Morgan en Bilbao: Una experiencia sublime

No tenemos problema en que a los conciertos acuda una parroquia versátil, con gente de todas las edades y distintos perfiles. Es más, diríamos que conseguir ese denominador común es un claro indicativo de que una banda va camino de convertirse en algo grande de verdad que va más allá de géneros musicales o categorías.

Por desgracia, a menudo en este pack se incluyen maleducados que no entienden la labor de los fotógrafos y se quejan de que profesionales hagan su trabajo mientras cierran los ojos ante esa profunda descortesía de los tiempos contemporáneos de molestar con los móviles durante todo un espectáculo. Ahí no hay restricción ni queja alguna. Permítanme que vuelva a insistir con el tema, pero el día que esta plaga llegue a cines o teatros entonces lo asumiré como un mal inevitable de la época moderna. Hasta entonces, considerémoslo una mera muestra de la incultura y el catetismo más abyecto.

Volviendo a lo estrictamente musical, los madrileños Morgan reafirmaron su rotundo poder de convocatoria una vez más abarrotando la bilbaína sala Santana 27 de un respetable intergeneracional, como ya hemos dicho, pero con algunas cotorras realmente molestas que deslucieron los instantes más íntimos del show con su incesante cacareo de pescadería. Disfrutar en estas duras condiciones se tornaba complicado, aunque el prodigioso nivel de Nina y compañía te hacía olvidar todo lo demás.

Ya desde el comienzo, la frontwoman hizo gala de su simpatía felicitando a la peña por el final de gira después de haber irrumpido a las tablas con temazos de la envergadura de “Alone” o “Blue Eyes”. No podría haber mejor carta de presentación posible. Podrían incluso tirarse de por vida con un repertorio tan sólido como el de esta gira, pero ya nos advirtieron de la necesidad creativa de componer para no tocar siempre las mismas canciones.

Subieron un escalafón con la hard rockera “Paranoid Fall”, que estuvo precedida por unos toques enérgicos de Ekain a la batería, en plan Max Weinberg de la E Street Band. Siguiendo la costumbre, Nina se colocó al centro del escenario para una interpretación deslumbrante que seguramente se convertiría en lo mejor del concierto. Y el solo de guitarra resultó igualmente para tocar el cielo. A los que su rollo blues o soul se les vaya de las manos, he aquí una auténtica tormenta eléctrica que habría que presenciar por lo menos una vez en la vida.

Sobra decir que los tonos de Nina cursaron a su elevado nivel habitual, brillando en particular en piezas más apegadas al sonido soul tipo “Work” o en la siempre infalible “Home”, en la que el teclista incluso echó una mano a los coros. Ya lo hemos dicho antes, con unos mimbres de estas características difícil iba a ser errar el disparo.

“Volver” podría haberse transformado en una catástrofe si a los maleducados les hubiera dado por alzar la voz, pero por fortuna las cotorras respetaron la pieza. Los gritos que sí que eran constantes se producían cuando Nina se levantaba del piano para ocupar el centro de las tablas, aunque eso era totalmente comprensible, pues anticipaba un reseñable despliegue de talento.

La sorpresa de la noche llegó cuando salió Fito Cabrales, algo que la mayoría desde luego no se esperaba, para acompañar a la banda en “Quiero gritar”, si no me equivoco. Todo un detalle con el público bilbaíno, se nota que la gira que compartieron allá por 2022 dejó un poso de enorme buen rollo entre ambos artistas.

Nina con Fito Cabrales (Fito & Fitipaldis)

El leve ambiente funky de “Thank You” añadió todavía mayor variedad a la velada y confirmó una vez más la vigencia de un catálogo de canciones intachable. En el solo de teclado las cotorras de nuevo atacaron con su cacareo inmisericorde. Lo que hay que aguantar, señor.

Si a lo largo de la noche no habían dado ningún paso en falso en cuestión de repertorio, en los bises tampoco iba a ser el momento para experimentar. Se quedaron de nuevo con la concurrencia con “River” y ese “Another Road (Gettin’ Ready)” que nunca falla a la hora de animar a los fieles.

Debido a que ya lo hemos visto varias veces, a estas alturas no nos sorprende demasiado cuando Nina se queda a solas con el guitarra para interpretar en formato intimo “Marry You”, pero en esta ocasión sí que se tornó especial cuando en un momento dado el público gritó a pulmón el nombre de la canción y Nina respondió con un “¡Venga ya!”, como si no se terminara de creer aquello.

No cabe duda de que la banda vive un momento particularmente dulce en cuestión de atraer a las masas y también en el aspecto artístico al legarnos tres soberbios trabajos de estudio sin desperdicio. Habrá que ver si en el futuro su trayectoria sigue operando en semejante grado de excelencia sin repetirse ni desfallecer por el camino. Sus conciertos de momento continúan siendo una experiencia sublime cargada de buen gusto y talento.

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Alfredo Villaescusa

Eclecticismo en vena. No hay nadie que no dispare el viernes por la noche, ni hay quien esquive los disparos.

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