¡Sábado y último día de Mad Cool 2025! Una jornada que a primera vista prometía ser la más tranquila en cuanto a propuestas netamente rockeras, especialmente comparado con los días anteriores, que tuvieron el jueves a Iggy Pop o Muse y el viernes a Nine Inch Nails o Kaiser Chiefs.

A las 18:00 horas arrancaban unos de los ganadores del Mad Cool Talent, Ashleys. Me sorprendieron esas melodías que se quedan grabadas al instante, y aunque no soy especialmente amante de este género, he de reconocer que tienen bastante potencial con ese indie pop alternativo tan pegajoso. Échales una escucha a temas como “Tomás”, "Torreznos y Larios", "Amigo ideal" o “Las flooores”.
Casi cuando terminaban, en el escenario principal teníamos a The Teskey Brothers, una de las joyas ocultas de esta edición y a los que tenía especial ganas de ver. Los hermanos Josh y Sam Teskey son una exquisita mezcla de soul, blues y rock clásico, rescatando la esencia del soul sureño de los 60 y 70.

Fueron como una máquina del tiempo que te transporta a la época de Otis Redding y Sam Cooke, como abrir la puerta de un club de jazz perdido en el tiempo. Puedes comprobar cómo la voz de Josh Teskey raspa como un viejo vinilo en temas como “Crying Shame” y “Take My Heart”, por cierto, dos de mis favoritos de los australianos.
A veces tienen un toque nostálgico pero sin caer en lo retro, véase “So Caught Up”, que vocalmente siempre me ha recordado a Joe Cocker. Envueltos en atmósferas que erizan la piel, nos vimos transportados a una fiesta íntima de blues y soul, brindando con whisky en mano y con la nostalgia sentada a la mesa como invitada de honor. The Teskey Brothers son sin lugar a dudas uno de esos grupos que te hacen cerrar los ojos y viajar sin moverte. Simplemente maravillosos.
A la misma hora coincidían en el cartel Annie Clark, más conocida como St. Vincent, y Pvris, el proyecto que capitanea la cantante y multiinstrumentista Lyndsey Gunnulfsen. Al final nos decantamos por aprovechar esa media horita antes de que empezara Thirty Seconds To Mars para acercarnos a curiosear a Pvris, una banda que renació de las cenizas de aquel grupo de post hardcore Operation Guillotine.
Los de Massachusetts hacen un synthpop agitado en una coctelera de rock alternativo a la que añaden ingredientes góticos y electrónicos que te pueden recordar a Chvrches. Me sorprendió ver la larga cola que ya serpenteaba frente a la carpa de Mahou, mucho antes de que siquiera comenzaran a dejar pasar, sinónimo que la banda está captando la atención de cada vez más gente.
Desde su debut con el disco ‘White Noise’, Pvris ha construido su propio universo, oscuro pero accesible, frágil y feroz al mismo tiempo. “My House” es quizá la mejor muestra de ese equilibrio entre vulnerabilidad y fuerza. Era la primera vez que los veía y me engancharon rápidamente ardiendo con “Burn the Witch”, donde pudimos ver que Lynn Gunn es toda una frontwoman desprendiendo un magnetismo también palpable en temas como “Dead Weight”.

Turno de Thirty Seconds to Mars. Creo que Jared Leto no necesita muchas presentaciones… Estrella de cine, ganador de premios Óscar y Globo de Oro, director, productor, rockstar y un mesías moderno que convierte cada concierto en una ceremonia. Lo que está claro es que se mueve como pez en el agua entre focos, ya sean de Hollywood o del escenario principal de MadCool.
Con tiempo de retraso, que provocó que recortaran su setlist, subían a las tablas los hermanos Jared y Shannon Leto para abrir con “Kings and Queens”, que sonó a himno generacional con un estribillo diseñado para retumbar con los brazos en alto. Como crítica constructiva, y lleva pasando todas las ediciones en esta nueva localización, el sonido del escenario Region of Madrid difiere mucho de su homólogo Orange, donde sí se escucha todo mucho más nítido y potente.
La siguiente en aparecer fue “Up in the Air”, con Leto ejerciendo de chamán moderno levantando masas a base de himnos y confeti, y la adrenalina pop rock de “Walk on Water”. Como es habitual en los conciertos de Thirty Seconds to Mars, no faltaron los momentos en los que Jared Leto rompe cualquier distancia con su público, ya sea subiendo fans al escenario o bajando él mismo a darse un baño de masas entre las primeras filas. “Rescue Me” fue ese primer instante donde los fans pasaron de ser espectadores para formar parte activa del espectáculo sobre el propio escenario.

