Crónicas

Nashville Pussy + Strengsbrew en Bilbao: Puestazo eléctrico

«La bendición de Ruyter cayó sobre los presentes en forma de whisky, por lo que la mayoría seguramente saldría del recinto con la mente por las nubes, víctima de un puestazo eléctrico del que se necesitarían varias semanas para recuperarse.»

10 octubre 2024

Kafe Antzokia, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Hay grupos que se han construido en base a un directo contundente, sin concesiones y que deja con el culo torcido a cualquiera que lo contemple. Es cierto que la bendición de Lemmy Kilmister (Motörhead) de considerarles “la última gran banda de rock and roll de Estados Unidos” predispone lo suyo, al igual que las palabras de Duff McKagan (Guns N’ Roses) que les atribuía haber salvado al género. Entre tanto profeta de la destrucción nunca está de más reivindicar los principios a prueba de modas pasajeras.

Nashville Pussy

Que el rock and roll está muy vivo lo demuestran los norteamericanos Nashville Pussy en cada visita a la península. Tal vez no llenen grandes estadios, pero las salas llevan repletas de fieles desde que nos alcanza la mayoría. Algunas veces más, otras menos, pero siempre permanece un núcleo irreductible de fans que posibilita que cada cita se convierta en una eucaristía rockera de la que igual no sales mejor persona, pero sí teniendo las cosas claras y sabiendo lo que importa y lo que no.

La llamada a la parroquia bilbaína surtió su efecto en pleno jueves en un Kafe Antzokia que tampoco estaba de no poder ni respirar, pero sí con una concurrencia encomiable en tiempos de sobreabundancia de oferta cultural. Esta era una de las plazas fijas en cada gira peninsular de los de Atlanta, por lo que no defraudaron en cuanto a entrega y actitud sobre las tablas. Lo de la guitarrista Ruyter Suys sigue siendo de poner pelos de punta, aunque los más puntillosos digan que ya no se arrodilla ni se tira por el suelo como antes.

Robert Eriksson (The Hellacopters) con Strengsbrew.

Amenizó la velada el supergrupo Strengsbrew, con una espectacular formación que incluía a figuras tan respetadas del rollo como Keith Streng (The Fleshtones) a la guitarra y a la voz o al inquieto batería Robert Eriksson (The Hellacopters), entre otros. Una buena carta de presentación que tampoco aseguraba que lo que íbamos a ver tenía que ser una maravilla por obligación. Si bien en estudio no nos llamaron demasiado la atención, la verdad es que en concierto las cosas cambiaban bastante, con un frenético Keith Streng, que se metió entre el público ya desde las primeras canciones. Muchas referencias a clásicos del garaje había por ahí, o incluso a Neil Young, como ese inicio de “Too Far North” que evocaba el clásico “Cinnamon Girl”. Por lo menos estuvieron entretenidos y el final con Streng entre la muchedumbre cual predicador acrecentó la sensación de haber asistido a todo un aquelarre rockero.

Nashville Pussy

Podrían compartir tal vez alguna referencia con los teloneros, pero lo de Nashville Pussy era más una cuestión de agallas, de “ruido con sentido”, como decía el aficionado Jesús Mújico, que había visto a Blaine Cartwright y compañía la tira de veces. Todos sabemos que nunca pretendieron inventar la rueda con su estilo básico a caballo entre Motörhead y AC/DC, pero la mayoría de sus bolos no suelen parecerse demasiado entre sí. De hecho, en esta ocasión hubo algunos detalles que no nos sonaban haber contemplado en el pasado.

Glorificaron desde temprano las drogas con “She’s Got The Drugs” y para cuando llegó “Come On Come On” la guitarra de Ruyter ya echaba chispas y se podía hasta sentir el sudor provocado por sus punteos al tuétano y sus innumerables paseos por el escenario. Qué gustazo ver tanto agite de cabellera en una época en la que este gesto casi se encuentra en vías de extinción en garitos y en su hábitat natural. Por fortuna, todavía quedan reservas espirituales donde no importa despeinarse ni tampoco futuros problemas de cuello. Vivamos la vida al límite. Por lo menos durante hora y poco.

Nashville Pussy

Las apelaciones a la autodeterminación tóxica en “Ain’t Your Business” o a la mandanga en “You Give Drugs A Bad Name” siguieron espoleando un show a piñón fijo, con la guitarrista Ruyter pletórica en cuanto a entrega, del mismo modo que el resto de la banda. Desde luego, mientras mantengan ese sonido tan impepinable en los bolos seguirán contando con fieles a mansalva.

“Strutting Cock” nos mantuvo en una importante velocidad de crucero, a la par que se desataban las gargantas en un corte tan propicio para ello, y el único momento de descanso que se permitieron fue en un breve solo de batería que casi fue un visto y no visto.

Nashville Pussy

“Hate and Whiskey” mostró su faceta más sureña en consonancia con Lynyrd Skynyrd y en “Pillbilly” volvieron a meter zapatilla, con riffs que te agarraban por las solapas, o que “te llevan”, en palabras de Mújico. Incluso la presentación de la banda, que normalmente se suele utilizar para descansar, fue la mar de entretenida, pues llamaron a la bajista Bonnie Buitrago “reina de California” y el voceras Blaine se quitó su sempiterno sombrero para llenarlo de bebida y luego beber de él ante los aplausos del respetable. La paz sea con todos vosotros, le faltó decir.

Llevarían como una hora en escena, pero ese tiempo en un grupo como este podría ser toda una eternidad, si tenemos en cuenta el incesante ritmo que imprimen al show o los pocos instantes de relax que se cascan. Regresaron para los bises con las pilas bien puestas y un arrollador “Rub It To Death”, que dio paso a otra bomba sónica del calibre de “Why Why Why”. La inapelable “Go Motherfucker Go” supuso el colofón absoluto a una noche de rock n’ roll con la autenticidad por bandera.

La bendición de Ruyter cayó sobre los presentes en forma de whisky, por lo que la mayoría seguramente saldría del recinto con la mente por las nubes, víctima de un puestazo eléctrico del que se necesitarían varias semanas para recuperarse. Vaya pasada. Fue una de esas cosas de las que te limpia el forro para lo que queda de mes.

Alfredo Villaescusa
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