Crónicas
Manny Calavera en Madrid: Reyes de la diversión y el desfase
«Un concierto que nos recordó lo importante que es divertirse en esta vida. ¿Para qué, si no, celebramos la noche de los muertos?»
30 octubre 2021
Sala Olvido, Madrid
Texto y fotos: Jason Cenador
De ponernos exquisitos, a veces perdemos la perspectiva de uno de los más irrenunciables e inamovibles objetivos detrás de cualquier concierto: la diversión. En tiempos de hastío por meses de cohibimiento forzoso, disfrutar, dejarse llevar, estropearse la garganta de tanto cantar y desinhibirse por completo cotiza al alza, y Manny Calavera no hace sino lanzar una OPA hostil contra el aburrimiento. Medalla de oro en hacer sonreír al personal y matrícula de honor en pasarlo bien, su simpatía y su buena onda son más contagiosas que la más transmisible de las variantes de un virus que, por instantes, dejó de existir por completo.
La herramienta casi infalible que el grupo madrileño protagonista de la noche anterior a la de Halloween, en la que la sensación era parecida a los que se comen las uvas el día 30 de diciembre por eso de hacer la gracieta, es muy sencilla de comprender pero no tanto de llevarla a los niveles de efectividad que ellos alcanzan. Básicamente, se trata de versionar canciones archiconocidas oriundas de México y grabadas a fuego en el imaginario colectivo de cualquier hispanohablante del planeta. Lo hacen echando mano de un rock festivo que irremediablemente recuerda a La Pulquería, con la trompeta omnipresente y una agitación eléctrica irresistible.
Tras un show de los locales Deskalabro con algún que otro tema de cosecha propia y un buen puñado de versiones de diversa índole, tan diversa como que La Raíz y Scorpions coexistieron en un repertorio con muy dilatados márgenes de mejora en la ejecución – no así en las ganas – , unos Manny Calavera caracterizados al más puro estilo mexicano iban merodeando por las cercanías del escenario. Imposible confundirlos con los del butano.
Un corte de película sirvió de intro para que la locura se desatase al ritmo de “¡Ay, Jalisco, no te rajes!”, tan pegadiza como que quien escribe la tiene en bucle en su cerebro desde aquella noche, como si le hubieran pegado a la oreja unos auriculares con celofán del bueno. Una sala absolutamente abarrotada saltaba, el suelo temblaba como las laderas del Cumbre Vieja y la diversión coexistía en dulce armonía con una calidad interpretativa de todos los músicos en escena que bien denotaba sus tablas.
“La canción del mariachi” perpetuó el delirio colectivo, reflejado a la perfección en el volumen atronador con el que el público acompañó a Fabio, su más que efectivo cantante, cuando se marcó prácticamente a capela “El rey”, que luego tuvo, cómo no, su dosis de electricidad trompetera y desfasada. “Me voy a liar con todos vosotros”, exclamaba exultante el frontman, simpático y chalado a partes iguales. Su locura transmitía despreocupación en un ejercicio de guasa constante, de pasarlo bien y punto, a toda costa.
Broma tras broma, arribaron a la inverosímil versión del “Me gustas mucho” de Rocío Dúrcal, compuesta por el aclamado mexicano Juan Gabriel, en la que Sergi, el bajista, hizo la primera de sus múltiples excursiones fuera de escena, sin dejar de marcar con firmeza el ritmo a las cuatro cuerdas. Acto seguido, cayó una “inédita”, pues no se encuentra entre las que comportan el primer EP de la banda, ‘¡Bienvenidos, muertos!’. Se trataba de una que, antes o después, se sabía que iban a versionar. Nunca antes “Cielito lindo” sonó tan trepidante y enérgica. Nunca antes, no nos engañemos, la cantamos así a viva voz. Ni cuando nuestros padres nos la cantaban en un infructuoso intento de que, de niños o niñas, dejáramos de llorar de una santísima vez.
No había canción más definitoria y que tomase mejor el pulso de ese momento de la velada que “Corazón contento”, pues no solo daba buena cuenta de la burbuja de felicidad colectiva en la que nos hallábamos sumidos, sino que mantenía a raya las elevadas pulsaciones de la mayoría de los presentes, incapaces de permanecer quietos más tiempo del imprescindible para echar un trago y reponer fuerzas. Y la cerveza es de esas verdes que saben un poco bastante mal, así que tampoco había mucha excusa para parar de botar.
Más de un dedo corazón arañó el cielo de la sala cuando el vocalista de la banda tuvo la eufemística deferencia de dedicar “Rata de dos patas” a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, revistiendo, de paso, su letra de un incontestable sentido. Tendremos la sanidad pública reventada, una desigualdad insultante y una precariedad insostenible, pero qué a gusto nos quedamos. Estábamos hablando de divertirnos, y también es divertido poner de vuelta y media a quien lo merece. Así, al menos, lo escrutó la mayoría absoluta de una sala que, democráticamente, votó por dejarse la piel en “La llorona”, otro clásico imperecedero que empapó nuestras lágrimas de alegría de azul celeste.
No se privaron de darse un buen atracón de tequila cada uno de sus miembros conforme el vocalista iba presentándolos, y muy a tono con su desbordante sentido del humor, y la fiesta era completa tanto encima como en frente del escenario en una recta final que llegaba a su culmen con el “Livin’ la vida loca”, de Ricky Martin, que no tiene nada que ver con México pero qué más da. Sin culpa ninguna, la cantamos, y quien no lo hizo, la tarareó en su subconsciente mientras disimulaba. Prácticamente todos los miembros del grupo, por cierto, bajaron al público para tocar entre la gente. El escenario se les quedaba pequeño.
Parecía entonces que el show llegaba a su final, pero los responsables de la Sala Olvido dieron pie a una última canción que, por otra parte, era suplicada a gritos por unanimidad. Es ahí cuando el grupo decidió que repetiría uno de los temas en función de lo que marcase el aplausómetro, es decir, de lo que la gente aplaudiera y vociferara cuando mencionaban su título. Pero a medio camino, uno de los guitarristas esbozó el inicio de “Smell Like Teen Spirit” de Nirvana, y el aplausómetro subió tanto que, improvisadamente, decidieron interpretarla entera con irrebatible solvencia, poniendo fin así a un concierto que nos recordó lo importante que es divertirse en esta vida. ¿Para qué, si no, celebramos la noche de los muertos?
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1 comentario
Corta crónica del concierto que dio de si esta banda como son MANNY CALAVERA en dicho garito madrileño los cuales y en su estilo estuvieron a la altura.