“Sois absolutamente increíbles”, se dirigió Leto hacia nosotros antes de desatar ese himno a la victoria, “Hail to the Victor”, acompañado por cañones de fuego. Momentos más tarde pidió a la gente que se subiera a hombros para acompañarlos en “This Is War”, un cántico antibelicista que puso a prueba nuestras gargantas. Turno de “Attack”, la pegajosa y casi discotequera “Stuck” o “The Kill (Bury Me)”,donde volvimos de golpe a aquella época de flequillos emo a los que nos tenían acostumbrados en sus raíces.
Finalmente, “Closer to the Edge” nos despedía al borde del abismo en clave de fiesta llenando de fans el escenario demostrando que hay pocos líderes que sean capaces de crear esos momentos de comunión tan especial entre público y banda.

Hay grupos que parecen llegar en el momento justo, cuando el panorama musical está pidiendo a gritos algo que sacuda la escena.Eso es exactamente lo que ha pasado con Arde Bogotá. Con solo dos discos, ‘La Noche’ (2021) y el aclamado ‘Cowboys de la A3’ (2023), la banda de Cartagena ha pasado de promesa emergente a fenómeno generacional llenando salas, pabellones y festivales allá donde van.
Su sonido, influido por el indie británico de bandas como Arctic Monkeys (época ‘AM’) o Editors, se mezcla con guiños al post rock alternativo y que por momentos conecta con la fuerza y la forma de frasear de Héroes del Silencio.
Arrancaron con una picadura efectiva como es “Veneno”, un tema que se desliza “como miel de culebra”, dulce y tóxico a la vez, dejándonos el sabor a “Fanta de limón” que todos quisimos probar.
“¡Buenas noches a todo el mundo!”, saludaba Antonio antes de lanzarnos de lleno hacia “Abajo” con “Qué vida tan dura”, un mantra con el que muchos de los allí presentes se sentirían identificados. Sonaron temas como ese puñal camuflado de estribillo que es “Flores de venganza”, nos invitaron a cantar “esa canción de mierda” con “Cariño”, recorrer como “Cowboys de la A3” la autopista para fugarnos a nuestro “Exoplaneta” particular en Villaverde o quemar la “La torre Picasso”. El plan estaba claro.
Bailamos con el diablo a la luz de una vela con “Virtud y castigo”, creímos en la carta astral de “Escorpio y Sagitario”, “La salvación” nos hizo olvidarnos de todo mientras soltaban a “Los perros”, con sabor a asfalto y madrugada. Y cuando parecía que no quedaba nada más por decir, “Antiaéreo” disparaba el último misil de la noche poniéndonos a todos en pie de guerra. No hay duda, Arde Bogotá son la banda del momento.
Una de las decisiones más llamativas de esta última jornada del festival fue que Olivia Rodrigo, con su pop adolescente orientado a un público muy específico, contó con un horario que no coincidía con ningún otro grupo que ofreciera estilos musicales diferentes.
Esto provocó que muchos asistentes que no conectaban con el estilo de Olivia Rodrigo aprovecharan ese tiempo para cenar o desconectar un rato, cuando en realidad podría haber sido una oportunidad perfecta para que la organización ajustara la programación y evitara solapes entre otras bandas destacadas. Por ejemplo, podrían haber movido a Glass Animals a esa franja horaria, ya que coincidieron con Arde Bogotá, o adelantar a Justice para que no coincidiera con Bloc Party cerrando el festival.
Obviamente, la organización tendrá razones de peso para establecer estas franjas, pero es algo que creo que muchos echamos de menos. Nosotros fuimos de los que aprovecharon para ir a la zona de restauración y sentarnos en el césped a cenar escuchando a Olivia Rodrigo de fondo con temas como “drivers license”, “good 4 u”, “deja vu”, “brutal” o “traitor”.
Sacrificando a Justice por lo anteriormente comentado, cerrábamos esta edición en el escenario Ouigo con Bloc Party, una de las bandas más icónicas y definitorias del indie rock británico desde principios de siglo. Su álbum debut, ‘Silent Alarm’ (2005) marcó un antes y un después en la escena.
De hecho, comenzaron con uno de los singles extraídos de ese disco, “So Here We Are” y,“Hunting for Witches”, liderados por la voz de Kele Okereke. Llegaba la enérgica “Mercury” gracias a esa combinación hipnótica de synths y guitarras, las melodías oscuras y texturizadas con “Song for Clay (Disappear Here)” o el indie contagioso de “Banquet”. Le siguieron “Traps”, “One More Chance”, el pequeño respiro melódico de “Blue”, “Like Eating Glass”, el revival del post punk de “Helicopter”, los beats electrónicos de “Flux”, “This Modern Love”, que siempre me ha recordado melódicamente, salvando las distancias, a Blink-182, y dejarnos con la adrenalina en lo más alto con “Ratchet”. ¡Nos vemos en 2026!
- Linkin Park da un concierto sorpresa en un maratón de livestreams que batió récords - 28 septiembre 2025
- Una banda española demanda a The Rolling Stones por el plagio de una canción editada durante la pandemia - 28 septiembre 2025
- Brian May (Queen) explica cómo Freddie Mercury le inspiró al componer “Bohemian Rhapsody” - 28 septiembre 2025