Crónicas
Músicos en la Naturaleza con Bryan Adams, Texas o Los Zigarros: Ilusión y nostalgia haciendo magia
«Una experiencia enriquecedora, divertida, cultural y merecedora de todo halago, nos despedimos de Gredos, seducidos por la propuesta y embriagados por otra consecución de actuaciones excelsas»
7 junio 2025
Hoyos del Espino (Ávila)
Texto: Javier Pérez. Fotos: Sandro Santos
El autor de esta crónica tenía ganas de pisar el Músicos en la Naturaleza, un festival organizado, desde hace ya un buen puñado de años, con mimo, esmero, trabajo y responsabilidad. Y esa experiencia se notó. Todo lo que rodea al evento da la sensación de estar meticulosamente medido. Se agradece que se cuide al público, a la prensa y al entorno. Entiendo que, para montar aquí, en este paraje insuperable, casi onírico, en la monumental Sierra de Gredos, un espectáculo que según cifras oficiales rondó los 10.000 asistentes, debe haber un encarecido estudio por parte de todos los implicados. Y como os decía, a la vista queda. Una experiencia enriquecedora, divertida, cultural y merecedora de todo halago.
Instantes antes de las 20:00 tomó asiento, literalmente, Jack Broadbent. A su lado se sentó su padre (según sus propias palabras), uno tirando de slide y el progenitor de bajo. Media hora de blues de raíz, enérgico, con mucha garra y mucho feeling. Servidor conocía poca cosa, algo que había rebuscado por internet para entender mínimamente la propuesta, y la verdad es que aún sin ser seguidor del blues a muerte, me encantó. De repente pasamos de la Sierra de Gredos al Delta del Mississippi. Muy recomendable.
La puntualidad fue exquisita. Y ya con el sol cayendo, Texas puso la nostalgia ochentera, el buen hacer, el carisma (sí, Sharleen Spiteri es carisma vivo y una reina de la nostalgia) y la pincelada más poppy de la celebración.
Reconozco que no es uno de mis grupos de cabecera, pero llevaba cerca de tres semanitas empapándome de su discografía, al menos de sus clásicos más clásicos, de tal modo que prácticamente todo lo que sonó ya estaba en mi cabeza. Estos detalles son los que derivan un concierto hacia un lado o hacia el otro, en este caso, hacia un triunfo entre la masa y mi reconocimiento objetivo. “I Don’t Want a Lover”, “Halo”, “Hi” o “Keep on Talking” montaron el arranque, mientras “Mr Haze” o “Suspicius Mind” destacaron en el cierre.
Horita y veinte de emociones para una audiencia que también, por qué no decirlo, había acudido a su llamada.
Fue en mayo de 1997 la primera y, hasta ahora, última vez que me había cruzado con Bryan Adams en directo. Por aquel entonces, en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid. Y el recuerdo que se me quedó grabado fue exquisito: divertido, hímnico, con un poco de todo, y unos músicos gigantes.
Nuestro reencuentro sucedió llegadas las 23:00 de este 7 de junio, casi 30 años después. Y lo hizo al son de “Roll With the Punches”, adelanto de lo que será su nuevo trabajo de estudio. Con dos balones de plástico gigantes volando entre el público, el canadiense saltó a las tablas con energía y en un formato de cuarteto que implicaba que el propio protagonista alternara bajo y guitarra dependiendo de lo que pidiese la noche.
Pero la historia comenzó a levantar de verdad al ritmo de “Run to You”, “Somebody” y “18 Til I Die”. A estas alturas poco le van a enseñar de cómo ha de mover a las masas; lleva una vida lidiando con audiencias gigantes y, además, el respaldo sonoro que le acompaña le permite disfrutar y hacernos partícipes. Como puedes imaginar, no tengo el placer de conocerle en persona, pero siempre me cayó bien.
“Heaven”, o cómo darle nueva vida a un corte clásico, imperecedero e icónico; sin embargo, a mí ese ritmo ligeramente acelerado al vaivén de la acústica me resultó restador. Desaparecieron los mini parones épicos para recoger intimidad. Similar sensación tuve después con “When You´re Gone”, donde el ritmo ágil original se esfumó en favor de la comunión con los de abajo.
“Have You Ever Really Loved a Woman?” y “The Only Thing That Looks Good on Me Is You” nos hacían volar de nuevo a los 90, otra vez al ‘18 Til I Die’, LP que sirvió de excusa a la gira a la que antes hacía mención, y que ha terminado resultando un disco del que se han quedado varias pistas. La primera puso los pelos de punta antes de empezarla al recordar la participación original de Paco de Lucía, y en la segunda fue donde, bajo en ristre, retumbó el fulgor más potente de la velada.
Recortó set respecto a otras fechas de la gira estatal; esto, aunque era quizá el gran reclamo y dispuso de medios y tiempo, no dejaba de ser un festival. “(Everything I Do) I Do it For You” y “Back to You” no podían desaparecer, como tampoco “Summer of ‘69”, probablemente la cúspide de la jornada.
Se largaron con “Cuts Like a Knife”, que a mí no me va mucho, pero entiendo que sirve para que el público coree y cante con facilidad. Pensé que no se irían sin descargar “All For Love”, pero sí lo hicieron. Tampoco tocaron “We’re Gonna Win”, lo que pasa que ésta casi nunca la sueltan. Otra noche de música que se te mete en las entrañas. Como la de la primavera de 1997.
Los Zigarros tomaron puestos a la una de la madrugada. No nos vamos a engañar; después de Bryan Adams se podían ver claramente regueros de público que abandonaban el recinto. Por lo tanto, nos quedamos allí, yo que sé, ¿dos tercios? Entiendo que el frío tampoco ayudaba. En estos instantes, las temperaturas deberían rondar los nueve o diez grados. O si no, que se lo pregunten a Ovidi, que exclamó en algún punto de la actuación que se le estaban congelando las yemas de los dedos.
Los de MariskalRock fuimos prevenidos por la organización y por conocimiento de la zona para ello y, por ende, preparados. Y a pesar de todo, me veo en la obligación de avisar a quien se apunte para años venideros: cuando se quita el sol, hace mucho frío. No es algo que impida el disfrute, pero que lo tengáis en cuenta.
Esto es para poner en situación la jugada; nada más. Porque estos cuatro bestias del rocanrol de aquí fueron directos al grano. Raudos, sucios, macarras. Como debe ser. “Dispárame”, “Resaca” entrelazada con “Voy a bailar encima de ti” y “A todo que sí” encendieron el ambiente.
Mi favorita, “Aullando en el desierto”, ganó en velocidad y perdió en matices; ideal para la situación. “Apaga la radio”, “Hablar, hablar, hablar…”, “Dentro de la ley” y “¿Qué demonios hago yo aquí?” terminaron de rematarnos. No hubo bises ni más entretenimiento. Y aquí me faltó “Voy hacia el mar”. El último grito de la sierra llegó de Valencia y nos mandó a casa. Cada vez me molan más.
Así nos despedimos de Gredos, seducidos por la propuesta y embriagados por otra consecución de actuaciones excelsas. Hasta otra.
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