda con la instrumental “Maui Waui”, un terreno en el que siempre se lucen, antes de “Ariñau”, donde pararon en seco y se quedaron mirando fijamente al público durante un tiempo considerable. Pegaron la puntada con “Lainoa”, sin descuidar el poso contundente y dejando un inmejorable sabor de boca antes de marchar.

Qué gozada encontrarse con semejante bolazo así sin comerlo ni beberlo, toda una muestra de poderío que debería desterrar para siempre prejuicios bobos que siguen colocando lo extranjero en un nivel superior al de los grupos locales. Esa noche sus ráfagas puras de electricidad podrían haber despeinado a cualquiera. Apabullante.

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