Crónicas
Morgan en Bilbao: Suite imperial
«Para describir el directo de Morgan un simple hotel no les haría justicia, pues no se trataría para nada de una habitación con humedades o las paredes ennegrecidas, sino de una suite imperial de auténtico lujo, con un mayordomo que te conceda cada capricho y una decoración de esas de caerse de espaldas»
26 abril 2025
Palacio Euskalduna, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Siempre es aconsejable aferrarse a las pocas certezas que nos brinda la existencia. Un día cualquiera lo mismo podría irse la luz en un país entero y que el presidente tarde más de cinco horas en aparecer. En un segundo puede esfumarse un trabajo que llevó su tiempo preparar y al mismo tiempo revelarse lo mucho que dependemos de las tecnologías en nuestra vida cotidiana. Por lo tanto, guiémonos por esos puntos cardinales colocados aleatoriamente que nos van dando pistas de lo que nos conviene.
Algo muy aconsejable, por ejemplo, sería ver a los madrileños Morgan en la actual gira de presentación del álbum ‘Hotel Morgan’, que una vez escuchado tal vez da a entender que están ofreciendo recitales sosegados, pero ese no resultó para nada el caso en su concierto bilbaíno en el elegante Palacio Euskalduna. Nos topamos en su lugar con una sorprendente versatilidad y hasta con algún detalle original que siempre solemos agradecer los que asistimos a bolos con cierta frecuencia.
Ya de entrada, la calidad sónica del recinto escogido nos anticipaba que no saldríamos insatisfechos de la velada, más que nada por experiencia previa. Y el ambiente, con varios pisos de butacas a reventar, nos aseguraba que se generaría el suficiente calor humano para que la banda se llevara una buena impresión. Apuntemos también el detalle de que hubo bastantes palmas, pero no inducidas como hacen los verbeneros, sino espontáneas, que brotaban de plena comunión con la música, un sentimiento espiritual, en suma.
A Morgan ya les habíamos catado anteriormente en un teatro, por lo que supusimos que el show funcionaría de una manera similar. Pero no, fue toda una sorpresa que comenzaran entonando el blues “Arena” desde las butacas y fueran desfilando hacia el escenario en fila india. Una vez en las tablas, se colocaron en círculo para arrancarse con la intro de “Delta” y legarnos así un empiece que resultó desde luego original.
Otra novedad de esta gira nos la explicó la propia Nina al decirnos que estaba intentando pasar más tiempo en el centro, a pesar de que ese no sea uno de sus puntos fuertes, como reconoció. Cierto es que en el pasado lo de tener que estar enganchada a su colosal piano era algo bastante limitante, sobre todo en el apartado escénico, pero uno ya se había acostumbrado a que era lo suyo en un concierto de Morgan. Bravo por la reinvención.
A medida que avanzaba la velada, un servidor descubría que acudía al recinto con unos cuantos prejuicios, como que el repertorio se trataría poco menos que de nanas para acunarse en la butaca. Nada más lejos de la realidad, pues hubo de todo, momentos salvajemente eléctricos como el de “Paranoid Fall”, que les asemejaba a una especie de Blues Pills patrios, o instantes de carácter más reposado, como en “Alone” o en “Oh Oh”, uno de sus mayores clásicos, que puso piel de gallina con la poderosa voz de Nina retumbando en el recinto.
La banda ha ganado además con la incorporación de dos coristas, y creo que también algún otro multiinstrumentista que no nos suena de la anterior gira. El guitarrista ha cobrado del mismo modo mayor peso en el sonido final, cascándose solos verdaderamente deslumbrantes, pero también aportando a la voz bastante más de lo habitual y hasta cantando algún fragmento. Y no obviemos tampoco la representación vizcaína de Ekain Elorza a la batería, que constituye otra viga fundamental del andamiaje que sostiene al grupo. Porque meter caña sabe cualquiera, pero manejar baquetas con el tempo preciso y en la tesitura apropiada parece más una labor de artesanía y de una templanza encomiable.
Lo que sí que nos sigue sobrando un poco son las charlitas de Nina, que a veces se emociona mucho en este aspecto, pero por las interpretaciones tan deslumbrantes que nos brinda se lo perdonaríamos sin problema. Eso sí, ir al grano en determinados momentos debería considerarse una gran virtud. Hemos visto a tipos duros como Danko Jones arruinar bolos por excesiva verborrea. En la mesura está el equilibrio.
El country rock de “Cruel” lo bordaron con la aportación de los coristas nuevos y con un alarde vocal de Nina que cosechó al final una salva de aplausos. El respetable era de tendencia participativa, pero la vocalista incitó a crear comunión entre artistas y público en “Praying”, una pieza crepuscular que adquirió una luminosidad inédita como el mejor góspel. De los momentos de la noche.
Los coros de plantación de algodón de “The River” fueron de cortar la respiración y muy niquelada les quedó esa introducción en plan Pink Floyd antes de “Home”, que iniciaba su álbum debut y no podría faltar en el show. Los temas antiguos además han ido creciendo, o más bien evolucionando, con la banda, por lo que no suelen sonar parecidos al disco, sino en consonancia con la etapa actual del grupo.
Nina hizo sus pinitos con el euskera bajo la atenta mirada de un profesor exigente como Ekain, un esfuerzo que por supuesto agradeció la concurrencia. “Another Road (Gettin’ Ready)” marcó la despedida con sus efluvios de soul setentero y un contagioso ritmo que incitaba a lanzar butacas por los aires. Había que comportarse.
Los remilgos se disiparon al exigir bises a grito pelado, pero los madrileños no tardaron en regresar con “Volver”, un tema de su debut que era bonus track y que a punto estuvieron de no incluir en el disco, según explicó Nina. Sin este empecinamiento probablemente tampoco hubiéramos tenido “Sargento de hierro”, otra de sus canciones más exitosas en castellano, que tampoco era cuestión obviar. Y el broche definitivo lo pusieron con “Final”, de su disco más reciente, algo que no extrañaría que repitieran en el futuro.
Para describir el directo de Morgan un simple hotel no les haría justicia, pues no se trataría para nada de una habitación con humedades o las paredes ennegrecidas, sino de una suite imperial de auténtico lujo, con un mayordomo que te conceda cada capricho y una decoración de esas de caerse de espaldas. Como decía un colega el otro día, llenarse el estómago es de pobres.
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